lunes, 29 de diciembre de 2008

La prensa y las funciones sociales


Por Héctor Farina

Un buen ejemplo de cómo la prensa se desvía de sus funciones sociales y cómo la sociedad lo tolera, lo podemos encontrar en la novela El honor perdido de Katharina Blum (1974), del escritor alemán Heinrich Böll –Premio Nobel de Literatura en 1972-. Aquí se presenta la historia de Katharina, una joven honesta y trabajadora que ha logrado salir adelante trabajando como empleada doméstica en varias casas de personas pudientes. Pero en una fiesta, por pura casualidad, conoce a un hombre con el que pasa la noche: ese sería el principio del calvario, ya que al día siguiente descubriría –cuando la policía llama a su puerta- que su amante era buscado por robo y homicidio y que había escapado de la justicia.

Katharina se convierte en sospechosa, ya que la policía cree que ella es cómplice de su amante y que lo está ocultando. En este contexto, aparece El Periódico, que empieza a realizar publicaciones sobre el caso tergiversando declaraciones y deformando los hechos, para vender una historia sensacionalista que llame la atención de los lectores. Cada publicación está llena de mentiras, medias verdades, acusaciones infundadas, hechos malinterpretados adrede y discursos distorsionados. Mientras cada día se van difundiendo las historias sensacionalistas, la vida de Katharina está siendo destruida, pues es presentada ante la sociedad como una mujer de vida fácil, sin escrúpulos, sin honor y sin moral. Finalmente, Katharina se convierte en culpable cuando –acosada por la prensa y por la sociedad que la consideran una delincuente- termina por asesinar al periodista que le había robado el honor por medio de las publicaciones mentirosas.

Böll se basó en hechos verídicos para escribir esta novela en la que critica la forma grosera en la que cierta prensa no respeta ni la verdad ni el honor de las personas, ya que el único objetivo que persigue es satisfacer la morbosidad de los lectores. Igualmente, la crítica apunta a la sociedad, que no solo tolera sino que convierte a la mentira en una fuente de ingresos para los medios. Esto pasa cuando no hay conciencia de parte de la gente, que con tal de consumir historias sensacionalistas no repara en el daño que se genera a la misma sociedad. Así caemos en un abismo en donde puede más la mentira, lo frívolo, lo insulso y lo fantasioso. Así llegamos a desviarnos de los temas importantes y nos conformamos con consumir y difundir las miserias que corrompen el tejido social.

Si bien el ejemplo de la novela es propio de una época y un espacio, sirve como punto de partida para reflexionar sobre qué tanto se ha desviado la prensa de sus funciones sociales: informar, educar y entretener. Al mirar a los medios en Paraguay veremos que las dos primeras funciones han sido relegadas, en tanto se sobredimensiona a la tercera. Aunque seguimos informando, se nota una clara tendencia hacia la información ligera, informal, sin mucha relevancia. En tanto la función de educar prácticamente ha sido olvidada y reemplazada por el entretenimiento: son las historias de chismes, las anécdotas sin contenido y las informaciones que sólo sirven para distraer las que llenan los espacios mediáticos. Los mismos presentadores de noticias han dejado de ser las figuras serias de antaño para dar paso al humorista, al farandulero, al que más bien quiere llamar la atención por su capacidad histriónica y no por su preparación intelectual.

La prensa debe acompañar el proceso de renovación social que necesita el país y para ello debe ser contralora, cuestionadora y molestosa con el poder. Debe ser indagadora y apuntar a los temas importantes, para luego dar a conocer las realidades que la gente necesita saber. Pero si se deja llevar por lo frívolo, por el chisme, lo intrascendente o lo anecdótico, no contribuye más que para enajenar a una sociedad que necesita educación y no informaciones vacías de contenido y llenas de mediocridad. Los mismos ciudadanos deberíamos ser más cuestionadores con los medios de prensa y exigir respeto, veracidad y profesionalismo. No debemos olvidar que no existe prensa diferente de la sociedad que la consume, por lo que si queremos recuperar funciones sociales como la información y la educación tenemos que ser más exigentes con nosotros mismos y con los medios de información.

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miércoles, 24 de diciembre de 2008

¿Qué estamos construyendo?

Por Héctor Farina
Desde Guadalajara, Jalisco, México

Somos el producto de lo que construimos, de lo que hacemos. Nuestra actitud, nuestro comportamiento y nuestra forma de trabajar son los que determinan lo que merecemos, lo que nos corresponde como el fruto de nuestro esfuerzo. En ese sentido, puesto que los pueblos, las sociedades y las naciones son el resultado de lo que hace su gente, la pregunta que deberíamos plantearnos los paraguayos es qué estamos construyendo ¿Qué es lo que estamos haciendo como ciudadanos para tener un país mejor, para dejar atrás una historia de pobreza y corrupción, de atraso y falta de oportunidades? ¿Cómo asumimos nuestra responsabilidad de construir algo diferente y sustentable en el tiempo, para sentar las bases de un nuevo país y no seguir dejando todo en manos de gobiernos que no han querido o no han sabido construir aquello que necesitamos?

Los paraguayos hemos logrado este año un hecho histórico: derrocar, por medio del voto, a un partido político que tenía 61 años en el poder y que aspiraba a continuar rigiendo el destino de la nación. Hemos dado así el paso inicial para cambiar un modelo de país y romper con una forma de gobernar que no trajo más que corrupción y desigualdad. Pero el cambio en los sistemas democráticos no se agota en el voto o en la administración del poder por parte de autoridades diferentes, sino que debe consolidarse mediante un proceso de construcción constante en el que cada uno de los ciudadanos tiene una tarea que cumplir.

Lo que el país necesita es rectificar radicalmente el rumbo que seguimos en las últimas seis décadas, y empezar a trazar un nuevo camino que nos lleve a ser una nación próspera y en crecimiento permanente. Y para aspirar a un nuevo destino, no podemos mantener la pereza o la indiferencia de antaño y seguir dejando todo en manos del ogro filantrópico, el Estado. El Gobierno de Fernando Lugo no será capaz de legarnos algo diferente si los ciudadanos seguimos con la misma actitud cansina que se tuvo durante los gobiernos colorados. De nada sirve cambiar de gobierno si nuestra forma de hacer no cambia, si seguimos cometiendo los mismos errores y subordinando nuestras vidas a los mismos vicios, como el conformismo, la apatía o el desinterés hacia temas fundamentales como la educación.

Si no empezamos a construir ya una ciudadanía más entusiasta, más crítica y participativa, el fervor del cambio de gobierno se irá apagando y volveremos a ser acosados por los mismos fantasmas: desesperanza, frustración, caos y sensación de impotencia y de que “así nomás luego tiene que ser”. Necesitamos ciudadanos más conscientes de sus responsabilidades y del papel que les toca desempeñar dentro de una sociedad que urge la colaboración de todos. Y esa conciencia que hace falta solo la conseguiremos si mejoramos nuestra educación, si hacemos que nuestra gente valga más, si invertimos más en ella y le damos la oportunidad de hacer más y mejor.

Para consolidar un cambio verdadero en el Paraguay necesitamos hacer cosas diferentes con visión de futuro y no sólo dejar que los gobiernos calafateen el maltrecho barco para que resista durante un lustro en la administración. Si las autoridades quieren dejar un país mejor deben invertir más en la gente, que al fin y al cabo es la que construirá y decidirá el destino que tomaremos. Si el Gobierno de Lugo no invierte más en la educación y por lo menos duplica la actual inversión, al final dejará el mismo país con ciudadanos con escasa preparación y a merced de los corruptos, populistas y autoritarios. Si se acaba el entusiasmo y no se consolida una ciudadanía con mayores conocimientos, de nada servirá que se haya contenido la corrupción por un tiempo, porque seguirá existiendo terreno fértil para los avivados y los ladrones, en tanto la gente seguirá careciendo del capital más valioso de los tiempos modernos: el conocimiento.

No podemos desaprovechar la histórica oportunidad que tenemos para rectificar: tenemos que exigir que el Gobierno construya más y que forme ciudadanos más preparados, al mismo tiempo que todos asumimos la tarea de ser más responsables, más entusiastas y más comprometidos con las necesidades del país.

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martes, 23 de diciembre de 2008

Periodista-investigador, de Paraguay a México:

Hace unos días se realizó la presentación de la tesis "La interactividad de los lectores con el periodismo en línea", en el Departamento de Estudios de la Comunicación Social de la Universidad de Guadalajara. Este trabajo fue presentado por Héctor Farina para obtener el grado de Maestro en Ciencias Sociales, en un examen ante un jurado integrado por profesores investigadores de la mencionada casa de estudios.

Aquí le presentamos los comentarios realizados por la Dra Gabriela Gómez, miembro del jurado:

Es un gran placer para mí estar aquí este día y participar en el cierre de un ciclo importante para Héctor.
Decidí que en esta ocasión, en vez de concentrarme en ofrecer una crítica sobre la tesis que hoy nos ocupa y expresar mis observaciones sobre la misma, sus grandes aciertos y sus fallas, sería pertinente que mis comentarios giraran primordialmente en lo que considero es el aprendizaje mayor para Farina: su incursión como investigador de lo social. Hablar un poco sobre su proceso de deconstrucción de saberes y prácticas profesionales anteriores y su formación como investigador.
Héctor Farina, llegó a esta Maestría luego de dejar su país natal, Paraguay, para asumir el riesgo de aventurarse a iniciar una vida nueva en México, y comenzar e irrumpir en un área que era ajena para él.
En su país, Héctor había estudiado y aprendido a ejercer el periodismo siendo un especialista del sector financiero. Aprendió a moverse, según lo que cuenta, en un campo que es conocido por alguno de nosotros, pero que sin embargo, no hemos practicado: el periodismo.

Héctor se ganó en su país, un respeto y reconocimiento por su labor. Luego de algunos años en el medio periodístico, llegó lo que para muchos periodistas sería un sueño: le ofrecieron un aumento de salario considerable, y sobre todo, una mayor proyección en el periódico en el que laboraba. Aún así decidió venir a esta tierra y conocer su gente que, como él dice, es muy parecida y familiar para él. Decidió por arriesgarse y aprender cosas nuevas. Quizá para encontrar su verdadera vocación.

Evidentemente, hay una conexión entre su pasado profesional y su tema de tesis e intereses. Sin embargo, aprendió que no es lo mismo investigar para cubrir una información periodística o realizar un reportaje, que realizar investigación y producir conocimiento de índole científico. Tampoco es lo mismo escribir para un periódico que escribir un artículo o un reporte académico.

Durante los meses en que definía su planteamiento de investigación, su marco teórico, su metodología, etcétera, se movía como alguien que estaba deseoso de aprender, al que le costaba desprenderse de sus saberes o por qué no, vicios, así como de las maneras de obtener información como cuando era periodista. Le costaba también escribir para otros lectores. En el periodismo estaba acostumbrado a que la información que obtenía se publicaba al día siguiente, o a la semana quizá. Pero en la investigación científica, para que llegara el día en que compartiría los resultados de su estudio llevaría poco más de dos años.

Afortunadamente en el periodismo aprendió a escribir. Eso lo agradecemos como lectores, pues en su tesis encontramos una escritura fresca y fluida. Logró lo que a los académicos nos cuesta mucho a veces conseguir. Atrapar al lector. Hay mucho que retribuirle a su experiencia laboral.

Considero que en las investigaciones que cada uno de nosotros realizamos, manifestamos intereses y preocupaciones que dejan ver lo que somos como personas. Nos hacemos visibles del cómo somos.

En este tenor, desde la advertencia, al inicio de su documento, Farina nos alerta que no será una tesis común y corriente. Todo su trabajo es un documento de su proceso, de sus dudas teóricas y metodológicas, de sus aciertos, de sus fallas, de sus inquietudes. Así mismo, está impregnado de su pasado periodístico especializado en el área de finanzas, ya que el texto está cargado de ejemplos sobre ese sector. Y también está colmado de las enseñanzas de su director de tesis.

Por tanto, considero que la mayor riqueza del trabajo de Farina, además de los ricos resultados que presenta, es que constituye un documento sobre el proceso de construcción de un objeto de investigación al que seguramente deberán consultar estudiantes de posgrado.

¿Para qué debe servir entonces una tesis de maestría si no es para aprender a hacer investigación y compartir las enseñanzas?

Ahora, sobre el tema de la tesis "Los lectores y su interactividad con el periodismo en línea. Un estudio cualitativo de cinco casos" constituye un área que en México no había sido abordado. En este sentido, es un estudio cualitativo pionero. Ahí otra de sus riquezas pues una de las dificultades que se encontró Farina precisamente, es la carencia de estudios empíricos así como de bibliografía. Como hemos leído, la mayor parte de los autores que cita son españoles.


Considero además, que el trabajo posee una muy buena apropiación teórico- conceptual. Uno de los conceptos a los que Farina más se enfrentó durante el desarrollo de su tesis fue el de interactividad. Y finalmente supo encontrar una definición sólida y delimitarla para su estudio.

En cuanto a su metodología y sus cinco casos de estudio que como él mismo afirma no son generalizables, me hubiera gustado mucho más que encontrara un grupo más heterogéneo, pues los sujetos estudiados tienen un nivel educativo similar, todos con licenciatura y otros hasta maestría: cuentan, además, con ciertas competencias y/o conocimientos tecnológicos que la mayoría de los sujetos, incluso los que utilizamos Internet, desconocemos. ¿Cómo es que ellos llegaron a conocer tal cantidad y uso de las herramientas? ¿Cómo adquirieron esas competencias? Sé que no era el objetivo responder estas interrogantes. No obstante, considero que todavía hoy existen muchas lagunas y falta de competencia para el uso de esas herramientas. Desconocimiento, no saber cómo utilizarlas y la funcionalidad de cada una también afectan los usos y apropiación de las TICS y las herramientas que ofrecen.

Además, la gran mayoría de los medios en línea en México carecen de herramientas interactivas avanzadas.
Hay mucho qué indagar, como bien apunta Farina. El estudio constituye un avance para conocer cómo son los usos y apropiación de herramientas que se ofrecen en Internet para buscar y archivar información tanto en periódicos en línea como en buscadores. El estudio deja ver que existe una conexión de lo cognitivo y/o la experiencia previa con el éxito para encontrar información.
Me llamó mucho la atención que todos los sujetos observados inician su rutina visitando sitios de diarios en línea de la comunidad a la que pertenecen y que muchas de las búsquedas de información las marcan los mismos medios locales, estableciendo así una agenda setting en línea. Además de las necesidades de cada uno de los sujetos, tanto laborales, educativas, de investigación, etc. para realizar otras búsquedas.

Para concluir, considero que la tesis de Héctor Farina es un reflejo de su honestidad académica, de humildad y de querer hacer visible su trayecto como aprendiz de investigador, en un proceso que no fue fácil.

Farina ha sabido incorporar a la investigación científica sus experiencias y conocimientos como periodista. Su trabajo demuestra claramente, que supo desprenderte de la carrera por la exclusiva o las prisas por obtener información rápida. Aprendió seguramente que en la investigación científica no hay recetas. Que cada investigación tiene un proceso distinto, en un ir y venir constante a teorías y metodologías, y que requiere mucho rigor. Que es un proceso en el que para ver un producto, hay que esperar años. Que no es tan fácil opinar y emitir generalizaciones.

Esta tesis es un reflejo de esta simbiosis o fusión periodista-investigador. Ahora más investigador, que periodista. Considero que el periodismo de Paraguay perdió a un profesional y que la academia con gusto recibe a un investigador en potencia.

martes, 16 de diciembre de 2008

El sueño de un país de lectores

Por Héctor Farina

¿Cómo sería el Paraguay si fuera un país de lectores, de gente culta? ¿Cómo sería el país si fuera administrado y controlado por gente preparada, si se tuviera una sociedad crítica y educada que sirviera de contrapeso al poder? Podríamos pensar en Singapur, Finlandia o Suecia para imaginar una respuesta, pero seguramente no estaríamos en las mismas condiciones en las que vivimos. Posiblemente no tendríamos una pobreza tan generalizada ni índices de corrupción elevados como los que arrastramos desde hace años. Tal vez tendríamos mayor celo de nuestra responsabilidad como ciudadanos y no toleraríamos a los inútiles y ladrones en la función pública.

Hacer estas preguntas y no encontrar eco más que en los sueños, es una de las grandes tragedias del Paraguay. Tener que remontarnos a los años 20 del siglo pasado para recordar que Eligio Ayala -quizás nuestro mayor estadista en toda la historia- basó su gobierno en la honestidad y en un gabinete conformado por las personas más instruidas del país, nos indica que no solo hemos carecido de una sociedad educada, sino que los gobiernos no han sido constituidos por los mejores. Y no tener una ciudadanía capacitada y encima ser gobernados por ineptos, politiqueros y avivados, genera el resultado que hoy padecemos: falta de oportunidades, corrupción por doquier, pobreza, desempleo, atraso y un enorme descontento con la democracia y las instituciones que la representan.

Vivir en tiempos de la sociedad del conocimiento y no comprender lo que esto significa es un problema serio. Y mucho más aún si miramos que existe un atraso estructural y sistemático del que no saldremos si seguimos creyendo que la tarea de los gobiernos es administrar problemas, poner parches y tratar de mantenerse en el poder sin proponer reformas que dejen un país mejor del que se recibió. En una época en la que el conocimiento es el capital más importante y la verdadera riqueza de una nación, establecer una línea clara que nos lleve a construir una ciudadanía más educada debe ser un asunto de Estado. Nuestras políticas públicas deberían orientarse a formar a los recursos humanos que tanto necesitamos para producir competitivamente, para administrar mejor lo que tenemos y para construir una sociedad sin los vicios que nos han empobrecido en incontables décadas.

Un paso fundamental que debemos dar es convertir a un habitante ocioso en un ciudadano preparado. Hay que hacer de nuestras escuelas verdaderos centros de promoción e incentivo de la lectura, de la búsqueda del conocimiento, y no dejar que sólo sean un espacio físico transitorio por el que los niños deben pasar para cumplir con un trámite y conseguir un certificado. Si durante años hemos descuidado la capacitación, es hora de empezar a construir una nueva cultura del aprendizaje, de la responsabilidad y la honestidad. Y el proceso de construcción debe ir orientado a la gente, empezando por los niños, que deben crecer con una mentalidad acorde a los tiempos modernos y no anclados en las mañas de un pasado marcado por el atraso y la miseria.

Me gustaría ver al Paraguay convertido en un país de lectores. Con gente más consciente de su responsabilidad y con mayor protagonismo a la hora de construir una sociedad mejor. Me gustaría saber que la ciudadanía se volvió más crítica y que ya no tolera a los ladrones, avivados y hurreros en el poder. Me gustaría ver gobernantes preparados, que coloquen a las personas capaces por encima de los intereses partidarios, que se rodeen de los mejores y no de los cómplices. Quizás cuando comprendamos que necesitamos rectificar rumbos y tomar en forma decidida el camino del conocimiento, podremos dejar atrás los años de decadencia y comenzar un tiempo de oportunidades. Depende de cada uno y de todos.

Publicado en www.vivaparaguay.com

viernes, 12 de diciembre de 2008

La transformación de un país

Por Héctor Farina (*)

Uno de los grandes desafíos que enfrentamos en los tiempos modernos es el de ajustarnos a las necesidades de un mundo competitivo y hostil, que evoluciona en forma acelerada y que deja rezagados a los países que no logran comprender la nueva dinámica. Vivimos en una época en la cual muchos de nuestros modelos tradicionales de producir y construir han quedado obsoletos, como el viejo sistema de trabajar el campo con bueyes y arados o el pensamiento erróneo de que mientras tengamos recursos tendremos riqueza. Hoy, nuestra capacidad de hacer, tanto en la economía como en la política o en cualquier ámbito, depende fundamentalmente del producto más preciado para cualquier sociedad: el conocimiento.

Hablamos mucho de la necesidad de transformar el país, de salir del atraso, de dejar de lado los vicios que durante años nos sumieron en la pobreza y la inoperancia, pero todavía no terminamos de entender cómo se hace la transformación que necesitamos. Y ese cambio por el que tanto clamamos y por el que tanto hemos esperado, debe sustentarse sobre la gente. Y para tener gente capaz de hacer y orientar los cambios, necesitamos potenciar al máximo nuestra educación como nación, como ciudadanos y como constructores del nuevo país que queremos. Ningún cambio favorable será posible si seguimos manteniendo un sistema educativo del siglo XIX, si seguimos dejando que las escuelas sean lugares abandonados a los que se acude con pena y en donde se aprende lo más elemental en medio de precariedades aberrantes.

Una transformación del país exige que seamos nosotros los protagonistas, que tengamos la capacidad necesaria para ir cambiando todo aquello que está mal y aprender a construir mejores sistemas de producción y lograr mejores esquemas de administración de lo que tenemos. Pero lo que realmente debemos entender es que necesitamos el conocimiento para transformar lo que tenemos en riqueza. Necesitamos maestros capaces, ingenieros que nos enseñen a explotar mejor nuestros recursos, como la electricidad; necesitamos estadistas que sepan guiar al país por los caminos de un mundo desigual y conflictivo, así como economistas, arquitectos, antropólogos y otros profesionales para que conviertan a un país pobre en un país de oportunidades para todos.

El conocimiento es la verdadera riqueza del mundo de hoy. Y para tener conocimiento necesitamos invertir más en la gente, en la formación de las personas, en la construcción de escuelas y en la infraestructura física y tecnológica para facilitar la capacitación constante. Eso lo comprendieron los países como Singapur, que hace cuarenta años era una isla de piratas y hoy es una potencia económica; o Finlandia, que decidió enfrentar una crisis económica por medio de la inversión en la educación, y hoy tiene uno de los niveles de calidad de vida más altos del planeta. Lo mismo podemos decir de Japón, que tras ser bombardeado y humillado en la Segunda Guerra Mundial, emergió en base al conocimiento y hoy es uno de los máximos referentes mundiales en materia de tecnología.

El desafío es claro: transformar primero a la gente, invertir en ella y hacer que su verdadera riqueza sea el conocimiento. Somos nosotros mismos los que debemos transformarnos si queremos cambiar el país, si en verdad queremos tener una sociedad mejor. Esa es la tarea hoy: educar y educarnos para tener la capacidad de hacer como debe ser.

(*) Periodista.
Desde Guadalajara, Jalisco, México.
Publicado en la revista Ecos, de Canindeyú, Paraguay

lunes, 24 de noviembre de 2008

De ideologías y necesidades

Por Héctor Farina

Una buena parte de los primeros tres meses del Gobierno de Lugo se ha evaporado en medio de discusiones ideológicas. El prisma de la ideología ha sido utilizado no sólo como una cuestión de forma, sino que en ocasiones hasta se intentó confundirlo con el fondo, como si los problemas reales que padece el país pudieran encontrar en los discursos doctrinarios una solución efectiva. Desde el rally hasta las invasiones campesinas, desde el problema de los brasiguayos hasta la necesidad de cobrar más impuestos, se han mezclado los temas importantes y los banales en una ensalada de recetas y respuestas que no responden a las verdaderas necesidades de la gente.

El país no necesita predicadores de doctrinas ni la gente votó por el cambio para recibir un recetario socialista o un manual neoliberal. Tras seis décadas de gobierno colorado heredamos un país con una fuerte carencia educativa, con una pobreza que golpea a gran parte de la población, con niveles elevados de desempleo y con una migración masiva de personas que buscan en España o Estados Unidos las oportunidades que no encuentran en su tierra. Y es la solución efectiva a los problemas lo que la gente espera, pues de nada sirve utilizar los espacios mediáticos para intentar ideologizar cuestiones que requieren medidas prácticas y no retóricas.

No es ideología lo que necesita el país, sino educación. El Paraguay se ha quedado en el tiempo y hoy sufre un rezago educativo grave que se refleja directamente en la poca preparación de la gente y en la incapacidad de generar oportunidades de desarrollo. Las escuelas paraguayas tienen miles de carencias, los docentes necesitan capacitación y un justo reconocimiento por su trabajo, en tanto miles de alumnos necesitan mejores condiciones para estudiar, desde una alimentación adecuada hasta infraestructura para acceder al conocimiento. No necesitamos adoctrinar acólitos, sino formar gente educada que sirva para construir un país más justo y con mayores oportunidades.

No es ideología lo que necesitamos, sino hacer crecer la economía. La única forma de combatir efectivamente la pobreza es generando riqueza y empleos. Y para ello necesitamos una política clara que nos indique el rumbo económico que tomará el país, y con más razón en momentos de incertidumbre como los que tenemos ahora con la crisis financiera mundial. Pero mientras se habla de reforma agraria con sesgo ideológico y mientras el ministro de Hacienda parece más preocupado por recaudar y engordar las arcas estatales, no hay una estrategia clara para hacer crecer la economía, para generar puestos de trabajo para los paraguayos y para disminuir la pobreza. Las industrias y el sector productivo necesitan apoyo concreto y no pueden estar a la deriva en medio del fuego cruzado de los antípodas ideológicos.

Es seguridad lo que necesita el país y no discursos ideológicos. El Gobierno debe tomar medidas firmes contra la delincuencia para devolverle a la gente la seguridad de poder salir a las calles o dormir con tranquilidad en su casa. Mientras se suceden los asaltos callejeros, los robos domiciliarios, las violaciones de la propiedad y otros delitos, no podemos seguir obteniendo discursos como respuesta, porque lo que necesitamos es mano firme contra la delincuencia. Necesitamos una reestructuración de las fuerzas de seguridad pública así como comprender que la ley debe ser igualitaria para todos y no interpretada según el interés de los poderosos de turno.

Un país que tiene tantas necesidades como el Paraguay no mejorará sólo por el hecho de que los discursos doctrinarios llenen los espacios mediáticos. El cambio que la gente espera no consiste en escuchar las “bondades” del socialismo chavista o la respuesta airada de los conservadores de derecha. Consiste en generar un crecimiento de la economía, puestos de empleo, mejorar la educación y la salud, y -en general- tener más oportunidades para todos. El cambio por el que se votó no consiste en un cambio ideológico, de discurso o de postura. Lo que se espera es que el cambio se traduzca en una sociedad más justa, más desarrollada y con más calidad de vida para todos.

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martes, 18 de noviembre de 2008

Finlandia y su respuesta a la crisis

Por Héctor C. Farina

Cuando Finlandia se vio sumergida en una grave crisis económica a principios de los 90, debido a la caída de la ex Unión Soviética –su principal socio comercial-, su sistema financiero quedó al borde de la bancarrota, el sector productivo se hundió, las empresas bordeaban la quiebra y el desempleo se disparó al 20%. En medio de esta crisis, no fueron las recetas tradicionales de auxilio -como los préstamos- las que se utilizaron para que este país hoy sea un referente del desarrollo y la prosperidad económica. La respuesta finlandesa a la crisis se basó en la educación y en una mayor inversión en ciencia y tecnología.

Los finlandeses comprendieron que ante una situación crítica tenían que establecer nuevas estrategias para enfrentar los cambios en un mundo globalizado. Por ello, estudiaron las tendencias de los mercados para ver hacia dónde apuntar en busca de actividades productivas en las que pudieran lograr competitividad a nivel mundial. El resultado fue una apuesta fuerte por el conocimiento: se duplicó la inversión en ciencia y tecnología (hoy ronda el 4% del PIB) y con ello se fortalecieron los sistemas de investigación e innovación. El Gobierno desarrolló una política de Estado, con el acompañamiento del sector privado, en donde se priorizó la educación, desde las aulas de la enseñanza básica hasta los centros de investigación científica. Hoy, este país es líder mundial en comunicaciones, tiene uno de los índices más elevados de desarrollo sustentable y cuenta con uno de los mejores sistemas educativos del mundo.

El conocimiento es el principal capital de los finlandeses. Ellos lo comprenden y por eso tienen una cultura que los lleva a invertir siempre en la formación de los recursos humanos y a cuidar de la transparencia y la eficacia en el manejo de los recursos para la educación. Actualmente destinan cerca del 6% de su PIB a la educación, aprovechando al máximo cada inversión. Son los más rigurosos del mundo en cuanto a la selección de los maestros: para llegar a dar clases es obligatorio cursar por lo menos seis años en la universidad y pasar por estrictos filtros de selección. De esta manera, se aseguran de que sus hijos recibirán educación de calidad y que como resultado del proceso de aprendizaje se tendrán ciudadanos preparados, capaces de competir en los niveles más altos. Los maestros son la base del éxito del sistema educativo finlandés y los responsables de que haya gente capaz de producir competitivamente y hacer crecer la economía del país.

El caso de Finlandia es un ejemplo de cómo podemos convertir al Paraguay en un país de mayores oportunidades para todos. Aunque no apliquemos el mismo modelo, deberíamos ponernos de acuerdo para trazar un camino claro que nos lleve a tener una mejor educación para todos. Necesitamos hacer de la política educativa una cuestión de Estado, en donde todos los estamentos aporten para la construcción de un sistema eficiente de capacitación de los paraguayos. No podemos seguir con el juego de hacer reformas que sólo sirven de fachada y que deben volver a ser reformadas cada vez que cambiamos de idea o de autoridades.

El Paraguay necesita por lo menos duplicar su inversión actual en educación, así como establecer mecanismos eficientes de promoción y selección de docentes. Tenemos que invertir mucho más en infraestructura y capacitación, en la adquisición de tecnología y en el desarrollo de investigaciones científicas. Y para ello necesitamos una estrategia clara, que incluya al sector privado, y que nos lleve a gastar más y mejor en la formación de los ciudadanos. Debemos entender que el conocimiento es el capital más importante y que la mejor forma de construir un país más justo es invirtiendo en la capacitación de la gente.

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lunes, 10 de noviembre de 2008

Entre Paraguay y México

Por Héctor C. Farina (*)

El acercamiento entre Paraguay y México, cuyos presidentes –Fernando Lugo y Felipe Calderón, respectivamente- firmaron acuerdos hace unos días en la capital mexicana, resulta más que interesante, sobre todo desde dos puntos de vista: lo económico y lo educativo. México es la mayor economía de América Latina y representa una gran oportunidad para incrementar el comercio, para atraer inversiones y para buscar desarrollar proyectos en conjunto. Sin embargo, pese al crecimiento constante del intercambio comercial en los últimos años, las cifras se quedan cortas frente al verdadero potencial existente.

En el 2003 el intercambio comercial entre ambos países apenas superó los 12 millones de dólares. Pero en el 2004 se inició un fuerte acercamiento mutuo, tanto de parte de las autoridades como del sector privado, mediante el cual paulatinamente el comercio bilateral se fue incrementando. En el 2006 la cifra llegó a 36 millones de dólares, en tanto que en lo que va del 2008 el monto ronda los 80 millones de dólares. Esto indica que este año nos acercaremos a la misma cantidad que teníamos en 1990, cuando el comercio bilateral era de aproximadamente 100 millones de dólares. Los números son claros al señalar que durante más de una década se ha descuidado al país del norte como referente para nuestras posibilidades comerciales. Quizás fue porque volcamos nuestra mirada al Mercosur, cuando todavía creíamos que el bloque comercial sería justo y beneficioso para el Paraguay.

La realidad indica que en los últimos años hemos tenido buenos resultados del acercamiento a México, como la cooperación recibida para desarrollar la maquila paraguaya, las inversiones mexicanas en telefonía celular, las misiones empresariales y la apertura del mercado mexicano para varios productos paraguayos, como la soja y las prendas de vestir. En lo educativo, se abrió la posibilidad para que cientos de paraguayos estudien en universidades del país azteca, gracias a acuerdos que facilitaron becas de estudio. Asimismo, se incrementaron los acercamientos académicos y culturales.

Todo esto debe llevarnos a un análisis de los beneficios potenciales que tendríamos al estrechar los lazos con México, así como de las oportunidades que hemos desaprovechado durante años. Apuntar al norte puede significar la conquista de un mercado demasiado importante para las exportaciones paraguayas, al igual que podría representar la ruptura de la dependencia de un Mercosur que nos llena de trabas y que no respeta las reglas de juego más que cuando favorecen a los países grandes. Igualmente, Paraguay podría ser el destino de las inversiones de muchas empresas mexicanas interesadas en operar en Sudamérica, pero que hasta ahora han preferido instalarse en países vecinos como Brasil y Argentina.

La visita de Lugo a México resulta muy importante como punto de partida para mejorar la relación bilateral. Pero todavía falta mucho por hacer si queremos aprovechar las oportunidades que hemos descuidado durante años. Necesitamos mejorar la competitividad de las empresas paraguayas para entrar con fuerza a un mercado potencial de más de 100 millones de consumidores. Y para elevar dicha competitividad, una tarea imprescindible es solucionar los problemas de logística, como las eternas dificultades que existen en el transporte aéreo. Necesitamos implementar con eficacia la política de cielos abiertos y bajar los costos de los vuelos, así como construir infraestructura para facilitar el traslado interno de nuestros productos. Nos urge tener carreteras para llegar a puertos estratégicos, como los del Pacífico. Igualmente, el país necesita garantizar la seguridad jurídica para atraer a los inversionistas.

México es uno de los mayores importadores del mundo y presenta enormes oportunidades para el Paraguay. Hemos avanzado recientemente al suprimir las visas, establecer nexos entre gremios empresariales y prometernos cooperación. Ahora, la visión y el compromiso del gobierno y los empresarios paraguayos son los que determinarán si aprovechamos al máximo las potencialidades económicas y educativas que nos ofrece la tierra de Rulfo.

(*)Desde Guadalajara, Jalisco, México
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domingo, 9 de noviembre de 2008

Valores para construir

Por Héctor Farina (*)

Una mirada a la situación del Paraguay revelará, sin lugar a dudas, el olvido al que han sido condenados muchos de los valores que hoy tanto necesitamos. Parece como si todavía no terminásemos de despertar del letargo de años de dictadura, pobreza y corrupción. El inicio de la era democrática nos dejó con la incertidumbre de hacia dónde queremos ir y cuáles son nuestras responsabilidades como ciudadanos dentro de un proceso que requiere del acompañamiento de todos. Y en este trance, el andar vacilante de la democracia se debe a que no hemos adoptado los mejores valores y hemos tolerado que se mantengan vicios como la corrupción, el nepotismo, la ignorancia y el conformismo.

Una sociedad que necesita progresar debe basarse en la correcta selección de valores. Y para tener la capacidad de elegir lo primero que tenemos que hacer es recuperar la educación y promover la capacitación de los ciudadanos. Con una sociedad más preparada crecen en forma geométrica las probabilidades de progreso, desarrollo y justicia. Pero, en cambio, cuando la carencia educativa es grande, más fuertes son los lazos que nos atan al atraso, la pobreza y la desigualdad. Es por ello que para caminar en busca de un país mejor tenemos que preguntarnos qué tan preparados estamos para ello y cómo podemos mejorar nuestros conocimientos para dar pasos más firmes.

La honestidad y la educación trajeron buenos resultados al país cuando estuvieron presentes en nuestros gobernantes. Basta con recordar a Eligio Ayala, quizás el último gran estadista del Paraguay, quien supo guiar al país en momentos difíciles, cuando estaba en peligro nuestra soberanía. La experiencia nos demuestra que cuando apostamos por gente honesta y preparada, los beneficios son para todos. En cambio, cuando apostamos por privilegios personales, por prebendarismo o por complicidad con los ineptos, son los males los que terminan por adueñarse de la nación.

En el inicio de una nueva época en el país, tenemos que comprender que parte de nuestra responsabilidad como ciudadanos es establecer los valores por medio de los cuales queremos reconstruir la nación. Nuestro rol implica asumir nuestra responsabilidad para impulsar la educación, exigir honestidad a los gobernantes y sobre todo ser nosotros mismos los encargados de trabajar y protagonizar un cambio. Así lo comprendieron los ciudadanos en Atyrá y convirtieron su ciudad en una de las limpias del mundo.

Si los paraguayos decidimos elegir el camino de la educación, la honestidad, la autogestión y la responsabilidad ciudadana, habremos dado un paso fundamental para tener una sociedad más justa y desarrollada. Pero si persistimos en mantener los viejos vicios y vivir sumidos en esquemas de corrupción, no podemos esperar resultados distintos a la pobreza y la marginación. Es hora de recuperar y promover los valores que necesitamos, de asumir nuestro compromiso con la educación, el trabajo y la honestidad. Desde nuestras casas, nuestro trabajo o desde nos toque, nuestros esfuerzos y nuestra convicción serán los que construyan el país que nos merecemos.

(*) Periodista
Publicado en la revista Ecos, de Canindeyú, Paraguay.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Los confeccionistas y los reclamos olvidados

Por Héctor Farina (*)

La amenaza que hoy pesa sobre la industria confeccionista, afectada por una medida argentina que puede disminuir las exportaciones al país vecino, es un llamado de atención que debe indicarnos que algo no se ha hecho bien para apuntalar a las industrias nacionales. El hecho de que una medida como el establecimiento de una licencia obligatoria para el ingreso de prendas al mercado argentino ponga en jaque a todo un sector, significa que hemos carecido de una política industrial seria y que no se han tomado las medidas pertinentes para ser competitivos de acuerdo a las necesidades de un mundo globalizado.

El sector confeccionista viene reclamando desde hace años que el Gobierno decida ordenar la casa y frenar el contrabando de prendas asiáticas, pero la situación no ha variado mucho y el mercado local sigue siendo dominado por la informalidad. No obstante, las empresas paraguayas han logrado un crecimiento constante gracias a las exportaciones, con lo que en cierta medida se logró compensar la pérdida del mercado local. Pero, ahora, dicho crecimiento se ve amenazado porque prácticamente el 60% de las exportaciones tiene como destino el mercado argentino.

Esta situación es el resultado de numerosos errores y olvidos que llevaron a los confeccionistas a depender en gran medida de un solo mercado. Por un lado, el Gobierno no ha sido capaz de frenar la ilegalidad y establecer mecanismos que permitan minimizar la informalidad y fijar condiciones más justas para la competencia. Por el otro, las industrias nacionales no han podido volverse lo suficientemente competitivas para recuperar la preferencia de los consumidores, salvo en algunos nichos como los que se consiguieron en el mercado exterior. Las empresas que han crecido son las que comprendieron que al no poder hacerle frente a los bajos precios de los productos asiáticos, se deben ofrecer otras ventajas, como la calidad y los diseños originales.

La dependencia de un solo mercado hoy es fruto del desorden y de la falta de planificación. No se han establecido políticas claras para ordenar el mercado interno ni se ha logrado una diversificación de los mercados externos, así como tampoco se ha negociado una posición firme dentro del Mercosur que brinde seguridad y que no deje a nuestras industrias a merced de cualquier traba que los socios decidan imponer a las exportaciones paraguayas. Es por eso que hoy muchos puestos de empleo se ven amenazados por una sola disposición, que apareció repentinamente y que puede significar el cierre de empresas.

En este contexto, el Gobierno de Lugo debe mostrar que es diferente a los anteriores. Y para ello debe establecer medidas efectivas que indiquen que queremos ser un país serio en donde la legalidad sea respetada. No puede tolerarse que el contrabando siga campante y desembozado para beneficio de unos pocos y perjuicio de muchos. Igualmente, no se puede seguir con una postura endeble en el Mercosur, por lo que se debe exigir el fin de las trabas comerciales de parte de los socios.

Sin lugar a dudas nos falta una política industrial que apunte a darle competitividad a nuestras empresas y a buscar mejores oportunidades en los mercados internacionales. Urge una política de incentivo a las industrias para generar empleos y dinamizar nuestra economía interna. Los reclamos industriales no pueden seguir siendo condenados al olvido.

(*) Periodista
www.vivaparaguay.com

martes, 28 de octubre de 2008

La precarización y la censura

Por Héctor Farina (*)

La precarización de las condiciones laborales de los periodistas, así como la censura y la autocensura en el ejercicio del periodismo son las preocupaciones resultantes de una encuesta realizada recientemente por el Sindicato de Periodistas del Paraguay (SPP). Los datos indican una pobreza grave en materia de seguridad social, pues el 90% de los trabajadores de prensa no tienen derecho a pensión por jubilación, debido a que no están registrados en el Instituto de Previsión Social (IPS). Igualmente, uno de cada tres trabajadores no tiene un contrato laboral, mientras que del 56% de los que sí lo tienen, sólo la mitad posee uno escrito. A esto se le debe sumar la poca oferta de empleo en el sector, los malos salarios y en general una suma de condiciones precarias.

Otro de los datos alarmantes –aunque realmente no representa ninguna novedad- es el relativo a la censura: el 58% de los encuestados manifiesta haber sido víctima de la censura como una forma de agresión, en tanto otros tipos de agresión son las amenazas (29,2%), el acoso moral (29,1%) y las agresiones físicas (12,5%). En otro aspecto, tenemos que además de la censura por parte de los medios, los periodistas se autocensuran en un 39,1%, de acuerdo a los resultados.

La situación de precariedad laboral nos indica que los periodistas no tienen la seguridad necesaria para ejercer su trabajo con libertad: temerosos de las sanciones, de los despidos y el desempleo, se mueven con pies de plomo, pendientes de operar de acuerdo a los requerimientos de las empresas y no conforme a los principios de la profesión. Los periodistas no pueden hacer investigaciones si no cuentan con el respaldo de sus medios, al mismo tiempo que se vuelven más vulnerables a las presiones externas, como las amenazas, las agresiones verbales o físicas, o la censura impuesta desde las esferas del gobierno.

La organización de los medios de comunicación, así como la naturaleza corporativa de las empresas periodísticas imponen también un cierto tipo de censura que lleva a los periodistas a dejar de lado ciertos temas dentro de sus rutinas de producción de noticias. Si los mismos medios levantan murallas para que los anunciantes, los empresarios amigos y los bandos políticos afines se conviertan en intocables, los periodistas quedan amputados en su libertad de expresión y deben elegir entre aceptar las condiciones de la empresa, renunciar o en todo caso buscar otros canales para poder informar sin limitaciones. Todo esto nos lleva a una práctica común pero poco comentada y hasta olvidada: la autocensura. Cuando los periodistas saben que ciertos temas no serán publicados porque la redacción o porque la empresa así lo disponen, simplemente los dejan de lado y no los consideran importantes dentro de su rutina de producción noticiosa. Y entonces hasta se olvidan de la censura impuesta, porque difunden sólo los temas que saben que tienen vía libre.

Las condiciones de precariedad laboral, la falta de profesionalización de la prensa, los consuetudinarios mecanismos de censura y, sobre todo, los últimos escándalos de corrupción que salpicaron a empresas y profesionales “domesticados” con el dinero de Itaipú, deben llamarnos a una profunda reflexión que nos lleve a definir qué tipo de prensa queremos y cómo la vamos a construir. Necesitamos una mayor profesionalización de los trabajadores de la prensa y un justo reconocimiento de parte de las empresas, de manera que tengamos periodistas más preparados y condiciones firmes para ejercer la libertad de expresión y lograr calidad informativa. Debemos entender que los medios de comunicación deben ser libres para informar y que deben dar la misma libertad a sus trabajadores. El trabajo de la prensa no puede estar controlado por la publicidad o por las presiones políticas, debe ser independiente y para ello se debe establecer una clara división entre la publicidad y la información.

Para tener una prensa que ofrezca calidad informativa, necesitamos periodistas con mayor preparación y empresas más responsables, que comprendan el valor de invertir más en sus trabajadores. Sólo si asumimos el compromiso de ser responsables en el manejo de los medios y de la información, le devolveremos a la gente el derecho de recibir informaciones veraces y ecuánimes.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

martes, 21 de octubre de 2008

Los docentes y la tecnología

Por Héctor Farina (*)

La capacitación tecnológica es fundamental dentro del proceso educativo de cualquier país. De eso no hay ninguna duda y los países desarrollados lo comprenden a la perfección. Es por eso que invierten en educación y promueven la capacitación de los ciudadanos y el acceso a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Formar ciudadanos preparados para comprender los esquemas de funcionamiento de una sociedad informacional y sobrevivir en un mundo competitivo y globalizado, es una tarea que el Gobierno debería tomar en serio dentro de sus planes educativos. Y para lograr una educación efectiva en ese sentido, los maestros deben ser los que orienten el proceso, los que nos indiquen cómo alfabetizarnos tecnológicamente.

Un hecho interesante en este contexto es el pedido que hicieron los docentes en el Cuarto Congreso Internacional de la Educación: capacitación en cuanto a tecnologías de la información y comunicación. Los maestros no pueden seguir con sus esquemas tradicionales de enseñanza ni puede haber una reforma educativa seria si no se corrige el problema de la falta de preparación y actualización de los docentes. Se ha dicho en el mencionado congreso que la educación informática en el Paraguay es “poco alentadora”. Y no puede ser de otra manera si tomamos en cuenta que apenas el 5% de la población tiene acceso a Internet, que los docentes no tienen la preparación necesaria, que existen miles de escuelas que no tienen computadoras y que los gobiernos no se han preocupado por dar un apoyo decidido a la cuestión tecnológica.

El uso de las tecnologías de la información, como Internet, es hoy fundamental en el proceso de aprendizaje. Los alumnos no pueden seguir siendo educados bajo esquemas obsoletos que no contemplen su capacitación tecnológica, pues esto representa quedar rezagados y marginados. Una sola mirada a los países de la región será suficiente para que notemos que corremos con desventajas y que necesitamos dar pasos más firmes y rápidos si no queremos quedar en el atraso digital. Es por ello que los docentes deben ser capacitados en forma rápida y constante, de manera que los conocimientos puedan ser transferidos a miles de alumnos que necesitan instrucción.

El Gobierno no puede estar ajeno a esta situación y debe tomar medidas efectivas para mejorar la calidad educativa en las escuelas y los centros de enseñanza. Un primer paso es romper la barrera del acceso, facilitando a los ciudadanos la conexión a Internet. No se podrá avanzar en la instrucción de nuevas tecnologías si se mantiene un monopolio en el acceso a Internet que encarece los costos y excluye a la mayor parte de la población. Se debería apuntar a la inclusión, a que el acceso a Internet sea fácil, barato y que tenga un alcance nacional, de manera que no haya escuelas ni sectores olvidados que no se integren al mundo digital.

Para reformar la reforma educativa, el Ministerio de Educación debe promover una campaña de capacitación tecnológica de los docentes, pues ellos son los guías de los alumnos que necesitan educación. No podemos dejar a los niños y jóvenes crecer huérfanos de tutores en el uso de las nuevas tecnologías, pues eso sería como condenarlos al abandono, la ignorancia y el fetichismo tecnológico en el que prevalece lo superficial sobre lo educativo. Tenemos que invertir más y mejor en la educación, en infraestructura tecnológica y en la formación de gente preparada. En un mundo vertiginoso, no podemos perder tiempo en adoptar medidas que favorezcan el aprendizaje y la incorporación de las tecnologías de la información, porque el atraso significa más pobreza y exclusión.

(*) Periodista
www.vivaparaguay.com

sábado, 18 de octubre de 2008

Autogestión y conciencia

Una calle de Atyrá, ejemplo de limpieza y orden (foto, wikipedia)

Por Héctor Farina (*)

“Yo quiero un Paraguay diferente. Y el paraguayo vale, el paraguayo puede”. Con esta convicción se expresaba don Feliciano Martínez, el intendente que convirtió a Atyrá en la ciudad más limpia del país y una de las más limpias del mundo. Su ejemplo de trabajo se podría resumir en dos palabras: autogestión y conciencia. Sin necesidad de recurrir a ideologías, banderías políticas o discursos populistas, don Feliciano logró construir junto con sus vecinos un modelo de autogestión en el que cada ciudadano participaba en los trabajos para mejorar su comunidad.

De las 632 casas que había en Atyrá, unas 512 contaminaban el medio ambiente cuando se inició el proceso de cambio que terminó por erradicar la contaminación, la miseria y el abandono. El trabajo se basó en un modelo de autogestión participativa e incluyente, en el cual cada ciudadano asumía su cuota de responsabilidad: cada quien se ocupaba de limpiar su casa, su patio y la vereda. Cada vecino se convirtió en pieza fundamental de las tareas de mejoramiento de la ciudad, de la educación y de la calidad de vida de la comunidad.

El liderazgo comunitario de don Feliciano permitió generar conciencia entre los vecinos, que entusiasmados con su ejemplo empezaron a involucrarse en las actividades comunitarias. Su dedicación era incansable: era el primero en salir a barrer la vereda de su casa, para luego continuar con la limpieza de las plazas y las calles. En un principio lo consideraban un loco y en muchas ocasiones la gente volvía a ensuciar los lugares que él limpiaba con tanto sacrificio. Pero la tenacidad de don Feliciano era a toda prueba y tendría frutos: Atyrá no solo se convirtió en una ciudad modelo por su limpieza y orden, sino que sus pobladores hoy mantienen la conciencia del trabajo, del esfuerzo y de la entrega que lleva a las comunidades a ser grandes sin la necesidad de tener presupuestos millonarios.

“Nosotros no tenemos riquezas materiales, nuestra riqueza somos nosotros”. La convicción de don Feliciano era contagiosa y apuntaba a los valores intangibles, a los de la conciencia del ser humano. Decía que “juntos podemos hacer grandes cosas en esta patria querida”. Y sostenía sus palabras con el ejemplo, con la dedicación diaria al trabajo, con la honestidad y el espíritu de cooperación.

Este ejemplo debería llamarnos a una reflexión sobre qué es lo que estamos haciendo como ciudadanos para tener una comunidad mejor y un país mejor. En el Paraguay necesitamos una mayor participación ciudadana, un compromiso más serio y firme de las personas con el desarrollo, con la educación y con el mejoramiento del medio en el que vivimos. Muchas comunidades olvidadas por los gobiernos deberían implementar modelos de autogestión que las saquen del atraso y el abandono, sin tener que esperar que las soluciones caigan del cielo.

El capital más importante de cualquier sociedad es su gente. Y esto debe traducirse en gente con educación, con un compromiso social que apunte a mejorar todos los días, desde el trabajo individual y desde el colectivo. Cada quien debe asumir su responsabilidad ciudadana y aportar su esfuerzo para mejorar la educación, para cuidar el medio ambiente, para exigir más a los gobernantes y para construir una sociedad más justa y con mayores oportunidades.

(*) Periodista
Publicado en la revista Ecos, de Canindeyú, Paraguay

martes, 14 de octubre de 2008

La investigación científica

Por Héctor Farina (*)

La iniciativa de repatriar a los científicos paraguayos que tienen una destacada labor en el exterior, con el objetivo de promover la investigación científica en el país, representa un hecho importante para la educación y para saber hacia dónde queremos ir como nación. La Universidad Nacional de Asunción (UNA) está poniendo en práctica un proyecto para docentes investigadores a tiempo completo, mediante el cual se capacita a los alumnos de grado y posgrado para hacer investigaciones en ciencia y tecnología. Sin embargo, la iniciativa se encuentra ahora en la incertidumbre de saber si contará con los recursos necesarios para continuar.

El problema radica en que un grupo de congresistas pretende eliminar los recursos para el proyecto. El punto cuestionado en este caso es que los docentes investigadores de tiempo completo perciben un salario de 12 millones de guaraníes (unos 3 mil dólares). Mientras los legisladores consideran que el salario para los investigadores es un exceso, en contrapartida los científicos consideran que no sólo no se deben recortar los recursos, sino que se debe invertir mucho más en la investigación. Esta situación nos lleva a plantearnos si realmente queremos promover la educación y la investigación en el país o si el tema educativo sólo forma parte de una retórica que no necesita concretarse en resultados.

La situación del Paraguay no deja lugar a dudas: necesitamos invertir mucho más en la educación, promover la investigación científica y acercar a los estudiantes a la tecnología. La cuestión de los salarios hasta podría tomarse como el reflejo de la ignorancia de los legisladores, que ganan mucho más que 3 mil dólares pero no apoyan la producción de conocimiento, ni de ciencia y tecnología. Cortarle recursos a la investigación sería una de las peores señales para el Gobierno, pues por un lado el país necesita volverse competitivo y tener gente más preparada; y por otro lado es sabido que se despilfarran cantidades muy superiores en una burocracia obsoleta, en pagar salarios a funcionarios que no cumplen o que ni siquiera trabajan, o en actividades que no generan beneficios a la sociedad.

La cuestión no pasa por pagar unos salarios o no, sino por definir qué país queremos. Se debe tomar una actitud decidida de apoyo a la investigación científica en el país, para formar investigadores y tener alumnos más capacitados. El Paraguay necesita convertirse en un productor de conocimientos, pues no puede seguir rezagado en un mundo competitivo en donde la gran diferencia que existe entre los países ricos y los países pobres es el conocimiento. Necesitamos más profesionales, más especialistas y un mayor nivel de preparación general para generar mayores oportunidades de desarrollo. Y una iniciativa tan buena como la de repatriar expertos para promover la investigación no puede ser frustrada con la excusa de que los salarios son elevados, cuando en cualquier país serio se valora y se paga mucho más por la contratación de profesionales de este nivel. Si el temor es que se malgasten fondos, se debe establecer un esquema de transparencia y control estricto para evitar la corrupción, pero no se debe frenar el conocimiento.

Si no damos a nuestros profesionales el reconocimiento que se merecen, no sólo no se podrá repatriar a nuestros talentos sino que seguirá la fuga de cerebros y mano de obra calificada. Las autoridades deben comprender la importancia de retener y aprovechar la experiencia de nuestros investigadores que sobresalen en Francia, Japón, México y otros países. Es hora de promover la investigación y aprender a valorar a nuestros científicos, porque de lo contrario seguiremos en el atraso, necesitados de educación, al mismo tiempo que se fugan los expertos que el país requiere.

(*) Periodista
www.vivaparaguay.com

lunes, 6 de octubre de 2008

Crisis, remesas y pobreza

Por Héctor Farina (*)

La crisis financiera que afecta a los Estados Unidos sigue generando temor e incertidumbre en los mercados internacionales, pese al millonario plan de rescate de 700 mil millones de dólares recientemente aprobado por el gobierno de ese país. El temor generalizado es que la recesión en la principal economía mundial arrastre consigo a la economía de numerosos países, que en mayor o menor medida sentirían las sacudidas del sismo cuyo epicentro está en el mercado norteamericano. Y dentro de la compleja red de relaciones económicas en un mundo globalizado, uno de los temores en los países latinoamericanos es el que se refiere al empleo de los migrantes y las remesas a sus respectivos países de origen.

En este sentido, los datos indican que en Estados Unidos se perdieron 159 mil puestos de empleo en el mes de setiembre, lo que constituye la mayor caída desde marzo de 2003. En lo que va del año se han perdido unos 760 mil puestos de empleo. Esto afecta sobre todo a los migrantes que trabajan en sectores como el de la construcción y el manufacturero, ya que ambos están prescindiendo de trabajadores. Igualmente, en España se presenta una situación poco favorable para los migrantes, pues el nivel de desempleados que se registra es el más alto en los últimos 11 años, tras el incremento registrado en setiembre, cuando 95 mil personas se sumaron al desempleo.

La recesión y la pérdida de empleos amenazan a las remesas y mantienen en alerta a varios países latinoamericanos. En México, por ejemplo, en el mes de agosto se produjo una caída del 12,2% en las remesas de los migrantes, que trabajan mayormente en Estados Unidos. Las remesas son la segunda fuente de ingresos en este país, solo por debajo de los ingresos por el petróleo, y de ellas dependen millones de familias. En este momento, sin embargo, se encuentran en su nivel más bajo en los últimos 12 años, debido a los problemas de empleo que enfrentan los que migraron a su vecino del norte. Ahora bien, en forma global los cálculos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) indican que el valor de las remesas a América Latina caerá 1,7% en este año.

En este contexto, una pregunta que conviene hacer es qué tanto inciden las remesas en el combate a la pobreza. ¿Aumentará la pobreza debido a que los migrantes enviarán menos dinero? Aunque en muchos casos hay noticias alarmistas, la incidencia de las remesas en la pobreza es muy pequeña, ya que si bien los envíos contribuyen a mejorar la situación de los que perciben, no constituyen un programa ni un plan para atacar a la pobreza estructural. El dinero que envían los migrantes no puede reemplazar a la política de los gobiernos: los responsables de hacer crecer la economía y disminuir la pobreza son las autoridades y no las personas que tuvieron que irse para poder trabajar.

En el Paraguay, la gran pregunta que tenemos que hacerle al Gobierno es qué está haciendo para que crezca la economía. ¿Cómo se pretende darle a nuestra economía un dinamismo propio que implique la generación de empleos y la solvencia necesaria para soportar los embates de la economía internacional? Hasta ahora no hemos visto un plan articulado, sino más bien las discusiones pasan por el incremento de las recaudaciones, por el presupuesto y por los impuestos que se pretende aplicar a los sectores productivos. El país necesita hacer bien los deberes en materia económica, atraer inversiones y generar puestos de trabajo para combatir la pobreza. No se puede depender de las remesas ni estar a merced de las recesiones ajenas. Ya es hora de que el Gobierno nos aclare cuál es el plan económico que tiene y cómo lo pondrá en práctica, pues no se puede repetir el error de los gobiernos anteriores, que dejaron nuestra economía sin rumbo fijo.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

martes, 30 de septiembre de 2008

Contra el atraso digital

Por Héctor Farina (*)

La situación que enfrenta el Paraguay en cuanto al acceso a las tecnologías de la información, como el caso de Internet, debe llamarnos a una reflexión crítica en busca de soluciones. Mientras la penetración de Internet es cercana a un escaso 5% de la población, -lo que indica una exclusión del 95%, aunque las cifras de la brecha digital son cuestionables- se mantiene un monopolio estatal que limita el acceso y perjudica a la gente, al tiempo que no se termina de comprender que no podemos quedar rezagados en el proceso de educar y actualizar al país en el uso de tecnologías. En ese sentido, para enfrentar el reto de la exclusión digital se deben tener en cuenta diversos factores que van más allá de lo tecnológico, como los de orden político, económico y educativo.

La inversión que se destina a la infraestructura es fundamental para generar las condiciones que permitan a la población acceder a las nuevas tecnologías. Se debe pensar en romper el monopolio de Copaco, que por mantener el lucrativo negocio de las llamadas internacionales condena al país a tener un servicio de Internet lento y costoso. Mientras los países de la región tienen niveles muy superiores de conectividad, con un servicio hasta 15 veces más rápido y con costos menores, el Paraguay se rezaga peligrosamente, perdiendo oportunidades de negocios, desarrollo y educación. El Gobierno debe pensar en facilitar la inversión en tecnología para beneficio de la gente y no en preservar ingresos a costa de tarifas elevadas por las llamadas internacionales.

Por otro lado, la iniciativa “una laptop por niño” debe ser aplaudida, aunque los gobernantes deberían sentir vergüenza por no haber emprendido proyectos similares desde hace años, por haber dejado en el olvido la educación en las escuelas paraguayas. Necesitamos tener políticas de Estado, acompañadas por el sector privado, que hagan que no solo haya una computadora por cada niño, sino que en cada computadora los niños encuentren una fuente de conocimiento y superación.

Para salir del atraso digital no solo hay que facilitar el acceso a la tecnología, sino emprender una campaña de capacitación, tanto de docentes como alumnos, en cuanto a los conocimientos informáticos, así como en cuanto a una cultura general que lleve a los ciudadanos a explotar las posibilidades tecnológicas para obtener beneficios educativos y económicos. Si no tenemos la educación necesaria para adoptar y apropiarnos de las tecnologías como Internet, corremos el riesgo de caer en lo mismo que acontece con los usos de los celulares por parte de los jóvenes. Esclavos del fetichismo tecnológico, los jóvenes envían millones de mensajes de texto por día pero han disminuido su capacidad comunicativa. Cada vez se expresan peor y usan menos palabras para comunicarse, lo que demuestra que no es la tecnología lo que sirve para mejorar, sino el uso que le damos.

El Gobierno debe tener una política pública que considere la situación económica del país y de los ciudadanos, porque cuando no se cuenta con los recursos, el acceso a la tecnología es limitado o nulo. Es menester que se invierta más en tecnología y que la inversión sea más justa, de manera que alcance a todos y no termine generando más exclusión. Hay miles de escuelas pobres y rincones olvidados que urgen ser incorporados a la sociedad de la información y el conocimiento.

Bajar los costos de acceso a Internet, promover la instalación de computadoras en las escuelas y el acceso de los docentes a una fuerte capacitación en materia tecnológica, son algunas de las iniciativas que el Gobierno debe emprender para combatir el atraso tecnológico. El Paraguay debe romper definitivamente con el atraso y convertirse en una sociedad de personas preparadas, capaces de producir y exportar conocimiento. Me gustaría ver un plan concreto del Gobierno, que considere en forma integral la situación tecnológica del país y que establezca una política a seguir para salir del atraso, pues queda claro que las iniciativas aisladas son insuficientes.

(*) Periodista
www.vivaparaguay.com

domingo, 28 de septiembre de 2008

Aprender a ser maestros

Por Héctor Farina (*)

El conocimiento es una de las necesidades fundamentales de toda sociedad. Sumergidos en un mundo que se ha globalizado, en medio del caos, la aceleración de los tiempos, el desarrollo tecnológico y las precariedades propias de un mundo que no ha podido superar males estructurales como la pobreza y la exclusión, hoy vivimos el desafío de tratar de sobresalir en una sociedad donde la información y el conocimiento son claves. Esto nos empuja al camino del aprendizaje, un sendero en construcción permanente marcado por el deseo de conocer, de superarse y progresar.

En este contexto, ya no podemos depender meramente de sistemas educativos oficiales o de las oportunidades limitadas por la escasa oferta de los centros de formación. La urgencia del conocimiento nos lleva a no solo aprender de los maestros, sino a aprender a convertirnos en nuestros propios maestros. Cultivar por nosotros mismos, construir todos los días e ir haciendo camino al andar -como dijera Antonio Machado-, son actitudes que debemos asumir para crecer como personas y como sociedad.

Para cultivarnos y tener más conocimientos, nada mejor que la lectura, el ejercicio intelectual por excelencia. Por medio de la lectura podemos recuperar las enseñanzas de los grandes maestros, al mismo tiempo que echamos luz sobre nuestros actos y aprendemos a ser más reflexivos.

Leer a Augusto Roa Bastos nos permitirá seguir los pasos de un gran maestro, para aprender a pensar y comprender la realidad que envuelve al Paraguay y a muchos países de América Latina. Sus letras nos dan herramientas para analizar el pensamiento de los dictadores, las situaciones de injusticia social, la opresión y las peculiaridades de la cultura paraguaya.

La lectura nos enseña a mirar el futuro, como lo demostró Julio Verne, que se adelantó a su tiempo y pintó un mundo imaginario, lleno de avances tecnológicos, que hoy es una realidad.

Un recorrido por las obras de Borges, Cortázar, Sábato, García Márquez, Rulfo, Josefina Pla y tantos otros autores nos llevará a mirar las entrañas de América Latina, desde el prisma del realismo mágico o de lo fantástico, desde la crudeza de las narraciones dolientes hasta la chispa de lo anecdótico y risible.

El poder individual debe llevarnos a buscar el conocimiento, a intentar aprender siempre, más allá de las limitaciones y los obstáculos que nunca faltan. Necesitamos convertirnos en los forjadores de nuestra educación, en los ejemplos que rediman a un país al que le urge tener ciudadanos más preparados y con mayor visión. Cada uno, en la medida de sus posibilidades, debe hacer un esfuerzo constante por aprender y por enseñar, por acercarse a la tecnología y seguir los avances de un mundo en constante cambio, para no perderse en la ignorancia y el atraso.

Si logramos convertirnos en promotores y productores del conocimiento, si asumimos la actitud de invertir un poco de tiempo en nosotros mismos, leyendo, reflexionando y trabajando a favor de la educación, habremos dado uno de los más grandes pasos que necesitamos dar hacia un estado de mayores oportunidades, progreso y beneficio para todos. La historia nos reclama hoy que seamos los protagonistas de un nuevo capítulo y que aprendamos a ser los guías que lleven al país a mejores destinos.

(*) Periodista
Desde Guadalajara, Jalisco, México.
Publicado en la revista Ecos, de Paraguay.

lunes, 22 de septiembre de 2008

El conformismo, un cáncer extirpable

Por Héctor Farina (*)

El conformismo es quizás una de las peores enfermedades de una sociedad. Es una forma de fatalidad que nos condena a vivir enfermos, como si se tratara de un cáncer engañoso que tiende a mantener la agonía sin permitir la mejoría ni terminar de dar el golpe de gracia. Es un mal que nos lleva a tolerar los males como si fueran algo natural, como si tuviéramos siempre que aceptar las limitaciones, las aberraciones y las penurias sin hacer el esfuerzo por cambiar el orden de cosas. Ese conformismo está representado en la cultura paraguaya por frases como “así nomás luego es” o “así nomás luego tiene que ser”, como si ya estuvieran escritos el presente y el futuro.

Las décadas de la dictadura interminable y los incontables años de represión causaron un enorme daño a la sociedad paraguaya, que se acostumbró a no protestar, a no exigir sus justos derechos y a no involucrarse en actividades que pudieran ser mal vistas por los represores. La costumbre de callar, de no participar y de renunciar a la acción, al tiempo que se dejaba todo en manos del Estado -el ogro filantrópico- se convirtió en un legado perverso de conformismo que todavía hoy se manifiesta en muchos espacios de la vida pública.

Una forma de conformismo es la de esperar que el Gobierno solucione todos los problemas de la gente mientras uno no cumple con su responsabilidad como ciudadano. Es fácil esperar que las autoridades terminen con la corrupción mientras se siguen pagando coimas o dando “propinas” para agilizar un trámite. El entendimiento torcido de que el sistema “únicamente funciona así” lleva a la resignación ante la corrupción, a la sumisión ante el saqueo y el empobrecimiento que todo esto genera.

La tolerancia conformista se nota en temas como el transporte público, cuando la gente sigue soportando que los ómnibus viajen con las puertas abiertas, que no se detengan completamente para subir o bajar pasajeros, que no se respeten las señales de tránsito y que se maneje con brusquedad. Es intolerable que los mismos usuarios, los clientes que pagan por un servicio, hayan perdido la capacidad de asombro y ya no reclamen cuando hay una maniobra indebida, cuando se pone en riesgo la vida de las personas al no cerrar las puertas del vehículo o al permitir que se viaje en las estriberas. Es una pena que se vea como normal que la gente viaje colgada del pasamanos, rozando la muerte.

El conformismo en la educación es una fatalidad, pues si se considera que la función de educar depende sólo de la escuela y de los maestros, y no de uno mismo, se tiene como resultado la mediocridad, la misma que se percibe en los analfabetos funcionales que pasaron por un aula pero que no se tomaron el esfuerzo de aprender como corresponde. Tolerar un sistema educativo deficiente y sobre todo seguir siendo cómplice del olvido al que las autoridades condenaron a la educación, equivale a conformarse a vivir en una sociedad que seguirá produciendo personas sin la capacidad necesaria para mejorar el país.

Si bien ya se ha roto el conformismo del silencio, pues ahora se protesta y se reclama más, el gran desafío de los paraguayos es asumir una actitud más contundente frente a numerosos hechos que pueden ser corregidos. La lucha contra el conformismo debe ir más allá de las expresiones de deseo, de la retórica y de los lamentos. Si queremos extirpar este cáncer que nos mantiene en agonía, tenemos que asumir una actitud más crítica y constructiva, menos tolerante con las aberraciones cotidianas y más abierta al replanteamiento de nuestras costumbres. La batalla contra el conformismo debe llevarnos a ser más conscientes de nuestras responsabilidades como ciudadanos, más firmes en nuestros reclamos a las autoridades y más decididos en nuestra apuesta por la educación y la honestidad. La construcción de un nuevo país depende de la actitud que asumamos como individuos y como sociedad.

(*) Periodista
www.vivaparaguay.com

lunes, 15 de septiembre de 2008

La urgencia de recuperar la educación

Por Héctor Farina (*)

Los pasos iniciales y los anuncios del Gobierno abren una puerta de esperanza hacia un objetivo clave: la urgencia de recuperar la educación como motor del desarrollo. Décadas de atraso y oscurantismo, una población empobrecida que se debate entre las precariedades resultantes de su poca preparación y la corrupción estructural de los gobiernos, el desempleo y las pocas oportunidades, son males a los que hay que poner punto final. Y el camino pasa por convertir a la educación en una causa nacional, en un esfuerzo conjunto que nos lleve a tener ciudadanos más preparados y una sociedad con un nivel de conocimientos suficientes para competir y dejar de lado los males del subdesarrollo.

En este sentido, el presupuesto inicial planteado por el Gobierno indica que para el 2009 habrá un aumento de apenas el 2,4% de lo destinado a la educación, en comparación con el 2008. La cifra se ubica en torno al 4% del Producto Interno Bruto (PIB) del país, aunque todavía falta ver si el presupuesto será aprobado y ejecutado como corresponde, pues la experiencia nos dice que por lo general los fondos nominados nunca terminan siendo íntegramente ejecutados, ni mucho menos destinados a atacar las verdaderas necesidades educativas. Son los resultados de la inversión y la administración de los recursos los que echarán luz sobre lo engañosos o realistas que pueden ser los presupuestos y las iniciativas.

La despolitización del Ministerio de Educación y Cultura (MEC) anunciada por el presidente de la República constituirá sin lugar a dudas un paso fundamental en el proceso de reorientar los esfuerzos y las inversiones hacia las necesidades educativas de la población. Dejar de lado las prácticas corruptas que durante décadas beneficiaron a los politiqueros, oportunistas y ladrones mientras se desangraba al país y se condenaba a la población a la ignorancia, es una urgencia que no puede ser postergada.

Reorientar los pasos de la educación implica la depuración del MEC, poner fin a los robos, los planilleros, la malversación de los fondos, a las cajas chicas de los jerarcas de turno y al abuso del poder que privilegia a los correligionarios y amigos. Mientras innumerables escuelas no tienen sillas ni mesas, ni mucho menos libros para los alumnos, el despilfarro de fondos en campañas políticas y el ocultamiento de los materiales educativos en depósitos son una bofetada a la dignidad de un pueblo que necesita aprender. Secuestrar el conocimiento de esta manera equivale a robarle el futuro a millones de paraguayos que mañana no tendrán oportunidades, tal como ocurrió con las incontables víctimas de la dictadura que todavía soportan el castigo de no haber aprendido a leer y escribir, de no haber podido estudiar y tener una profesión.

Una señal clara del nuevo gobierno será ponerle fin a la impunidad y la desfachatez en el manejo de los recursos destinados a la educación, de manera que se sancione a todo aquel que abuse del poder, que desvíe fondos o se aproveche de su posición para lucrar en desmedro de la educación. En ese sentido, la transparencia de la administración del MEC será fundamental para que la ciudadanía sepa cómo y en qué se gasta el dinero que debe destinarse a educar a los niños, a tener jóvenes más preparados y con mayores oportunidades de desarrollo.

Invertir el 4% del PIB en la capacitación de los paraguayos no bastará para corregir décadas de atraso y vicios estructurales, por lo que necesariamente los recursos deben ser bien utilizados en ampliar el alcance de la educación, así como en mejorar la calidad de lo que se enseña y se aprende. El Paraguay necesita por lo menos duplicar la inversión en educación para ser competitivo, de manera que no hay margen de error para el año siguiente: cada guaraní invertido debe generar resultados favorables. Se necesita no sólo una computadora por alumno, sino un acceso verdadero de los estudiantes a las nuevas tecnologías como Internet, a los libros y los conocimientos para ser competitivos en un mundo que no tiene piedad de los rezagados.

Poner fin a la corrupción en el MEC es sólo el primer paso que se debe dar. Miles de maestros esperan un justo reconocimiento, salarios dignos y condiciones propicias para enseñar. En tanto los estudiantes requieren que se facilite el acceso a la tecnología, que se promocione la lectura y que se distribuyan libros, que haya un boleto universitario y que se bajen los costos para acceder a la educación. Los paraguayos debemos recuperar la educación y convertirnos en los verdaderos agentes del cambio, mientras las autoridades deben entender que invertir en la gente es la mejor manera de construir una nueva sociedad.

(*) Periodista
www.vivaparaguay.com

martes, 9 de septiembre de 2008

La impunidad en la función pública

Por Héctor Farina (*)

El golpe dado a la denominada “mafia del maletín”, un grupo que tenía montado un esquema de corrupción para recaudar ilegalmente fondos para “la corona” desde Puertos, deja al descubierto un hecho que siempre fue vox populi: dentro del Estado existen estructuras de corrupción empotradas que funcionan como verdaderos poderes paralelos. Siempre se supo que había cosas raras, que había esquemas para recolectar fondos para los jerarcas de turno, para financiar campañas políticas y producir nuevos millonarios de la noche a la mañana. Pero nunca se habían puesto en evidencia los pormenores de un engranaje perverso que infecta desde hace años tanto a lo público como a lo privado, como ocurrió ahora tras la intervención de la Fiscalía.

El cáncer moderno, como algunos llaman a la corrupción, lleva décadas haciendo metástasis y carcomiendo las riquezas y oportunidades de todo un país. Se ha convertido en una parte casi omnipresente en la función pública, al amparo de un manto de impunidad que es el verdadero responsable de que los esquemas de ilegalidad se hayan mantenido campantes durante tantos años.

La impunidad actúa como escudo e incentivo para que los corruptos, los inescrupulosos y facinerosos cometan delitos en el ejercicio de la función pública, pues el máximo castigo al que generalmente se llegaba, en el caso de ser descubiertos, era a la remoción de sus cargos, sin siquiera ser señalados por el dedo acusador de la ciudadanía. Todo se resolvía con un sumario interno, en un proceso interminable y absurdo como el de la novela de Kafka, en donde como máximo se cambiaba al acusado de lugar. No había castigo verdadero, pues se mantenía siempre el poder de la rosca, de manera que los sinvergüenzas vivían en permanente reciclaje, engordando a costa del Estado y esperando nuevos aires para poder dar mejores golpes.

Los ejemplos de este modelo grosero de impunidad podían verse en muchas dependencias públicas, como en el Ministerio de Industria y Comercio, en donde los fiscalizadores involucrados en actos de corrupción se paseaban orondamente por las instalaciones de la entidad, sin más sanción que la de no poder salir a la calle a seguir con las mismas prácticas corruptas. Recuerdo el caso del director de una dependencia, removido de su cargo por un escándalo de corrupción, cuyo castigo consistía simplemente en haberse quedado “sin oficina”, de manera tal que su sanción equivalía a seguir cobrando su salario sin tener un trabajo específico. Parecían historias dignas del absurdo literario aquellas en las que los funcionarios corruptos e inservibles eran enviados al “freezer”, es decir a una dependencia del mismo Ministerio, en donde les daban un horario vespertino y no tenían que hacer nada, aunque seguirían cobrando un sueldo pagado por los todos los ciudadanos.

Para enfrentar como corresponde a la corrupción se debe sancionar todo acto deshonesto, de manera tal a dejar en claro que ya no habrá impunidad y que todo funcionario público debe ser responsable de sus actos. Ya no se puede tolerar que politiqueros vacíen y dejen en la ruina las empresas del Estado, para luego ser catapultados a puestos de mayor importancia, con salarios jugosos y al amparo de la impunidad del poder.

Uno de los desafíos más grandes del gobierno de Lugo es recuperar la confianza en las instituciones y acabar con los esquemas de corrupción que han empobrecido a la población. Y para ello se debe acabar con la impunidad en el manejo de los bienes públicos y recuperar a la Justicia como una instancia creíble y efectiva. El reciente golpe a la mafia del maletín es una buena muestra de que en el país existen muchos recursos, aunque son desviados hacia el bolsillo de los ladrones y no encausados hacia las enormes carencias de la educación y la salud.

El inicio de la tarea de limpiar la casa es alentador, pero ahora se deberá barrer con sistemas menos evidentes que buscarán esconderse para seguir operando. En todo caso, la respuesta concreta debe ser el fin de la impunidad y la sanción ejemplar de todos los responsables de robar el dinero, las esperanzas y las oportunidades de un país.

(*) Periodista
www.vivaparaguay.com

martes, 2 de septiembre de 2008

Lastres y postergaciones

Por Héctor Farina (*)

Las postergaciones que ha sufrido la educación en el Paraguay son ya demasiado repetitivas en una historia plagada de lastres que nos impiden despegar. Los 35 años de la dictadura de Stroessner dejaron un país sumido en el oscurantismo, con una educación a la que se destinaba menos del 1% del Producto Interno Bruto (PIB), lo que demuestra el olvido al que fue condenado el sistema educativo. Han pasado 19 años de la caída de la dictadura, pero todavía seguimos arrastrando una buena cantidad de lastres que nos ligan al atraso y nos impiden dar el salto hacia una sociedad más desarrollada.

La falta de un apoyo decisivo a la educación se nota en la tibieza con que hasta ahora son atendidos los reclamos de los estudiantes y los docentes. Uno de los ejemplos claros es el del Boleto Universitario, un justo pedido que desde hace años se viene discutiendo sin que hasta ahora se haya asumido la postura clara de implementarlo. Se suceden las discusiones, las manifestaciones y las protestas, las promesas y los discursos, pero se sigue postergando una medida que favorecería a los estudiantes y que reduciría el costo de la educación superior en el país. Si bien parece que hemos avanzado en reconocer que necesitamos mejorar el nivel educativo del país, la tibieza de nuestras autoridades y los escasos resultados prácticos ponen de manifiesto que las buenas intenciones se tambalean a la hora de concretarlas.

Un país pobre y con una enorme necesidad de progresar no puede seguir soportando el elevado costo del acceso a la educación. Debido a que las autoridades no han tenido la voluntad de establecer un boleto universitario, hoy el castigo pesa justamente sobre aquellos que buscan convertirse en profesionales, los mismos profesionales que el país necesita para salir del atraso. Al ya elevado costo impuesto por la burocracia y por las innumerables exigencias económicas para estudiar en una facultad, todavía se debe cargar con un costo que no corresponde en un país que quiere tener gente más preparada. Esto nos lleva incluso al absurdo de que la educación se ve afectada por factores externos, pues en la medida en que se incrementa el precio del combustible en el mercado internacional, se “importa” un aumento que termina por traducirse en un pasaje más caro y, ergo, en un costo más elevado para acceder a la educación. Y en la medida en que la educación se vuelve más cara, los índices de deserción aumentan.

El tema del boleto universitario ya no puede ser postergado si es que realmente se quiere tener un país con mayor educación y que pueda ponerse a la altura de las necesidades de un mundo globalizado. En México- por ejemplo- los universitarios cuentan no solo con un boleto estudiantil –que rige para estudiantes de cualquier nivel y para docentes- sino que también cuentan con becas que les permiten ser estudiantes de tiempo completo. De esta manera, se apoya a los estudiantes con los gastos de colegiatura, con la reducción del 50% en el costo del transporte y con otros beneficios como los descuentos especiales en la compra de materiales educativos.

El Paraguay ya no puede darse el lujo de seguir postergando las medidas que favorezcan a la educación, pues nos encontramos en un mundo en donde la necesidad de conocimiento y competitividad es vital para el desarrollo. Hay que dejar atrás los lastres que heredamos de un pasado oscurantista, como el escaso presupuesto dedicado a la educación, la falta de apoyo a los estudiantes, la mediocridad de los docentes y la falta de renovación de los programas educativos. Los ciudadanos debemos exigir claramente al Gobierno un apoyo decisivo a los estudiantes, con medidas que reduzcan el costo de acceder a la capacitación, al mismo tiempo que se trabaja fuerte para mejorar la calidad del aprendizaje que se imparte en las casas de estudio. Postergar la educación, a estas alturas, es imperdonable.

(*) Periodista
www.vivaparaguay.com

domingo, 31 de agosto de 2008

De la literatura al cine, un Viaje al centro de la tierra


La novela Viaje al centro de la tierra, publicada en 1864 por el visionario escritor francés Julio Verne (1828-1905), es una muestra de la prodigiosa imaginación que, moldeada por el conocimiento científico, nos permite viajar a un mundo perdido, oculto en el entrañas del planeta. Más allá de lo visto, lo conocido y lo considerado como posible, la expedición novelesca nos devuelve a la prehistoria, a los eslabones de la vida considerados extintos, a la visión de un planeta que no conocemos porque se oculta dentro de sí mismo.

La historia de Verne empieza cuando el profesor Otto Lidenbrock encuentra un escrito enigmático de un sabio islandés, en donde unas raras inscripciones despiertan la curiosidad del profesor. Estas anotaciones –luego de ser descifradas- indican que el islandés había llegado al centro de la tierra. Desde luego, esto despierta el espíritu científico y aventurero de Lidenbrock, que decide repetir la hazaña y realizar la excursión, pese a la oposición inicial de su sobrino Axel, que considera la empresa como una locura.

El viaje sobre la superficie los lleva hasta Islandia, en donde se encuentra el volcán Sneffels, por donde iniciarán el viaje subterráneo. Lidenbrock, Axel y un guía contratado, llamado Hans, equipados con víveres, armas e instrumentos diversos, se embarcan en un descenso dificultoso hasta tocar terreno firme. A partir de ahí, se inicia una aventura llena de descubrimientos, angustias y sorpresas.

La falta de agua, el aumento constante de la temperatura, el extravío de Axel en medio de cavernas, el descubrimiento de hongos y restos de animales desaparecidos, van matizando una narración que se mueve entre la angustia y la alegría, entre la desesperanza y la euforia de descubrir.

La aventura los lleva a navegar en una balsa por un mar subterráneo, a luchar por la sobrevivencia en una tempestad, a descubrir un misterioso bosque con plantas antiguas, además de una especie de hombre prehistórico que custodiaba una manada de animales gigantes.

En un final angustiante, los aventureros regresan a la superficie empujados por la erupción de un volcán, que para sorpresa de todos los arroja en Stromboli, Italia, a miles de kilómetros de donde habían iniciado su aventura al ingresar al volcán Sneffels.

Esta obra nos pinta una de las pocas hazañas previstas por Verne que hasta ahora no se han cumplido. En ella el francés hace uso de su imaginación para trazar las líneas de un viaje extraordinario, al mismo tiempo que por medio de la ciencia le da el toque de realidad que nos lleva a creer en que todo puede ser cierto o volverse real.

La historia en la pantalla grande

En la película recientemente estrenada -titulada Viaje al centro de la tierra al igual que el libro de Verne- vemos una historia similar a la literaria, pero pensada desde la actualidad, con ingredientes modernos. Ya no son los personajes de Verne, sino personas del siglo XXI que por una serie de iniciativas y casualidades terminan por repetir el maravilloso viaje que ya conocemos.

Trevor Anderson (Brendan Fraser) es un científico que descubre un movimiento sísmico inusual en Islandia y decide viajar a ese lugar en busca de su hermano, desaparecido hace 10 años, siguiendo las pistas del centro de la tierra, según creen. Trevor, su sobrino Sean (Josh Hutcherson) y su guía de montaña Hannah (Anita Briem), viajan al punto en donde detectaron el movimiento sísmico, pero una tormenta los deja atrapados dentro de una cueva. Eso los obliga a buscar otra salida y los lleva a adentrarse en el centro de la Tierra.

La película nos lleva por sitios similares a los descritos en el libro, pero con el agregado de la imagen, con la presentación concreta de los lugares y situaciones que durante años fueron patrimonio de la imaginación acicateada por las letras vernianas. Esto le da el toque de espectacularidad que tanto le gusta al cine, pues podemos ver a los animales primitivos, las plantas gigantes, las cuevas y los misterios de lo inexplorado.

Los viajeros encuentran evidencias de que el hermano de Trevor estuvo en el centro de la tierra, así como otros materiales que los hacen suponer que el profesor Lidenbrock existió en realidad y que el viaje descrito por Verne fue una realidad y no solo el fruto de una narración ficticia.

La película tiene hasta el toque del absurdo, cuando Sean recibe una llamada a su celular, en el preciso momento en que eran atacados por peces carnívoros en el mar subterráneo.

Si bien existe una buena distancia entre el libro y la película, ambas formas de presentación de la aventura se complementan, sin agotarse con una o con otra. Sin lugar a dudas lo recomendable es leer primero la versión de Verne, para comprender y valorar en su justa medida lo que se presenta en el cine. Esto permitirá conocer con detalle los fundamentos imaginarios y científicos esbozados en el siglo XIX por uno de los autores más representativos de la ciencia ficción, para luego adentrarse en la visión del cine de los inicios del siglo XXI.

Lo cierto es que la magia y el misterio de las aventuras de Verne se mantienen vivas, sobre todo en esta historia que jamás ha sido concretada como las otras historias de este visionario.

Héctor Farina

lunes, 25 de agosto de 2008

Profesionalizar al país

Por Héctor Farina (*)

Una de las iniciativas que debemos emprender los paraguayos con miras al progreso es la profesionalización del país. Es el momento ideal, en el inicio de un nuevo gobierno y con el afán de dejar atrás un pasado de pobreza y corrupción, para rectificar rumbos e iniciar un proceso que nos lleve a ser más preparados, a valorar la educación como requisito sine qua non para el desarrollo, y a dar el reconocimiento merecido al esfuerzo y la dedicación profesional.

La falta de profesionalización en el país es uno de los problemas que venimos arrastrando desde incontables décadas, como resultado de una educación deficiente, cimentada en el atraso y la negligencia, sin perspectivas de formar realmente a ciudadanos capacitados con miras a la competencia. Los sucesivos gobiernos colorados inculcaron el desprecio por el profesionalismo, al mismo tiempo que instalaron un sistema en el que se premiaba el clientelismo, el amiguismo, el compadrazgo y el nepotismo. No hacía falta ser profesional, capacitado ni honesto: bastaba tener un amigo, un correligionario o un pañuelo colorado con olor a hurrero para acomodarse en algún puesto de la función pública y vivir a costa del Estado o, lo que es lo mismo, a costa del dinero de los paraguayos.

Las oficinas públicas siempre se llenaron de amigos, compadres y planilleros, en un claro desprecio a la formación profesional, a la idoneidad y la honestidad. Esto generó un pensamiento fatal en la gente, pues se veía a la corrupción y el amiguismo como el camino más fácil a un empleo, mientras el esfuerzo y la dedicación no necesariamente terminaban con una recompensa justa. Y la herencia que hoy tenemos es un país atrasado, carente de educación, con un Estado sobrecargado de funcionarios acostumbrados a cobrar sin cumplir, con una pobreza que afecta a la mitad de la población y con una urgente necesidad de gente capacitada que nos devuelva al camino del progreso.

Pero además de la carencia educativa y la postergación de la formación profesional, nos encontramos con que los paraguayos capacitados y profesionales no encuentran suficientes oportunidades en el mercado local. De ahí que se produzca una fuga de cerebros, talento y dedicación a otros países en donde no siempre encuentran reconocimiento, pero en donde al menos tienen la ilusión de una oportunidad para mejorar. Es lamentable que por falta de oportunidades tengamos miles de universitarios titulados que terminan paseando perros en Estados Unidos o lavando copas en España, cuando el Paraguay necesita con urgencia el talento y el trabajo de gente preparada para reconstruir el país. La ironía es demasiado cruel: no solo no se trabaja en la formación, sino que se deja escapar a los que a pesar de todo lograron educarse. Se sufre por la enfermedad y se mantiene la condena despreciando la cura.

Para superar la pobreza y el atraso debemos empezar por dejar de lado la costumbre de privilegiar a los amigos y parientes mientras se desprecia al profesional. Y el nuevo Gobierno debería ser el primero en poner el ejemplo, reemplazando a los haraganes por gente capaz y estableciendo un sistema en el cual los únicos criterios válidos para ser funcionario público sean la idoneidad y la honestidad. Eso nos llevará a ser más eficientes y a valorar el trabajo de la gente preparada.

Recuperar la educación como motor del desarrollo y reconocer el profesionalismo de los nuestros, son exigencias impostergables para un país que quiere dejar de ser uno de los más atrasados de América Latina. Se impone la necesidad de que el Gobierno canalice sus esfuerzos para mejorar la educación, generar empleos y establecer un vínculo entre las universidades y el mercado laboral. Se debe trabajar mucho no solo para frenar la desocupación y generar oportunidades para los jóvenes profesionales, sino para recuperar a los que tuvieron que emigrar. Necesitamos una política de educación y empleo que nos ayude a canalizar mejor los esfuerzos para ser competitivos y obtener resultados más beneficiosos para todos.

(*) Periodista
www.vivaparagay.com