domingo, 28 de diciembre de 2014

Desafíos de fondo


Por Héctor Farina Ojeda 

El avance de la economía en 2014 nos ha traído más de lo que ya conocemos: una expectativa importante a principios de año, con un crecimiento pronosticado como bueno que, finalmente, se fue recortando para acabar en un estimado de entre 2.1 y 2.6 por ciento. Con el cierre de otro año con crecimiento insuficiente, la esperanza se proyecta a 2015, aunque el pronóstico de repunte de 3.9 por ciento se ve amenazado por la disminución de los ingresos petroleros, la falta de dinamismo interno, una menor actividad económica global, la inseguridad, la volatilidad del dólar, entre otros factores. Como ocurre desde hace décadas, al culminar un año se sabe que la economía quedó en deuda con la mayor parte de la población, en tanto se siguen arrastrando problemas de fondo que limitan el crecimiento y la posibilidad de minimizar las injusticias. 

La receta clásica de tratar de mantener estables los grandes indicadores puede ser importante pero en el caso mexicano resulta claramente insuficiente. A la economía le hace falta audacia para pasar de cuidar la inflación, la inversión y vivir a la expectativa del precio del petróleo y de la situación estadounidense, a un estado en el cual la competitividad, la innovación y la permanente reinvención marquen las pautas. Hace falta encontrar la manera de que los grandes números aterricen en la pequeña economía de la gente, para que el crecimiento llegue a los pobres, para que la generación de empleos no solo se presente en lo cuantitativo, sino que implique calidad, estabilidad, buenos salarios y la oportunidad de mejorar las condiciones de vida. 

Un golpe de audacia para la economía es el que hizo Finlandia en el año 1993, cuando en medio de una crisis que prácticamente quebró al país decidió duplicar su inversión en ciencia y tecnología, con lo que pasó de una situación crítica a una de bonanza: en menos de 15 años los finlandeses lograron minimizar la pobreza y ostentar uno de los mejores indicadores de calidad de vida del mundo. Audacia es la de los noruegos, que a partir de haber encontrado petróleo en su territorio decidieron crear un fondo especial para educar a su gente. Ahora es uno de los países más educados del mundo, más prósperos, casi sin corrupción y sin pobreza. 

Un desafío interesante para atender una cuestión de fondo es elevar la competitividad del país. Y es que mientras la atención se centra en los grandes números, sobre todo en el crecimiento, la economía sigue siendo poco competitiva, la calidad educativa sigue siendo baja, las instituciones no son eficientes, en tanto la innovación, la ciencia y la tecnología siguen siendo postergadas. Mejorar desde dentro, en sectores estratégicos como la educación, seguramente nos dará mejores resultados que los que se pueden presumir actualmente. 

Hay desafíos importantes para la economía mexicana que van más allá de esperar vientos favorables. La competitividad, la innovación, la ciencia y la tecnología y, sobre todo, los recursos humanos son vitales para reinventar la economía y pasar de los números de siempre a los números de la gente.

Publicado en el diario Milenio Jalisco, en el espacio "Economía empática".  

lunes, 15 de diciembre de 2014

El riesgo de la pobreza


Por Héctor Farina Ojeda

La advertencia fue clara por parte del presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Luis Alberto Moreno: existe el riesgo de que una parte de las personas que lograron salir de la pobreza y subir a la clase media vuelvan a ser pobres El factor que hace temer esto es que no se espera la misma bonanza económica para América Latina en los próximos años, es decir que no se tendrá el mismo crecimiento, además de las carencias en cuanto a políticas públicas y dinamismo propio que favorezcan un desarrollo equitativo. 

Las palabras del titular del BID hay que tomarlas como un toque de alerta y no como un augurio funesto. Si pese a la buena coyuntura latinoamericana en los últimos años los resultados en cuanto a disminución de la pobreza han sido limitados y precarios, hay que pensar qué pasaría sin esa bonanza. Y más en el caso de México, que en las últimas tres décadas ha logrado apenas un crecimiento económico mediocre de alrededor del 2 por ciento, en tanto se mantiene la condición de pobreza que afecta a cerca de la mitad de la población. ¿Cómo evitar el riesgo de la pobreza en un contexto de crecimiento insuficiente y de notable desigualdad?

Si en tiempos de auge en la región, la economía mexicana no creció a tasas importantes y no logró revertir la pobreza, la pregunta es qué podemos esperar sin dicho auge. Es sabido que una de las obsesiones de los gobiernos es lograr el crecimiento para generar riqueza, pero también es sabido que en sociedades desiguales esto no equivale a menos pobres, sino a una mayor diferencia entre los ricos y los que viven en la pobreza. En México la economía crece pero la riqueza generada se concentra en pocas manos. Imaginen lo que pasa cuando no crece. 

La inquietud detrás de la advertencia debe estar centrada en cuáles son los elementos con los que contamos para lograr un dinamismo económico propio que pueda hacerle frente a coyunturas internacionales no favorables, así como para lograr una distribución más equitativa de la riqueza y las oportunidades. Si vemos los resultados, las políticas sociales no han sido suficientes o no han sido las adecuadas. Por eso siguen ahí los pobres, por eso la desigualdad y por eso ni los buenos vientos soplaron ni soplarán para todos.

Pensar en la “derrama económica” ya no alcanza, pues antes de derramarse la riqueza, queda retenida en el interminable recipiente de unos pocos. Hay que pensar en la capacidad de hacer de la gente como la fuente genuina de la generación de riqueza. Más innovación, más educación, más ciencia y tecnología, y menos coyuntura y menos dependencia de factores externos. 


La pobreza y el riesgo de más pobreza siempre estarán presentes, con auge o sin auge en la región, en la medida en que no logremos construir una economía competitiva que se base en el talento, la creatividad y el conocimiento de la gente. Las crisis son cíclicas, las bonanzas son efímeras y la economía internacional es demasiado cambiante. Lo auténticamente nuestro es la capacidad de hacer. Eso nos hará fuertes frente a los riesgos de la pobreza.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Percepciones de corrupción


Por Héctor Farina Ojeda 

Estancado y en mal sitio. Nuevamente, México aparece en el grupo de los países de mayor nivel de corrupción, de acuerdo al Índice de Percepción de la Corrupción 2014, realizado por Transparencia Internacional. Ubicado en la posición 103 de 175 países analizados (el 1 es el menos corrupto y el 175 el más corrupto), se encuentra lejos de los países que son percibidos con menor corrupción y que ocupan los tres primeros sitios: Dinamarca, Nueva Zelanda y Finlandia. En América Latina, por encima de México se encuentran Chile y Uruguay (puesto 21), en tanto por detrás -es decir, con más niveles de corrupción- están Honduras, Nicaragua, Paraguay y Venezuela. 

Este informe se realiza sobre la base de encuestas a diferentes instituciones, mediante las cuales se busca conocer la percepción que se tiene sobre el sector público de cada país. Nos dice cómo nos vemos, cómo percibimos la corrupción en cuanto a trámites, gestiones y administración de lo público. Y los resultados que se difunden todos los años nos muestran que la corrupción sigue carcomiendo a los gobiernos y sigue robando oportunidades a millones de latinoamericanos que se encuentran en situación de pobreza, precariedad y abandono. 

En el caso mexicano, el informe advierte que se requieren cambios radicales en la estrategia anticorrupción, porque hay un estancamiento en la última década. La situación no es nada alentadora, pues conlleva una pérdida de credibilidad en las instituciones, la falta de confianza para las inversiones y los emprendimientos, así como termina limitando el crecimiento económico. No es casualidad que los países percibidos con menor corrupción sean los que tengan los niveles de calidad de vida más altos, los que tengan más estabilidad y menos pobres. Y no es casualidad que los más corruptos tengan elevados niveles de pobreza, injusticia, desigualdad y marginación. 

Algo fundamental que debemos entender es que la corrupción no sólo tiene que ver con los grandes números y con el sector público, sino que afecta a todos los estratos de la sociedad: se manifiesta en la falta de empleos, en la precariedad, en las escuelas que no tienen aulas o en los hospitales sin medicamentos. Se nota en la falta de credibilidad en la justicia, en la inseguridad, en la pobreza educativa y en el sistema de compadrazgo y nepotismo que privilegia a los ineptos antes que a las personas preparadas. La corrupción es un mal culpable de miles de otros males, que carcome, empobrece, frustra y mata. 

Definitivamente no basta con seguir enarbolando el discurso anticorrupción o creando comisiones o instancias financiadas para simular que se hace algo. Hay que mirar a los países exitosos para entender que la cuestión es cultural y que todo pasa por un cambio basado en la educación y la conciencia de la gente. Nos corresponde exigir transparencia, acabar con la impunidad y no tolerar la corrupción, ya sea minúscula o mayúscula. Nos corresponde recuperar la confianza y asumir el compromiso de no corromper ni dejarnos llevar por la corrupción ajena. 

lunes, 8 de diciembre de 2014

Ingresos y dependencias


Por Héctor Farina Ojeda 

La caída del precio del petróleo en los mercados internacionales, que genera preocupación por la consecuente disminución de los ingresos petroleros, puso un toque de alerta ya harto conocido en la economía mexicana: ante la dependencia que se tiene de ciertos sectores, cuando estos se ven afectados se teme un impacto fuerte en todo el país. Cuando se habla de un mal momento de los precios del petróleo, de las remesas, el turismo, las exportaciones o -fundamentalmente- la economía de Estados Unidos, sabemos que el efecto sobre México es inminente y será duro. 

Y no solo se trata de la dependencia de las cuatro principales fuentes de ingreso, sino que todas ellas dependen de lo que ocurra en la economía estadounidense. Más del 80 por ciento de las exportaciones mexicanas tiene como destino el mercado del vecino del norte, en tanto las remesas tienen como origen a los trabajadores que tuvieron que irse a Estados Unidos en busca de ingresos. Y en este contexto, el turismo también posee un alto contenido de ingresos provenientes del lado estadounidense. 

En tal coyuntura, la premura del gobierno por anunciar que “las finanzas están blindadas” se da frente a la disminución del 30 por ciento del precio del crudo desde junio. Lo curioso es que el mal momento del ingreso petrolero se produce cuando hay un repunte de los ingresos por remesas, turismo y exportaciones. Pero pese a este anuncio de blindaje de una de las principales fuentes de ingreso, en realidad no cambia el fondo de la cuestión: hay una marcada dependencia a ciertos sectores, hay una concentración de la riqueza en pocas manos, el crecimiento económico sigue siendo mediocre y esto no alcanza para generar suficientes empleos ni para revertir los números de la pobreza. 

No es casualidad que México todavía no termine de recuperarse, pues Estados Unidos continúa su dilatada recuperación económica tras la crisis de 2008. La dependencia es demasiado fuerte, por lo que blindar un ingreso o una fuente es necesario pero no suficiente. Es lograr estabilidad para los grandes indicadores pero seguir con la deuda de hacer que esos números aterricen en la pequeña economía y generen beneficios para la gente que más lo necesita. 

La urgencia mexicana no debería ser blindar ingresos ni seguir manteniendo grandes indicadores, sino generar un dinamismo propio que permita no estar a merced del vecino ni de la riqueza proveniente de uno o dos sectores. Y para pensar en un dinamismo propio hay que hacer una economía competitiva, que produzca con calidad y pueda posicionarse en los mercados internacionales. Es necesario diversificar las fuentes de ingreso y los destinos de las exportaciones, pero ello solo se logra con sectores competitivos, con mano de obra calificada y con una producción de calidad. 

Los grandes números son importantes pero no llegan a cubrir las necesidades de la gente. Hay que apostar por fortalecer las microempresas, los emprendimientos y la capacidad de hacer de la gente. Es hora de trabajar con la gente y romper dependencias. 


Publicado en Milenio Jalisco, en el espacio "Economía Empática". Ver original aquí:

Una buena referencia económica


Por Héctor Farina Ojeda (*)

Una pequeña isla de 692 kilómetros cuadrados nuevamente se ha posicionado como el mejor lugar del mundo para hacer negocios: Singapur. No debería sorprendernos que este país asiático que apenas tiene 50 años de historia haya sido seleccionado por séptimo año consecutivo como la mejor opción para hacer negocios a nivel mundial, según la encuesta que realiza la Unidad de Inteligencia de The Economist. En el mismo sentido, el informe Doing Business 2015: más allá de la eficiencia, elaborado por el Banco Mundial, también ubica a la isla asiática a la vanguardia como opción para montar un negocio. 

El informe de The Economist destaca que Singapur se ubica en el primer puesto debido a que tiene una economía eficiente y abierta, que busca mantener su competitividad y ser un centro de negocios para todo el mundo. Pero más allá de las consideraciones generales, hay aspectos que explican por qué tiene preferencia cuando se trata de emprender un negocio: es una economía competitiva, con una tasa de impuestos relativamente baja, ofrece seguridad y confianza, y en gran parte ha logrado superar a la corrupción. Aunque suene utópico, la corrupción es mínima, casi inexistente. 

El caso de Singapur siempre es una referencia obligada cuando pensamos en cómo mejorar la economía y cómo elevar los niveles de calidad de vida. De ser una isla de piratas, con una pobreza más extrema que la de Haití en 1964, hoy en día es una de las principales potencias comerciales del mundo, prácticamente no tiene pobreza y se ha convertido en un centro de innovación a nivel mundial. El primer secreto: la inversión en educación, ciencia y tecnología. Por esto no es sorpresa que aparezca como una economía competitiva, con el mejor ambiente de negocios, con una elevada calidad de vida y con niveles casi inexistentes de corrupción, inseguridad y pobreza. 

Lo curioso es que la receta sea tan conocida y que los países latinoamericanos sigan en un contexto de informalidad, poca valoración de la educación, escasa inversión en ciencia y tecnología, y una obsesión por cuidar indicadores macroeconómicos como si ello fuera el equivalente del éxito. Con la inseguridad, la falta de respeto a las normas y las leyes, la informalidad, la corrupción, el clientelismo y el compadrazgo no hemos llegado lejos ni lo vamos a hacer. Y esto explica por qué países tan ricos en recursos naturales y humanos, como México, con tantas oportunidades de negocios, no terminan de encontrar la manera de lograr un crecimiento económico sostenido y disminuir la desigualdad y la pobreza.

La referencia de Singapur es sólo una entre muchas. Pero nos dice algo importante: sin invertir en la gente, sin generar confianza y sin buscar la competitividad y la innovación en todo momento, no lograremos resultados distintos a los que tenemos. No hay un futuro bueno conviviendo con la corrupción, el oportunismo y el desorden. Debemos empezar por la planificación, el orden y la inversión en la gente. De a poco, a largo plazo, pero en forma constante. Hay que cambiar cosas, muchas cosas. 

(*) Periodista y profesor universitario 

Publicado en Milenio Jalisco, en el espacio denominado "Economía empática". Ver original aquí