domingo, 29 de enero de 2012

Israel: ciencia, emprendimiento e invención


Por Héctor Farina Ojeda (*)

Con un territorio pequeño, enclavado en una de las regiones más históricas y conflictivas del planeta, Israel es un país joven -pero de cultura añeja- que ha sabido posicionarse a nivel internacional sobre la base del desarrollo de la ciencia, la innovación y la incansable vocación de emprender. Sus niveles de desarrollo humano son muy altos, en tanto su gente ha aprendido a vivir y crecer ante las adversidades de una región difícil, en donde no sólo carecen de riquezas naturales sino que viven bajo el asedio de sus vecinos.

En este contexto, Israel tiene aspectos llamativos que lo convierten en uno de los países de más avances tecnológicos: es el país que más invierte en innovación a nivel mundial, proporcionalmente a su Producto Interno Bruto (PIB), tiene la mayor cantidad de empresas tecnológicas per cápita del mundo y cuenta con más empresas de tecnología en el índice Nasdaq que todos los países europeos. Este pequeño país creado en 1948, hoy concentra dos de los aspectos más importantes para el mantenimiento de una economía sólida y en franco progreso: un espíritu emprendedor incansable de sus habitantes y la mayor concentración de innovaciones de todo el planeta.

La inversión en innovación es mayor a la de países emblemáticos de la ciencia y la tecnología, como Finlandia y Japón. Con universidades que apuntan a la internacionalización, que se nutren de científicos que siempre buscan inventar y descubrir, y con una alta valoración del conocimiento, los israelíes están a la vanguardia en cuanto a las invenciones y las innovaciones.

Pero detrás de estos avances, no sólo están las inversiones y la política, sino que hay elementos culturales que marcan la diferencia. Andrés Oppenheimer, en su libro “¡Basta de historias!”, cuenta que el verdadero secreto de la innovación de Israel no está ni en el número de patentes que se registran todos los años, ni en el sitio privilegiado que ocupan sus universidades en el ranking de las mejores del mundo, sino que todo se debe al espíritu emprendedor de los israelíes. Detrás de cada innovación, hay mucho interés por aprender, por cultivar el conocimiento y por construir algo nuevo. Prueba de ello son los muchos premios Nobel que han salido de sus universidades.

La necesidad de reinventarse en forma constante, de innovar y estar siempre a la vanguardia en cuanto a investigación parece una necesidad de sobrevivencia para este país, que vive bajo el apremio de la falta de recursos naturales y ante la difícil situación geopolítica marcada por un entorno en permanente conflicto.

Los israelíes son conscientes, desde hace tiempo, de que el modelo energético basado en el petróleo se acabará, por lo que trabajan para adelantarse a los tiempos y desarrollar sistemas de aprovechamiento de fuentes renovables de energía. Los autos eléctricos y los centro de recarga, para que la gente pueda recargar sus vehículos en cualquier parte, son parte de una visión estratégica que los ubicará -probablemente- como el primer país en mover todo su parque automotor mediante la energía eléctrica. La lección de Israel es clara: hay que investigar, emprender e innovar por una cuestión de sobrevivencia.

La distancia parece abismal cuando pasamos de las ideas israelíes a las carencias de nuestra América Latina. Países ricos como México no han sabido explotar sus recursos naturales y hoy dependen de que otros países puedan refinar el petróleo que obtienen en abundancia de su territorio. Bolivia tiene tanto gas como para haber erradicado la pobreza, pero sigue exportando a precio de materia prima, dejando que la industrialización y la riqueza terminen en otros países. O Venezuela, que goza de las bondades de la riqueza del petróleo, pero sigue teniendo a buena parte de su gente bajo el oprobio de la pobreza.

El Paraguay, que cuenta con la mayor cantidad de energía eléctrica per cápita del mundo, debería retomar algunos ejemplos de Israel y apuntar a convertirse en un centro de desarrollo científico con miras a aprovechar la riqueza que tenemos. Nuestras universidades deberían ser el centro de una política estratégica de desarrollo de tecnología, para romper la dependencia del petróleo y hacer del país el primero de América Latina en tener todo su parque automotor y sus sistemas de transporte movidos con electricidad. Hace tiempo que debimos haber enviado a nuestros jóvenes a las mejores universidades del mundo, para que aprendan a innovar y contribuyan a la transformación del país. Hace tiempo que ya tendríamos sistemas de trenes eléctricos, pero seguimos sufriendo por el petróleo del que carecemos.

Podríamos hacer un cambio interesante si comenzamos a revalorar la inteligencia, si se prioriza la investigación científica y se incentiva la tecnología. Bajar los impuestos para importar vehículos eléctricos, facilitar la instalación de industrias tecnológicas, invertir más en la ciencia, favorecer la formación de estudiantes mediante becas… Las ideas para hacerlo sobran, pero falta actitud. Hay mucho que podemos hacer. Lo interesante es definir cuándo y cómo lo hacemos.

(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México.

Publicado en el suplemento “Estrategia”, una publicación especializada en economía y negocios, del Diario La Nación, de Paraguay.

viernes, 27 de enero de 2012

Taiwán, la isla de los cerebros repatriados



Por Héctor Farina Ojeda (*)

La economía y el funcionamiento de las sociedades dependen de la capacidad de la gente, de lo que hacen y saben hacer. Esto lo entienden bien en Taiwán, la isla asiática en donde emprendieron un proceso de recuperación de sus mejores talentos con miras a utilizarlos como fuente de progreso, desarrollo y fortalecimiento del sistema económico. Luego de la Segunda Guerra Mundial -y en medio de conflictos diplomáticos que hasta ahora persisten-, Taiwán decidió basar su estrategia de desarrollo en el factor educativo, para lo cual amplió los programas de estudio y se preocupó por la formación de su gente, a tal punto que el aprendizaje se volvió una imperiosa necesidad, con elevadas cargas horarias y con altísimos niveles de exigencia.

A principios de la década del 70’, la isla dio un paso fundamental para la consolidación de su sistema económico: apostó por la industrialización de productos tecnológicos y logró convertirse en referente mundial en cuanto a la producción de microprocesadores y componentes electrónicos. Todo esto, teniendo como fundamento el conocimiento y la especialización de sus recursos humanos.

Uno de los aspectos centrales del proceso taiwanés es el de la recuperación de sus cerebros, los talentos que habían emigrado y se habían especializado en otros países. A partir de la repatriación de sus recursos humanos con alta formación, lograron el desarrollo de centros tecnológicos como el Valle del Hsinchu, uno de los principales sitios de innovación y producción de tecnología a nivel mundial. Y un dato revelador es que a mediados de la década del 90’, el 40% de las empresas instaladas en el Valle del Hsinchu habían sido fundadas por repatriados, en su mayoría de Silicon Valley, Estados Unidos. No sólo volvieron, sino que sus conocimientos se convirtieron en un factor económico fundamental.

La recuperación y reinserción de los recursos humanos especializados sirvió para la innovación, para mejorar el ambiente de negocios, dinamizar la economía y ampliar la visión del país en cuanto a ciencia y tecnología. Además, a la luz de los conocimientos y las experiencias, se apuntaló la capacitación y se fortalecieron los sistemas educativos con miras a formar más y mejor, buscando siempre la vanguardia en materia tecnológica.

Los taiwaneses, al igual que los singapurenses o los surcoreanos, están obsesionados con una educación competitiva. Planificadores, organizados y muy voluntariosos, pueden dedicarle 10 o 12 horas al día al estudio. Cada año hay miles de estudiantes (en 2010 fueron 300 mil) que buscan entrar a una universidad de élite con el objetivo de recibir la formación más especializada. Para ello, dedican todo su tiempo al aprendizaje: desde matemáticas hasta literatura e idiomas. Si no logran ubicarse en los primeros lugares de las pruebas –que duran cerca de 12 horas-, tendrán que resignarse a estudiar en una escuela normal.

Taiwán hoy goza de una economía sólida y competitiva, con un sistema financiero estable, y un crecimiento que duplicó el promedio mundial en los últimos tres años. En 2010 se ubicó en el cuarto lugar a nivel mundial en cuanto a crecimiento, con un incremento de 10,7% en su Producto Interno Bruto (PIB). Con un ingreso per cápita superior a los 35 mil dólares anuales, sin problemas de deuda externa, y con muchas inversiones productivas, la isla se mantiene firme ante la amenaza de una nueva crisis económica global.

Para lograr repatriar a los talentos, no hay grandes secretos. Al igual que países como Israel o Corea del Sur, Taiwán lo hizo gracias a la planificación y la voluntad política. Con una estructura tecnológica y científica incentivada desde el gobierno, con un fuerte apoyo a la educación y con el desarrollo de proyectos que generen empleos y buenas condiciones laborales, se logró que el regreso de los talentos sea productivo y atractivo.

Algo que debemos pensar con urgencia en América Latina es cómo recuperar a muchos de nuestros talentos que se fueron porque no tuvieron la oportunidad que merecían. Se van, se especializan y producen riqueza para los países ricos, mientras los necesitamos pero no sabemos cómo retenerlos. Eso lo sufren países como México, en donde el 20% de los ciudadanos con nivel de doctorado ya ha emigrado a Estados Unidos. El costo que pagamos es muy alto cuando nuestros talentos se van y cuando no somos capaces de recuperarlos.

En la era del conocimiento, en donde las economías dependen de lo que sabemos hacer, no lograremos salir airosos si seguimos negando oportunidades a los que saben. Si permitimos que nuestros cerebros se vayan y si no hacemos algo urgente para que vuelvan, difícilmente podremos abandonar la pobreza y el atraso. Un buen plan económico para nuestros países debería empezar con la respuesta a una pregunta: ¿Cómo recuperamos a los mejores, para que se pongan al frente de la economía?

(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México

Publicado en el suplemento “Estrategia”, una publicación especializada en economía y negocios, del Diario La Nación, de Paraguay.