domingo, 30 de septiembre de 2007

La competitividad y el olvido

Por Héctor Farina (*)

La falta de competitividad de las empresas nacionales es un problema reconocido y que sigue afectando a una buena parte del sector empresarial paraguayo. Ya no se trata sólo de producir y vender, sino de ganar en calidad, precio, distribución y lograr una mejor rentabilidad como resultado del proceso de producción. La competitividad se ha convertido en una necesidad imperiosa en un mundo globalizado, donde ya se han eliminado las fronteras espaciales y se debe competir contra productos de todo el mundo.

En el Paraguay hay ejemplos importantes de competitividad empresarial, pero no constituyen la regla, sino más bien la excepción. Y generalmente esas excepciones son el resultado del esfuerzo propio, de la capacitación y la innovación propias, y no de políticas establecidas para el desarrollo competitivo. Pese a que hubo y hay muchas iniciativas del Gobierno, no se percibe que haya mejorías como resultado de los múltiples “planes” y “proyectos”.

Uno de los ejemplos claros es el de la iniciativa de los “Foros de competitividad”, impulsada desde hace años por el Ministerio de Industria y Comercio (MIC). Se hicieron estudios, diagnósticos y muchas reuniones para ver cómo mejorar la competitividad de cadenas productivas, como las del sector algodonero y confeccionista, la de los metalúrgicos y la de los productores e industriales lácteos.

Y después de tanto ruido y tantas reuniones, de tanto brindis y “agasajo” con dinero público, ¿qué pasó con los resultados? ¿Dónde está la tan mencionada competitividad? ¿Dónde están los 320 mil empleos que prometieron crear en la cadena algodón-textil-confecciones? Porque si bien la promesa era llegar a esa cantidad en el 2010, ya muy cerca del 2008 se deberían haber creado por lo menos 200 mil empleos… ¿Y qué pasó con las siderales cifras de ingresos en exportación que se prometían?

Desde que asumió el Gobierno de Duarte Frutos en el 2003 se han venido manejando planes, proyectos y promesas, pero sin más resultados que excusas y nuevas promesas. No se ve la competitividad y las empresas paraguayas siguen funcionando desfasadas, acordes al modelo agro-pastoril que se mantiene desde hace años. Y siguen surgiendo proyectos para justificar millonarias consultorías, pero de nada sirve que ahora se llamen “mesas sectoriales” o le pongan cualquier nombre pomposo, ya que los resultados concretos y beneficiosos siguen sin aparecer.

La realidad que viven las empresas y el país es más que elocuente: mientras la industria de la confección sigue sobreviviendo a duras penas frente al contrabando que es dueño del mercado; mientras el sector lácteo se defiende como puede de la informalidad y mientras los metalúrgicos siguen hundidos en la crisis, todo el país sufre por la falta de empleos, por la falta de oportunidades, por la pobreza creciente y la poca esperanza de cambio.

Los mismos empresarios y toda la ciudadanía no pueden seguir tolerando que se gasten millones en planes que no se concretan: hay que exigir resultados concretos de las iniciativas y que los recursos del Estado sean correctamente invertidos y no despilfarrados una y otra vez en proyectos que sólo enriquecen a algunos avivados, mientras el país se sigue hundiendo. Si queremos ser competitivos, empecemos por derrotar al olvido y trabajar con memoria.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

domingo, 23 de septiembre de 2007

La maquila y el desarrollo

Por Héctor Farina (*)

El crecimiento de las exportaciones realizadas bajo el régimen de maquila mantiene una tendencia constante desde hace por lo menos tres años, por lo que se ha convertido en uno de los pocos signos alentadores enarbolados por el Gobierno para tratar de defender su gestión desde el punto de vista de la economía. El régimen de maquila empezó a operar a fines del año 2001 y fue recorriendo un camino lleno de obstáculos y sinsabores, hasta que finalmente empezó a consolidarse en el 2004 y tuvo su despegue en el 2005.

Los datos oficiales indican que de enero a agosto de este año, el monto de las exportaciones fue de 47 millones de dólares, con lo que se tiene un incremento del 31% frente al mismo periodo del año 2006. Con estos números se nota que el crecimiento sigue su tendencia y que las cantidades ya comienzan a ser importantes, sobre todo para una economía pequeña con grandes carencias como la del Paraguay.

Pero si bien se tienen cifras alentadoras en este caso concreto, se trata sólo de uno de los tantos elementos que debemos tomar en cuenta si queremos apuntar seriamente al desarrollo. En primer lugar recordemos que la maquila fue proyectada en el país para que se convierta en una poderosa herramienta de creación de empleos, de manera que aunque los datos de las exportaciones de las empresas sean halagadores, la generación de empleos no ha seguido hasta ahora la misma tendencia. Es decir, estamos aumentando el volumen y el monto de las exportaciones, pero ello no se refleja en la misma medida en la creación de empleos.

Desde luego que el proceso de crear empleos es lento y depende de los resultados de los negocios de las empresas, pero ello no significa que debamos quedarnos conformes cuando el Gobierno anuncia con bombos y platillos el monto de las exportaciones, pero omite pintar la otra realidad: la escasa creación de fuentes de trabajo para los paraguayos. Si la maquila fue creada para facilitar el funcionamiento de las empresas y crear puestos de trabajo, lo justo es que se logren resultados en ambos casos y no sólo se presenten a la gente los números que favorecen a las autoridades.

Además, se debe tener en cuenta algo fundamental: la maquila no es la salvación para el país ni la panacea para el problema del desempleo. Es sólo una herramienta que puede ayudar bastante pero que debe ser acompañada por otras políticas y medidas económicas que sirvan para generar un desarrollo verdadero en el país y no sólo una esperanza de mejoría en medio de una economía destrozada. Si el hecho de bajar los impuestos, agilizar los trámites burocráticos y favorecer la exportación de las empresas está funcionando, habría que buscar los mecanismos para que los beneficios sean extensivos a otros sectores empresariales e industriales.

Resulta inaudito y ofensivo que el Gobierno ahora se jacte de los resultados de la maquila, cuando este régimen siempre fue minimizado y poco apoyado, con presupuestos irrisorios y con escasa consideración. Pero ahora que el régimen está obteniendo resultados, las autoridades se suben “al carro de los ganadores” y se olvidan de que despilfarran cantidades muy superiores en proyectos que no funcionan, pagando millonarios salarios a gente inútil y vendiendo falsas ilusiones a un país que se está desangrando. Se olvidan de que en Rediex (Red de Inversiones y Exportaciones) se gastan dos millones de dólares al año, se presupuestan 50 mil dólares para los “bocaditos”, se pagan costosos viajes y estadías de lujo en el exterior, sin que ello se note en resultados concretos.

Mientras se obtengan sólo beneficios parciales por parte de un régimen y se siga despilfarrando dinero en proyectos que no funcionan, se mantendrán las elevadas tasas de desempleo, la falta de oportunidades y la pobreza. Si en verdad el Gobierno busca mejorías, debe invertir mejor los recursos, hacer políticas serias y no sólo vender logros parciales que favorecen a muy pocos.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

domingo, 16 de septiembre de 2007

La decadencia de un país

Por Héctor Farina (*)

El Paraguay vive actualmente un momento difícil de pauperización, de degradación económica y ética, y de agudización de los vicios que corrompen a la sociedad, en un momento cumbre del proceso de decadencia en el que se encuentra desde hace muchos años. Ya no sólo se sobrevive soportando la pobreza, la corrupción y la podredumbre, sino que el coraje y la esperanza se han aletargado, en una especie de resignación que resulta peor que los males que enfrentamos.

La crisis económica, política y social está aniquilando las esperanzas de todo un pueblo, que en medio de la desesperación reacciona buscando una tabla de salvación en el exterior, haciendo changas baratas en países hostiles, creyendo –en el plano local- en los farsantes que se dicen salvadores, en las promesas vacías, en los discursos estériles y el insulto sin sentido. Se cree que con sacar un poco de dinero, alguna prebenda, posicionarse como testaferro de algún político o vender la conciencia, se está teniendo una mejoría personal, cuando en realidad se está ahondando la desgracia de todo un país.

La decadencia del país se nota en su gente, que tiene que salir de su tierra para procurarse ingresos con los cuales sobrevivir, pero en el exterior mantiene los mismos vicios y no contribuye en nada a mejorar la condición de los que se quedan. Se cree que con ganar en euros o en dólares se está progresando, pero en la realidad nadie se preocupa por mejorar la educación, ni la propia ni la de los hijos, y con esto lo que se logra es un poco más de dinero para vivir en la misma mediocridad.

La decadencia del país se expresa por medio de la ignorancia de la gente, que festeja la salida de prisión de un populista envuelto en numerosos delitos, enriquecido de manera injustificable y que, no obstante, todavía aparece como un “Mesías” a los ojos de los fanáticos. Los efluvios de la decadencia hoy llenan todos los espacios mediáticos, con frases groseras y discursos insultantes, con absurdos como los “halagos” que se hacen Duarte Frutos y Oviedo, que son verdaderos atentados contra el lenguaje, la dignidad y la inteligencia.

Esa misma decadencia se nota en la inutilidad de las autoridades y la falta de reclamo firme de la sociedad, que aunque ve que literalmente el país se incendia, todavía le presta oído a funcionarios que se echan la culpa pero no apagan el incendio. La decadencia es ya pestilente, con nuevos “millonarios” que aparecen todos los días, con ladrones que ostentan impunemente la riqueza que le roban al Estado. Y lo peor de todo es que los paraguayos ya no se asombran, ya no se escandalizan ni reaccionan, y toman estas aberraciones como si fueran normales.

El filósofo alemán Nietzsche (1844-1900) proponía una transmutación de los valores y una actitud individual y poderosa frente a la decadencia. Los paraguayos deberíamos cambiar muchos de nuestros valores tradicionales y asumir una actitud más firme ante la decadencia: no apoyar a corruptos, no creer en falsas promesas, exigir el cumplimiento de la ley y no dejarnos seducir por las prebendas. Exijamos programas serios de gobierno, que sean manejados por gente honesta y creíble, que se invierta por lo menos el 6% del presupuesto total del país en educación, que se investigue a los candidatos y a los funcionarios sospechosos de corrupción, y, sobre todo, que ya no se caiga en el pozo de creer que “así nomás luego tiene ser” nuestro país. Depende de cada uno y de todos.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

domingo, 9 de septiembre de 2007

El desempleo voraz

Por Héctor Farina (*)

Uno de cada tres paraguayos tiene problemas de empleo, es decir que no tiene trabajo o está subempleado, de manera que la tercera parte de la población no tiene ahora forma de ganarse la vida directamente en el mercado laboral o apenas consigue trabajos precarios, mal pagados, con los que difícilmente se puede sobrevivir de manera digna. Estos datos del propio Gobierno muestran con aguda crudeza la situación de falta de oportunidades que aflige al país: no se crean las suficientes fuentes de empleo y como resultado se tiene una fuga masiva de mano de obra, de cerebros, y de esperanzas -por un lado-, y una sociedad más empobrecida, por el otro.

El tema del empleo es uno de los eternos ejes proselitistas de los candidatos y partidos políticos, que prometen siempre darle oportunidades a una ciudadanía cada día más desesperanzada, pero al final toman al Estado como un botín que sirve para pagar los favores de los que aportaron a las campañas políticas y no se preocupan por crear una verdadera política de empleos y crecimiento económico que beneficie a todos.

Recuerdo la promesa de Ernst Bergen cuando en agosto de 2003 asumió el cargo de ministro de Industria y Comercio en el inicio del gobierno de Duarte Frutos. “Empleos”, esa era la palabra mágica en la que se centraba el plan de trabajo de Bergen al frente de la estratégica cartera de Estado. Pero a lo largo de su administración y de las que siguieron luego, lo que fue creciendo es el número de programas, planes, proyectos, comisiones, mesas sectoriales y nuevas dependencias con jugosos salarios, pero con escasos resultados. Se gastó dinero en hacer planes para todo: exportaciones, inversiones, ruedas de negocios, giras, simplificación de trámites, presentaciones de proyectos en el exterior…Pero ni los costosos viajes ni los millonarios salarios a funcionarios y consultores se transformaron en resultados válidos para la creación de empleos.

Mientras las autoridades sigan gastando el dinero en proyectos que apenas sirven para intentar maquillar la realidad, y mientras no se cree un plan serio de empleos y se ataque los problemas estructurales del país, está claro que seguirán cultivando los mismos esfuerzos estériles, y los resultados no serán los necesitados. No habrá más oportunidades de trabajo sólo porque se crean mesas sectoriales y redes de exportación que funcionan de fachada pero que no logran generar oportunidades más que para unos pocos avivados.

Luego de tantos proyectos y promesas, ¿dónde están las oportunidades? ¿Dónde están los empleos? Las respuestas son contundentes: los paraguayos tienen que irse del país en busca de las oportunidades que no encuentran en su tierra, tienen que probar suerte haciendo changas en condiciones hostiles y situaciones precarias, soportando los males de la distancia, la desintegración de familias y todos los pesares que deben sobrellevar para obtener recursos y procurarse una vida digna.

Todos los paraguayos deben poner punto final a las promesas estériles y exigir hechos concretos: que dejen de destinar los fondos de Itaipú y Yacyretá para campañas políticas y que los inviertan en la construcción de caminos, en la pavimentación de rutas. Que dejen de permitir que Brasil robe la energía eléctrica que le corresponde al Paraguay, que dejen de armar circos con el tema del contrabando y empiecen a fomentar la competitividad de las industrias paraguayas, que dejen de jugar con el dinero y la dignidad de la gente y empiecen a usar los recursos correctamente, promoviendo empleos, mejorando la educación y creando oportunidades para que los paraguayos no tengan que abandonar un país amenazado por el desempleo voraz. Vale la pena seguir peleando.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

domingo, 2 de septiembre de 2007

Educación competitiva

Por Héctor Farina (*)

El desarrollo de una educación competitiva en el Paraguay es uno de los mayores desafíos que se tienen en busca de una sociedad mejor, pero hasta ahora no se lo ha asumido plenamente como tal y se sigue avanzando con un sistema parchado, lleno de precariedades y limitaciones. Se habla mucho de mejorar la educación, pero como país no se dan los pasos correspondientes, de manera que todo queda supeditado a esfuerzos aislados inmersos en un sistema decadente.

En forma sistemática, desde la misma educación primaria estamos acostumbrados a que haya cosas que no podemos hacer porque no se tienen los recursos, porque no hay apoyo verdadero y porque existen otras prioridades que se deben atender y que también son relegadas. Es muy difícil lograr una educación competitiva en las escuelas del interior, en las que los alumnos llegan con el estómago vacío, sin cuadernos y sin muchas opciones para aprender por la carencia de las mismas escuelas.

Es muy complicado que en la secundaria y en las universidades se logre una educación de calidad cuando no se tienen suficientes bibliotecas, cuando los libros están desfasados y los maestros son apenas rumiantes académicos, hijos del mismo sistema decadente que ahora sostienen. Si las posibilidades de acceder al conocimiento están limitadas de antemano, si educarse en el Paraguay tiene un costo demasiado elevado para una población empobrecida, si el acceso a Internet es casi un lujo para unos pocos y si el costo de los libros margina a la mayoría de la población, queda claro que al final serán muy pocos los que logren una formación de calidad con los niveles de competitividad necesarios para enfrentarse a un mundo globalizado.

Mientras los países desarrollados se siguen alejando en base a educación e invierten constantemente en la mejoría de la calidad educativa, en el Paraguay no hemos salido todavía de las discusiones estériles, de las promesas vacías y de las actitudes conformistas. Está claro que hay que darle a la educación la importancia que se merece y exigir mejores condiciones para todos, de manera que no tengamos que seguir teniendo profesores tipo “taxi” que en vez de sumar conocimientos deben sumar horas de clase para poder sobrevivir, en tanto se forman alumnos que sólo buscan títulos y que pueden conseguirlos sin la necesidad de leer un libro completo.

Pero lo más triste y lo más admirable de todo, es que los paraguayos no somos menos que los estudiantes de otros países. Es triste porque hay muchos que buscan superarse en un país que limita las posibilidades, y es admirable porque siempre surgen talentos que logran superar la barrera de las precariedades y ponerse a la altura de los mejores estudiantes y profesionales de los países más desarrollados.

Aquí en México hay muchos paraguayos haciendo estudios de grado y posgrado. Y compiten al mismo nivel que cualquiera, pese a provenir de un sistema educativo lleno de precariedades. Aquí demuestran todos los días que en materia de capacidad humana no tenemos nada que envidiarle a nadie, e inclusive se tiene la ventaja de estar acostumbrados a lograr resultados con escasos recursos, a fabricar lo que no existe y a no depender siempre de las facilidades que concede el sistema.

El reto de tener una educación competitiva debe empezar entonces por una apuesta seria del Gobierno, por invertir más de un mísero 3% en educación, por crear bibliotecas y actualizar las ya existentes, por facilitar el acceso a computadoras e Internet, por renovar los planes de estudio y fomentar la capacitación de los docentes. En síntesis, por crear condiciones mejores para que los paraguayos no sigamos rezagados en un mundo competitivo.

Si a pesar de todos los obstáculos y limitaciones, siempre surgen genios, talentos y héroes cotidianos, imagínense lo mucho que podríamos mejorar como país si empezamos a crear las condiciones para tener una sociedad más y mejor educada.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/