sábado, 26 de mayo de 2007

Limitantes de la educación en Paraguay

Por Héctor Farina (*)

A pesar de que desde hace muchos años el tema de la educación forma parte del cuerpo retórico, de los debates y las eternas promesas de los gobernantes y aspirantes al Gobierno, la realidad sigue siendo marcada por una cada vez más alarmante y preocupante decadencia de la educación en el Paraguay. Se mantienen los mismos vicios, el mismo sistema ineficiente y obsoleto, las mismas promesas de cambio y el mismo desinterés hacia lo educativo y hacia los que, a pesar de todo, logran educarse.

Si intentásemos hacer una radiografía de los factores que limitan una educación eficiente en el país, tanto en su capacidad abarcante como en su calidad misma, nos encontraríamos con una cantidad de carencias y deficiencias que conforman un caso patológico complejo, cuyo principal efecto es el atraso de toda una sociedad.

Es así que es imposible ofrecer una educación eficiente teniendo como presupuesto un miserable 3% de inversión de parte del Gobierno. Esto indica que prevalece el desinterés hacia la educación, porque este porcentaje paupérrimo de lo que gasta el Estado finalmente sólo se utiliza para mantener un sistema decadente, para seguir con la corrupción administrativa y para no mejorar absolutamente nada, al mismo tiempo que se difunde lo contrario.

Educarse en el Paraguay sigue siendo muy costoso, y mucho más si consideramos la situación de pobreza en la que están sumidos más de la mitad de los paraguayos, por lo que se crea una frontera entre los que pueden y los excluidos, entre los que no pueden continuar con sus estudios, los que lo hacen con miles de carencias y los contadísimos que pueden acceder a los recursos necesarios para estudiar en forma.

No se puede pretender formar una sociedad de personas capacitadas si seguimos siendo limitados por bibliotecas obsoletas, docentes mediocres, por el escaso acceso a computadoras e Internet, los elevados precios de los libros, la casi nula investigación académica, el inexistente apoyo para las investigaciones y las escasas publicaciones de textos educativos…

Los estudiantes no tienen el reconocimiento que se merecen, casi no hay becas de apoyo que les permitan estudiar en forma, no tienen facilidades de acceso a los recursos académicos necesarios y ni siquiera tienen apoyo del Gobierno para conseguir un boleto estudiantil que minimice en algo el elevado precio de acceder a la educación. Y peor todavía: a los que logran superarse y terminar una carrera, los espera un mercado laboral deprimido, donde prevalecen el amiguismo, el nepotismo y el clientelismo, un mercado donde no se premia el esfuerzo intelectual y donde no se incentiva a los que se esfuerzan por superarse honestamente.

Pero la mayor limitación de todas está en la actitud individual, en la falta de motivación personal para enfrentarse a un sistema decadente y poder salir adelante a pesar de él, en falta de convicción para pasar por encima de toda la corrosión que tiene oprimido a todo un país.

Es evidente que sin educación no habrá progreso. Y es más evidente que si se mantienen las mismas limitaciones, tendremos los mismos resultados que hoy nos están condenando al atraso y la pobreza. Por un lado hay que exigir mejores condiciones para la educación, empezando por una inversión en serio -no menor al 6%-, y por otro lado hay que tomar la iniciativa individual de procurarse una mejor educación, un mayor nivel de lectura, y aprender a reconocer y premiar el esfuerzo de los paraguayos excepcionales que logran llegar a la cumbre, tras dejar atrás el pantano de la decadencia.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

sábado, 19 de mayo de 2007

Condena al atraso: los excluidos tecnológicos

Por Héctor Farina (*)

“Nunca se había desarrollado tanto la tecnología de la comunicación; pero este mundo comunicadísimo se parece cada vez más a un reino de mudos”. Así explica el escritor uruguayo Eduardo Galeano la cruel paradoja que nos depara la nueva sociedad de la información: por un lado está la comunicación global, y por el otro están los incomunicados, los excluidos, los condenados al atraso.

En un artículo denominado “Sobre los medios de la incomunicación”, publicado en el libro Internet, el mundo que viene (editado por Ramonet), Eduardo Galeano menciona que el mundo nunca ha sido tan desigual en las oportunidades que brinda, que nunca el mundo había sido tan escandalosamente injusto y que nunca habíamos sido tan incomunicados por tan pocos…

En plena sociedad de la información, donde se supone que la preponderancia está en los flujos de información, en el conocimiento, en la capacitación permanente y el desarrollo de nuevas tecnologías, las palabras de Galeano reflejan la situación de incomunicación e injusticia que enfrenta el Paraguay. Con un escaso acceso a Internet (3%), con poca innovación, con más limitaciones que oportunidades para la educación y el desarrollo, el país no sólo está siendo excluido ahora, sino que increíblemente el atraso se convierte en condena.

La reciente decisión del presidente de la República de mantener el monopolio de la conexión a Internet, para preservar el negocio de las llamadas internacionales de Copaco (Compañía Paraguaya de Telecomunicaciones), significa que el Paraguay seguirá teniendo la conexión más precaria, lenta y cara para acceder a la red de redes en toda la región.

Mientras que el presidente Duarte Frutos dice que “no es momento oportuno” para liberar el mercado y sigue manteniendo una conexión arcaica, los países desarrollados apuestan cada vez más fuerte a la tecnología, a las conexiones de mayor rapidez y calidad, y a un pleno ingreso de sus ciudadanos a la sociedad de la información, y por ende, a la sociedad del conocimiento.

El presidente prefiere preservar el negocio de las llamadas de Copaco –que cuestan 64 veces más que las llamadas por Internet- antes que optar por darles a los paraguayos mejores condiciones de acceso a la información mundial, al conocimiento y a la capacitación que tanto se necesita. Se mantiene así la capacidad de tan sólo 64 Kb de Copaco, mientras que en Bolivia, un país también atrasado, la velocidad es de 128 Kb. Y todavía hay más: el Paraguay es uno de los países menos competitivos del mundo en cuanto a tecnologías de la información, y el último en toda América Latina, según el último Informe Global de Tecnología de la Información.

Un país empobrecido, con graves carencias de educación, con docentes poco capacitados, con bibliotecas obsoletas, con escasas oportunidades y con enormes necesidades económicas, no puede darse el lujo de quedarse condenado al atraso tecnológico y excluido de la sociedad de la información, sólo por preservar un negocio a costa de la gente y no a favor de ella.

En la medida en que se siga tolerando el atraso de todo un país por culpa de la mediocridad o las prioridades particulares de los gobernantes de turno, seguirá creciendo la brecha entre los ricos y pobres, entre poderosos y excluidos, entre un país preparado y un país mediocre que se condena por su propia necedad. Si no gritamos ahora es señal de que ya pasamos al reino de los mudos.

(*) Periodista.
http://www.vivaparaguay.com/

sábado, 12 de mayo de 2007

La dignidad nacional

Por Héctor Farina (*)

En aquel ya lejano año de 1811, jamás se hubiese logrado la independencia si no se hubiese tenido dignidad. Coraje, sangre en las venas y la convicción de que se podía y que los paraguayos merecían libertad, una identidad y un futuro mejor. El Paraguay nunca se hubiera convertido en una república libre, soberana e independiente sin la dignidad de aquellos patriotas, sin su decisión de cambiar un sistema opresivo y sentar así las bases para una nueva nación.

Esa misma dignidad estuvo presente en el nacimiento de la patria, en su desarrollo, con la incorruptible defensa de la soberanía nacional bajo el gobierno del Dr. Francia, un celoso y honesto defensor de lo nuestro. Sin su coraje y lucidez posiblemente hoy seríamos una provincia o una colonia de un país extraño, un grupo de personas sujetas a una identidad impuesta, que no nos corresponde.

La dignidad paraguaya estuvo presente de la mano de los López, en las batallas internas por la educación y en las externas contra los invasores, los saqueadores que venían a destruir nuestro país. Hombres, mujeres, niños, ancianos... todos mostraron su coraje y amor a la patria dando su vida para defenderla, prefiriendo la muerte a manos del enemigo antes que la entrega de la dignidad.

Sobran los ejemplos dignos a lo largo de la Guerra de la Triple Alianza, como Curupaity, la hazaña de los niños en Acosta Ñu o las veces en que los heridos, lisiados, amputados y desangrados soldados se levantaban de sus camas y hacían que de un hospital surja una trinchera, un bastión infranqueable, un ejército de bravos guerreros que se olvidaban de sus dolores y salían a pelear por su país hasta el último esfuerzo.

¿Cómo no recordar además la dignidad de los héroes de la Guerra del Chaco, la honestidad de Eligio Ayala, la entereza de Estigarribia y el coraje nacional para ganar un conflicto en inferioridad de condiciones?

Imposible no mencionar a las mujeres paraguayas. Ellas reconstruyeron el país luego de la sangrienta Guerra de la Triple Alianza; ellas fueron las que se pusieron al frente de los campos de producción y de la economía durante la Guerra del Chaco, y lograron un crecimiento económico increíble; ellas son las que siguen luchando hoy para mantener hogares, educar hijos y hacer milagros de sobrevivencia en medio de condiciones muy adversas, pero con una entereza admirable.

A los enemigos de hoy los conocemos muy bien: son la pobreza, la corrupción, la falta de educación y de oportunidades, la decadencia... En este contexto, ¿se ha perdido la dignidad de ser paraguayos?

Claro que no, de ninguna manera. Todavía somos muchos los paraguayos dignos que estamos dispuestos a luchar por un país mejor, por superar la opresión de la pobreza y la ignorancia, por construir una república donde se respire un aire diferente a la corrupción y la miseria. Aunque divididos, aletargados quizás o encandilados por las injusticias y las precariedades, los paraguayos dignos siguen vivos. Y es hora de que despierten, de que despertemos todos, y empecemos a caminar por un camino llamado educación, y de la mano de la honestidad y la entereza.

Si siempre hemos sobrevivido en medio de adversidades, si de este país pequeño salieron genios como Mangoré, Paraná o Roa Bastos, si hoy hacemos historia en el deporte, si hoy somos muchos los que buscamos la superación en el exterior, si seguimos siendo paraguayos, está claro que podemos revertir la historia y reedificar el país. Con mucha educación, con honestidad, con iniciativas propias, y sobre todo, con mucha dignidad. Por un Paraguay verdaderamente independiente.

(*) Periodista
Publicado en http://www.vivaparaguay.com/

sábado, 5 de mayo de 2007

¿Superación o conformismo?

Por Héctor Farina (*)

“El hombre es una cuerda tendida entre el mono y el superhombre, una cuerda tendida sobre un abismo (…) El hombre es algo que debe ser superado”. Así se expresaba Zaratustra, el personaje por medio del cual el filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900) nos dio a conocer sus teorías sobre el superhombre y la evolución. En el libro Así hablaba Zaratustra (1883) se hace énfasis en la superación, en la transmutación de valores y en una filosofía vitalista que pone a la vida del hombre por sobre todas las cosas.

Si intentásemos ubicar a los paraguayos dentro de estos conceptos de superación, ¿dónde nos ubicaríamos? ¿Será que los paraguayos tendemos a la evolución o vivimos resignados al conformismo? ¿Qué hemos hecho y qué estamos haciendo para salvar el abismo del que nos habla Zaratustra?

Haciendo una radiografía del comportamiento del paraguayo, nos encontramos con expresiones populares que definen su posición: “Así nomás”, “ya da ya”, “vai vainte”, entre otras muchas que sintetizan una forma de conformismo. No se trata sólo del uso de frases, sino de una forma de comportamiento que se ha institucionalizado en la mentalidad del paraguayo y que hace que se vea como normal a las cosas mal hechas, a la mediocridad, la holgazanería y la falta de planificación y superación.

Deberíamos preguntarnos cómo podemos superarnos si siempre seguimos pensando y haciendo lo mismo, si antes de superar la corrupción se prefiere solucionar todo con una “coima”, con hacer la vista gorda y creer que así nomás luego tiene que ser…

¿Será que debemos conformarnos con tener siempre a los mismos políticos, repetir los mismos vicios y mantener las mismas carencias? ¿Saldremos adelante como sociedad y como país si nos conformamos con docentes poco preparados, con bibliotecas obsoletas, con la falta de educación y el desprecio a la lectura?

El principio de evolución o superación está en una decisión individual, en una actitud personal que nos diferencie de lo ordinario, de lo conformista y resignado, y de los vicios que corrompen a la sociedad. Si no asumimos -como personas primero y como sociedad después- el desafío de superarnos, de estar más capacitados, de ser más críticos, más honestos y trabajadores, de romper con las malas tradiciones como la corrupción, de aprender a sobrevivir por nuestros méritos y no de las limosnas públicas o el clientelismo, es evidente que no habrá mejorías.

Tenemos que tomar el timón de nuestras vidas y de la sociedad, para definir nuestro nuevo rumbo, en busca de mejores horizontes. El camino será largo y difícil, y lo tendremos que construir día a día, en un trabajo constante que permita superar nuestras limitaciones y vivir en una sociedad con mayores oportunidades de vida digna.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/