jueves, 19 de noviembre de 2009

Entender lo global y lo local en la economía


Por Héctor Farina Ojeda (*)

En los últimos años, el concepto de globalización ha sido uno de los más difundidos en los medios de comunicación. Sin embargo, a menudo pareciera que no acabamos de entender cuáles son los efectos de una economía globalizada y qué es lo que podemos hacer desde nuestra situación local. Y entonces, muchas veces, no comprendemos por qué una crisis en un país ajeno termina afectando a nuestra ciudad, nuestra comunidad o nuestra economía familiar.

Si pensamos por qué estamos en crisis, tenemos que remontarnos a la crisis inmobiliaria en Estados Unidos, a partir de la cual se generó una burbuja económica que explotó y derivó en una recesión en este país. Cuando su economía dejó de crecer y empezó a contraerse, los efectos alcanzaron a todo el mercado mundial. En el caso de México, los efectos se sintieron muy rápido en puntos estratégicos: la disminución de las exportaciones al mercado norteamericano (porque este bajó su consumo), la pérdida de empleos de mexicanos en ese país, lo que a su vez generó una caída de las remesas, es decir del dinero que envían los que trabajan en ese país y que constituye una de las cuatro principales fuentes de ingreso de México.

Igualmente, debido a la recesión en el vecino del norte también disminuyó el turismo, con lo que se afectó a otro de los principales rubros de ingreso. Si seguimos analizando, nos daremos cuenta de que como muchos países fueron fuertemente afectados por la crisis, disminuyeron su consumo de numerosos productos y esto afectó a varios rubros a nivel internacional. Otro aspecto que debe tomarse en cuenta es que en tiempos de crisis, las inversiones se retacean y es difícil atraerlas.

Ahora bien, si miramos lo local nos daremos cuenta de que se perdieron empleos, que las familias que recibían dinero de sus parientes en el extranjero empezaron a recibir menos o dejaron de hacerlo, que los comercios empezaron a disminuir su nivel de ventas y que muchas empresas se mantuvieron en la incertidumbre de si despedían gente o no. En lo local sentimos los efectos porque circula menos dinero, porque hay menos oportunidades de trabajo y porque la incertidumbre hace que la gente cuide más lo que compra, lo que invierte y lo que proyecta.

El problema que tenemos ahora es cómo solucionar un problema global desde nuestra posición local. El filósofo Zygmunt Bauman dice que justamente es muy difícil que encontremos una solución a los problemas de la globalización porque no hay un organismo que abarque aspectos globales sino que todos se ocupan de sus propios problemas locales.
Sin embargo, ayer el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, luego de cuestionar la mala preparación mexicana para enfrentar la crisis, nos habló de algo sobre lo que hemos venido insistiendo desde este espacio radial: necesitamos invertir más en educación, en ciencia y tecnología y en infraestructura.

Pero, en este campo, no solo debemos pensar en materia global o nacional, sino como una inversión de nuestra economía familiar y personal. Si aprendemos a usar mejor nuestros recursos, como por ejemplo los que percibimos por nuestro trabajo o por las remesas, podemos hacer que eso redunde en nuestro beneficio, para fortalecernos y estar mejor preparados cuando nos lleguen problemas externos. Desde nuestro espacio local podemos mejorar nuestra educación y la de nuestras familias, podemos exigir y promover la inversión en tecnología, así como reclamar a las autoridades que prioricen las inversiones en la infraestructura.

Si bien no tenemos el poder para evitar los golpes de la economía global, tenemos la capacidad necesaria para prepararnos y hacer que nuestra economía familiar y local sea más fuerte, sobre la base de tener más capacidad para producir, para crear oportunidades y para saber cómo aprovechar mejor lo que tenemos.

(*) Periodista. Master en Ciencias Sociales.
Comentario editorial del Noticiero de Radio UDG Ocotlán, Jalisco, México

domingo, 15 de noviembre de 2009

Entre recuperaciones y pronósticos


Por Héctor Farina Ojeda (*)

Al tema de los impuestos, que dominó gran parte de la agenda mediática en México, se sumaron otros dos temas dignos de análisis en el mundo económico: el primero de ellos, el fin de la recesión de la economía mexicana anunciado por el Gobierno, nos habla en forma esperanzadora de que se está saliendo de una de las crisis más graves de las últimas décadas. El segundo tema quizá no fue tan llamativo, pero deberíamos tomarlo como una seria advertencia para nuestro futuro: si no hacemos algo, la competitividad en América Latina será igual a la de África en unos 50 años, de acuerdo a lo establecido por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).

Esto nos coloca frente a dos escenarios: el de una recuperación de la economía, por un lado, y el de las proyecciones negativas para el futuro, por el otro lado. Si pensamos en el fin de la recesión anunciada por el Gobierno, tenemos que esto se debe a la recuperación de la economía de Estados Unidos, el principal socio comercial de México. Si bien el anuncio de que en el trimestre anterior hubo un crecimiento del 2.7% en la economía mexicana y se crearon 200 mil empleos es alentador, tenemos que pensar cómo se logrará que el crecimiento sea sostenido y se tengan las condiciones necesarias para no estar a merced de nuevos efectos negativos en los mercados internacionales.

Precisamente, es en este punto en donde impactan las declaraciones de la CEPAL sobre la competitividad en América Latina: "Yo creo que en Latinoamérica la tendencia futura, si miro a 50 años, es África", dijo en Bogotá la economista argentina de la CEPAL, Graciela Moguillansky. "Los países en Latinoamérica no están trabajando lo suficiente para ser competitivos: ¿Cuáles son los recursos que están poniendo para impulsar los nuevos sectores? (...) nada, no hay nada de eso en la región, por eso cada vez está peor", destacó la economista.

En otras palabras, nos están diciendo que producimos mal, que la calidad de lo que producimos irá disminuyendo y que nuestra capacidad no está siendo desarrollada como debiera. Estas declaraciones deberían hacernos reflexionar sobre qué es lo que no hemos hecho en todo este tiempo, para que hoy sigamos teniendo economías débiles, poco competitivas y que están quedando relegadas frente a las de otros países, como los asiáticos, que mejoran todos los días.

Dejar de pensar en lo inmediato y buscar una proyección para las siguientes generaciones, debería ser uno de los ejes rectores de cualquier economía. En América Latina somos ricos en recursos naturales, tenemos petróleo, gas, producción agrícola, ganado, minerales… pero si no tenemos la capacidad de explotar esa riqueza, seguiremos siendo pobres.

Para mejorar nuestra competitividad tenemos que mirar a los países que progresan e imitarlos: capacitar más a nuestra gente, invertir más en la formación profesional, promover la creación de empresas y sobre todo apuntar a la innovación en cuanto a lo que producimos. Debemos pensar estratégicamente en tener gente más preparada, que sepa producir de acuerdo a las necesidades de los tiempos actuales y que tenga la visión necesaria para hacer un sistema de oportunidades en el que seamos capaces de competir y de aprovechar cada ventaja que construimos.

(*) Periodista. Master en Ciencias Sociales.
Comentario editorial del Noticiero de Radio UDG Ocotlán, Jalisco, México.

La inversión en tecnología

Por Héctor Farina Ojeda (*)

La propuesta de aplicar un impuesto del 3% a las telecomunicaciones, sobre todo a Internet, nos plantea interrogantes que debemos responder para saber hacia dónde va México: ¿qué tanto invertimos en tecnología?¿Cómo se encuentra el país en cuanto a desarrollo tecnológico? y ¿qué estamos haciendo para mejorar nuestra competitividad en materia tecnológica?

Ciertamente, antes de enfrentar estas interrogantes, pareciera que tenemos que volver a una discusión que no debería darse: si se aplica impuestos a Internet o no. En un mundo globalizado en donde los países de mayor desarrollo tecnológico y acceso a la información son los que más progresan, parece un contrasentido intentar cobrar más por un servicio que debería tender a ser menos costoso para facilitar el acceso a más gente.

Mientras que en países como Estados Unidos, los países nórdicos, como Suecia y Noruega, y otros de un crecimiento económico sostenido como Singapur y Finlandia, el acceso a Internet es sumamente sencillo para toda la población, en México y en América Latina seguimos rezagados. Y ciertamente los países ricos invierten en tecnología y en las comunicaciones porque saben que en la era de la información y el conocimiento necesitan estar comunicados con el mundo y mantenerse a la vanguardia en la producción de conocimientos.

La inversión en tecnología no es un capricho: es una necesidad en los tiempos actuales que puede convertirse en un gran detonador del empleo, las inversiones y el crecimiento económico. Hace 15 años, Finlandia estaba en crisis: con el sistema financiero al borde de la quiebra, con el sector empresarial en la banca rota y con unas tasas de desempleo y pobreza realmente escandalosas. Su manera de corregir la situación fue duplicar su inversión en ciencia y tecnología: hoy en día cuentan con la empresa de telefonía celular más importante del mundo, desarrollada sobre la base de gente capacitada en las mejores universidades, y además poseen los índices de calidad de vida y desarrollo humano más elevados del planeta. Invertir en tecnología y aplicar los conocimientos, fueron la base para que hoy tengan un país más rico y menos injusto.

Pensar en mejorar nuestra tecnología y en invertir más en facilitar el acceso, es uno de los retos que hoy debe asumir México si quiere convertirse en un país de más desarrollo y más oportunidades para todos. No solo debemos descartar la idea de más impuestos a lo tecnológico, sino que debemos buscar la forma de captar más inversiones en este sector.

Un mecanismo que merece ser estudiado es el que usa Estados Unidos, en donde las empresas privadas pueden invertir en ciencia y tecnología y en las universidades en vez de pagar impuestos. Esto implica que los recursos van directamente a la educación y al desarrollo tecnológico. Universidades prestigiosas como Harvard se financian por medio de este mecanismo.

Necesitamos pensar en excepciones impositivas, es decir no cobrarle impuestos a aquellas empresas que invierten en la educación, la ciencia y la tecnología. Nuestro desafío pasa invertir más para mejorar la capacidad de producción y creación, de manera que podamos generar las oportunidades que el país necesita.

(*) Periodista. Master en Ciencias Sociales.
Comentario editorial del Noticiero de Radio UDG Ocotlán, Jalisco, México

lunes, 2 de noviembre de 2009

Aprovechar la oleada económica

Por Héctor Farina Ojeda (*)

El anuncio de que en el año 2010 la economía mexicana se recuperará y crecerá alrededor del 3%, impulsada por la recuperación de Estados Unidos que proyecta un crecimiento cercano al 2%, nos ubica frente a un escenario de bonanza que, sin embargo, no deja de presentar incertidumbres. Por un lado, tenemos que tras una fuerte caída de la economía, de los empleos y de las proyecciones a nivel país, debido a la crisis iniciada en el vecino del norte, hoy se anuncian signos alentadores en el principal motor económico mundial, lo que repercutiría de manera positiva en todo el mundo, especialmente en México, cuyo principal socio comercial es, precisamente, Estados Unidos.

Igualmente, la recuperación de los países asiáticos, sobre todo China, abre un camino interesante para América Latina, debido a que son grandes compradores de lo que producimos, como los productos agrícolas y mucha materia prima.

Sin embargo, el problema que debemos plantearnos es cómo aprovechar la coyuntura económica favorable para construir un modelo de desarrollo dinámico y estable, que no dependa solo de la situación de otros países o de las oleadas de la economía mundial. Algo que debemos aprender es que con un crecimiento moderado que se debe a factores externos no podremos asegurar más que una mejoría transitoria, que así como vino se irá.

El desafío que existe es aprovechar en lo posible el empuje de las grandes economías para construir mejores oportunidades internas. Esto implica aprender a invertir mejor los recursos del Estado y los recursos de cada uno. Por ejemplo, invertir en infraestructura, en carreteras, en tecnología y en educación es una buena forma de asegurar que las ganancias momentáneas de hoy se transformen en riqueza para las siguientes generaciones. Invertir en el conocimiento, para que podamos transformar nuestra forma de producir, así como la calidad de aquello que producimos, es fundamental para pasar de una economía que vende materia prima a una que puede procesar y vender productos ya elaborados.

Esto mismo deberíamos pensarlo en pequeña escala en nuestra economía familiar: invertir mejor lo que ganamos o lo que ahorramos, para poder sacarle el mayor provecho. Un ejemplo de esto lo podríamos ver en el caso de las remesas, que constituyen ingresos venidos desde fuera, y que si se aprovechan para mejorar la educación, para hacer nuevos proyectos o para impulsar una microempresa, pueden servir no solo para un momento sino para una proyección al futuro.

Si no aprendemos a invertir más en nosotros mismos, a construir proyectos con miras a la siguiente generación, y a buscar transformar una oportunidad en un sistema de oportunidades, seguiremos dependiendo de las mejorías ajenas para poder mejorar nosotros. Tenemos que construir sistemas económicos propios y dinámicos, sobre la base de invertir más en la capacitación de nuestra gente.

(*) Periodista. Master en Ciencias Sociales
Comentario editorial del Noticiero de Radio UDG Ocotlán, Jalisco, México.