martes, 18 de noviembre de 2008

Finlandia y su respuesta a la crisis

Por Héctor C. Farina

Cuando Finlandia se vio sumergida en una grave crisis económica a principios de los 90, debido a la caída de la ex Unión Soviética –su principal socio comercial-, su sistema financiero quedó al borde de la bancarrota, el sector productivo se hundió, las empresas bordeaban la quiebra y el desempleo se disparó al 20%. En medio de esta crisis, no fueron las recetas tradicionales de auxilio -como los préstamos- las que se utilizaron para que este país hoy sea un referente del desarrollo y la prosperidad económica. La respuesta finlandesa a la crisis se basó en la educación y en una mayor inversión en ciencia y tecnología.

Los finlandeses comprendieron que ante una situación crítica tenían que establecer nuevas estrategias para enfrentar los cambios en un mundo globalizado. Por ello, estudiaron las tendencias de los mercados para ver hacia dónde apuntar en busca de actividades productivas en las que pudieran lograr competitividad a nivel mundial. El resultado fue una apuesta fuerte por el conocimiento: se duplicó la inversión en ciencia y tecnología (hoy ronda el 4% del PIB) y con ello se fortalecieron los sistemas de investigación e innovación. El Gobierno desarrolló una política de Estado, con el acompañamiento del sector privado, en donde se priorizó la educación, desde las aulas de la enseñanza básica hasta los centros de investigación científica. Hoy, este país es líder mundial en comunicaciones, tiene uno de los índices más elevados de desarrollo sustentable y cuenta con uno de los mejores sistemas educativos del mundo.

El conocimiento es el principal capital de los finlandeses. Ellos lo comprenden y por eso tienen una cultura que los lleva a invertir siempre en la formación de los recursos humanos y a cuidar de la transparencia y la eficacia en el manejo de los recursos para la educación. Actualmente destinan cerca del 6% de su PIB a la educación, aprovechando al máximo cada inversión. Son los más rigurosos del mundo en cuanto a la selección de los maestros: para llegar a dar clases es obligatorio cursar por lo menos seis años en la universidad y pasar por estrictos filtros de selección. De esta manera, se aseguran de que sus hijos recibirán educación de calidad y que como resultado del proceso de aprendizaje se tendrán ciudadanos preparados, capaces de competir en los niveles más altos. Los maestros son la base del éxito del sistema educativo finlandés y los responsables de que haya gente capaz de producir competitivamente y hacer crecer la economía del país.

El caso de Finlandia es un ejemplo de cómo podemos convertir al Paraguay en un país de mayores oportunidades para todos. Aunque no apliquemos el mismo modelo, deberíamos ponernos de acuerdo para trazar un camino claro que nos lleve a tener una mejor educación para todos. Necesitamos hacer de la política educativa una cuestión de Estado, en donde todos los estamentos aporten para la construcción de un sistema eficiente de capacitación de los paraguayos. No podemos seguir con el juego de hacer reformas que sólo sirven de fachada y que deben volver a ser reformadas cada vez que cambiamos de idea o de autoridades.

El Paraguay necesita por lo menos duplicar su inversión actual en educación, así como establecer mecanismos eficientes de promoción y selección de docentes. Tenemos que invertir mucho más en infraestructura y capacitación, en la adquisición de tecnología y en el desarrollo de investigaciones científicas. Y para ello necesitamos una estrategia clara, que incluya al sector privado, y que nos lleve a gastar más y mejor en la formación de los ciudadanos. Debemos entender que el conocimiento es el capital más importante y que la mejor forma de construir un país más justo es invirtiendo en la capacitación de la gente.

www.vivaparaguay.com

1 comentario:

FRod dijo...

Con lo de Finlandia me viene a la mente la situación actual de Islandia, uno de los países más afectados por la recesión europea.
Por cierto, te recomiendo que actives el widget "seguidores", está interesante.