lunes, 28 de julio de 2008

La teoría del muégano

Por Héctor Farina (*)

En un intento por explicar una cierta forma de comportamiento tradicional de la sociedad mexicana, el sociólogo Fernando Escalante Gonzalbo -en su libro Estampas de Liliput. Bosquejos para una sociología de México- propone lo que denomina la “teoría del muégano”. Para comprender el término “muégano” conviene precisar que se trata de un dulce hecho a base de miel, melaza o caramelo con que se pegan trozos de pasta. Es un típico dulce mexicano de harina al que se le va pegando el caramelo. En este sentido, Escalante hace una analogía y establece que el muégano es una forma de sociabilidad caracterizada por la aglomeración, sobre una base personal, de vínculos económicos, profesionales, políticos, de cuya mezcla resulta una confusión de ámbitos funcionales.

Por medio del muégano, se establece un sistema denso y confuso de relaciones personales, con límites imprecisos y con la dificultad de poder salirse del círculo. Lo concreto es que con el muégano prevalecen las obligaciones personales sobre cualquier otro criterio a la hora de tomar decisiones. Esto nos lleva a la facilidad con la que se rompen las reglas, porque primero hay que atender las necesidades de un compadre, los pedidos del pariente, hay que pagar los favores que se le deben a un amigo y procurar ganar la lealtad de un conocido al que luego le podríamos pedir ayuda. En síntesis, se busca endulzar, asociarse y acomodarse en el entramado de las relaciones, en base a favores y privilegios personalizados.

De hecho –explica el sociólogo- la mayor virtud del muégano es su naturaleza pegajosa, su capacidad para crecer sumando arrimados, parientes, allegados, parientes de conocidos de arrimados, y prohijando contactos: ya sea un jardinero, un vendedor, un policía, un político… A estos contactos se los valora de acuerdo a su eficacia y su lealtad. No se valora el que sean justos, correctos o que cumplan con todas las reglas. Al contrario, lo que sirve es que siempre pueden hacer una excepción para saltar por encima de las normas y darle una ayuda al amigo, al compadre, al contacto. De esta manera, se confía más en el muégano que en el sistema institucional. Se acude al amigo antes que a la instancia oficial.

Esta forma de relación, pegajosa cual dulce mexicano, parece muy común en los países de América Latina, en los que aún prevalecen el amiguismo, el compadrazgo y el nepotismo. Aunque cada país tiene su peculiar mecanismo y podría definir con un término propio la relación en forma de muégano, lo cierto es que los esquemas de dependencia se mantienen vigentes y como resultado de ello se prefiere al amigo que al más idóneo, al compadre que al profesional, al “arreglo” con un conocido antes que al cumplimiento de la ley. Con el muégano todo se puede negociar, desde un trámite burocrático hasta un puesto de empleo; desde una excepción en el cumplimiento de la ley hasta una recompensa por haberla cumplido.

Escalante advierte que el problema radica en que el muégano, como una forma de organización social, obstaculiza la especialización, interfiere con el funcionamiento normal y autónomo de los diversos ámbitos, en la medida en que todo puede subordinarse a su propia lógica. Si se premia al que no se lo merece en tanto se le niega el reconocimiento al que sí lo merece, se tiene como resultado un sistema torcido en donde se desincentivan el esfuerzo y la capacitación, en donde la superación personal no siempre termina en una mejoría.

Este bosquejo sociológico debería hacernos pensar en qué tipo de país queremos y cómo lo vamos a construir. Para poder progresar necesitamos una sociedad de gente preparada, con un nivel alto de capacitación, y no una sociedad en donde las virtudes o el trabajo puedan ser reducidos a una relación de amiguismo. Necesitamos ser más críticos con nuestras autoridades y no tolerar que los cargos públicos sean ocupados por cualquier hurrero cuyo único mérito es haberse mantenido fiel a un partido o un político. Es hora de pensar si realmente se quiere mejorar y aprender a valorar la educación, la capacidad y la honestidad de las personas. O, de lo contrario, si se prefiere mantener un sistema en el que sólo se benefician los que tienen al mejor padrino de turno.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

lunes, 21 de julio de 2008

La justicia torcida

Por Héctor Farina (*)

La escritora sueca Selma Lagerlöf –la primera mujer en obtener el premio Nobel de Literatura, en 1909- relata una anécdota que permite graficar la facilidad con que la justicia puede ser torcida y desvirtuada por las personas. Se trata de un episodio de la obra El anillo de los Löwensköld, en el que tres campesinos son detenidos, acusados de haber robado el anillo del viejo general Löwensköld. El anillo -una joya familiar- fue arrancado del cadáver del general, que había sido enterrado con sus mejores galas.

Los tres sospechosos fueron juzgados, pero como no había suficientes elementos para establecer la culpabilidad de alguno de ellos, se decidió que sería la justicia divina la encargada de condenar al culpable del robo, en vista de que la justicia de los hombres fue incapaz de llegar a la verdad en aquel caso. El mecanismo utilizado se basaría en el azar: cada uno de los tres acusados tiraría un dado y el que obtuviera el menor número sería condenado y ejecutado, pues quedaría claro que la justicia divina lo pondría en evidencia al negarle la suerte.

En el inicio del curioso procedimiento, el primer hombre lanzó el dado y obtuvo un “seis”, la mayor cantidad posible. Sintió alivio pero reprimió cualquier gesto, pues su suerte también indicaba que alguno de sus dos amigos obtendría una cifra menor y sería condenado. Le tocó el turno al segundo de los acusados, quien lanzó el dado y también obtuvo un “seis”. La tristeza lo embargó a pesar de su suerte, pues con esto quedaba claro que el último en ser evaluado por el destino sería, inexorablemente, el responsable del robo y, por ende, el merecedor del castigo. En ese trance, el último de los acusados tiró el dado, casi con resignación, pero, para sorpresa suya y de los demás, también obtuvo un “seis”.

La alegría de los tres hombres explotó: no quedaban dudas de que la gracia celestial estaba con ellos, pues todos habían obtenido la puntuación más alta, que los alejaba de la culpa. Pero la euforia duró poco, pues el tribunal de los hombres interpretó que si los tres habían obtenido la misma puntuación, entonces todos tenían el mismo grado de culpabilidad. La sentencia fue clara: los tres eran igual de ladrones. Y, por lo tanto, fueron castigados con la pena de muerte.

Este peculiar relato podría utilizarse para reflexionar sobre la realidad paraguaya, en donde ya es moneda común ver que la justicia puede ser torcida mediante las interpretaciones más aberrantes, las triquiñuelas y las chicanas más descaradas. Deberíamos pensar en qué tan útil puede ser la justicia si siempre está supeditada a las interpretaciones que favorecen a los que corrompen, a los tramposos que sacan provecho de las falencias institucionales o la falta de honestidad de los jueces. Un sistema judicial endeble, permeable y manipulable, que permite que un presidente viole la Constitución Nacional en cuanta ocasión le dé la gana, no puede garantizar una verdadera justicia. No puede ni acercarse a aquella definición de Aristóteles que decía que la justicia es “darle a cada uno lo que le corresponde”.

Se habla mucho de la necesidad de una reforma de las instituciones judiciales, pero lo que en realidad se requiere es un sistema jurídico íntegro que se base en la honestidad de los encargados de impartir justicia. No se trata de hacer ruido afirmando que se va a “pulverizar” a una determinada Corte, para luego tener otra igual de servil y arbitraria. El Paraguay se prepara para iniciar una nueva etapa de gobierno y no puede seguir arrastrando las miserias de administraciones anteriores. Es un reto y una obligación que el nuevo gobierno le devuelva la credibilidad a las instituciones y que se establezcan sistemas eficientes que garanticen una verdadera justicia, independiente y con la solvencia necesaria para no dejarse torcer al antojo de cualquiera.

(*) Periodista
www.vivaparaguay.com

domingo, 13 de julio de 2008

Energía, negligencia y consecuencias

Por Héctor Farina (*)

La calamitosa situación que se vive en el país por la insuficiente provisión de diésel es el resultado de la negligencia, la imprevisión y la corrupción de las autoridades en el manejo de la cuestión energética. No hay un plan energético ni una política de combustibles, por lo que se suceden las administraciones, se repiten las promesas y los escándalos, y, como consecuencia, se termina en el caos. El intento de atender los problemas del sector de combustibles siempre pasó por la aplicación de medidas transitorias, de parches temporales que nunca vislumbraron una solución de fondo. Hoy, los resultados están a la vista: el país sufre por el desabastecimiento, el transporte público está al borde del paro, los sectores productivos tienen dificultades para transportar sus productos, y todo esto desata una cadena de consecuencias perjudiciales para todos.

Cuando se decidió comprar diésel directamente de PDVSA (Petróleos de Venezuela S.A.), el único beneficio era el financiamiento, que permitiría “patear hacia delante” la deuda de Petropar (Petróleos Paraguayos). Es decir, ganar tiempo y pagar después. Se supone que esto serviría para estabilizar las finanzas de Petropar e invertir los recursos en la producción de combustibles alternativos, como el biodiesel y el alcohol. Los resultados indican hoy que la deuda de la petrolera estatal se ha incrementado en forma notable -superando los 320 millones de dólares-, mientras que no se ven los resultados beneficiosos que se esperaban. Los problemas siguen en la planta alcoholera de Troche, se mantienen las quejas de los cañicultores y no se ven las mejorías en la producción.

La falta de una planificación seria se nota en los resultados. Por ejemplo, en la desfachatez con la que se maneja la Industria Nacional del Cemento (INC). Cerca de 10 presidentes de la entidad en los últimos 10 años prometieron que cambiarían la matriz energética de la cementera, de manera que reemplazarían el fuel oil por coque, y con eso se tendría un ahorro importante. Enarbolaron ante los medios la promesa de cambio y se jactaron de los beneficios que obtendrían, pero hasta hoy se sigue dependiendo del fuel oil y de las elevadas cotizaciones en el mercado internacional. Con cada aumento del combustible, a la vieja cementera le cuesta más producir y tiene que reajustar los precios de sus productos, con lo que pierde competitividad y no puede satisfacer las necesidades del mercado. Todo esto repercute en sectores estratégicos como el de la construcción, y con ello se frenan el desarrollo y la posibilidad de generar empleos.

Mientras el país sufre por el aumento constante de los combustibles derivados del petróleo, no aprovecha como debería sus recursos energéticos como la electricidad. En vez de usar sus recursos propios para el desarrollo, depende en exceso de los que no tiene.

El Paraguay tiene energía eléctrica suficiente para impulsar numerosos proyectos que pueden contribuir al desarrollo del país y a reducir la dependencia de los combustibles fósiles. Una buena planificación del gobierno podría llevar a la construcción de un sistema de trenes eléctricos, que podrían solucionar en parte el problema del caos vehicular en Asunción y el área metropolitana, así como disminuir la dependencia del gasoil. Utilizando la energía eléctrica paraguaya de Itaipú se podría alimentar un sistema de trenes para unir puntos estratégicos del país, con lo que se mejoraría la comunicación y se facilitaría el traslado de los productos.

Hace falta una planificación seria para atender las necesidades energéticas con miras al desarrollo. La producción de combustibles alternativos, como el alcohol y el biodiesel, debe ser impulsada con fuerza, así como el aprovechamiento de la energía eléctrica para incentivar la radicación de industrias. La construcción de un sistema de trenes debería ser analizada pensando en los beneficios que traería en cuanto al transporte, los costos, los empleos y el mejor uso de la electricidad excedente. Si no se planifica como se debe, es un hecho que seguiremos a expensas de la negligencia y sus nefastas consecuencias para el progreso.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

miércoles, 9 de julio de 2008

El periodismo en línea y los blogs

Por Héctor Farina (*)

La aparición del periodismo en línea o periodismo digital, marcó un punto de inflexión en la manera en la que se transmiten las informaciones a la gente. Se rompieron las barreras de la distancia, se multiplicó el tráfico de la información, se ganó en velocidad y se fueron incorporando nuevas herramientas que acercaron a los lectores a las fuentes de información.

Dentro de su proceso evolutivo, los periódicos en línea se fueron diferenciando de sus ediciones impresas, pasando de una etapa en la que se conformaban con tener ediciones “espejo” de sus versiones en papel, a otra en la que fueron apropiándose de herramientas tecnológicas y estableciendo diseños propios. De esta manera, paulatinamente se fueron incorporando herramientas como los buscadores, enlaces, archivos, gráficos animados, sonido y videos. Se crearon más espacios para que los lectores puedan expresarse e interactuar, como los foros, los sitios destinados al lector, la posibilidad de comentar noticias y los blogs.

Y en ese sentido, la aparición de los blogs o bitácoras es uno de los fenómenos más llamativos dentro del ciberespacio, no sólo como una apropiación de los diarios y sitios informativos, sino como un espacio abierto personalizado mediante el cual las personas pueden expresarse libremente. Cada día el número de estas bitácoras aumenta de manera exponencial -algunos tecnólogos afirman que cada dos minutos se crea un blog-, lo que demuestra la popularidad que en poco tiempo ha adquirido este medio de expresión.

Los usos, los temas y las aplicaciones son tan ricos como diversos. Están los blogs de los periodistas en el interior de los mismos periódicos, como una forma de facilitar la respuesta de los lectores a los artículos periodísticos; igualmente, proliferan los blogs que los periódicos destinan exclusivamente a los lectores, para que sean ellos quienes hagan sus noticias, suban sus fotos y videos. Además de los medios tradicionales, los periodistas ahora necesitamos de estos espacios propios para la difusión de nuestras ideas y para decir todo aquello que en ocasiones no podemos decir usando los mecanismos tradicionales de la prensa.

Pero el uso más difundido es el de las bitácoras propias, los espacios personales en donde cada quien cuenta su historia o simplemente dice lo que quiere, plasmando sus palabras en el ciberespacio. Miren el caso de la bloguera cubana Yoani Sánchez, que mediante su blog Generación Y ha logrado romper el cerco de la censura en Cuba y dar a conocer al mundo sus vivencias cotidianas en la isla caribeña. Este blog, pese que fue bloqueado en varias ocasiones por el gobierno cubano, hoy tiene un promedio de un millón de visitas al mes y se ha convertido en un foro de discusión en el que miles de personas, de distintos lugares, participan diariamente. La palabra ha ganado su libertad en el ciberespacio, pues la naturaleza de la red de redes va más allá del autoritarismo de los gobiernos.

El fenómeno de los blogs hoy es de tal importancia, que en un futuro no demasiado lejano los historiadores hurgarán en nuestras bitácoras para saber cómo éramos en este tiempo, de la misma forma en que los arqueólogos buscan arrancarle a la tierra los secretos de las antiguas civilizaciones. Estamos en una era marcada por el avance tecnológico, en donde las posibilidades de expresarse y conectarse al mundo van en constante crecimiento y ya no son privilegios de unos pocos.

El periodismo en línea y sus nuevos espacios de interactividad, así como los blogs, las comunidades virtuales y otros espacios, hoy son una puerta abierta a la libertad de expresarse, a participar y ser protagonistas desde nuestras opiniones y nuestras experiencias.

(*) Periodista

Publicado en Intellego Digital

domingo, 6 de julio de 2008

Conectarnos al mundo

Por Héctor Farina (*)

Una necesidad imperiosa para el Paraguay es dejar de ser una “isla rodeada de tierra”, como la definiera en alguna ocasión Augusto Roa Bastos. El aislamiento al que fue sometido el país durante la dictadura, tanto en lo cultural como en lo económico, todavía mantiene algunos hilos que nos ligan al atraso y nos impiden despegar hacia el desarrollo. Todavía no se ha decidido en forma seria tomar el camino del progreso y dejar atrás los modelos que no han funcionado. No se ha optado por convertir a la educación en el vehículo que nos lleve a mejores niveles de competitividad, desarrollo y calidad de vida, ni se ha establecido una política de construcción de obras que faciliten las comunicaciones en el país.

El aislamiento es uno de los peores males en un mundo globalizado, en el que las economías se entrelazan y negocian en tiempo real, formando redes de intercambio de mercancías e información. El costo que pagan los países por no poder conectarse a los circuitos internacionales es cada día mayor, de manera tal que en la medida en que más difícil resulte conectarse al mundo, habrá más probabilidades de quedar rezagados.

En este contexto, el Paraguay se enfrenta a numerosos desafíos para subirse al tren del progreso: necesita hacer crecer la economía y para ello requiere de la competitividad de su producción y de su acceso a los mercados internacionales. Con un mercado local demasiado limitado, se necesita exportar y crecer hacia fuera. Pero, en contrapartida, la mediterraneidad le cuesta al país 43% más que a cualquier país con salida al mar. Y además del sobrecosto por ser mediterráneos, se debe pagar por la falta de rutas en buen estado, por los malos caminos, la falta de puertos y aeropuertos, y por la negligencia de nuestros gobernantes que no han entendido que la infraestructura para la comunicación es fundamental si queremos progresar.

Con una ubicación estratégica en el corazón de Sudamérica, Paraguay debería ser el centro del tránsito de la región. Con la construcción de una ruta buena en el Chaco, el corredor bioceánico podría convertirse en el camino más corto para los productos que buscan los puertos chilenos, con rumbo al Pacífico. Y con una infraestructura aeroportuaria buena, el país podría convertirse en nexo de los vuelos de la región, facilitando el tránsito de cargas y pasajeros. Pero la falta de planificación, la negligencia y la corrupción tuvieron como resultado que durante años se gastaran fondos millonarios en mantener esquemas de clientelismo, en vez de construir las obras de infraestructura que reduzcan el costo país y mejoren así la competitividad.

A los problemas de aislamiento físico que se arrastran desde hace años, ahora hay que sumarle los inconvenientes que existen para conectarse al mundo digital. Vivimos en un tiempo en el que la preponderancia está en los flujos de información, en donde es una necesidad imperiosa acceder a la información y, por ende, al conocimiento, pero nuevamente los hilos del atraso nos limitan y hacen que se priorice a los monopolios antes que a los ciudadanos. La conexión a Internet en el país es no sólo la más cara de la región, sino la menos rápida y eficiente. Y el precio que se paga por esta situación puede traducirse como más atraso para todos.

La necesidad de conectarse al mundo que tiene el país ya no puede ser postergada. El gobierno que se apresta a asumir debe cambiar la política de tapar baches y hacer negociados que solo favorecen a los amigos, y en su lugar debe establecer una política en la que se fomente la construcción de obras de infraestructura que faciliten las comunicaciones y reduzcan el costo país, con lo que la producción nacional ganará competitividad para acceder a los mercados internacionales. Se necesita mejorar la conectividad a Internet, reducir los costos y disminuir la brecha digital.

Cuando veamos los planes y las obras del nuevo gobierno, sabremos si se apunta al crecimiento y al progreso, o si sólo se seguirá con el esquema de tapar baches y seguir atados al atraso.

(*) Periodista
www.vivaparaguay.com