domingo, 28 de octubre de 2007

Percepciones paraguayas

Por Héctor Farina (*)

La percepción que tienen los paraguayos de sí mismos es un ejemplo claro del relativismo y de las contradicciones en las que se cae todos los días. Desde la vivencia cotidiana en el Paraguay nos vemos de cierta manera, creyendo que somos exclusivos en el mundo en ciertos comportamientos, pero desde el exterior nuestra visión cambia. Y no solo se puede ver de otra manera, sino que la percepción que se tiene de los paraguayos en el exterior es muy diferente a la que se piensa desde dentro: no nos ven como corruptos, avivados y oportunistas como los paraguayos nos calificamos a menudo.

Nos miramos como holgazanes y como aventureros, como oportunistas y aprovechados, y aparecemos en los puestos encumbrados del ranking de percepción de la corrupción de países. Creemos que “sólo en Paraguay” ocurren ciertos hechos, como que haya presidentes ladrones, políticos corrompidos, borrachos en las esquinas, servicios deficientes y profesores holgazanes…Se cree que “sólo en Paraguay” hay vicios y pobreza, basura en las calles, baches y funcionarios públicos que no cumplen con sus obligaciones.

Los paraguayos invocan países extraños para nombrar lo que no tienen o para tratar de explicar lo que necesita el país: se habla del trabajo en España o en Estados Unidos, del crecimiento sostenido de Chile y de la educación en países más desarrollados. Pero, curiosamente, la percepción de sí mismos y de la cultura paraguaya cambia cuando se imaginan en otro lugar, como si el hecho de cambiar de sitio significara mucho más que un simple desplazamiento de un espacio a otro e implicara un inmediato cambio de conducta.

La realidad es que el pesimismo y la desesperanza, consecuencias del empobrecimiento y de la falta de oportunidades, hacen que nos veamos más malos de lo que en realidad somos, con menos esperanzas de cambio de las que realmente tenemos. La visión del Paraguay y de los paraguayos desde el exterior es muy diferente, pues no se ve un país deprimido y acabado, sino uno que curiosamente se hunde en su depresión cuando tiene miles de bondades y oportunidades que se deberían aprovechar para salir adelante.

En el Paraguay no hay desgracias naturales, como terremotos, volcanes, huracanes, tifones, nevadas, sequías prolongadas, inundaciones a gran escala u otros fenómenos. Se tiene una población que no llega a los siete millones de habitantes, hay todavía mucha vegetación y recursos naturales, no hay problemas de segregación racial o religiosa, y se cuenta con una enorme riqueza como las hidroeléctricas, además de las incalculables reservas de agua dulce del acuífero Guaraní. Pero antes que pensar en las bondades, se apunta a lo malo, a lo vicioso y corrompido, creyendo que eso es algo exclusivo.

En el Paraguay nos quejamos mucho de la falta de educación y de las pocas ganas de estudiar, pero en el exterior los paraguayos sobresalen como estudiantes. Son ejemplos de dedicación y talento en países como México, España y Estados Unidos. Lo mismo pasa con el trabajo, pues los paraguayos se quejan de que no hay oportunidades en el país y se tildan de haraganes, pero en el exterior son reconocidos como trabajadores incansables.

La realidad es que los paraguayos somos mucho más de lo que creemos, mucho más que un marcado pesimismo que nos abruma. Pero el país se siente desesperanzado y por eso cae en el error de considerar que las oportunidades están afuera, cuando en realidad las oportunidades están en nosotros mismos, en nuestra actitud de cambio, de reclamo, de protesta y de sacrificio. Si al salir al exterior los paraguayos demostramos que somos muy buenos como trabajadores, como estudiantes, deportistas, artistas y como ciudadanos… ¿por qué no podemos cambiar nuestra actitud y empezar a demostrar eso mismo dentro de nuestro propio país? Nada se cambiará si se mantiene la percepción de que no podemos, o si esperamos ir al exterior para cambiar de actitud.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

domingo, 21 de octubre de 2007

Dramaturgia y personajes

Por Héctor Farina (*)

El Retrato de Dorian Gray, la novela fantástica del escritor irlandés Oscar Wilde (1854-1900), presenta una anécdota que deja una enseñanza clara que todavía no se ha terminado de aprender en la sociedad paraguaya. Se trata de un episodio en el que Dorian Gray, el protagonista de la historia, se enamora perdidamente de una actriz, Sibila Vane, que trabaja en un teatro de mala muerte, pero representando a grandes personajes de las obras trágicas. Un día ella es Desdémona y al día siguiente es Julieta, interpretando a emblemáticas mujeres de las tragedias de Shakespeare.

Pues completamente enamorado de ella, Dorian le propone matrimonio y ella acepta encantada. Pero Sibila no puede casarse con él en ese momento debido a que tiene un contrato con la compañía de teatro que no puede romper. Entonces, sin decirle nada a Dorian, decide boicotear las funciones haciendo que sus interpretaciones de los personajes no sean las esperadas: se comportaría como ella misma y no como los personajes, para que el dueño del teatro le cancele el contrato y ella quede libre para casarse con su amado.

En el día de la función, Dorian había invitado a sus mejores amigos para que conozcan a la genial mujer de la que se había enamorado y con la que se casaría en poco tiempo. Pero cuando ella salió a escena, no tenía nada de genial, sino que era una actriz aburrida, anodina, sin gracia y sin talento. Era una mujer que se comportaba en forma vulgar y no aspiraba a nada, más que a mostrarse como ella misma y no como los personajes que interpretaba.

Horrorizado, Dorian no podía creer lo que estaba viendo. Al terminar la función fue a hablar con ella en los vestidores, le recriminó su actuación y le dijo que la odiaba y que jamás se casaría con alguien así. Ella no pudo soportar tanto desprecio y se suicidó. La moraleja (adaptando este término de la fábula) es clara: nunca te enamores de un personaje, no te encantes con lo irreal.

Esta enseñanza deberían aprenderla los paraguayos, que viven encantados con los personajes representados que surgen todos los días. Deberían saber que los políticos son personajes dramatizados que siguen fingiendo ser los salvadores de la patria, cuando la realidad indica que la están hundiendo, saqueando a su antojo y destruyendo a toda una sociedad. Porque si ya se sabe que los gobernantes mienten y falsean su verdadero rostro para seguir robando, ¿por qué se los sigue apoyando en mítines, en manifestaciones y sobre todo en las votaciones?

Todos formamos parte de lo que el sociólogo Erving Goffman denomina “la dramaturgia social”, pero esta figura en el Paraguay ha llegado a los límites del cinismo y la grosería, al punto de no necesitar fingir ni representar nada. Se ha pasado el límite de la representación y la vergüenza, donde ya no hace falta ni siquiera fingirse bueno para tener el apoyo de seguidores cegados por la ignorancia y la corrupción.

El hecho de dramatizar y de convertirse o fingirse un personaje en el mundo social, no es ciertamente algo novedoso pero sigue teniendo efectos que se perciben en las sociedades como la paraguaya. Es hora de comprender que no debemos confiar en personajes que en realidad no son lo que aparentan. Ya basta de confiar en supuestos salvadores de la patria, personajes funestos, que no hacen otra cosa que robar y condenar a todo un país a seguir viviendo en la ignorancia, la pobreza y la angustia.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

domingo, 14 de octubre de 2007

El previsible caos energético

Por Héctor Farina (*)

El problema desatado con el desabastecimiento del gasoil en el Paraguay era algo ciertamente previsible, dada la falta de una política energética, el mal manejo de los recursos y la total dependencia que se tiene de los proveedores de combustibles. No existe en el país una política destinada a asegurar el abastecimiento, sino que se depende de un ente carcomido por la corrupción como Petropar, que, mal administrado, sobrevive lleno de deudas y pérdidas.

No hay política de combustibles, se mantiene un monopolio en la importación del gasoil, se subsidia el precio y se tienen pérdidas, pero se beneficia a los autos de lujo y no a los productores; se administra mal la empresa estatal, se depende totalmente de proveedores extranjeros, a los que no se paga en forma por el mal uso de los recursos, por corrupción o negligencia.... Y todavía la gente se sorprende cuando falta el gasoil en las estaciones de servicio.... ¿Qué otra cosa se podría esperar de un caos como este?

Hablamos de un país con recursos energéticos, pero sin rumbo. Un país que se acostumbró a depender de lo que los otros pueden venderle, pero no aprendió a tener administraciones serias y reglas claras que limiten los posibles conflictos y problemas como el desabastecimiento. Pasa lo mismo con el gas, que se importa y se revende alegremente, pero cada tanto surgen imprevistos que amenazan la provisión del país, porque no hay reservas, ni planificación, ni negociaciones seguras.

Los ingenuos creyeron que el problema del gasoil se solucionaría cuando PDVSA, el buque insignia de los petrodólares chavistas, se convirtió en proveedor del 70% de todo lo importado por Petropar. Y hasta querían importar el 100% del diésel sólo de esta empresa, con lo que el país hubiera quedado atado totalmente a una sola empresa extranjera y ni siquiera se hubiera podido respirar con las migajas de combustible que ahora llegan de la otra proveedora, de la que se compra el 30% del diesel... Deberían tener claro que ni el petróleo con olor a izquierda ni el de corte imperialista son amistosos, sino puro negocio.

Mientras el país sigue dando a precio regalado su energía eléctrica al Brasil, los proveedores internacionales tienen en un puño al Paraguay, controlando a su antojo la provisión de diesel y gas, ante la actitud negligente y corrupta de las autoridades paraguayas. Recuerdo que en el 2003 echaron a Zayas de la presidencia de Petropar por supuestamente poner en riesgo el abastecimiento del país, cuando se enfrentó al "cartel" de los proveedores, mientras que ahora, con un país desabastecido y en crisis, el Gobierno mantiene a Takahashi al frente de la petrolera, dejándolo que mienta y confunda a la gente todos los días....

El Paraguay pierde miles de millones de dólares por regalar su energía eléctrica, pero sufre por la corrupción y los malos manejos que hacen que no pueda pagar a sus proveedores de diesel cantidades mucho menores... Si se sigue subsidiando a los autos lujosos, mientras se perjudica a los productores, si se mantiene un monopolio negligente y se vive colgado de la “benevolencia” de proveedores que no son amigos, el caos tenderá a mantenerse y las crisis no tardarán en volver a presentarse. Si no se corrigen estos problemas, empezando por la corrupción interna, no se puede aspirar a mucho. Hay que aprender a negociar mejor, recuperar lo que le corresponde al Paraguay en cuanto a energía eléctrica, invertir en el desarrollo de combustibles alternativos como el etanol y el biodiesel, y establecer estrategias y negociaciones claras para no volver a caer en el caos del desabastecimiento.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

domingo, 7 de octubre de 2007

Las verdaderas propuestas

Por Héctor Farina (*)

El cambalache desatado por la fiebre electoralista en el Paraguay ha demostrado una vez más la carencia de propuestas serias que beneficien a la gente y se ha basado en la misma serie de absurdos que desde hace años empobrecen más y más a un país que debería ser rico. Se apunta al insulto sin sentido, a la descalificación del adversario, a la mentira, al arreo de funcionarios, el despilfarro de dinero en el alquiler de seguidores, a las amenazas y las promesas vacías de contenido pero llenas de ruido. Se busca engañar, dividir a los adversarios y sumar seguidores en base a colores, bandos, facciones y porcentajes de repartija del botín.

No existen propuestas verdaderas, sino promesas mediatizadas con las que se busca apoderarse de la ingenuidad o la complicidad de la gente, para finalmente hacerse del poder. Y a partir de ahí ya sabemos lo que nos espera: gobiernos formados por gavillas que se preocupan por saciar sus propias ambiciones antes que desarrollar políticas públicas que mejoren la situación del país.

Está claro que no podemos considerar como serias las promesas de mejorar la educación que vienen de la mano de personas que -justamente- estuvieron al frente del Ministerio de Educación y Cultura (y del país), pero que no lograron nunca convertir a la educación en una prioridad ni en un objetivo alcanzable. Fueron muchas las promesas, como aquella de “analfabetismo cero en el 2008” , que no se concretaron porque no eran serias, verdaderas y planificadas, sino propaganda mediática.

No podemos considerar como serias las promesas de funcionarios colorados que hablan de terminar con la pobreza, mientras ostentan de manera grosera sus fortunas logradas a costa del robo a las arcas del Estado, mientras se alaban o se descalifican entre ellos sólo con el objetivo de volver a empotrarse en el poder para seguir robando. Tampoco se puede considerar como seria la promesa de los opositores de terminar con la corrupción, cuando no se menciona cómo lo harán, cuando no muestran estrategias claras ni mucho menos pueden demostrar que no son parte de la misma podredumbre que ahora dicen que erradicarán.

Las verdaderas propuestas deben venir de la gente honrada, de la ciudadanía, de la gente que está cansada de tantas promesas vacías, de tanto robo y tanta pobreza. Es claro que no habrá cambio si la gente se limita a escoger a partir de las ofertas presentadas por los candidatos, que ya de antemano se saben falsas y sin futuro. No se lograrán avances sólo porque se vote por las alternativas “menos peores” o por la oferta menos grosera.

Las propuestas de cambio deben ser impuestas por la gente, por sus necesidades, para hacer frente a las carencias del país en cuanto a educación, empleo y salud. Son los ciudadanos los que saben en dónde les aprieta el zapato, los que saben qué es lo importante y qué es lo irrelevante para la comunidad, la sociedad y el país. Los temas de la agenda de prioridades del país no pueden ni deben limitarse a las promesas vacías de los políticos oportunistas: deben ser confeccionados por la ciudadanía honesta, por los intelectuales, por los trabajadores, por los estudiantes, por los empresarios…

Los ciudadanos tenemos el poder de limitar el cambalache electoralista, de no caer en el juego de las mentiras de siempre. Hay que tomar parte activa en la construcción y definición de los temas realmente importantes para el país, para marcar los límites y pensar en metas concretas, y para dejar de ser un pueblo pasivo que se resigna a votar por colores o por alternativas impuestas que sabemos que no beneficiarán más que a unos pocos.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/