domingo, 25 de mayo de 2008

Invertir en educación para salir del atraso

Por Héctor Farina (*)

El capital más importante de un país es su gente. Y el capital más importante de las personas es el conocimiento, la educación. El conocimiento y la capacitación de los ciudadanos marcan hoy una diferencia notoria entre los países desarrollados que tienen los más altos niveles de calidad de vida y los países atrasados, que se debaten en medio de las precariedades y la pobreza. No es ningún secreto que la educación es el camino que se debe seguir en forma seria para sacar al Paraguay del atraso y generar mayores oportunidades de desarrollo para todos.

Sin embargo, hasta ahora ningún gobierno ha pasado de la retórica y las expresiones de deseo: todos han invocado la educación pero no se ha logrado establecer definitivamente una política agresiva y constante, por lo que seguimos a los tumbos, en medio que carencias y complicaciones. El tirano Stroessner se fue en 1989 dejando una inversión en educación inferior al 1% del Producto Interno Bruto (PIB), en tanto los gobiernos sucesivos nunca terminaron de entender que para corregir años de opresión e ignorancia se necesitaba mucho más que los escasos recursos que le asignaron a la tarea educativa. Se necesita mucho más que jactarse de haber destinado un presupuesto mayor al que destinaba un sistema dictatorial que se benefició de la ignorancia de la gente.

El Paraguay requiere de una fuerte inversión que convierta el sistema educativo en un sinónimo de calidad y de oportunidades, que potencie el desarrollo del conocimiento como capital de la gente. Los ejemplos del valor de la educación sobran, como en el caso de Noruega, que tiene uno de los índices de calidad de vida más elevados del mundo y cuenta con un sistema educativo de primer orden, en donde el número de estudiantes que terminan la secundaria es del 100%. Igualmente, Alemania tiene un porcentaje cercano al noruego en cuanto a la tasa de alumnos que concluyen la secundaria, mientras que países como Corea, Dinamarca y Japón rondan el 90%. Ni hablar de casos como Singapur y Taiwán, que hicieron de la educación una prioridad y hoy son ejemplos de desarrollo y poder económico.

El Gobierno de Fernando Lugo deberá demostrar que toma en serio el tema de la educación y que no seguirá los pasos de los gobiernos colorados, que nos acostumbraron a las promesas de cambio mientras mantenían al Ministerio de Educación como un terreno de politiqueros, planilleros y oportunistas. Y un gobierno que realmente quiere mejorar el país debe destinar por lo menos el 6% del PIB a la educación, haciendo que la inversión sea real y efectiva, y que marque una diferencia visible mediante resultados concretos. Ya no podemos tolerar los presupuestos engañosos que indican –nominalmente- que se invierte 4% del PIB, pero al final no se ven los resultados en beneficio de la gente.

Una política educativa debe implicar la construcción de escuelas en el campo, el acercamiento de las posibilidades de estudiar, para que la gente tenga acceso a la cultura. En un país que quiere progresar no es tolerable que haya niños que caminan horas bajo el sol, descalzos, desnutridos, para llegar a una escuela sin sillas ni libros, sin cuadernos y teniendo –con suerte- un profesor al que no le pagan por enseñar y que no tiene más apoyo que sus ganas de ayudar a los demás. La educación de un país no puede ser olvidada ni dejada a la deriva, debe ser planificada y sustentada en acciones concretas que garanticen un avance constante.

Me gustaría ver el plan educativo del nuevo gobierno, para saber si destinará un mayor presupuesto, si fomentará el acceso a los libros, si habrá becas, si renovará las obsoletas bibliotecas, si facilitará el acceso a computadoras e Internet para los estudiantes o si por lo menos habrá boleto estudiantil. Me encantará saber que las universidades públicas tendrán docentes más preparados, que no serán cotos de poder manejados por corruptos y que se dedicarán a la investigación, la producción de conocimiento y de personas más capacitadas. Será reconfortante descubrir que habrá una educación de mayor calidad para todos y que se establecerán vínculos con las oportunidades laborales. La obligación es que el nuevo gobierno marque una diferencia notable con los gobiernos anteriores y que ello se refleje en un país más preparado y con mayores oportunidades.

(*) Periodista
www.vivaparaguay.com

domingo, 18 de mayo de 2008

Soberanía violada: el drama de San Pedro

Por Héctor C. Farina (*)

El drama campesino en el departamento de San Pedro se encuentra en un momento candente, en medio de invasiones, amenazas, injusticias y pobreza. Todo esto en el marco de la transición de un gobierno que ya bajó los brazos y que sólo espera irse, a un gobierno que recién se está preparando para tomar el poder. Se trata de una de las regiones más pobres del Paraguay, en donde los ciudadanos son acosados por miles de precariedades. En ese sentido, un documental titulado Soberanía violada (2007), nos muestra el rostro de los campesinos que sufren por la expansión forzada de los cultivos de soja, por las presiones, la falta de apoyo y las enfermedades que resultan del uso de pesticidas.

El documental indica que el 80% de los cultivos está en manos de extranjeros -sobre todo brasileños- y que anualmente cerca de 100 mil personas son obligadas a abandonar el campo debido al avance del monocultivo de la soja. El problema radica en que el avance del cultivo de la soja se hace por medio de presiones a los campesinos, que son obligados a vender sus tierras debido a que sus cultivos familiares son destruidos por los pesticidas usados en forma abusiva, sin respetar ni las plantaciones ajenas ni la vida de las personas. Los agricultores paraguayos dicen que literalmente son “envenenados” con los tóxicos, que sus familias enferman debido a que cada día el aire está más contaminado y no se puede respirar; que existe una deforestación salvaje de parte de los sojeros, y que estos contaminan las aguas y afectan a sus producciones.

Estas denuncias muestran claramente la ausencia del Estado, la falta de respeto a la propiedad y la falta de vigencia de leyes básicas que protejan la salud de la gente y el derecho a vivir dignamente en su propio país. Se nota una pérdida de soberanía, pues vale más el poder de los tóxicos de los extranjeros que el derecho a la salud y la tierra de los paraguayos. Pero también está el otro rostro, del que más se habla: el de las invasiones campesinas, de las protestas y las manifestaciones. Se trata de una respuesta propia de los campesinos ante un problema no resuelto nunca por las autoridades. Y esa reacción de procurarse justicia por mano propia también rompe las leyes y pone en jaque al Gobierno, que debe buscar el equilibrio en un problema agudo y complejo.

Ahora bien, ¿cuándo hay que defender la propiedad privada? ¿Cuando son los campesinos paraguayos los que invaden terrenos ajenos exigiendo tierras para cultivar, o cuando son los colonos brasileños los que envenenan y destruyen cultivos ajenos para expandir su producción de soja? Curiosamente, hasta ahora la alusión al respeto a la propiedad privada se ha hecho sólo cuando los campesinos son los invasores, pero no se ha hecho cuando los campesinos son los invadidos. En un Estado de derecho como el que debería regir en el Paraguay, el respeto a la ley debe ser incuestionable, de manera que se respete la propiedad privada tanto de los grandes como de los pequeños productores. No se pueden hacer discriminaciones por el hecho de que uno tiene un cultivo familiar y el otro tiene un monocultivo intensivo de grandes proporciones. Debe quedar claro que no se ganará nada con violar la ley, pues eso es lo que se ha venido haciendo sistemáticamente desde hace años, teniendo como resultado una tremenda injusticia en la que prevalece el que tiene más poder.

El problema que enfrentará el gobierno de Lugo –quien conoce muy bien la situación en San Pedro- es complejo y requiere de soluciones efectivas que vayan más allá del concepto retórico y arcaico de reforma agraria. Se debe considerar que, pese a todo, la soja es un rubro rentable que genera ingresos importantes para la economía y que la solución no pasa por atacar a un rubro exitoso, sino por crear las condiciones para que los campesinos paraguayos puedan cultivar y tener productividad y competitividad. De nada servirá tolerar las invasiones ni regalar tierras si es que los campesinos no tienen apoyo, capacitación y tecnología para producir competitivamente.

El desafío de hoy ya no pasa sólo por tener la tierra –dicen que hay 800 mil hectáreas ociosas en manos de campesinos- sino por recuperar la soberanía y lograr que el campesino paraguayo pueda producir libremente y tener un producto competitivo que pueda vender y de esa manera tener rentabilidad en su tierra. El apoyo al campesino debe ser real y no populista: el gobierno debe impulsar una fuerte capacitación, la inversión en tecnología para hacer rentables y productivos los cultivos, la seguridad jurídica para las inversiones y el respeto de la propiedad. Se debe recuperar la soberanía y devolver al campesino paraguayo la capacidad de producir y vivir dignamente de su trabajo, de manera que no tenga que salir huyendo de su propia tierra ni invadiendo las ajenas para exigir sus derechos.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

domingo, 11 de mayo de 2008

Una bloguera y un sueño de libertad

Por Héctor Farina (*)

La prohibición impuesta a la bloguera cubana Yoani Sánchez, quien por falta de “permiso” del gobierno cubano no pudo salir de la isla para recibir un importante premio en España, es un síntoma recurrente que confirma y reafirma que la libertad no es un valor respetado en el revolucionario país caribeño. No hay libertad de expresión, no hay prensa independiente, no se puede protestar y ni siquiera se puede salir del país en busca de oportunidades o de una vida libre.

Yoani ganó recientemente el prestigioso premio José Ortega y Gasset, en la categoría de Periodismo Digital, por el simple hecho de contar cosas cotidianas en un blog, en una de esas bitácoras en el ciberespacio que tan populares se han vuelto. Escribir en un blog hoy en día parece simple, pero se convierte en una tarea valiente y casi heroica cuando se escribe desde un país en donde el acceso a Internet está restringido, donde no hay libertad de expresión ni de prensa y en donde cualquier indicio de protesta o levantamiento de la voz puede transformarse en un cambio forzado de residencia, pasando a convertirse en uno más de tantos disidentes encarcelados o engrosando las filas de los periodistas presos por haber cometido el delito de expresarse o intentar hacerlo. Dicen que son 25 los periodistas encarcelados actualmente, aunque nunca podremos medir con certeza la cantidad de voces encarceladas y acalladas por la censura y el miedo.

Generación Y (http://www.desdecuba.com/generaciony/) es un blog que significa mucho más que un conjunto de vivencias expresadas por una ciudadana. Es una puerta abierta en busca de la libertad, un intento de expresar aquello que se mantiene reprimido, una voz que viaja por el ciberespacio tratando de ser escuchada. En un país en el que “los periodistas están encerrados tras las rejas y privados de la palabra”, al mismo tiempo que todo un pueblo se encuentra indefenso ante un Estado tirano que controla la vida de las personas y las mantiene confinadas en su misma patria, contar pequeñas cosas en un blog es una forma de expresión ciudadana que le devuelve a las personas su derecho a hablar, aunque sea desde la clandestinidad y el anonimato.

Luego de haber soportado tantas dictaduras en América Latina, tanta represión, silencio y muerte, resulta demasiado doloroso comprobar que todavía se mantiene una opresión irracional que no respeta los más elementales derechos humanos. Desde la derecha o desde la izquierda, desde el centro o desde la hibridez ideológica, siempre será cruel que nos roben nuestra libertad y nos impidan hablar, que nos mantengan cautivos y condenados a hacer lo que nos obligan, sin la posibilidad de elegir y vivir la vida que queremos.

Es una buena señal que un blog donde se habla de cosas como el pan del “racionamiento” –una muestra de cómo no sólo se controla de la boca para afuera, sino también de la boca para adentro-, de la burocracia que impide salir a los cubanos del país, entre otros temas muy humanos, se haya convertido en un foro en el que la participación es el hecho más llamativo, con miles de comentarios por día y más de un millón de visitas por mes al sitio.

El sueño de libertad de la gente que quiere expresarse y vivir su propia vida es más que válido. Y no es justo que se sigan manteniendo sistemas opresivos en donde la gente no tiene más que el derecho de acatar lo que se impone desde el Gobierno. No cabe duda de que cualquier gobierno en el mundo que quiera ser justo tiene que respetar los derechos de los ciudadanos, comenzando por derechos humanos fundamentales como la libertad, tanto física como de palabra. Ante las esperanzas de apertura en Cuba, la pregunta que queda es ¿por cuánto tiempo más la libertad será sólo un sueño y no una realidad? La historia nos lo dirá.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

lunes, 5 de mayo de 2008

La misma luna: semblanza de ilusiones, separaciones y dolores


La recientemente estrenada película mexicana La misma Luna presenta una historia peculiar muy conocida para muchas familias latinas: el debate entre el dolor de abandonar a un hijo y la esperanza de procurarle un futuro mejor trabajando lejos.

Kate del Castillo protagoniza a Rosario, una de tantas mexicanas que decide pasar “al otro lado” de manera ilegal, en busca de un trabajo que le permita darle una vida mejor a su hijo Carlitos (Adrián Alonso), quien se queda con su abuela en México. Rosario trabaja como empleada doméstica en Los Ángeles, California, en donde reside desde hace 4 años, desde la fecha en que tomó la difícil decisión de dejar a Carlitos –que entonces tenía 5 años- y buscar mejores ingresos soportando los males de la lejanía.

En una tierra hostil, con su escasa preparación y sufriendo las injusticias legales por su estatus de ilegal, Rosario trabaja intensamente para enviarle a su hijo el escaso dinero que logra reunir mes a mes.

Del otro lado de la línea fronteriza, Carlitos vive con su abuela y espera que llegue cada domingo para ir hasta un teléfono público a hablar con su mamá, en un ritual que los lleva a mantener viva la esperanza de un pronto reencuentro.

El conflicto mayor se inicia cuando Carlitos pierde a su abuela y decide emprender sólo la aventura de ir a los Estados Unidos para reunirse con su madre. Con sus escasos nueve años, con sus ahorros apuñados y una firme convicción, este niño aprenderá en carne propia lo que significa arriesgar la vida en busca de una ilusión. La sed, el hambre, la sensación de peligro, la “migra” y todas las amenazas de la ilegalidad sentenciada al trasponer la línea se mezclan rápidamente, envolviendo con dureza los escasos años de Carlitos.

Pero también descubre el lado bueno, el de la solidaridad de los extraños que se convierten en amigos al saberlo paisano, el de los que lo ayudan sin pedir nada a cambio, sabiendo que no puede ofrecer nada. En medio de aquel mundo hostil e intimidante, siempre aparecen las manos amistosas que conocen el valor de compartir y tratar de mitigar el mismo dolor.

Y aunque aparentemente indolente al principio, Enrique (Eugenio Derbez), un malhumorado inmigrante mexicano se convierte en el mejor sustento para Carlitos, siendo su compañero de travesía, desventuras y esperanzas, en un largo trajinar que parece no tener fin.

El personaje de Derbez es duro y egoísta –muy diferente al cómico que conocemos de la televisión- pero a pesar de sus gruñidos y su mala gana, termina cediendo paso a la humanidad y siendo el cuidador de Carlitos.

Las peripecias y el dolor de una aventura necesaria –tan necesaria como la siente los miles de mexicanos que todos los años arriesgan la vida para intentando cruzar a los Estados Unidos de manera ilegal- no obstante no garantizan un final feliz, pues la única pista cierta que tiene el niño para encontrar a su madre es un teléfono público en una calle desconocida de Los Ángeles, desde donde ella llama todos los domingos…

La misma luna es una película que nos coloca en el mismo drama existencial que enfrentan miles de latinos cuando tienen que decidir entre las esperanzas de mejores ingresos en países lejanos, a costa de dejar a sus seres queridos, o seguir con la lucha en sus países, soportando condiciones adversas con tal de permanecer con sus familias.

Se trata de una situación humana, demasiado humana, que hoy se refleja en millones de familias fragmentadas, en el dolor de la lejanía y en la ilusión de que tanto sacrificio termine trayendo una vida más digna y menos tormentosa para los seres queridos.

Héctor Farina

domingo, 4 de mayo de 2008

Liderazgo para una nueva república

Por Héctor Farina (*)

La transición de un país gobernado durante 61 años por una estructura fuerte y arraigada, a un país que busca superar los viejos esquemas y construir una nación más justa y con mayores oportunidades, requiere de un factor clave que señale claramente el camino: el liderazgo. Hasta ahora, el presidente electo, Fernando Lugo, ha demostrado un efectivo poder de líder en el sentido de reunir, convocar y representar las expectativas de la gente. Se ha ganado la confianza de la ciudadanía, tiene consenso y respaldo, y se ha convertido en el emblema que canaliza las esperanzas de construcción de un Paraguay mejor.

No obstante, ese liderazgo marcado por el apoyo de los paraguayos en las recientes elecciones en las que se tumbó a un partido que tras seis décadas sólo deja pobreza e injusticias, ahora será puesto a prueba en la función de gobernar. Son muchas décadas de frustración, dolores y miseria las que ahora deberán corregirse desde el poder. Y desde luego que no será fácil sacar adelante a un país azotado por una educación arcaica y misérrima, por la pobreza arraigada en el campo, por la marginalidad en las grandes ciudades y por un grosero sistema en el que se privilegió siempre a unos pocos en tanto se limitaban las oportunidades para los demás. Y será más difícil si tenemos en cuenta que la expectativa es muy grande y que los males son demasiados para corregirlos en poco tiempo.

El liderazgo del ex obispo será crucial para reencaminar al país por el sendero correcto, para definir claramente una política que permita sanear la casa, hacer crecer la economía y generar puestos de empleo que permitan combatir la pobreza. Proveniente de una alianza que lo llevó al poder, Lugo tendrá que conciliar muchos intereses y posturas disímiles para lograr que todos tiren del mismo carro y no que cada quien termine estirando para su lado, con lo que no llegaríamos muy lejos. Pero no se trata sólo de una conciliación en la que se busca quedar bien con todos, sino de definir un plan país y conseguir el apoyo para llevarlo a cabo, a pesar de las divergencias que nunca faltan.

El presidente electo es de la izquierda y conoce muy bien las carencias que enfrentan los paraguayos, sobre todos en los sectores más pobres, pero no llegó al poder sólo por una cuestión ideológica o por militancia política, sino como resultado del apoyo colectivo de la gente que ve en su figura la posibilidad del cambio. Y dentro de la gama de partidos y movimientos que impulsaron a Lugo, el Partido Liberal Radical Auténtico es el de mayor peso, por su tradición y por la cantidad de seguidores. Esto nos lleva a que el liderazgo de Lugo debe ser muy claro para gobernar no sólo con las ideas de izquierda, sino que tiene que equilibrar el contrapeso político de otros sectores, empezando por sus aliados liberales. El objetivo debe ser uno sólo: gobernar para todos los paraguayos de la mejor manera posible.

Y además de lo variopinto de la alianza, debe tenerse en cuenta que queda una estructura colorada marcada por más de 60 años de clientelismo y que el sistema seguirá arrastrando sus vicios de antaño –sobre todo la corrupción-, por lo que será una tarea ardua ir depurando de a poco la podredumbre acumulada durante tantos años. Y en este punto será vital el nombramiento de personas honestas y capaces al frente de las dependencias públicas.

El desafío del nuevo gobierno es trazar la hoja de ruta que permita al país salir del atraso y dejar atrás un pasado de corrupción y miseria. Uno de los objetivos principales debe ser el crecimiento de la economía. Se debe ir mucho más allá de la simple conciliación y el establecimiento de parches sociales, para hacer que el Paraguay crezca en forma sostenida y con ello se generen puestos de empleo. Esa será la mejor manera de combatir la pobreza: creando oportunidades para que la gente pueda desarrollarse y vivir dignamente sin esperar que lluevan limosnas desde el Estado.

Ahora que el gobierno electo se prepara para asumir, y en momentos en que aparecen de todas partes los adulones, chupamedias y “ofrecidos” que nunca faltan, hay que dejar claro que realmente se quiere un cambio para bien en el manejo de la cosa pública y que no se cambiará sólo el color de los beneficiados de turno. Un país que arrastra un empobrecimiento endémico no se cura con parches ni con limosnas, sino con el crecimiento de la economía y la búsqueda de una mayor equidad distributiva, con la generación de empleos y con la capacitación permanente de los ciudadanos. La tarea de Lugo será liderar un proceso de cambio que nos lleve a tener una república más sana, con educación para todos, trabajo y mayor justicia social.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/