lunes, 24 de noviembre de 2008

De ideologías y necesidades

Por Héctor Farina

Una buena parte de los primeros tres meses del Gobierno de Lugo se ha evaporado en medio de discusiones ideológicas. El prisma de la ideología ha sido utilizado no sólo como una cuestión de forma, sino que en ocasiones hasta se intentó confundirlo con el fondo, como si los problemas reales que padece el país pudieran encontrar en los discursos doctrinarios una solución efectiva. Desde el rally hasta las invasiones campesinas, desde el problema de los brasiguayos hasta la necesidad de cobrar más impuestos, se han mezclado los temas importantes y los banales en una ensalada de recetas y respuestas que no responden a las verdaderas necesidades de la gente.

El país no necesita predicadores de doctrinas ni la gente votó por el cambio para recibir un recetario socialista o un manual neoliberal. Tras seis décadas de gobierno colorado heredamos un país con una fuerte carencia educativa, con una pobreza que golpea a gran parte de la población, con niveles elevados de desempleo y con una migración masiva de personas que buscan en España o Estados Unidos las oportunidades que no encuentran en su tierra. Y es la solución efectiva a los problemas lo que la gente espera, pues de nada sirve utilizar los espacios mediáticos para intentar ideologizar cuestiones que requieren medidas prácticas y no retóricas.

No es ideología lo que necesita el país, sino educación. El Paraguay se ha quedado en el tiempo y hoy sufre un rezago educativo grave que se refleja directamente en la poca preparación de la gente y en la incapacidad de generar oportunidades de desarrollo. Las escuelas paraguayas tienen miles de carencias, los docentes necesitan capacitación y un justo reconocimiento por su trabajo, en tanto miles de alumnos necesitan mejores condiciones para estudiar, desde una alimentación adecuada hasta infraestructura para acceder al conocimiento. No necesitamos adoctrinar acólitos, sino formar gente educada que sirva para construir un país más justo y con mayores oportunidades.

No es ideología lo que necesitamos, sino hacer crecer la economía. La única forma de combatir efectivamente la pobreza es generando riqueza y empleos. Y para ello necesitamos una política clara que nos indique el rumbo económico que tomará el país, y con más razón en momentos de incertidumbre como los que tenemos ahora con la crisis financiera mundial. Pero mientras se habla de reforma agraria con sesgo ideológico y mientras el ministro de Hacienda parece más preocupado por recaudar y engordar las arcas estatales, no hay una estrategia clara para hacer crecer la economía, para generar puestos de trabajo para los paraguayos y para disminuir la pobreza. Las industrias y el sector productivo necesitan apoyo concreto y no pueden estar a la deriva en medio del fuego cruzado de los antípodas ideológicos.

Es seguridad lo que necesita el país y no discursos ideológicos. El Gobierno debe tomar medidas firmes contra la delincuencia para devolverle a la gente la seguridad de poder salir a las calles o dormir con tranquilidad en su casa. Mientras se suceden los asaltos callejeros, los robos domiciliarios, las violaciones de la propiedad y otros delitos, no podemos seguir obteniendo discursos como respuesta, porque lo que necesitamos es mano firme contra la delincuencia. Necesitamos una reestructuración de las fuerzas de seguridad pública así como comprender que la ley debe ser igualitaria para todos y no interpretada según el interés de los poderosos de turno.

Un país que tiene tantas necesidades como el Paraguay no mejorará sólo por el hecho de que los discursos doctrinarios llenen los espacios mediáticos. El cambio que la gente espera no consiste en escuchar las “bondades” del socialismo chavista o la respuesta airada de los conservadores de derecha. Consiste en generar un crecimiento de la economía, puestos de empleo, mejorar la educación y la salud, y -en general- tener más oportunidades para todos. El cambio por el que se votó no consiste en un cambio ideológico, de discurso o de postura. Lo que se espera es que el cambio se traduzca en una sociedad más justa, más desarrollada y con más calidad de vida para todos.

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martes, 18 de noviembre de 2008

Finlandia y su respuesta a la crisis

Por Héctor C. Farina

Cuando Finlandia se vio sumergida en una grave crisis económica a principios de los 90, debido a la caída de la ex Unión Soviética –su principal socio comercial-, su sistema financiero quedó al borde de la bancarrota, el sector productivo se hundió, las empresas bordeaban la quiebra y el desempleo se disparó al 20%. En medio de esta crisis, no fueron las recetas tradicionales de auxilio -como los préstamos- las que se utilizaron para que este país hoy sea un referente del desarrollo y la prosperidad económica. La respuesta finlandesa a la crisis se basó en la educación y en una mayor inversión en ciencia y tecnología.

Los finlandeses comprendieron que ante una situación crítica tenían que establecer nuevas estrategias para enfrentar los cambios en un mundo globalizado. Por ello, estudiaron las tendencias de los mercados para ver hacia dónde apuntar en busca de actividades productivas en las que pudieran lograr competitividad a nivel mundial. El resultado fue una apuesta fuerte por el conocimiento: se duplicó la inversión en ciencia y tecnología (hoy ronda el 4% del PIB) y con ello se fortalecieron los sistemas de investigación e innovación. El Gobierno desarrolló una política de Estado, con el acompañamiento del sector privado, en donde se priorizó la educación, desde las aulas de la enseñanza básica hasta los centros de investigación científica. Hoy, este país es líder mundial en comunicaciones, tiene uno de los índices más elevados de desarrollo sustentable y cuenta con uno de los mejores sistemas educativos del mundo.

El conocimiento es el principal capital de los finlandeses. Ellos lo comprenden y por eso tienen una cultura que los lleva a invertir siempre en la formación de los recursos humanos y a cuidar de la transparencia y la eficacia en el manejo de los recursos para la educación. Actualmente destinan cerca del 6% de su PIB a la educación, aprovechando al máximo cada inversión. Son los más rigurosos del mundo en cuanto a la selección de los maestros: para llegar a dar clases es obligatorio cursar por lo menos seis años en la universidad y pasar por estrictos filtros de selección. De esta manera, se aseguran de que sus hijos recibirán educación de calidad y que como resultado del proceso de aprendizaje se tendrán ciudadanos preparados, capaces de competir en los niveles más altos. Los maestros son la base del éxito del sistema educativo finlandés y los responsables de que haya gente capaz de producir competitivamente y hacer crecer la economía del país.

El caso de Finlandia es un ejemplo de cómo podemos convertir al Paraguay en un país de mayores oportunidades para todos. Aunque no apliquemos el mismo modelo, deberíamos ponernos de acuerdo para trazar un camino claro que nos lleve a tener una mejor educación para todos. Necesitamos hacer de la política educativa una cuestión de Estado, en donde todos los estamentos aporten para la construcción de un sistema eficiente de capacitación de los paraguayos. No podemos seguir con el juego de hacer reformas que sólo sirven de fachada y que deben volver a ser reformadas cada vez que cambiamos de idea o de autoridades.

El Paraguay necesita por lo menos duplicar su inversión actual en educación, así como establecer mecanismos eficientes de promoción y selección de docentes. Tenemos que invertir mucho más en infraestructura y capacitación, en la adquisición de tecnología y en el desarrollo de investigaciones científicas. Y para ello necesitamos una estrategia clara, que incluya al sector privado, y que nos lleve a gastar más y mejor en la formación de los ciudadanos. Debemos entender que el conocimiento es el capital más importante y que la mejor forma de construir un país más justo es invirtiendo en la capacitación de la gente.

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lunes, 10 de noviembre de 2008

Entre Paraguay y México

Por Héctor C. Farina (*)

El acercamiento entre Paraguay y México, cuyos presidentes –Fernando Lugo y Felipe Calderón, respectivamente- firmaron acuerdos hace unos días en la capital mexicana, resulta más que interesante, sobre todo desde dos puntos de vista: lo económico y lo educativo. México es la mayor economía de América Latina y representa una gran oportunidad para incrementar el comercio, para atraer inversiones y para buscar desarrollar proyectos en conjunto. Sin embargo, pese al crecimiento constante del intercambio comercial en los últimos años, las cifras se quedan cortas frente al verdadero potencial existente.

En el 2003 el intercambio comercial entre ambos países apenas superó los 12 millones de dólares. Pero en el 2004 se inició un fuerte acercamiento mutuo, tanto de parte de las autoridades como del sector privado, mediante el cual paulatinamente el comercio bilateral se fue incrementando. En el 2006 la cifra llegó a 36 millones de dólares, en tanto que en lo que va del 2008 el monto ronda los 80 millones de dólares. Esto indica que este año nos acercaremos a la misma cantidad que teníamos en 1990, cuando el comercio bilateral era de aproximadamente 100 millones de dólares. Los números son claros al señalar que durante más de una década se ha descuidado al país del norte como referente para nuestras posibilidades comerciales. Quizás fue porque volcamos nuestra mirada al Mercosur, cuando todavía creíamos que el bloque comercial sería justo y beneficioso para el Paraguay.

La realidad indica que en los últimos años hemos tenido buenos resultados del acercamiento a México, como la cooperación recibida para desarrollar la maquila paraguaya, las inversiones mexicanas en telefonía celular, las misiones empresariales y la apertura del mercado mexicano para varios productos paraguayos, como la soja y las prendas de vestir. En lo educativo, se abrió la posibilidad para que cientos de paraguayos estudien en universidades del país azteca, gracias a acuerdos que facilitaron becas de estudio. Asimismo, se incrementaron los acercamientos académicos y culturales.

Todo esto debe llevarnos a un análisis de los beneficios potenciales que tendríamos al estrechar los lazos con México, así como de las oportunidades que hemos desaprovechado durante años. Apuntar al norte puede significar la conquista de un mercado demasiado importante para las exportaciones paraguayas, al igual que podría representar la ruptura de la dependencia de un Mercosur que nos llena de trabas y que no respeta las reglas de juego más que cuando favorecen a los países grandes. Igualmente, Paraguay podría ser el destino de las inversiones de muchas empresas mexicanas interesadas en operar en Sudamérica, pero que hasta ahora han preferido instalarse en países vecinos como Brasil y Argentina.

La visita de Lugo a México resulta muy importante como punto de partida para mejorar la relación bilateral. Pero todavía falta mucho por hacer si queremos aprovechar las oportunidades que hemos descuidado durante años. Necesitamos mejorar la competitividad de las empresas paraguayas para entrar con fuerza a un mercado potencial de más de 100 millones de consumidores. Y para elevar dicha competitividad, una tarea imprescindible es solucionar los problemas de logística, como las eternas dificultades que existen en el transporte aéreo. Necesitamos implementar con eficacia la política de cielos abiertos y bajar los costos de los vuelos, así como construir infraestructura para facilitar el traslado interno de nuestros productos. Nos urge tener carreteras para llegar a puertos estratégicos, como los del Pacífico. Igualmente, el país necesita garantizar la seguridad jurídica para atraer a los inversionistas.

México es uno de los mayores importadores del mundo y presenta enormes oportunidades para el Paraguay. Hemos avanzado recientemente al suprimir las visas, establecer nexos entre gremios empresariales y prometernos cooperación. Ahora, la visión y el compromiso del gobierno y los empresarios paraguayos son los que determinarán si aprovechamos al máximo las potencialidades económicas y educativas que nos ofrece la tierra de Rulfo.

(*)Desde Guadalajara, Jalisco, México
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domingo, 9 de noviembre de 2008

Valores para construir

Por Héctor Farina (*)

Una mirada a la situación del Paraguay revelará, sin lugar a dudas, el olvido al que han sido condenados muchos de los valores que hoy tanto necesitamos. Parece como si todavía no terminásemos de despertar del letargo de años de dictadura, pobreza y corrupción. El inicio de la era democrática nos dejó con la incertidumbre de hacia dónde queremos ir y cuáles son nuestras responsabilidades como ciudadanos dentro de un proceso que requiere del acompañamiento de todos. Y en este trance, el andar vacilante de la democracia se debe a que no hemos adoptado los mejores valores y hemos tolerado que se mantengan vicios como la corrupción, el nepotismo, la ignorancia y el conformismo.

Una sociedad que necesita progresar debe basarse en la correcta selección de valores. Y para tener la capacidad de elegir lo primero que tenemos que hacer es recuperar la educación y promover la capacitación de los ciudadanos. Con una sociedad más preparada crecen en forma geométrica las probabilidades de progreso, desarrollo y justicia. Pero, en cambio, cuando la carencia educativa es grande, más fuertes son los lazos que nos atan al atraso, la pobreza y la desigualdad. Es por ello que para caminar en busca de un país mejor tenemos que preguntarnos qué tan preparados estamos para ello y cómo podemos mejorar nuestros conocimientos para dar pasos más firmes.

La honestidad y la educación trajeron buenos resultados al país cuando estuvieron presentes en nuestros gobernantes. Basta con recordar a Eligio Ayala, quizás el último gran estadista del Paraguay, quien supo guiar al país en momentos difíciles, cuando estaba en peligro nuestra soberanía. La experiencia nos demuestra que cuando apostamos por gente honesta y preparada, los beneficios son para todos. En cambio, cuando apostamos por privilegios personales, por prebendarismo o por complicidad con los ineptos, son los males los que terminan por adueñarse de la nación.

En el inicio de una nueva época en el país, tenemos que comprender que parte de nuestra responsabilidad como ciudadanos es establecer los valores por medio de los cuales queremos reconstruir la nación. Nuestro rol implica asumir nuestra responsabilidad para impulsar la educación, exigir honestidad a los gobernantes y sobre todo ser nosotros mismos los encargados de trabajar y protagonizar un cambio. Así lo comprendieron los ciudadanos en Atyrá y convirtieron su ciudad en una de las limpias del mundo.

Si los paraguayos decidimos elegir el camino de la educación, la honestidad, la autogestión y la responsabilidad ciudadana, habremos dado un paso fundamental para tener una sociedad más justa y desarrollada. Pero si persistimos en mantener los viejos vicios y vivir sumidos en esquemas de corrupción, no podemos esperar resultados distintos a la pobreza y la marginación. Es hora de recuperar y promover los valores que necesitamos, de asumir nuestro compromiso con la educación, el trabajo y la honestidad. Desde nuestras casas, nuestro trabajo o desde nos toque, nuestros esfuerzos y nuestra convicción serán los que construyan el país que nos merecemos.

(*) Periodista
Publicado en la revista Ecos, de Canindeyú, Paraguay.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Los confeccionistas y los reclamos olvidados

Por Héctor Farina (*)

La amenaza que hoy pesa sobre la industria confeccionista, afectada por una medida argentina que puede disminuir las exportaciones al país vecino, es un llamado de atención que debe indicarnos que algo no se ha hecho bien para apuntalar a las industrias nacionales. El hecho de que una medida como el establecimiento de una licencia obligatoria para el ingreso de prendas al mercado argentino ponga en jaque a todo un sector, significa que hemos carecido de una política industrial seria y que no se han tomado las medidas pertinentes para ser competitivos de acuerdo a las necesidades de un mundo globalizado.

El sector confeccionista viene reclamando desde hace años que el Gobierno decida ordenar la casa y frenar el contrabando de prendas asiáticas, pero la situación no ha variado mucho y el mercado local sigue siendo dominado por la informalidad. No obstante, las empresas paraguayas han logrado un crecimiento constante gracias a las exportaciones, con lo que en cierta medida se logró compensar la pérdida del mercado local. Pero, ahora, dicho crecimiento se ve amenazado porque prácticamente el 60% de las exportaciones tiene como destino el mercado argentino.

Esta situación es el resultado de numerosos errores y olvidos que llevaron a los confeccionistas a depender en gran medida de un solo mercado. Por un lado, el Gobierno no ha sido capaz de frenar la ilegalidad y establecer mecanismos que permitan minimizar la informalidad y fijar condiciones más justas para la competencia. Por el otro, las industrias nacionales no han podido volverse lo suficientemente competitivas para recuperar la preferencia de los consumidores, salvo en algunos nichos como los que se consiguieron en el mercado exterior. Las empresas que han crecido son las que comprendieron que al no poder hacerle frente a los bajos precios de los productos asiáticos, se deben ofrecer otras ventajas, como la calidad y los diseños originales.

La dependencia de un solo mercado hoy es fruto del desorden y de la falta de planificación. No se han establecido políticas claras para ordenar el mercado interno ni se ha logrado una diversificación de los mercados externos, así como tampoco se ha negociado una posición firme dentro del Mercosur que brinde seguridad y que no deje a nuestras industrias a merced de cualquier traba que los socios decidan imponer a las exportaciones paraguayas. Es por eso que hoy muchos puestos de empleo se ven amenazados por una sola disposición, que apareció repentinamente y que puede significar el cierre de empresas.

En este contexto, el Gobierno de Lugo debe mostrar que es diferente a los anteriores. Y para ello debe establecer medidas efectivas que indiquen que queremos ser un país serio en donde la legalidad sea respetada. No puede tolerarse que el contrabando siga campante y desembozado para beneficio de unos pocos y perjuicio de muchos. Igualmente, no se puede seguir con una postura endeble en el Mercosur, por lo que se debe exigir el fin de las trabas comerciales de parte de los socios.

Sin lugar a dudas nos falta una política industrial que apunte a darle competitividad a nuestras empresas y a buscar mejores oportunidades en los mercados internacionales. Urge una política de incentivo a las industrias para generar empleos y dinamizar nuestra economía interna. Los reclamos industriales no pueden seguir siendo condenados al olvido.

(*) Periodista
www.vivaparaguay.com