domingo, 24 de mayo de 2009

Una mirada a nuestras universidades

Por Héctor Farina (*)

Las universidades constituyen, sin lugar a dudas, uno de los referentes más importantes de cualquier sociedad. A partir de cómo están estructuradas, cómo funcionan y qué tipo de profesionales forman, podemos establecer ante qué tipo de sociedad nos encontramos, así como podemos ver hacia dónde se dirige una determinada nación. Nuestras universidades hablan mucho de nosotros mismos, de nuestra historia y de nuestra visión de futuro. Al verlas podemos hacer una radiografía de nuestras costumbres y señalar muchos de nuestros vicios y nuestras aspiraciones.

Al observar la realidad de algunas universidades en México –como alumno y docente- encuentro que hay muchas similitudes con relación a las universidades paraguayas, aunque existe una diferencia fundamental: las universidades mexicanas cuentan con una infraestructura superior, así como con mayores recursos para formar estudiantes más preparados. Sin embargo, persisten problemas comunes que no han podido superarse, como la falta de lectura y la escasa preparación con la que llegan los alumnos a la educación superior. Más allá de las cuestiones estructurales que limitan el desarrollo de una educación de calidad, como la pobreza que en este país afecta a más de la mitad de la población y que es un motivo de deserción escolar, se nota una inconcordancia entre la capacidad educativa que existe y el grado de aprovechamiento de los recursos.

México cuenta con universidades que –en numerosos campos- pueden ser consideradas como las mejores de América Latina, pero no ha podido superar la desgracia de tener un nivel bajo de lectura. Este es un país de libros, en donde la oferta editorial es muy superior a la que existe en Paraguay –con mayor producción y precios más bajos-, pero ello no representa que sea una sociedad de lectores. El conocimiento es mucho más accesible que en otros países, pero las tasas de analfabetismo siguen siendo una asignatura pendiente. Los contrastes así quedan marcados entre aquellos que tienen una elevada formación profesional y aquellos que apenas poseen los conocimientos más elementales para sobrevivir. Las universidades mexicanas poseen buena infraestructura y cuentan con recursos importantes, pero queda la sensación de que la calidad educativa es inferior a lo que se podría esperar.

En Paraguay compartimos algunos de los problemas que aquejan a la sociedad mexicana, como nuestra poca lectura, nuestra apatía hacia la educación y las cuestiones estructurales como la pobreza. Sin embargo, soportamos el agravante de carecer de infraestructura adecuada y de no tener una política educativa fuerte dirigida a revertir esta situación. Las universidades paraguayas sufren por la falta de buenas bibliotecas, por carecer de laboratorios y centros destinados a desarrollar la ciencia y la tecnología, así como por la mala calidad y las limitaciones de los servicios como Internet. Y estas carencias se reflejan de manera más cruel en la educación cuando le sumamos el hecho de que los docentes están lejos de tener la capacidad que se requiere para formar profesionales competitivos.

Necesitamos realizar una profunda reflexión sobre la realidad de nuestras universidades y trazar políticas educativas que apunten a mejorar la calidad de los profesionales que salen de las casas de estudio. Las universidades necesitan una fuerte inversión en infraestructura y en la capacitación de los docentes, ya que ambos son elementos fundamentales para pensar en mejorar los estándares de calidad. Es hora de ubicar a las universidades dentro de un proceso global que implique un trabajo desde la educación inicial, para que los niveles educativos no sigan siendo compartimentos estancos y no se repita el triste caso de que haya alumnos que lleguen a la universidad sin haber leído un libro o desconociendo las nociones más elementales de gramática. Y peor aun, que pese a estas carencias obtengan un título profesional.

Si el Gobierno se decide a tener un país en serio, empezará por revisar la política educativa y por invertir más y mejor en la formación de los ciudadanos. Cuando tengamos universidades más competitivas, y profesionales más capacitados, entonces podremos aspirar a construir una sociedad diferente de la que tenemos.

(*) Periodista. Master en Ciencias Sociales
Publicado en Viva Paraguay

martes, 19 de mayo de 2009

Construir un cambio verdadero

Por Héctor Farina Ojeda (*)

El gran cambio político que se dio el año pasado con la caída del Partido Colorado y la asunción de Fernando Lugo no termina de consolidarse como aquel cambio esperado por millones de paraguayos que vieron en la alternancia la posibilidad de superar males endémicos. La falta de solución de problemas centrales, como la inseguridad y el desempleo, hace que la esperanza se vaya desdibujando y el tan ansiado cambio se vuelva nuevamente algo lejano en el tiempo y el espacio. Y es que más allá de las dificultades, de la crisis económica mundial y del escaso tiempo transcurrido desde la asunción del gobierno de Lugo, no se ha logrado establecer un rumbo claro para hacer crecer la economía, para mejorar la educación y para convertir al país en un lugar de oportunidades para el desarrollo de la ciudadanía.

Que el Gobierno actual se jacte de no ser corrupto como los anteriores no alcanza para marcar la diferencia que el país requiere. Y menos si consideramos que el fantasma de la ineptitud ronda el manejo de los temas importantes y se aparece en muchas de las decisiones. Lo que deberíamos cuestionarle a Lugo y a las demás autoridades es qué están construyendo para hacer que Paraguay no siga siendo el país pobre y atrasado que los colorados dejaron tras seis décadas en el poder. ¿Cuál es el camino que piensan seguir para tener un país con menos pobreza y más empleo, con justicia y seguridad? Si no hay un rumbo claro, que permita la construcción constante del país que queremos, el cambio tan mentado no deja de ser una quimera disimulada bajo el espejismo de pequeñas modificaciones coyunturales.

Más que el cambio de gobierno, necesitamos un cambio de actitud y de horizontes. Son ya demasiados los años que venimos escuchando el discurso de que hace falta un “cambio de mentalidad”, pero no terminamos de asumir que eso no será posible mientras no construyamos las bases necesarias para dejar atrás los pensamientos retrógrados y los modelos conformistas. Deberíamos asumir de una vez por todas que no podremos ser mejores si no mejoramos nuestra educación: si no somos personas capaces, competentes y preparadas para comprender los tiempos en que vivimos, de ninguna manera podremos orientar nuestra visión y nuestro trabajo hacia mejores destinos. Eso lo saben los países ricos y por eso progresan, porque invierten en su gente y hacen que la verdadera riqueza de sus sociedades sea el conocimiento. En contrapartida, en los países atrasados se limitan los recursos para la educación y se vive la cruel ilusión de una mejoría que sencillamente no llegará porque no se trabaja para merecerla.

Para que Paraguay inicie un cambio verdadero necesitamos un gobierno que invierta mucho más en la gente, que comprenda la necesidad de formar personas educadas que puedan producir más y mejor para el país. La construcción de una sociedad mejor no pasa por repartir subsidios para calmar las protestas, sino por destinar los recursos a la capacitación de las personas, para que puedan desarrollarse y generar oportunidades sin la necesidad de vivir a la sombra de las dádivas de los gobernantes de turno. Invertir en la gente es darle los elementos necesarios para que pueda generar su propia riqueza. En ese sentido, el compromiso con los pobres debería consistir en darles la oportunidad para dejar la pobreza y no en darles falsos apoyos para mantenerlos tranquilos mientras siguen en la miseria.

Para un cambio verdadero, el Gobierno debe duplicar –como mínimo- la actual inversión en educación para el próximo año, en tanto debe ir incrementando la cantidad y la calidad de lo que se invierte en materia educativa. El mísero presupuesto que ronda el 3% del Producto Interno Bruto (PIB) no alcanza más que para seguir en la misma mediocridad y en el mismo atraso: si queremos ser mejores tenemos que hacer una apuesta fuerte por nuestra capacitación, así como lo hizo Singapur, que destinó el 20% de su PIB a la educación y hoy es un país rico, desarrollado y seguro.

Para construir el cambio anhelado necesitamos tener más escuelas en el interior del país, universidades más competitivas, maestros más preparados y mejores posibilidades de acceso para los estudiantes. Hace falta una fuerte inversión en el desarrollo de la ciencia y de la tecnología, para que podamos generar nuestra propia riqueza. Si el Gobierno no construye desde ahora un camino para tener una sociedad más y mejor preparada, el cambio no pasará de ser un cuento que nos vendan cada vez que alguien quiera votos.

(*) Periodista. Master en Ciencias Sociales
Publicado en Viva Paraguay

sábado, 16 de mayo de 2009

Recuperar la seguridad

Por Héctor Farina Ojeda (*)

La seguridad de los habitantes es uno de los aspectos que más se ha degradado en los últimos años, de la mano de los malos gobiernos que no han sabido atender cuestiones básicas como el crecimiento de la economía, la generación de empleos y el establecimiento de sistemas más efectivos para garantizar la integridad de las personas. Un país empobrecido por las malas administraciones, por la escasa visión de los gobernantes y por una frustrante falta de oportunidades, ha sido el caldo de cultivo para que la delincuencia se vaya apoderando de las calles y vaya diseminando el miedo en los hogares y en el accionar cotidiano de la gente.

El clima de violencia, los asaltos y las diferentes manifestaciones delictivas en las calles se agudizaron durante el anterior gobierno, en coincidencia con los malos resultados de la economía. Hasta hace algunos años, ciudades como Asunción gozaban de cierta tranquilidad, pero hoy sus calles se han convertido en trampas cada día más peligrosas: zonas oscuras, asaltos en colectivos, peajeros, pirañitas, escasa presencia policial y un miedo generalizado, son algunos de los factores con los que la gente tiene que convivir. Lo mismo -e incluso peor- le pasa a las ciudades del área metropolitana, como Lambaré, Luque y San Lorenzo, que en los últimos años han tenido un crecimiento poblacional muy superior a la capacidad de las autoridades de brindar seguridad.

Precisamente, mejorar la seguridad de los paraguayos era uno de los desafíos que tenía que enfrentar el Gobierno de Fernando Lugo, pero hasta ahora – a ocho meses de su asunción- todavía no se han notado cambios favorables. Al contrario, los asaltos callejeros y domiciliarios, las amenazas constantes y la zozobra generalizada que vive la sociedad por la permisividad con la que se mueven los delincuentes, dan la sensación de un progresivo empeoramiento de la seguridad.

En este contexto, la figura de Montanaro, el ex hombre fuerte de la dictadura de Stroessner, debería refrescarnos la memoria sobre uno de los orígenes de nuestros males. El ex ministro del Interior es quizá el máximo responsable de que las fuerzas policiales no hayan sido entrenadas para proteger a la gente, sino para ser el brazo represor de un régimen totalitario. La seguridad del país no pasaba por proteger a la ciudadanía, sino por reprimir a todo aquel que fuera considerado un “peligro” para el sistema. En contraste, el actual ministro Rafael Filizzola todavía no ha encontrado la fórmula para que las fuerzas de seguridad sean efectivas en el combate a la delincuencia. No ha sabido cómo frenar la ola delictiva ni ha podido hacer que la confianza retorne a la población.

La seguridad de los paraguayos es un tema que no puede seguir siendo olvidado ni administrado con tibieza. El Gobierno de Lugo debe dejar de lado los escándalos y concentrarse en desarrollar planes efectivos para hacer crecer la economía y generar empleos y oportunidades, de manera a atacar el contexto que favorece la aparición de la delincuencia. Se deben fomentar los proyectos productivos en el campo que generen mano de obra, lo que podría ayudar a disminuir la migración interna hacia la capital, al tiempo que se descomprimen los cinturones de miseria que hoy son focos de delincuencia en el área metropolitana.

Igualmente, se deben tomar medidas para desincentivar los delitos, como reforzar el sistema de iluminación de las calles, ya que resulta inexplicable que en el país de la electricidad tengamos ciudades enteras con un pésimo servicio de alumbrado público. Necesitamos fuerzas policiales capacitadas, mejores equipos, más puestos a donde la ciudadanía pueda acudir y un sistema más preparado para reaccionar a tiempo. Pero sobre todo tenemos que revisar a fondo nuestros sistemas de justicia, ya que la impunidad sigue siendo el manto que protege a los delincuentes.

Los ciudadanos tenemos que enviar un mensaje claro y contundente a las autoridades: o cumplen con su trabajo y solucionan el problema de la inseguridad, o mejor dan un paso al costado y dejan que las personas más preparadas se encarguen de la tarea.

(*) Periodista. Master en Ciencias Sociales
www.vivaparaguay.com

domingo, 10 de mayo de 2009

Epidemias y ansiedades


Por Héctor Farina (*)

La aparición en México del virus de influenza A H1N1, que inicialmente se conoció como gripe porcina y que ahora tiene el nombre oficial de influenza humana, ha representado un duro golpe para este país, que todavía se debate en una tormenta que además de dañar a la salud tendrá un fuerte impacto en la economía. Tras diez días de haberse descubierto el nuevo virus y de haber puesto en alerta al país primero y al mundo después, la turbulencia, el pánico y la ansiedad parecen calmarse lentamente, aunque todavía se vive en el encierro y se mira con desconfianza a las personas, como viendo potenciales focos de infección en todas partes.

En el contexto de la amenaza de una pandemia por la facilidad con que el virus de la gripe se transmite de persona a persona, uno de los hechos más notables es el problema de información que hizo que en un momento dado se confundieran la realidad con la ficción y las amenazas reales con la paranoia resultante del pánico. Al tratarse de un virus nuevo, descubierto en los mejores laboratorios del mundo el mismo día que se dio a conocer su existencia, las informaciones iniciales no fueron suficientes para calmar la incertidumbre de una población que de la noche a la mañana tuvo que cambiar radicalmente sus hábitos.

En un principio se habló de casos de gripe porcina en el Distrito Federal y el Estado de México y se declaró alerta sanitaria regional. En pocos días el mal ya estaba amenazando a todo el territorio nacional y a diversos países del mundo. En los primeros días, cuando escribía una nota sobre la situación de los paraguayos residentes en México, la cifra de muertos que se debían –presuntamente- a la gripe porcina era de 149 personas. Luego la cantidad subió 152 muertos, pero finalmente los estudios laboratoriales demostraron que solo 7 de los casos se debían a la gripe porcina, en tanto los otros eran por neumonías o enfermedades afines. Actualmente -en el momento que escribo- son 19 muertos por el virus de la influenza humana en México, un muerto en Estados Unidos y hay 658 casos de personas enfermas que están siendo tratadas.

Esta situación de amenaza, alerta, incertidumbre y temor dejó en claro cómo opera un problema denominado ansiedad informativa: la gente, desesperada por conseguir información sobre el nuevo mal, empezó a producir y consumir todo tipo de rumores. Los datos falsos, las mentiras y los chismes disfrazados de realidad se propagaron mucho más rápido que el virus al que tanto se temía. En pocas horas empezaron a circular correos con historias tan absurdas como las de conspiración para distraer la atención local, que la visita de Obama y su reunión con Calderón se dieron justo antes del brote de la epidemia, que los mayas ya lo habían predicho, que se trataba de un “simulacro distractor”….Chismes sin argumentos parecieron llenar la ansiedad informativa de una población que buscaba respuestas que ayudaran a evadirse del problema, aunque no soportaran el más elemental de los análisis.

Los canales de información formal perdieron terreno ante los rumores, ante los correos anónimos que hablaban de conspiraciones y de farsas, pero que no explicaban por qué la gente enfermaba y moría. Cosas tan absurdas como que era una simulación por una cuestión electoral (sin pensar que la gente no se dejaría morir solo para disimular o que un presidente en ejercicio difícilmente sacaría provecho de una pandemia que mate a sus electores), ganaron los espacios en la mente de muchas personas. También se dijo que era para no pensar en lo mal que está la economía, como si al hacerla empeorar notablemente y poner en riesgo miles de empleos terminaríamos por creer que la economía había mejorado…

La sorpresa, la falta de educación de la población, la poca información oficial y el exceso de rumores y mensajes oportunistas, hicieron que la ansiedad informativa incremente el pánico y que la gente termine confundida, sin saber a quién creer o a qué atenerse. Uno de los grandes desafíos que tenemos en este sentido es educar mucho más a la ciudadanía, de tal manera que se tengan los conocimientos básicos necesarios para seleccionar la información más útil y para no dejarse arrastrar por el ruido sin argumento. Nuestras sociedades deben estar más preparadas no solo para reaccionar a tiempo ante las amenazas, sino para no dejarse confundir y para tener criterios que ayuden a salir de la crisis. Tenemos que tomar conciencia de que informar e informarnos son tareas delicadas y mucho más en tiempos de crisis. Con más educación podremos mejorar nuestra preparación para casos de crisis y evitar que la ansiedad nos devore cuando buscamos una salida.

(*) Periodista.
Desde Guadalajara, Jalisco, México

sábado, 2 de mayo de 2009

Paraguayos en México, con temor y calma ante la gripe


ALARMA SANITARIA MUNDIAL | Miércoles, 29 de Abril de 2009

Por Héctor Farina
México
Especial para Última Hora

Muchos paraguayos que viven en el territorio azteca son estudiantes becados. Afirman que toman precauciones para evitar contraer la influenza porcina, y envían a sus familias mensajes alentadores.


El súbito brote de la influenza tipo A en México, más conocida como gripe porcina, generó incertidumbre y temor entre los numerosos paraguayos que viven en este país.

Los compatriotas, en su mayoría estudiantes, moran en diferentes puntos del territorio y extreman precauciones ante la situación de alerta sanitaria que se extendió a todo el país debido al brote del nuevo tipo de influenza detectado el pasado jueves en la capital azteca.

El pánico se apoderó de México desde el anuncio de la semana pasada del Gobierno Federal sobre la presencia de un nuevo tipo de influenza, una gripe originaria de porcinos, que hasta el momento ha provocado unas 149 muertes, principalmente en la capital y el Estado de México.

SORPRESA.. La situación tomó por sorpresa a los paraguayos, no acostumbrados a este tipo de emergencias. Aunque la amenaza de contagio genera temor, los compatriotas mantienen la calma y aseguran que están tomando todas las medidas dispuestas por los organismos sanitarios para evitar el contagio.

Algunos becarios paraguayos radicados en la Ciudad de México comentaron que existen incertidumbre y temor debido a que el brote de la enfermedad tuvo como epicentro la capital. Ellos se mantienen en sus casas, evitando salir a la calle.

No obstante, al temor inicial parece seguir la calma debido a que se han suspendido todas las actividades que impliquen aglomeraciones, en tanto las autoridades trabajan contrarreloj para implementar un cerco sanitario y evitar más contagios.

RESPUESTA RÁPIDA. Ricardo Duarte Ojeda, oriundo de Ciudad del Este, realiza un doctorado en Ciencias Económico-Administrativas en Toluca, a 120 km de la capital.

Él resaltó que existe una respuesta rápida de las autoridades, y que no se han presentado más casos fatales en el estado en los últimos días.

"A todas las familias les pido que tengan calma y que no se asusten, que nos estamos cuidando muy bien y que esperemos que todo esto pase y vuelva la normalidad", apuntó.

En la ciudad de Guanajuato, en el centro del país, dos estudiantes paraguayos, Carlos Ramírez Maciel y Carmen González Florentín, manifestaron que si bien hay temor no se han registrado casos de influenza en el estado en que viven. Enviaron mensajes tranquilizadores para sus familiares en Paraguay, ya que están bien y en alerta.

En Guadalajara, en el estado de Jalisco, el periodista Mauro Céspedes, quien se recupera satisfactoriamente de una enfermedad renal tras un novedoso tratamiento con células madre, manifestó que tomaría las precauciones al pasar por la capital azteca.

El periodista se preparaba ayer para retornar al Paraguay junto con su hija. En Jalisco aún no hay casos confirmados de gripe porcina.

Igualmente, paraguayos residentes en los estados de Tamaulipas, Cohahuila y Nuevo León (al norte del país, en la frontera con Estados Unidos) dijeron que están bien y piden tranquilidad a sus familiares.

"Que estén tranquilos, acá estamos bien", dijo Andrea Arrúa, quien estudia una maestría en Parasitología Agrícola, en Saltillo (Cohahuila).

Publicado en el diario Ultima Hora, de Paraguay. Ver edición en línea aquí

EL TESTIMONIO DE LOS COMPATRIOTAS

Jesús Manuel Rodas Acevedo, Monterrey

“En un estado vecino ya se presentaron casos”
“Me causó mayor preocupación y miedo al saber que en Tamaulipas, un estado vecino, también ya se presentaron algunos casos y un deceso. Aquí en Monterrey también hay casos pero no quieren informar para que no corra el miedo y el pánico, pero ya se están tomando las medidas, repartiendo tapabocas”, señaló Jesús Manuel Rodas, quien estudia Ingeniería en Sistemas Computacionales en Monterrey, capital del estado de Nuevo León, en el norte del país.
El estudiante paraguayo dijo que al principio todo fue muy tranquilo porque los casos solo se dieron en México DF, que está bastante lejos, pero luego los casos se fueron extendiendo a otros estados. “Personalmente estoy haciendo lo que recomienda la Secretaría de Salud, consumiendo vitaminas y antigripales, y permanecer en mi casa. Espero que mis familiares estén tranquilos, ya que nos encontramos bien de salud”, señaló.

Carlos Ramírez Maciel

“Hay temor al contagio”

“Estoy tomando todas las medida necesarias. Hoy (por ayer) me sentí raro en la facultad al llegar y mirarle a los compañeros del salón con temor, por el miedo a que te agarre el mal”, indicó Carlos Ramírez Maciel, quien explicó que el temor es porque la gripe se puede contagiar si uno le pasa la mano a una persona infectada. Dijo que tanto él como sus compañeros usan tapabocas como mecanismo de prevención.

Carlos es originario de Iturbe, Guairá, y actualmente estudia Ingeniería Hidráulica en Guanajuato. Dijo que todos los becarios están alertas y tomando precauciones. “Por el momento no se han registrado casos de influenza en la ciudad en donde vivo, pero a medida que pasan las horas se manejan informaciones de que puede ir empeorando la situación”, puntualizó.


Carmen González Florentín

“Tengo miedo”

“A medida que pasa el tiempo, el miedo y el pánico se van apoderando de mí. Y aunque parezca tonto o hasta chistoso mencionarlo, me siento igual o peor que el personaje de Youtube cuando no dejaba de decir ‘tengo miedo…tengo miedo’, pero así me siento, expresó Carmen González Florentín, originaria de Coronel Oviedo, que actualmente estudia una Maestría en Historia en Guanajuato.

Carmen, pese al temor, no ha perdido el sentido del humor. Pide a sus familiares y amigos en Paraguay que no se preocupen, ya que se encuentra bien y tomando todas las medidas necesarias para la prevención. “Por suerte, el estado en donde vivo sólo ha presentado casos sospechosos, nada confirmado aun”, añadió

Recordó que desde hace cinco años reside en México y que ha pasado por otros sustos, como los terremotos, que no se dan en Paraguay y por eso generan temor, ya que se trata de situaciones a las que los paraguayos no están acostumbrados.

Luis Alberto Villalba Acosta

“La situación no es tan grave”

“Todo esto asusta un poco al principio, ya que en Paraguay nunca se presentó una situación así, y estando en nuestro país lo vemos como algo lejano a lo cual nunca estaremos expuestos. Pero la situación no es tan grave como se ve, ya que acudiendo al médico al presentarse los primeros síntomas la enfermedad es tratable y curable”, explica Luis Alberto Villalba, oriundo de Paraguarí, que actualmente estudia Ingeniería en Sistemas Computacionales en Ciudad Victoria, estado de Tamaulipas.

Señaló que asusta el hecho de ver a la gente con tapabocas en las calles y que en las farmacias se agotan estos elementos de prevención, pero no es para alarmarse. “Mi mensaje para nuestras familias es que estamos bien y conscientes de lo que debemos hacer en caso de presentarse algún síntoma. Espero que las autoridades sanitarias de Paraguay se muestren responsables con lo que estamos viviendo, ya que el virus se está propagando por varios países”, mencionó.