domingo, 19 de agosto de 2012

Panamá: el crecimiento y el reto de la desigualdad


Por Héctor Farina Ojeda (*)

Las economías latinoamericanas se caracterizan por esa posición complicada de la emergencia, en donde se contraponen las grandes oportunidades de desarrollo y las anclas que terminan por mantener en el fondo sino a todos, al menos a buena parte de la población. Panamá no es una excepción, pues goza de indicadores económicos envidiables que pronostican un futuro próspero, al mismo tiempo que sus niveles de desigualdad y de fallas en la educación pintan un panorama no muy alentador para un porcentaje importante de la gente.

Comencemos por las bonanzas: el gobierno panameño prevé para este año un crecimiento económico de 10%. Esto se sumaría al repunte del año 2011, cuando el Producto Interno Bruto (PIB) se incrementó 10,6%. Panamá tiene un ritmo de crecimiento sostenido desde hace más de 20 años, y solo en los últimos cinco años su promedio fue de 8,9%, muy por encima del promedio de América Latina. Y la perspectiva futura se mantiene favorable, con un pronóstico de 8% de repunte para 2013.

La estrategia de este país centroamericano está basada en la explotación de sus enormes oportunidades comerciales: teniendo al Canal de Panamá como punto de partida para facilitar el comercio internacional, ha desarrollado servicios de logística, comunicaciones, transporte y finanzas que no sólo favorecieron la cuestión comercial sino que impulsaron la atracción de inversiones extranjeras y el turismo. Los panameños saben cómo facilitar las importaciones, el paso de mercaderías y el tránsito por su territorio con miras a los grandes mercados mundiales. Y uno de sus aciertos fue convertir al país en un centro aéreo, con lo que ha mejorado notablemente la confianza para operar en su territorio y de paso generar una afluencia importante de turistas.

De acuerdo a los datos de diferentes organismos internacionales -como el Fondo Monetario Internacional (FMI), Naciones Unidas y el Banco Mundial (BM)- es el país con los ingresos por habitante más altos de Centroamérica. Visto desde la perspectiva de su potencial, algunos dicen que podría ser "la Singapur de América", aunque todavía hay algunas diferencias notables que limitan este futuro que parece muy prometedor.

Uno de los grandes problemas de fondo es la desigualdad: mientras los indicadores muestran crecimiento, la pobreza sigue afectando a una buena parte de la población, que vive en condiciones precarias y en un ambiente rural de pocas oportunidades, lejos de la concentración de la riqueza en las grandes ciudades. Los datos de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) dicen que la pobreza afecta al 26% de la gente, en tanto otros estudios sitúan la cifra por encima del 30%. Aquí tenemos el reflejo de dos realidades: una en donde hay mucho comercio y un incremento de la riqueza, y otra en donde dicha riqueza no llega y en donde las limitaciones pueden más que las inversiones extranjeras y los flujos de capital.

La calidad de la educación es un problema serio en Panamá, pues la riqueza no llegará a los pobres mientras estos sigan sin tener preparación y sin saber aprovechar las oportunidades. Al igual que en la mayoría de los países latinoamericanos, los sistemas educativos siguen siendo precarios y con muchas deficiencias, por lo que un segmento importante de la población carece de las condiciones necesarias para conseguir un buen empleo, para emprender o para competir en un mercado laboral que necesita gente con preparación.

Observar la realidad panameña debe servirnos para asumir que más allá de las bonanzas económicas que tienen nuestros países tenemos desafíos muy grandes que debemos afrontar. Lo primero es revertir esa condición de desigualdad que hace que cada vez que haya un buen momento económico terminemos por generar más pobres y más exclusión. Cuidar los indicadores macroeconómicos no le alcanza a una Latinoamérica a la que le urge devolverle la oportunidades a la gente. Así como hizo Singapur o como lo hacen los países nórdicos, deberíamos empezar por igualar a la gente en materia educativa, por tener una formación incluyente y de mayor calidad, para así minimizar esa enorme brecha que tenemos entre los que concentran la riqueza y los excluidos, entre los que saben aprovechar oportunidades y los que quedan a merced de su falta de conocimiento.

(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México

Publicado en el suplemento "Estrategia", una publicación especializada en economía y negocios, del Diario La Nación, de Paraguay.

domingo, 12 de agosto de 2012

Costa Rica, un país interesante


Por Héctor Farina Ojeda (*)

Llamativo, exótico e interesante. Costa Rica es uno de esos lugares en donde se combinan factores atractivos que despiertan la curiosidad y acaso la envidia. Es una de las democracias más antiguas, con una marcada estabilidad política, muy distante de las democracias latinoamericanas endebles que, confusas y propensas a lo indefinido, nos acostumbraron a lo imprevisible. Como toque de distinción, mientras los gobiernos latinoamericanos se militarizaban y hasta empotraban dictaduras empuñando las armas, Costa Rica abolió su ejército hace más de 60 años. La de idea de nación era clara: las victorias armadas no eran las importantes, sino que habría que ganar batallas en el campo educativo para que el beneficio se extienda a la sociedad.

Hoy en día es uno de los países más alfabetizados de América Latina y ha ido mejorando sus niveles de calidad educativa. Pasar de los presupuestos militares a la inversión en educación ha generado una sociedad más próspera y menos tendiente al conflicto. Y como resultado de la apuesta a la educación, no sólo han mejorado los niveles de productividad y competitividad en materia de recursos humanos, sino que han generado un clima atractivo para la inversión de las empresas que requieren de mano de obra calificada, como las grandes compañías productoras de tecnología. Los beneficios sociales son importantes, aunque todavía la pobreza sigue afectando a alrededor del 20% de la población, de acuerdo a los datos de Naciones Unidas.

Los “ticos” no sólo se están adelantando al resto de los países latinoamericanos en su carrera hacia la economía del conocimiento, sino que han sabido aplicar buenas estrategias para el aprovechamiento de sus recursos naturales. Precisamente, sus volcanes, bosques y parques nacionales en general son un atractivo que ha convertido al país en uno de los pioneros del ecoturismo, en tanto se suman ingresos superiores a los 2 mil millones de dólares por año en materia de turismo. De esta manera, al sumar los beneficios de la educación, los ingresos por turismo, la inversión extranjera y el desarrollo de la industria de alta tecnología, Costa Rica presenta factores importantes que apuntan a que el país siga una ruta de progreso y mejoría de las condiciones de vida de su gente.

Hablar de lo “orgullosamente tico” es referirse a una marca país que se traduce en seguridad, calidad y respeto. Es uno de los países más seguros de América Latina –según el Índice de la Paz Global 2012- y respetado por sus cuidados al medio ambiente, por las libertades de las que gozan los ciudadanos y por la apuesta permanente que se hace por la educación.

Costa Rica se encuentra actualmente en un proceso de recuperación económica, tras la crisis global que hizo sentir sus efectos en el país en 2009. Con un crecimiento promedio del 4% en los últimos dos años y con una buena generación de empleo, los indicadores son alentadores aunque todavía insuficientes para cubrir todas las necesidades de una economía emergente.

Hay muchos factores interesantes que aprender de los ticos. Desde su redireccionamiento de los gastos militares hacia la inversión educativa, hasta su apuesta por la competitividad de los recursos humanos como incentivo para el desarrollo de empresas tecnológicas. ¿Cuántos gastos innecesarios tenemos que bien podrían servir para una inversión a futuro? ¿Cuánto tiempo más vamos a priorizar en nuestros presupuestos a los partidos políticos, a la burocracia parasitaria y a los avivados que se cuelgan de las bondades del poder para hacer fortunas impuras? ¿Cuándo destinaremos los recursos al desarrollo de la gente y no al mantenimiento de estructuras obsoletas?

Vivimos en sociedades injustas porque no hemos priorizado la educación de la gente, de manera que esta es la verdadera fuente de la desigualdad, la exclusión y la limitación para el progreso. Si hiciéramos el ejercicio de pensar un cambio en el destino de los recursos que tenemos… ¿qué gastos deberíamos suprimir y qué inversiones serían las urgentes para mejorar al país? Vale la pena pensarlo. Con urgencia.

(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México.

Publicado en el suplemento "Estrategia", una publicación especializada en economía y negocios, del Diario La Nación, de Paraguay.