sábado, 11 de mayo de 2013

Auge económico y construcción del país


Por Héctor Farina Ojeda (*)

Las perspectivas de crecimiento económico del Paraguay para los siguientes años nos colocan en un momento estratégico en el que debe definirse qué país se debe construir para aprovechar la bonanza. No sólo hablamos del 13% de repunte previsto para 2013, sino que posiblemente nos encontremos ante la década más favorable en mucho tiempo. Con todo por construir, con el auge de los ingresos que se deben a la agricultura y la ganadería, con una población joven que nos favorece con el bono demográfico y que podría convertirse en la generación de la innovación y la renovación de las formas de orientar a la sociedad, además de tener el mayor per cápita de energía eléctrica a nivel mundial, las condiciones son demasiado buenas como para desaprovecharlas.

Los datos del Banco Central del Paraguay (BCP) indican que el sector primario tendrá un repunte del 33,5% -fundamentalmente por la buena producción y los altos precios en agricultura y ganadería-; el sector secundario tendrá un incremento de 5,6%; en tanto el sector terciario crecerá 9%. En otras palabras, habrá un buen flujo de ingresos que no sólo oxigenará al campo sino que permitirá contar con recursos frescos para invertir, emprender y proyectar. El desafío de los ingresos a corto plazo es un compromiso para mejorar la producción, la competitividad y el alcance de los sectores económicos para los siguientes años. Y para eso se necesita planificación, estrategia y mucha capacidad de gestión.

Con la coyuntura favorable se debería impulsar con fuerza el sector de la construcción, pues el país necesita con urgencia pavimentar todas sus rutas para facilitar las comunicaciones y hacer que se minimice el costo de la mediterraneidad, al tiempo que se mejora la competitividad y se generan miles de empleos que inyecten ingresos a las familias. Carreteras, puentes, escuelas, hospitales…todo está por construir, en medio del auge económico y el crecimiento de la población que demanda mejores condiciones de vida.

El transporte público debería ser uno de los grandes objetivos para los próximos años. Con la inversión en un sistema de trenes eléctricos se podría no sólo aprovechar los recursos energéticos que nos sobran, sino bajar los costos del transporte y brindar un servicio de calidad. La ubicación privilegiada de Paraguay, en el corazón del tránsito del Atlántico al Pacífico –por donde pasa la producción con destino a Asia-, permitiría recuperar la inversión en poco tiempo, así como generar una distribución de la riqueza hacia muchos sectores que hoy aparecen como olvidados. La consolidación de un sistema de transporte eficiente y de infraestructura vial de primer mundo debe ser una de las exigencias máximas para las siguientes administraciones.

Sin embargo, quizá la necesidad más imperiosa para Paraguay en el contexto de la bonanza económica sea invertir en la formación de la siguiente generación. Sin una capacitación fuerte en materia de recursos humanos, en poco tiempo se perderán los ingresos y nos encontraremos ante un bono demográfico desaprovechado y costoso. Por ello es necesario destinar una parte importante de los ingresos que se tendrán en los siguientes años para formar a los nuevos cuadros de profesionales que se pondrán al frente de la economía, la política, la salud, la educación y las iniciativas en general. Países como Noruega, Finlandia y Singapur demuestran que una buena utilización de recursos en cuanto a educación, ciencia y tecnología es sinónimo de desarrollo, crecimiento y calidad de vida. Por eso debemos asegurar que los ingresos vayan hacia donde se necesita: la educación de la gente.

Lograr un crecimiento superior al 10% anual es una gran noticia. Ahora lo que se requiere es que eso se traduzca en visión y estrategia, en inversiones correctas y en consolidar una economía que pueda mejorar año a año, en forma sostenida, para beneficio de la gente. Ese es el desafío.

(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México

Publicado en el suplemento "Estrategia", una publicación especializada en economía y negocios, del Diario La Nación, de Paraguay.

sábado, 4 de mayo de 2013

Ciudad del Este, contradicciones y potenciales


Por Héctor Farina Ojeda (*)

Escribo a partir de impresiones. Con apreciaciones personales y una visión particular de los hechos, encontré a Ciudad del Este como un gran detonador de interrogantes que escapan a mi lógica. Esta ciudad que fue en algún momento la tercera a nivel mundial en movimiento comercial, no ha podido sin embargo superar algunos rasgos de un contexto cultural folclórico: sin orden en las calles ni en el tránsito, sin siquiera semáforos en las esquinas que minimicen el creciente caos vehicular, el contraste entre la pujanza comercial y la desidia urbanística sorprende a los ojos de cualquier visitante.

Basura en las calles, afiches de todos los colores y partidos que ofrecen, además de contaminación visual de mal gusto, las promesas de cambio que ya nadie cree. Esto se ve al tiempo que se escuchan versiones de "cuotas" que los operadores políticos exigen a los comerciantes para financiar campañas de los mismos que los recuerdan sólo a la hora de pedir recursos.

En las calles se nota claramente que han pasado administradores de dinero pero no visionarios de una ciudad que tiene todo el potencial para convertirse en una metrópoli del primer mundo. Como sí solo importara ubicarse en donde está el flujo de dinero y no construir una ciudad ni aprovechar más las enormes ventajas competitivas que se tiene en materia comercial.

Parece una ironía que un ex intendente haya querido ser presidente de la República y que ni siquiera haya puesto semáforos o iluminado parques pese a tener al lado la represa hidroeléctrica más grande del mundo. Ciudad del Este vive sus contrastes todos los días: mientras el flujo comercial es millonario, no hay dinero para un semáforo o tan siquiera para ordenar el sistema de estacionamiento. Los policías deben hacer funciones de improvisados semáforos humanos para dirigir el tránsito en las principales avenidas, mientras que en el microcentro hay parquímetros humanos, gente que reparte boletos y cobra a los que estacionan sin preocuparse de nada más que el cobro. Así se ven las precariedades en una ciudad rica.

A pocos kilómetros, en uno de los lugares más hermosos del Paraguay, el Salto del Monday, de nuevo salta el contraste: no hay turistas ni infraestructura turística para aprovechar un recurso natural que debería ser fuente de ingresos para la zona. Al contrario, a pocos metros del ingreso al parque no hay calles pavimentadas ni siquiera alumbrado público, en tanto se ven algunas carpas en terrenos baldíos. En un lugar natural maravilloso no hay condiciones para recibir turistas: ni comedores ni hoteles ni información para llegar. Como si el dinero del turismo no fuera de importancia para la zona, como si no sirviera para beneficiar a familias, trabajadores, comerciantes, taxistas...Lo cierto es que más allá de los culpables o responsables, hay una riqueza no explotada y por ende ingresos y beneficios que se pierden.

Los gobiernos deberían prestarle más atención a la triple frontera para hacer que la riqueza se traduzca en ciudades más ordenadas, desarrolladas y en un nivel más elevado de calidad de vida. No es suficiente con tener ingresos, sobre todo en un contexto en el que el país vecino hace lo posible por boicotear el comercio, sino que se debe planificar y potenciar el desarrollo con miras al mediano y largo plazo. Paraguay debe sacarle más provecho a sus ventajas comparativas y lograr que el comercio y el turismo sean más que un recurso temporal, una plataforma de crecimiento constante.

(*) Periodista y profesor universitario
Desde Ciudad del Este, Paraguay.

Entrevista en el periódico mexicano El Informador: “Conservadores con aires de rebeldía”



Cuando Héctor Claudio Farina, periodista y profesor universitario de origen paraguayo llegó a México, gran parte de su imaginario mexicano se desmitificó. En Asunción —en donde trabajaba como reportero de la sección de Economía del diario La Nación—, escuchaba la voz de los mexicanos e imaginaba un tono golpeado, autoritario, machista, proveniente del típico personaje que tiene un sombrero grande y un bigote espeso; pero en realidad no era así.

De Guadalajara le llamó la atención el Centro Histórico. Pensó que se estaba mudando de casa, pues en Paraguay caminaba todos los días por el primer cuadro de Asunción, ciudad tranquila y nostálgica, por cuyas calles viaja el sonido de las arpas y las guitarras y pueden observarse construcciones con más de 300 años de antigüedad a un costado de un edificio ultramoderno: Guadalajara se parecía a Asunción en esa dicotomía.

Maestro y doctorante en Ciencias Sociales, Farina considera que por momentos la ciudad se muestra colonial pero sin dejar de lado su lado moderno, un jaloneo que no termina de definirse.

“Los tapatíos tienen como esa costumbre de conservar sus museos y decir ‘estos somos nosotros’, pero también ‘queremos decir que somos modernos’, entonces no importa que haya un museo de hace 300 años y que al lado pongan un estacionamiento o edificios ultramodernos”.

Durante sus primeros años en la ciudad se avecindó en las cercanías del Estadio Jalisco, en donde vivió experiencias culturales extraordinarias parecidas a las que tuvo en su país cuando asistía al Estadio Manuel Ferreira, que alberga los partidos del Olimpia, equipo del cual Farina es aficionado. Una de las experiencias que lo marcó en Guadalajara fue la culinaria. Los sábados, día en que se disputan los partidos del Atlas, Farina veía sorprendido a una señora preparando carnitas; un señor mojando en salsa una torta ahogada o sirviendo un plato de birria o menudo.

“Bibliófago”, Farina dice que los tapatíos son conservadores con visos de rebeldía pero no de revolución, “gente que tiene un pensamiento medio conservador y que por momentos se rebela, pero como decía Octavio Paz, la diferencia entre un rebelde y un revolucionario es que el rebelde es el que se separa de algo, se niega a acatar una orden, se manifiesta en contra y se separa; el revolucionario, además de eso, implanta una idea y logra cambiar un orden establecido de cosas, logra transgredir un sistema, una forma de pensar, una forma de actuar”.

Fuente: El Informador. Escrito por Gonzalo Jáuregui. Ver original aquí

miércoles, 1 de mayo de 2013

El orden, lo atractivo y el turismo



Por Héctor Farina Ojeda (*)

El largo viaje desde México a Paraguay siempre trae consigo una serie de cambios que uno espera encontrar. Pero a la ya conocida falta de orden, sumarle el hecho de la desidia manifiesta en cualquier calle de Asunción se vuelve una señal inequívoca del desinterés hacia la gente: ciudad sucia, con espacios huérfanos de autoridad y decencia y con ecos de un atraso que aparece más adelantado que las buenas intenciones vociferadas en alguna campaña política con promesas repetidas.

La informalidad de un país poco organizado se percibe desde que uno llega y no hay controles serios de Aduanas en el aeropuerto, por lo que prácticamente se puede introducir cualquier cosa. O al salir a las calles, en donde hay tan poca señalización que, para un turista, llegar a su destino se convierte en una cuestión con grandes porciones de incertidumbre y azar. Faltan los carteles y las señales que guíen hacia los principales puntos atractivos de la zona metropolitana, pero sobran los afiches, gigantografías y grafitis de las campañas políticas, que poluyen visualmente y que no aportan más que una sensación de dejavú sobre etapas en las que se promete de todo para que nada cambie. Gatopardismo en las calles, eterno retorno en las esferas de poder.

La recepción que brinda la denominada "madre de ciudades" no es la mejor que daría una madre: con montes, montañas y cerros de bolsas de basura en las esquinas, con un transporte público que rocía de humo negro a los que caminan en las veredas que -para no ser menos que las calles- también presentan sus desniveles, baches y chicanas, y con una sensación de poca preocupación por parte de todos. Así encontré Asunción en general, aunque hubo espacios en los que el contraste entre bondades y desidias me causó la impresión de ir a dos ciudades opuestas en un mismo espacio.

Mientras la gran cantidad de ofertas hace que mucha gente prefiera ir a la zona de los shoppings, en contrapartida se ven calles semidesiertas, locales abandonados, pocos vendedores y algunos letreros de "se alquila" en el centro histórico. La calle Colón es un ejemplo de esto, en la zona del puerto, pues la que otrora fue una zona casi obligada para las buenas compras ahora luce como un espacio en el que se revuelven los papeles voladores, los escombros en alguna esquina y una que otra tienda esperanzada en el retorno de los buenos tiempos.

Como parte de esa curiosidad que nos hace tan peculiares a los paraguayos, el transporte público es una muestra de que no hay imposibles. Aquel servicio caótico, con unidades desvencijadas de manejo imprudente que garantizaban viajes en condiciones deplorables, ha empeorado. Como para un programa de Ripley, veo que hay camiones más viejos, más chicos, que siguen sin respetar las señales de tránsito, que suben y bajan pasajeros en cualquier parte y que ni siquiera sienten el compromiso de cerrar las puertas para evitar que alguien se mate de la caída. Ver el sistema obsoleto equivale a recibir señales inequívocas de un país enamorado del atraso y peleado con el futuro.

La capital de Paraguay tiene muchos atractivos, al igual que todo el país, pero hay poca planificación y pareciera que no hay mucho interés en pensar en el turismo. Venir desde México, un país que tiene en el turismo a una de sus principales fuentes de ingreso y que factura cerca de 20 mil millones de dólares al año gracias a los turistas,y encontrarse con Asunción poco presentable, es como graficar la poca importancia que se le concede a los ingresos turísticos que podrían ayudar en mucho a solucionar los problemas sociales.

Paraguay es un paraíso de precios bajos, de tiendas nacionales en lugar de las cadenas estadounidenses que copan todo en otros países. Hay mucho por explotar en materia de turismo, pero nos falta orden, planificación, seriedad y compromiso. ¿Cuesta tanto tener un país atractivo para el turismo? No, pero parece que sí.

(*) Periodista y profesor universitario
Desde Asunción, Paraguay

Publicado en el Suplemento "Estrategia", una publicación especializada en economía y negocios, del Diario La Nación, de Paraguay.