domingo, 28 de septiembre de 2008

Aprender a ser maestros

Por Héctor Farina (*)

El conocimiento es una de las necesidades fundamentales de toda sociedad. Sumergidos en un mundo que se ha globalizado, en medio del caos, la aceleración de los tiempos, el desarrollo tecnológico y las precariedades propias de un mundo que no ha podido superar males estructurales como la pobreza y la exclusión, hoy vivimos el desafío de tratar de sobresalir en una sociedad donde la información y el conocimiento son claves. Esto nos empuja al camino del aprendizaje, un sendero en construcción permanente marcado por el deseo de conocer, de superarse y progresar.

En este contexto, ya no podemos depender meramente de sistemas educativos oficiales o de las oportunidades limitadas por la escasa oferta de los centros de formación. La urgencia del conocimiento nos lleva a no solo aprender de los maestros, sino a aprender a convertirnos en nuestros propios maestros. Cultivar por nosotros mismos, construir todos los días e ir haciendo camino al andar -como dijera Antonio Machado-, son actitudes que debemos asumir para crecer como personas y como sociedad.

Para cultivarnos y tener más conocimientos, nada mejor que la lectura, el ejercicio intelectual por excelencia. Por medio de la lectura podemos recuperar las enseñanzas de los grandes maestros, al mismo tiempo que echamos luz sobre nuestros actos y aprendemos a ser más reflexivos.

Leer a Augusto Roa Bastos nos permitirá seguir los pasos de un gran maestro, para aprender a pensar y comprender la realidad que envuelve al Paraguay y a muchos países de América Latina. Sus letras nos dan herramientas para analizar el pensamiento de los dictadores, las situaciones de injusticia social, la opresión y las peculiaridades de la cultura paraguaya.

La lectura nos enseña a mirar el futuro, como lo demostró Julio Verne, que se adelantó a su tiempo y pintó un mundo imaginario, lleno de avances tecnológicos, que hoy es una realidad.

Un recorrido por las obras de Borges, Cortázar, Sábato, García Márquez, Rulfo, Josefina Pla y tantos otros autores nos llevará a mirar las entrañas de América Latina, desde el prisma del realismo mágico o de lo fantástico, desde la crudeza de las narraciones dolientes hasta la chispa de lo anecdótico y risible.

El poder individual debe llevarnos a buscar el conocimiento, a intentar aprender siempre, más allá de las limitaciones y los obstáculos que nunca faltan. Necesitamos convertirnos en los forjadores de nuestra educación, en los ejemplos que rediman a un país al que le urge tener ciudadanos más preparados y con mayor visión. Cada uno, en la medida de sus posibilidades, debe hacer un esfuerzo constante por aprender y por enseñar, por acercarse a la tecnología y seguir los avances de un mundo en constante cambio, para no perderse en la ignorancia y el atraso.

Si logramos convertirnos en promotores y productores del conocimiento, si asumimos la actitud de invertir un poco de tiempo en nosotros mismos, leyendo, reflexionando y trabajando a favor de la educación, habremos dado uno de los más grandes pasos que necesitamos dar hacia un estado de mayores oportunidades, progreso y beneficio para todos. La historia nos reclama hoy que seamos los protagonistas de un nuevo capítulo y que aprendamos a ser los guías que lleven al país a mejores destinos.

(*) Periodista
Desde Guadalajara, Jalisco, México.
Publicado en la revista Ecos, de Paraguay.

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