lunes, 31 de diciembre de 2007

El poder individual y el letargo colectivo

Por Héctor Farina (*)

El mito del hueso oculto o perdido, el que le falta a la anatomía del paraguayo para levantar la mirada y hablar con fuerza -según lo que decía el Dr. Francia-, parece tener todavía una carga psicológica emotiva y fuerte sobre un país que no termina de salir del letargo del atraso. Como eternos peregrinos, caminantes del mismo camino que siempre nos hace retornar, paseamos nuestra vida por la misma penitencia que debimos haber dejado atrás hace generaciones, por los mismos problemas y las peticiones pusilánimes que no tienen poder para cambiar la realidad.

“Levántese señora, que no puedo permitir que ningún paraguayo, hombre o mujer, se arrodille ante nadie, ni siquiera ante mí”. Estas palabras, atribuidas al dictador Francia por Roa Bastos en Yo, el Supremo (1974), constituyen una lección que no debemos olvidar: no se debe agachar la cabeza ni postrarse ante nadie, ni siquiera ante el poder que nos oprime. No se puede vivir supeditado a las migajas que llueven desde la corrupción, a las limosnas del “ogro filantrópico”- el Estado-, ni a las promesas vacías propias de políticos inescrupulosos y de personas sin dignidad.

El letargo colectivo, la falta de reacción, el sopor de creer que “así nomás luego es”, la autoestima baja y la mirada gacha y resignada, hacen mucho más daño que los malos gobiernos, que la pobreza y las carencias que tenemos. Es más nocivo no querer aprender y superarse que no tener los medios para lograrlo, más pernicioso el resignado que el rebelde, y más triste una sociedad que comprende y repite la necesidad de cambiar pero no toma la actitud de hacerlo, que una sociedad que se equivoca en el intento.

Es muy fácil reclamar con voz tibia que el Gobierno facilite la educación mientras no se toma la iniciativa de leer un libro. Y es más fácil echarle la culpa a los otros, a los gobernantes y corruptos, mientras uno mismo no asume su cuota de responsabilidad. Y dentro de este juego perverso de culpas y responsabilidades, el peor de los males es tener la mirada puesta en el suelo, esperar en forma resignada que nos lluevan las soluciones desde el cielo, desde el Gobierno o desde las promesas del exterior. Esto es como esperar la carta de pensión que el viejo coronel jamás recibió en la novela de García Márquez.

La sociedad paraguaya está muy aletargada, cansada y saturada de los malos gobernantes, de la pobreza y el eterno retorno de las promesas que nunca se cumplen. Ya no hay asombro, las reacciones son tibias o inexistentes, y las propuestas –si las hay- son pusilánimes o sin poder de cambio. Pero todo esto no es excusa para no construir, para no aprender por uno mismo y convertirse en excepción, para no romper con la apatía y la resignación, y trabajar con voluntad de poder.

“¡Levántense, trabajen y estudien, aprendan a construir sin depender de las dádivas ajenas!”. Esa debería ser una máxima de los paraguayos, una lección que nos lleve a mirar al frente y superar el mito del hueso faltante, a tener mayor presencia y poder de cambio, a construir por nosotros mismos la sociedad que queremos. Si el letargo es colectivo y el sistema es decadente, la opción es romper con la pereza y la decadencia por medio de esfuerzos individuales, y convertirnos así en las excepciones que terminen por sobrepasar al sistema. Si la conciencia colectiva está dormida y perdida en medio de delirios, es hora de sacudirla y despertarla con un espíritu renovado y fuerte, con una verdadera voluntad de trabajo y superación personal.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

jueves, 27 de diciembre de 2007

La psicología anticipadora en Rojo y Negro

“Stendhal representa para mí una de las más hermosas casualidades que llegaron a mi vida. Porque todo lo bueno que llegó a mí fue por casualidad”. Estas palabras de Nietzsche grafican su admiración por uno de los escritores más originales y de mayor profundidad psicológica: Henri Beyle (1783-1842), más conocido por el seudónimo de Stendhal.

Este escritor francés fue un verdadero precursor del psicoanálisis. En su novela Rojo y Negro (1830) nos presenta una descripción profunda del pensamiento humano encarnado en un personaje como Julián Sorel, un joven que odia la pobreza y trata de salir de ella usando toda su hipocresía para llegar a ser rico, pasando por encima de cualquier tipo de sentimiento o pudor.

Sorel odiaba a los pobres y quería dejar la pobreza, pero también odiaba a los ricos, aunque aspiraba a ser uno de ellos. Su ambición, su egoísmo, su análisis psicológico y manipulador, y su falta de remordimiento lo llevaron a enredarse en amores y odios que le hicieron perder la cabeza.

Rojo y Negro es una novela con tinte romántico y realista que presenta los abismos del pensamiento y de las pasiones humanas, con un estilo directo, espontáneo y a veces irónico. Además de esta novela, Stendhal nos regaló grandes obras como La cartuja de Parma (1839) y Lucien Leuwen (incompleta y póstuma). Quien intente comprender la psicología de una época, no puede dejar de leer a Stendhal.

Héctor Farina

miércoles, 26 de diciembre de 2007

El amor en los tiempos del cólera, una película que enfrenta a la literatura

El amor en los tiempos del cólera, la película adaptada de la novela del mismo nombre escrita por el premio Nobel colombiano Gabo García Márquez, presenta la historia de un amor más allá del tiempo, un amor que lleva a Florentino Ariza a esperar por más de 50 años a Fermina Daza, con quien no pudo casarse en su juventud.

Se trata de un amor sincero, un amor que mata más que el cólera pero que no termina de sacar a Florentino de la agonía de no estar con su amada. El verdadero mal no es el cólera que mata a la gente, sino el amor que no termina de matar y que no puede curarse.

Acabo de ver la película en México y creo que más allá de las críticas que pueden hacerse a la cinta como producto –como el aspecto desagradable de que los protagonistas hablen en inglés y se subtitule mientras de fondo se escuchan las conversaciones en español de los colombianos, pues la acción es en Colombia- hay un aspecto altamente positivo que ya hemos visto con otras películas: la posibilidad de vincular al cine con la literatura.

La película es una invitación a leer la novela de García Márquez, a descubrir todo el realismo mágico que el cine no puede darnos, con todos los detalles y las fantasías que se pintan con palabras y se desdibujan en la pantalla. Por encima de la cinta, por encima incluso de la propia novela, nos queda la pregunta: ¿cuánto tiempo podrías esperar por amor?

Héctor Farina

sábado, 22 de diciembre de 2007

El turismo ausente y la riqueza que falta

Por Héctor Farina (*)

Los beneficios del turismo para la economía son bastante conocidos, pero, por encima de todas las bondades conocidas y reconocidas, resulta curioso que todavía no hayamos podido ponernos de acuerdo en desarrollar una política de incentivo del turismo en el Paraguay. Hay campañas esporádicas, iniciativas privadas y públicas, reuniones, eventos, giras y hasta “mesas” de negociaciones, pero el turismo sigue sin funcionar y las iniciativas buenas terminan por perderse por falta de una política que articule y oriente los esfuerzos en busca de objetivos concretos.

Se habla mucho de promover el turismo, se conocen las potencialidades del país y se sabe cuáles son los aspectos que hay que mejorar, pero todo queda en proyectos, en diagnósticos y consultorías que nos dicen lo que ya sabemos, en planes que lo único que logran es gastar dinero. Recién ahora se aprobó la compra de un radar que implicará un paso importante en la modernización del aeropuerto Silvio Pettirossi, aunque ello debe venir acompañado de una renovación íntegra que permita a la terminal aérea convertirse en una puerta de entrada segura, cómoda y económica al país.

Cuando se habló de convertir a este aeropuerto en el centro de tráfico de Sudamérica, la idea era buena, sobre todo por la ubicación estratégica del Paraguay, por el creciente tránsito aéreo y por muchas otras razones. Pero el caos propio de la falta de una política clara hizo que, en vez de aumentar, los vuelos disminuyan, que las tasas sean más caras, que menos aerolíneas aterricen en nuestro aeropuerto y que cada vez sea más complicado que los turistas vengan al país. No se ha mejorado el aeropuerto, no se bajaron los costos de operación de las aerolíneas y por ende de los pasajes, no mejoró la promoción paraguaya en el exterior y se mantienen las mismas asignaturas pendientes.

El turismo es una fuente de ingresos tan importante que no puede seguir supeditada a acciones aisladas propias de los “compartimientos estancos” ni a promesas que no se cumplen. Miren el caso de México, en donde el turismo es una de las principales fuentes de ingreso de riqueza, junto con la venta de petróleo, las remesas de los emigrados y la maquila. En ciudades como Guadalajara se tiene toda una infraestructura dispuesta para la atención de los turistas, se los trata bien y se les da facilidades porque saben que un turista es una fuente de ingresos para todos. Y saben que un turista bien atendido es la mejor promoción, porque de nada sirve hacer campañas publicitarias si al final al visitante lo llenan de problemas y no de facilidades.

Es indudable que en el país se requiere un esfuerzo articulado para promover el turismo, una iniciativa que haga que sea más fácil llegar al Paraguay, con vuelos económicos y directos, sin escalas interminables. Hace falta que se pavimenten las rutas y que se pueda recorrer el país por carreteras seguras y bien señalizadas. Esto es lo mínimo que debe hacerse de manera urgente, porque cuanto más complicado sea llegar y recorrer el territorio paraguayo, menos probabilidades tendremos de atraer a los turistas.

Un país lleno de bondades naturales y con miles de carencias económicas no puede seguir gastando dinero a la deriva sin una planificación clara y articulada que promueva el turismo. Si logramos convertir al país en un atractivo para los turistas no sólo lograremos importantes ingresos para nuestra economía, sino que tendremos la ventaja de beneficiar a mucha gente, pues a diferencia de otros rubros, el turismo tiene una enorme capacidad distributiva que no beneficia sólo a algunos sectores, sino que las ganancias alcanzan a comerciantes minoristas y pequeños productores. Es decir, con esto podríamos apuntar a dinamizar la pequeña economía, más allá de los grandes números que no alcanzan a todos.

(*) Periodista
www.vivaparaguay.com

viernes, 21 de diciembre de 2007

Josefina Pla, una paraguaya universal


No importó que los azares del destino la hubieran hecho nacer en las Islas Canarias (España). Josefina Pla (1909-1999) es una paraguaya de pura cepa, uno de los espíritus universales de la cultura del Paraguay. Llegó al país en 1927 y desde entonces dedicó toda su vida a la construcción de un mundo artístico tan rico como inmenso.

Poeta, dramaturga, narradora, ensayista, ceramista, crítica de arte y periodista, Doña Josefina paseó su talento por numerosas manifestaciones artísticas, sobresaliendo en cada una de ellas. A ella le tocó construir el arte en el país mientras figuras notables como Roa Bastos, Casaccia y Elvio Romero construían desde el exilio. Quizá por quedarse en una tierra oprimida por la dictadura su obra no trascendió todo lo que merecía.

Es hora de redescubrir a una escritora universal que con inteligencia y sabiduría supo pintar el universo paraguayo en obras como La mano en la tierra (1963), El espejo y el canasto (1981) y La muralla robada (1989), Voces femeninas en la poesía paraguaya (1982), La cultura paraguaya y el libro (1983), En la piel de la mujer (1987) y Españoles en la cultura del Paraguay (1985), entre otras

jueves, 20 de diciembre de 2007

La llaga: un paradigma de la narrativa paraguaya

La novela La llaga (1963) constituye uno de los mejores acercamientos narrativos a la realidad paraguaya y a la realidad humana. Escrita por Gabriel Casaccia (Asunción 1907-Buenos Aires 1980), presenta una visión profunda de la psicología de los personajes y del ambiente de la ciudad de Areguá, con sus miserias, sus chismes y sus rutinas improductivas.

El personaje enfermizo de Atilio, un joven inseguro y con complejo de Edipo, es como la representación de todos nuestros temores y frustraciones, del miedo a superarnos. En tanto el pintor Gilberto Torres es la pintura del típico arribista, el que no trabaja ni se esfuerza pero espera mejorar a costa de algún golpe de suerte….

Sin lugar a dudas, La llaga es una novela imperdible para todos aquellos que buscan comprender los complejos de la gente y el ambiente vacío en el que muchas veces se desenvuelven las personas y las sociedades.

Gabriel Casaccia fue cuentista, novelista, dramaturgo y periodista. Es considerado como el fundador de la narrativa paraguaya contemporánea. Exiliado del Paraguay, vivió la mayor parte de su vida en Argentina, en donde escribió casi todas sus obras, entre las que se destacan La babosa (1952), La llaga (1963), Los exiliados (1966), Los herederos (1975), Los Huertas (1981), entre otros.
Héctor Farina

martes, 18 de diciembre de 2007

El reto de pensar al Paraguay desde lejos

El reto de pensar al Paraguay desde la lejanía, con el techaga'u (nostalgia) presente, es hoy una necesidad para miles de paraguayos. Son muchos los que tuvieron que dejar el terruño, la familia y el ambiente cálido de nuestro país en busca de un "futuro", que no siempre es mejor en otros países.

La hermosa y nostálgica ciudad de Asunción, bordeada por el Río Paraguay, parece una postal eterna que vive en los recuerdos de los paraguayos que tuvieron que irse.

Pensar en el Paraguay desde lejos, tratar de mejorarlo y generar condiciones para volver, son desafíos válidos que deben sumarse a los esfuerzos de los que pelean desde adentro. El tema de los "exiliados" lo he tratado en varios artículos este año, como en Un país en fuga, Los de afuera, El desempleo voraz y El problema del reconocimiento (ver archivo), entre otros.

Vale la pena leer las obras de Augusto Roa Bastos y de Gabriel Casaccia, dos escritores que supieron pintar la realidad paraguaya desde la crueldad del exilio. Además de las tres novelas sobre el monoteísmo del poder de Roa, Hijo de hombre (1959), Yo, el Supremo (1974) y El fiscal (1993), recomiendo La Babosa (1952) , La llaga (1963) y Los exiliados (1966), de Casaccia.

Los paraguayos tenemos mucho que hacer por nuestra patria chica -el Paraguay- desde cualquier lugar de la patria grande en el que nos encontremos. Vale la pena luchar y superarse. La pregunta es: ¿Qué estamos haciendo para mejorar?

Héctor Farina

lunes, 17 de diciembre de 2007

Augusto Roa Bastos y el monoteísmo del poder


El monoteísmo del poder es uno de los ejes de la narrativa de Augusto Roa Bastos (1917-2005), el escritor paraguayo más universal. Con una pluma prodigiosa, Roa Bastos describe de manera incomparable el ejercicio del poder, desde las injusticias de los sistemas opresivos hasta el absolutismo de los gobernantes.

Una lectura minuciosa de su obra es necesaria para comprender el pensamiento de los dictadores, las injusticias sociales y muchos de los grandes flagelos que hasta ahora azotan a los países latinoamericanos.

La trilogía narrativa sobre el monoteísmo del poder se inicia con Hijo de hombre (1959), la novela en la que se presentan la crueldad de la explotación de los campesinos en los yerbales, en un sistema en el que los terratenientes mantenían esclavizados a sus trabajadores, así como el olvido y el desamparo en el que quedaron muchos de los ex combatientes de la Guerra del Chaco.

La obra cumbre de la narrativa paraguaya y latinoamericana llegó con la novela Yo, el Supremo (1974), en la que con un estilo excelso se presenta el pensamiento intransigente e incorruptible del Dr. Francia, el dictador perpetuo que consolidó la independencia del Paraguay y que manejó los hilos del poder con mano férrea, sin contemplaciones con sus enemigos.

Yo, el Supremo es consideraba como una de las obras narrativas más grandes del Siglo XX y forma parte de la galería de novelas célebres sobre el poder, junto con El señor presidente, de Miguel Ángel Asturias, El otoño del patriarca, de García Márquez, y el Tirano Banderas, de Ramón del Valle Inclán, entre otras.

La obra que completa la trilogía roabastiana es El Fiscal (1993), en la que se presentan las vivencias de un exiliado que ansía volver al Paraguay para acabar con el tiranosaurio Stroessner, que mantenía oprimido a todo un país.

La propuesta es hacer un acercamiento a la realidad de muchos países latinoamericanos por medio de la literatura de Roa Bastos, quien, además de una escritura prodigiosa que no tiene nada que envidiarle a ningún escritor del mundo, realiza un análisis certero y crítico de una realidad que en muchos casos todavía no hemos podido superar.

Héctor Farina

domingo, 16 de diciembre de 2007

Los seguidores del discurso

Por Héctor Farina (*)

El discurso de los políticos paraguayos y latinoamericanos mantiene un efecto llamativo más allá de las acciones concretas, más allá de los mensajes vacíos y de las promesas repetidas e incumplidas. Parece no importar que los discursos en realidad no digan nada, que las declaraciones no pasen de una retórica populista e insulsa y que los hechos prometidos no aparezcan sino en frases deshilachadas que se saben falsas, añejadas y de aparición recurrente en las campañas proselitistas.

Y ese efecto llamativo se percibe en que las palabras convencen a mucha gente, a los seguidores de discursos, que no ven más allá de las palabras y no sienten la necesidad de la corroboración ni aceptan otras palabras que riñan con lo que desean creer. Basta con hacer ruido y esgrimir argumentos que la gente quiere escuchar para que los seguidores de discursos tomen partido, para que repitan los mismos argumentos ante otra gente y tomen las declaraciones como ciertas, sin pensar siquiera en una posible dislexia o ruptura entre lo que se dice y la realidad. Para ellos el discurso es lo real, su fuente de información a partir de la cual construyen su propia realidad.

¿Cómo puede ser que haya gente que todavía escucha y hasta cree en las promesas del presidente Duarte Frutos, cuando los resultados de más de cuatro años de gestión lo desmienten? ¿Cómo es posible creer que Blanca Ovelar o Luis Castiglioni pueden cambiar algo en el país, si ambos fueron parte del mismo Gobierno que no hizo más que prometer y dejar de cumplir? Ni la una, ex ministra de Educación ahora apuntalada por el presidente, ni el otro, ahora divorciado de su papel de “segundo” del mismo presidente, tienen sustento para que creamos en una eventual mejoría, pero sus discursos siguen rimbombantes en busca de prosélitos.

Bastó que Oviedo salga de la cárcel y repita su ya conocido discurso populista para que la gente olvide sus años de prisión, los procesos en su contra, su huida tras la caída de Cubas y su llamativo enriquecimiento. Ahora lo siguen como si en sus palabras encontraran la luz, sin recordar el oscuro pasado que vivió el país cuando el ex general operaba como el “poder detrás del poder”. Y también bastó que Lugo gestara su discurso a partir del descontento contra el Gobierno para lograr adeptos en su causa, aunque a diferencia de los otros no tuvo todavía un espacio en el poder que lo pudiera desmentir. Pero esto no es garantía de que sus palabras algún día se conviertan en hechos beneficiosos para el país.

Los seguidores de discursos todavía se dejan engatusar por la verborragia de Chávez, que se desgañita en contra de Estados Unidos pero sigue dependiendo del petróleo que le vende a ese país, al tiempo de usar los petrodólares para intervenir en otros países usando la misma estrategia imperialista que dice combatir. Todavía creen en su retórica contra la pobreza, sin analizar por qué pese a que los ingresos por la venta del petróleo han aumentado de manera exponencial, la mencionada pobreza no ha mermado y existe un fuerte descontento social. Y véanlo al presidente boliviano, apadrinado por el mismo discurso populista, que ahora se enfrenta a protestas masivas en su contra e iniciativas separatistas de varias regiones de su país.

Es preciso que se aprenda a pensar y actuar más allá de los discursos, más allá de las promesas que concuerden con los deseos y las ideologías que se tienen. Hay que analizar los actos y los resultados de los actos, los antecedentes y las probabilidades de que se concreten las promesas. Si queremos mejorar, no bastará con seguir creyendo en los discursos, con esperar el cumplimiento de promesas o con pensar que el cambio viene de la mano del uno o del otro. Es hora de cambiar discursos por trabajo, y aprender a construir con acciones individuales y colectivas.

(*) Periodista
www.vivaparaguay.com

domingo, 9 de diciembre de 2007

Las trampas del mercado abierto

Héctor Farina (*)

La apertura de un mercado amplio, con millones de potenciales consumidores y con la posibilidad del libre tránsito para exportar, con ventajas arancelarias y con facilidades para el comercio, fue uno de los espejos más seductores para el ingreso del Paraguay al Mercosur, pues se veía en el bloque comercial una posibilidad fuerte de crecimiento económico, de aumento de la producción nacional y por consiguiente de generación de empleos para los paraguayos. Pero más allá de los acuerdos y las negociaciones, el mercado amplio no pasó de ser una tentación, una posibilidad que se concreta en muy pocos casos, cuando se superan todas las trampas de los países grandes del bloque.

Los mercados de Brasil y Argentina realmente nunca fueron abiertos a la producción paraguaya, pues al tiempo de invocar el libre mercado y los acuerdos de fraternidad fueron imponiendo sistemáticas trabas bajo cualquier disfraz. Ya se trate de medidas “sanitarias”, de etiquetado, de clasificación, de nomenclatura, color, raza o religión, siempre hay algún requerimiento que no se puede cumplir para el ingreso de productos paraguayos. Y estas trabas aparecen para frenar el ingreso de productos con valor agregado, de productos competitivos que pueden hacer frente a la producción brasileña y argentina.

Cuando se trata de materia prima que necesitan para sus industrias no existen las trabas y se puede disfrutar del mercado amplio, pero cuando los productos paraguayos se vuelven competitivos cambian de estrategia e invocan cualquier pretexto para bloquear el ingreso a sus mercados. Los ejemplos sobran, como la industria plástica que pese a ser competitiva sufre en exceso para enviar sus productos; la industria metalúrgica que no puede venderle ni clavos al Brasil, mientras los brasileños invaden el mercado paraguayo; la industria farmacéutica, que a pesar de tener productos con calidad y precio es frenada por medio de la burocracia, por citar sólo algunos casos.

Se habla del mercado amplio y de que somos “socios” comerciales, pero los países grandes frenan el desarrollo de los pequeños, le imponen trabas y le asignan cupos, mientras se aprovechan de la apertura de los mercados de esas economías pequeñas a las que no permiten crecer. Siempre se valieron de excusas para violar los acuerdos, como cuando mantuvieron trabas a la exportación de cubiertas remanufacturadas violando una decisión del Tribunal Arbitral del Mercosur, y como ahora que invocando una decisión de la OMC, el Brasil no permitirá el ingreso de las cubiertas. Es decir, no valen los acuerdos y basta invocar cualquier excusa, interna o externa, para bloquear el comercio y hacer que las industrias paraguayas cierren. E increíblemente en un mercado “abierto”, basta que un agente externo les diga algo para que perjudiquen gratuitamente al “socio”, el mismo al que supuestamente le deberían abrir el mercado…

Creo que ante estas trampas y deslealtades, la salida es volver competitiva a la producción paraguaya, pues un producto con calidad y buen precio siempre se abre camino hacia el consumidor, a pesar de las trabas, mientras que si el producto no vale la pena no se le venderá a nadie. Y creo que si los socios del bloque siguen trabando las exportaciones paraguayas, el Paraguay debe plantarse y no volver a negociar nuevos acuerdos hasta que se respeten los vigentes, así como no se puede mantener la inequidad de abrir nuestro mercado mientras ellos nos cierran los suyos. No estaría mal seguir el ejemplo de Uruguay, que ante las permanentes injusticias del Mercosur está analizando la posibilidad de establecer acuerdos comerciales fuera del bloque y buscar nuevos mercados para su producción.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

domingo, 2 de diciembre de 2007

En busca de una política industrial

Por Héctor Farina (*)

Los problemas derivados de la falta de desarrollo de las empresas e industrias en el país, sobre todo en lo referente a la generación de empleos, hasta ahora no han sido atendidos correctamente, en tanto se repiten los reclamos y los intentos de cubrir con parches las fallas estructurales que requieren soluciones de fondo. Se suceden los ministros y viceministros de Industria, se lanzan y relanzan proyectos, se crean nuevos organismos, se reparten fondos en mesas, comisiones e iniciativas, pero no se ataca un problema central: la falta de una política industrial.

No hay una planificación clara de qué es lo que se quiere para el sector industrial, de cómo hacer que las industrias prosperen y generen empleos y riqueza. Hay quizás tantas iniciativas y proyectos como reclamos, pero esto se parece a un cambalache en el que se intercambian protestas por parches, promesas por reclamos y limosnas por trabajo, cuando lo que se requiere es una política de desarrollo que marque claramente la línea hacia el crecimiento.

Dentro de este caos, hay casos emblemáticos como los de la industria confeccionista y la industria calzadista. Ambos sectores vienen haciendo los mismos reclamos desde principios de los años 90’ , mientras el Gobierno no atina a reaccionar con tino y deja que el contrabando, la informalidad y la falta de competitividad se lleven miles de puestos de trabajo que los paraguayos necesitan. Tanto confeccionistas como calzadistas fueron literalmente arrasados por la competencia asiática: las prendas de vestir y los calzados ingresan de contrabando y se venden a precios irrisorios con los que la industria nacional no puede competir.

Como respuesta, el Gobierno, que no tiene una política industrial, ensayó sus recetas de manual que nunca funcionaron, como aplicar aranceles a la importación sin lograr que se cumplan, hacer “comisiones” y “operativos” anticontrabando, y alguna que otra redada contra comerciantes minoristas -a fin de captar la atención de los medios-, mientras las industrias seguían cerrando por no poder competir. A pesar de los años, de los gobiernos y los proyectos, la situación no ha cambiado mucho, aunque hay algunos signos alentadores como las crecientes exportaciones de los confeccionistas.

Estos ejemplos deberían ser más que claros para que el Gobierno y los industriales trabajen en la planificación de una política industrial que permita mejorar la competitividad de los productos nacionales y se puedan superar males endémicos como el contrabando y la pérdida de mercados. Lo fundamental es tener una planificación que permita a las industrias crecer y generar empleos, competir y exportar, de manera tal a que se generen empleos y oportunidades para el desarrollo.

Una política industrial debe incentivar el desarrollo y generar las condiciones para ello. Se requieren sistemas de financiamiento concretos, incentivar la inversión en tecnología y la capacitación de los trabajadores, un sistema tributario que favorezca la producción y fomente las exportaciones, rutas en buen estado y facilidades para el transporte, todo esto dentro de una campaña agresiva que fomente la competitividad de la producción paraguaya. Igualmente, se tiene que resolver el problema de las injusticias del Mercosur, pues mientras brasileños y argentinos traban las exportaciones paraguayas, el mercado paraguayo sufre por la invasión de productos extranjeros ilegales.

El gran desafío es articular en forma planificada todas las necesidades y potencialidades del sector industrial, para poder solucionar los problemas de fondo que frenan el desarrollo y no seguir dependiendo de reclamos, llantos, parches y promesas que no sirven más que para prolongar la agonía.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/