domingo, 29 de julio de 2012

Paraguay, muchas oportunidades y poco provecho


Por Héctor Farina Ojeda (*)

Tras una revisión de las estrategias de las naciones desarrolladas y emergentes, una gran pregunta que queda siempre es cuál es la estrategia que tiene Paraguay en cuanto a modelos de desarrollo y mejoramiento de la economía. Es difícil clasificar a Paraguay y es más complicado aun definir cuál es su apuesta para la construcción de un futuro a mediano y largo plazo, teniendo en cuenta la inestabilidad política y la falta de una hoja ruta clara sobre la que se cimente el desarrollo. Es un país de contradicciones y absurdos, en donde la abundancia de recursos naturales y riqueza energética contrasta con los elevados índices de pobreza y las injusticias en la distribución de la tierra y las oportunidades.

Durante muchos años se apostó por el modelo agroexportador, en la creencia de que la riqueza de la tierra convertida en producto cotizado en el mercado internacional terminaría por beneficiar a los campesinos y a la gente en general. Pero mucho de eso quedó en la venta de materia prima –sin todo el valor agregado que podríamos darle- y en la sobreexplotación mediante monocultivos intensivos que terminaron concentrando la riqueza en pocas manos. Así, los niveles de crecimiento económico dependieron de las exportaciones de rubros como la soja pero no se tradujeron en equidad distributiva, pues los grandes exportadores incrementaron sus ingresos mientras que los niveles de pobreza y marginalidad seguían intactos o empeoraban.

Como en el ciclo del eterno retorno, hubo periodos de crecimiento notable que siempre se acabaron, y terminamos por volver a reflejarnos en las mismas precariedades que buscamos eludir. Con la construcción de Itaipú el país logró un crecimiento sin precedentes y se respiraba la bonanza, pero la burbuja explotó y hoy tenemos el mayor per cápita de energía eléctrica del mundo, aunque el 95% de dicha energía se la queda el Brasil mientras el Paraguay sigue pobre y sin encontrar el mecanismo de hacer que este potencial se convierta en un soporte para el progreso. Nos jactamos de la electricidad pero seguimos dependiendo del petróleo que importamos y careciendo de sistemas de trenes eléctricos que faciliten la movilidad de un país mediterráneo al que le urge facilitar las comunicaciones.

Y mientras los países con visión de futuro han emprendido la carrera hacia la economía del conocimiento, mediante la optimización de la calidad educativa y la inversión en ciencia y tecnología, Paraguay todavía está a merced del clima, de los factores externos como los precios internacionales y de la buena voluntad de los vecinos, que deciden si traban o dejan pasar las exportaciones. Bastan una caída del precio de la soja o un brote de aftosa que ahuyente a los compradores, para que la economía se resienta y golpee a todos. Con una industria poco competitiva, que encima ha sido perjudicada por las trabas del Mercosur, los logros han sido esporádicos y sectorizados. Mientras lo que se requiere es ser competitivo y expandir la economía hacia los mercados globalizados, todavía se sufre en el mercado interno cuando el contrabando desplaza a la producción local.

El problema de fondo no radica en la pobreza de recursos naturales ni en la falta de oportunidades de desarrollo, sino en la pobreza educativa. Curiosamente, Paraguay cuenta con el bono demográfico, con más del 60% de su población con menos de 30 años, pero no ha trabajado correctamente los cimientos de cualquier sociedad: su gente. Singapur, Finlandia, Noruega y otros países prácticamente han derrotado a la pobreza gracias a la apuesta por la educación de su gente, y hoy gozan de niveles de calidad de vida muy lejanos a los que conocemos en Paraguay.

No hay modelo económico exitoso sin gente educada, sin mano de obra calificada, sin profesionales que dirijan la economía y que sepan cómo lograr competitividad en cada uno de los sectores. Mientras no asumamos esto y no obremos en consecuencia, seguramente seguiremos experimentando con modelos económicos y dependiendo de ciclos de bonanza que se irán tal como vinieron. Sin revertir nuestros índices de analfabetismo, analfabetismo funcional y la poca preparación profesional, no lograremos revertir ni la pobreza ni la marginalidad ni las injusticias sociales.

(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México

Publicado en el suplemento "Estrategia", una publicación especializada en economía y negocios, del Diario La Nación, de Paraguay.


sábado, 21 de julio de 2012

Rusia, potencia energética y ¿tecnológica?

Por Héctor Farina Ojeda (*)

La economía rusa es una de las más grandes del mundo. Tras un proceso de transformación desde el comunismo hacia una economía de mercado, este país que posee la octava parte de la superficie territorial mundial es hoy una de las potencias emergentes que se posicionan como las dominantes para las siguientes décadas. Con una población aproximada de 141 millones de habitantes, y una riqueza incalculable en cuanto a recursos naturales y energéticos, Rusia reúne factores fundamentales para una economía poderosa: territorio, riqueza natural, recursos humanos abundantes, competitividad y proyección.

El país de Dostoievski y Tolstoi forma parte del grupo denominado BRIC –junto con Brasil, India y China-, que son los que dominarán –según algunos pronósticos- la economía mundial debido a su territorio, su población y la abundancia de recursos naturales. Precisamente, Rusia es una potencia energética gracias a su enorme producción de petróleo, sus grandes reservas de gas natural, minerales (sobre todo oro y diamantes), carbón y reservas de madera, pues ha sabido preservar sus bosques. Cuenta con aproximadamente 3 mil yacimientos de hidrocarburos y se encuentran en una fase de expansión y de incremento de la explotación de esta riqueza. De todo esto se desprende una enorme dependencia de los recursos energéticos pero también una fuente natural de ingresos millonarios que permiten financiar gran parte de la vida rusa.

Pese a la crisis que afectó al país en 2009, como resultado del malestar económico global, hay un proceso de recuperación que se percibe con un 4% de repunte en 2011 y un pronóstico de 3.5% para este año. No obstante, las expectativas a mediano y largo plazo son mejores, a tal punto que el ex ministro de Finanzas de Rusia, Alexei Kudrin, dijo que este país se convertirá en la quinta economía más grande del mundo en los próximos 10 años.

Detrás de este anuncio que pudiera parecer presuntuoso se encuentra una serie de medidas destinadas a reducir la dependencia energética, diversificar las fuentes de ingreso y elevar la competitividad en sectores estratégicos, gracias a la sólida formación de los recursos humanos, la investigación científica y el incentivo para que los mejores cerebros rusos permanezcan en el país. Hace unos días, en los periódicos internacionales se informó que Rusia está construyendo su propio “Silicon Valley” denominado “Centro de Innovación Skolkovo”, ubicado a 30 kilómetros al oeste de Moscú. Los rusos son conscientes de que su poderío energético se irá agotando y que necesitan buscar estrategias para ubicarse a la vanguardia en el mundo tecnológico.

Al igual que en la segunda mitad del siglo pasado se emprendió una carrera por la conquista del espacio, ahora se apunta a una carrera tecnológica marcada por la innovación, la invención y la competitividad. Para ello, los capitales públicos y privados buscan incentivar la radicación de empresas y la investigación científica.

Salvando la enorme distancia entre Rusia y las economías latinoamericanas, hay algunos elementos en común y notables diferencias. América Latina es rica en recursos naturales y en energía, y también se ha acostumbrado a la exportación de materia prima y a la dependencia de pocos sectores. Pero nos diferenciamos en la falta de una visión que nos impulse a dar el golpe de timón hacia donde hoy está la riqueza: la economía del conocimiento. Seguimos agotando nuestros recursos naturales aunque sabemos que con esto no lograremos salir de la pobreza ni disminuiremos la inequidad que nos convierte en el continente más injusto en cuanto a la distribución de la riqueza.

Hay que dejar de lado la dependencia del petróleo, el gas, la materia prima y la sobreexplotación de recursos naturales, para construir las bases de un cambio en los modelos económicos. Exportar productos agrícolas ya no es suficiente: hay que apuntalar la inversión en el desarrollo tecnológico, la investigación científica y la formación de recursos humanos. Si no hacemos esto último, posiblemente sigamos siendo proveedores de insumos para que los otros progresen, mientras nosotros seguimos igual.

(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México

Publicado en el suplemento "Estrategia", una publicación especializada en economía y negocios, del Diario La Nación, de Paraguay.

domingo, 15 de julio de 2012

Polonia, a contracorriente


Por Héctor Farina Ojeda (*)

Mientras la recesión y la crisis afectan y contagian a los países europeos, haciendo que los gobiernos busquen en forma presurosa medidas de contención y formas de oxigenar sus economías, Polonia navega a contracorriente en aguas turbulentas. Es el único país de la Unión Europea que no cayó en recesión en 2009, y ha logrado un crecimiento significativo del 15% de su Producto Interno Bruto (PIB) en los últimos cuatro años. Y aunque hay síntomas de desaceleración, el año pasado tuvo un repunte de 4.3%. No será la economía más poderosa del viejo continente, pero debido a un mercado interno sólido y a un buen sistema de atracción de inversiones extranjeras está consiguiendo eludir los efectos nocivos de la crisis en la región.

Con un mercado de aproximadamente 38 millones de habitantes, este país mantiene una buena confianza por parte de sus consumidores, lo que hace que el incentivo para invertir y gastar en el mercado interno sea envidiado por otras naciones. Los polacos tienen mucho optimismo sobre el futuro de su economía, en tanto los pronósticos para este año indican que habrá un crecimiento de alrededor del 2.7%. Esto nos habla de un mercado interno fuerte y de una población que apuesta por mantener un dinamismo propio. Y este optimismo deriva en buena medida del hecho de que las inversiones extranjeras siguen llegando y que hay condiciones muy favorables para las exportaciones de los productos agrícolas.

La economía polaca se ha diversificado mucho tras los procesos de reformas que emprendieron cuando se pasó del comunismo a una economía de mercado. Hoy en día cuenta con sectores industriales poderosos como el automotriz, servicios financieros, informáticos y de asesoría en mercadotecnia, así como una gran capacidad de producción de electrodomésticos que los ubica como el principal proveedor europeo de refrigeradores y lavarropas. Y aunque son exportadores de productos agrícolas, en este campo todavía soportan muchas flaquezas, con una producción insuficiente para atender las necesidades del mercado y con reformas pendientes para elevar la productividad.

Facilitar las inversiones extranjeras, generar confianza en los inversionistas, diversificar los sectores productivos, industrias y de servicios, incentivar el mercado interno y, por sobre todo, la confianza de los consumidores son parte de la receta de este país que hoy llama la atención porque ha eludido la recesión europea y está logrando, paulatinamente, un aumento de los ingresos de la gente y una mejoría de la calidad de vida.

Si contemplamos estos factores a la luz de lo que ocurre en países pequeños como Paraguay, seguramente notaremos algunas carencias que nos hacen poco atractivos para las inversiones extranjeras: inestabilidad, inseguridad jurídica, poca confianza de los consumidores y muchas trabas en la región para acceder a los grandes mercados. El modelo agroexportador del Paraguay, basado en monocultivos y en la explotación desigual de la tierra –con grandes latifundios improductivos y una concentración de la tierra en pocas manos- no es suficiente para lograr una economía competitiva, que genere oportunidades de desarrollo y que permita hacerle frente a las influencias externas.

El Paraguay necesita devolverle la confianza y el optimismo a la gente: hay que trabajar en una reforma que ponga al ciudadano en el centro de la atención económica. Hay que invertir en los cimientos de la competitividad, ampliar el alcance y mejorar los niveles educativos, al tiempo de facilitar las inversiones para apuntalar los sectores industriales y de servicios. Los paraguayos ya conocen el aislamiento, las trabas externas y los efectos nocivos de ser un país pequeño y mediterráneo. Por eso hay que apostarle a fortalecer nuestra propia capacidad de hacer, de emprender e innovar, para tener un mercado interno sólido que no sólo pueda resistir a las recesiones, sino que sea la plataforma hacia un estadio de menor desigualdad y mayores oportunidades.

(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México

Publicado en el suplemento "Estrategia", una publicación especializada en economía y negocios, del Diario La Nación, de Paraguay.

viernes, 13 de julio de 2012

La emergencia y la crisis en torno a México


Por Héctor Farina Ojeda (*)

Una de las economías de América Latina que mejor refleja las contradicciones entre la potencia emergente y el rezago es la de México. Mientras las previsiones del Foro Consultivo, Científico y Tecnológico de este país indican que –de hacer las inversiones correctas en ciencia y tecnología- podría convertirse en la quinta economía mundial en 2050, por otro lado los datos en cuanto a la educación parecen anclarlo en el atraso: con 33 millones de mexicanos con rezago educativo, las limitaciones para el desarrollo y la equidad son demasiado grandes.

La economía mexicana tiene algunas peculiaridades dignas de análisis y comparaciones: tiene una enorme dependencia del mercado de Estados Unidos, a donde se destina más del 80% de las exportaciones; depende igualmente de las remesas de los migrantes que trabajan en el mercado norteamericano, en tanto el turismo se constituye en otra de las principales actividades de generación de riqueza. Si consideramos que las principales fuentes de ingreso son el petróleo, las remesas, el turismo y las exportaciones de las maquiladoras, tenemos que la dependencia del vecino del norte es aún mayor. México es una economía emergente ligada al desarrollo de una economía desarrollada.

País de contrastes, México posee un territorio lleno de recursos naturales que abarcan desde el petróleo hasta tierras fértiles, minerales, bosques y mar. Pero una gran desigualdad se ha adueñado de la población, por lo que las riquezas naturales se olvidan al contemplar los indicadores de pobreza y marginalidad. Mientras un mexicano encabeza la lista de los hombres más ricos del planeta, más de 50 millones de mexicanos viven en condiciones de pobreza. Al tiempo que la economía crece debido al mejoramiento de indicadores como las exportaciones, las inversiones extranjeras directas y el control de lo macroeconómico, también se siente el malestar por los bajos salarios, las condiciones laborales precarias, los empleos insuficientes y la falta de educación de gran parte de la población.

Es curioso que pese a tener la universidad más grande de América Latina – la Universidad Nacional Autónoma de México-, también tenga niveles de exclusión elevados y una baja inversión en ciencia y tecnología: 0.4% del Producto Interno Bruto (PIB). A pesar de tener una población joven, buenas universidades y condiciones ideales para el comercio internacional, la competitividad mexicana sigue estando rezagada, ya que ocupa el lugar 58 según el Índice Global de Competitividad que realiza el Foro Económico Mundial. Es una economía emergente, con un enorme potencial y un mundo por conquistar, pero a la vez es dependiente, con problemas de competitividad y con una necesidad imperiosa de equidad distributiva.

El caso mexicano presenta muchas enseñanzas emblemáticas para los latinoamericanos. Lo primero es saber que el crecimiento económico basado en la dependencia no es suficiente para generar desarrollo, pues la falta de un dinamismo propio hace que la economía se tambalee cada vez que el vecino mayor tiene algún inconveniente. Por otro lado, queda claro que el crecimiento económico sin inversión educativa es igual a desigualdad. Es decir, si no se invierte en la educación de la gente el resultado será el que ya conocemos: cada vez que haya un repunte de la economía, los ingresos se concentrarán en pocas manos, de forma que habrá pocos ricos y muchos pobres.

Los mexicanos, al igual que la mayoría de los latinoamericanos, están acostumbrados a danzar entre la emergencia y la crisis, entre el crecimiento económico y la desigualdad, entre las oportunidades florecientes y las perdidas. Falta atacar los fundamentos de los males, para dejar libres a las oportunidades. Hace falta incrementar y optimizar la inversión en la educación, invertir más en ciencia, tecnología e innovación, así como aprovechar el enorme talento de los jóvenes, para establecer los cimientos de una economía más competitiva, menos dependiente y menos injusta en la distribución de la riqueza. En América Latina, necesitamos lo mismo.

(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México.

Publicado en el suplemento "Estrategia", una publicación especializada en economía y negocios, del Diario La Nación, de Paraguay.

lunes, 9 de julio de 2012

Malasia y el desarrollo de la economía verde



Por Héctor Farina Ojeda (*)

Tras el salto tecnológico que permitió a Malasia pasar de un estado de crisis, pobreza y analfabetismo a uno de crecimiento económico sostenido, de desarrollo y generación de oportunidades para mejorar la calidad de vida, este país es un ejemplo de que una buena visión de futuro, una buena estrategia y acciones correctas son una combinación que puede cambiar el estado de una sociedad. Mediante una apuesta fuerte al desarrollo de la tecnología, la industrialización de sus principales rubros de producción, y un proceso de ampliación y mejoramiento de la calidad educativa –sobre la base de una inversión importante de su riqueza a este sector- ha cosechado resultados que son envidiables para los países latinoamericanos.

Aunque su repunte no fue tan espectacular como el de Singapur –que formó parte de Malasia hasta 1965-, su proceso de transición resulta muy interesante a la luz de sus logros en lo económico y lo social. Gracias a la tecnología, se convirtió en el primer productor mundial de aceite de palma, así como en un gran productor de caucho y cacao. Además, su fuerte inversión en la tecnología lo ha posicionado como uno de los principales productores de componentes electrónicos junto con Japón y Estados Unidos. Y algo por demás llamativo es que esto último lo ha llevado al desarrollo del “turismo tecnológico”, ya que hacer un recorrido por las tiendas en busca de artículos de última generación resulta muy atractivo para los turistas de todo el mundo.

Lo curioso detrás de estos avances es que –tras superar la crisis asiática de la década del 90' que afectó fuertemente a esta nación- los malayos buscan alternativas para seguir en el proceso de transformación de su economía y obtener así logros que permitan mejorar los niveles de vida de la gente. Una de sus metas actuales es lograr un desarrollo mediante el uso de “tecnologías verdes”, con lo que esperan lograr una alta eficiencia en el uso de los recursos naturales, bajas emisiones de carbono, menos contaminación y una población instruida. La educación de la gente se convierte así en un factor fundamental para fortalecer la economía, mejorar los niveles de competitividad y posicionarse como una sociedad de vanguardia que innova y aprovecha la riqueza natural.

Mediante un proyecto de desarrollo de tecnologías verdes, liderado por un grupo de científicos y empresarios de diversas partes del mundo, Malasia espera duplicar sus ingresos per cápita en diez años, de manera que de 7 mil dólares anuales pasen a percibir 15 mil dólares por persona en 2020. Para esto, los malayos crearon un consejo del que forman parte dos ganadores del Premio Nóbel de Medicina, y empresarios relacionados al desarrollo de la ciencia y la tecnología. Además de incentivar el desarrollo de la industria de aceite de palma, planean la creación de “ciudades inteligentes” y “población inteligentes”. Todo esto sobre la base de invertir en la educación, la ciencia y la tecnología.

Mientras se mantiene la expectativa por ver los resultados de este ambicioso proyecto, la lección que podemos aprender es que este mundo competitivo es de los visionarios, de los que apuestan por el conocimiento y de los que saben cómo planificar una nación. En tanto nuestras economías latinoamericanas se debaten entre la falta de planificación, la inestabilidad política y los constantes cambios de gobierno que empiezan por deshacer y reiniciarlo todo, los países que progresan tienen claro el rumbo, el destino y los mecanismos para avanzar. Así lo demuestran también los noruegos, los singapurenses, los finlandeses, los taiwaneses o los surcoreanos.

Si trasladamos estas ideas al contexto paraguayo, seguramente comprenderemos por qué seguimos sin explotar como corresponde la riqueza energética, las bondades de la naturaleza o la capacidad de la gente. Y seguramente podremos establecer que los resultados de no planificar, de no tener ideas y acciones visionarias y de no invertir en los recursos humanos se notan en indicadores de pobreza escandalosos, en marginalidad, inseguridad y atraso.

Deberíamos imitar a los malayos en el sentido de crear consejos con personas idóneas y preparadas para realizar proyectos que nos permitan poner a la economía del país a la vanguardia en sectores estratégicos: educación, ciencia, tecnología y aprovechamiento de recursos como la energía eléctrica.

(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México

Publicado en el suplemento "Estrategia", una publicación especializada en economía y negocios, del Diario La Nación, de Paraguay.

domingo, 8 de julio de 2012

El obispo que fue presidente

La destitución “exprés” de Fernando Lugo en Paraguay mantiene tensa a la región. Para algunos el proceso está dentro de la constitución; para otros, no fue más que un golpe de Estado disfrazado de legalidad.

PATRICIA MIGNANI

Fernando Lugo fue destituido como presidente de Paraguay el pasado 22 de junio.
Foto: Archivo


Sonríe porque ya no puede rezar. Cargando la derrota entre ceja y ceja Fernando Lugo se presenta ante a un micrófono con papeles vacíos de lo que probablemente se podría decir ante una situación así. El 22 de junio pasado el presidente de Paraguay fue destituido por los senadores con 39 votos en contra y sólo cuatro a favor. El proceso duró un día. El jueves la Cámara de diputados aprobó someterlo a juicio político y el viernes el Senado votó.

¿Por qué lo sacaron de ese modo? Fernando Lugo fue un obispo que llegó al poder en 2008 a raíz de una manifestación que hubo en 2006 contra el entonces presidente Nicanor Duarte Frutos. Lugo ganó las elecciones con el apoyo del Partido Liberal, con el 70 por ciento de los votos, y de una coalición de pequeños partidos. Él nunca fue político pero ganó las elecciones y derrocó al Partido Colorado que llevaba 60 años en el poder.

Durante su mandato se lo acusó de la violencia e inseguridad del país, de nepotismo, viajes sin resultados e hijos no reconocidos de relaciones que tuvo cuando era obispo entre otros asuntos. En el documento que se presentó en la Cámara de diputados aparece la acusación contra Lugo de haber cometido un golpe contra las instituciones y que estaba faltando a la ley. Pero lo que detonó que se hiciera el juicio político “exprés” fue la matanza de once campesinos y seis policías el pasado 15 de junio por un conflicto de tierras en la zona de Curuguaty, Paraguay.

Resguardado en la ley el Congreso asegura que el proceso fue legal. Le bastaron 24 horas para sacar del medio al personaje incómodo que acorralaron y pusieron en jaque.

Héctor Claudio Farina, periodista paraguayo, coordinador de la licenciatura en periodismo del Centro Universitario de la Ciénega y doctorante en Ciencias Sociales por la Universidad de Guadalajara, comenta sobre la legalidad de lo ocurrido: “En la constitución actual paraguaya no hay una reglamentación del tiempo para la defensa. Fue una simple votación política, no fue juicio. La constitución es clara: no da tiempo”.

Federico Franco era una alianza fuerte que Lugo tenía cuando subió a la presidencia y es quien lo terminó dejando solo. Franco, el vicepresidente traidor, es el actual presidente que asume ante un gobierno de Lugo se había ido debilitando y un congreso que había ganado espacio y cada vez más poder.

Farina analiza: “Franco tiene un desafío difícil: gobernar un país dividido, durante trece meses antes de entregar el poder en agosto de 2013. El desafío es aún mayor si pensamos que no llegó al poder de la mejor manera, que fue apoyado por 39 senadores que votaron por la destitución de Lugo y que muchos de ellos son señalados como corruptos e impresentables. Franco tiene un respaldo popular limitado y debe gobernar en medio de un proceso electoral, de agitación en la comunidad internacional y con un tiempo demasiado corto como para lograr un cambio importante frente a gobiernos anteriores”.

Los presidentes de Argentina, Ecuador, Venezuela y Colombia sentencian como golpe de Estado lo ocurrido. Asimismo Alí Rodríguez Araque, secretario general de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), expresó “Solidaridad al pueblo paraguayo y el respaldo al presidente constitucional Fernando Lugo”. El Mercado Común del Sur (Mercosur) suspendió a Paraguay de la cumbre que tuvo lugar en Mendoza, Argentina, del 25 al 29 de junio el pasado.

Frente a esto Farina opina: “No creo que podamos decir que sea un golpe de Estado en el sentido tradicional, sino que es un golpe político oportunista. Lo curioso es que las acusaciones nunca fueron probadas. Lugo no tuvo habilidad política y desoyó los pedidos de sus aliados liberales, que se convirtieron en sus verdugos”.

Por otro lado José Miguel Insulza, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), leyó la declaración de la organización donde establece: “Tenemos un principio de la no intervención, los únicos que pueden resolver esta crisis son los propios paraguayos”.

Reporteros con voz entrecortada, el destino incierto de qué hará o a dónde irá Lugo y rostros de una sociedad rebasada por la incertidumbre. El ahora ex presidente deja un tono de desilusión en la sociedad al comportarse sumiso: “Me someto a la decisión del Congreso”, aseguró en su discurso de despedida.

El obispo que fue presidente fue, o muy puro como para soportar el peso de los delitos del país, o muy tonto como para no crear alianzas en su santo mandato. “Esta noche salgo por la puerta más grande de la patria”, se despidió sonriente.

Publicado en La Gaceta, de la Universidad de Guadalajara, México. Ver la nota original aquí

sábado, 7 de julio de 2012

El país más atractivo para los turistas: Francia


Por Héctor Farina Ojeda (*)

Su historia, sus museos, sus monumentos, su gente y esa fascinación que despiertan sus grandes ciudades hacen de Francia el principal destino turístico del mundo. Por encima de países como Estados Unidos, China y otros destinos exóticos, Francia se posiciona como el lugar más cotizado por los turistas: el año pasado recibió a 79,5 millones de visitantes extranjeros en su territorio, de acuerdo a los datos de la Organización Mundial de Turismo (OMT).

Las ideas sobre este país han sabido construir imaginarios que seducen a los extranjeros: desde la imagen de la "ciudad luz" o la capital "más romántica del mundo" hasta las historias encarnadas en las narraciones de Victor Hugo, Balzac o Stendhal. Con postales conocidas, con sitios que nos resultan familiares y con mucha historia por conocer, no resulta raro que los franceses tengan en el turismo a una de sus principales fuentes de ingreso y empleo.

La economía francesa se basa fundamentalmente en el sector de los servicios, que representa el 75% de su generación de riqueza. Es una de las cinco economías más grandes del mundo, tiene un gran potencial exportador y se ha venido modernizando con miras a mejorar su competitividad y lograr ganar espacios en el mercado global.

Actualmente, al igual que la mayoría de los países de la Comunidad Europea, Francia se encuentra en una situación económica de alerta debido al estancamiento y al malestar de las economías del viejo continente. Con una deuda pública elevada y ante un gobierno nuevo que representa el giro a la izquierda, el país busca alternativas para una recuperación sólida.

Hay muchos factores interesantes para rescatar de la experiencia francesa. Sus sistemas de promoción e información son muy buenos y esto hace que al pensar en el turismo, ubiquemos a París como uno de los principales destinos. Las bonanzas de los ingresos turísticos tienen alcances más amplios que otras fuentes que hemos privilegiado en América Latina, como las exportaciones de materia prima y la explotación de recursos naturales como el petróleo y el gas. El turismo tiene una mayor equidad distributiva, que es algo que necesitamos con urgencia los latinoamericanos, pues tenemos niveles de desigualdad más elevados que África.

Y como ventaja grande, la mayoría de los países latinoamericanos tienen una población joven -el bono demográfico- que debe aprovecharse para generar riqueza. Y esto se logra con algo que los franceses saben hacer: invertir en la educación, en ciencia y tecnología, para tener mano de obra calificada, competitiva y productiva.

Cuando analizamos a las grandes economías mundiales y cuando vemos las estrategias que han aplicado los países que han minimizado la pobreza y mejorado la calidad de vida de los habitantes, no podemos dejar de ver a la inversión educativa, la ciencia, la tecnología y la buena planificación como indispensables para dar el salto hacia las mejoras sociales.

Los franceses saben de turismo, de productividad, de investigación. Los latinoamericanos sabemos lo que debemos hacer, pero nos falta el paso hacia las obras.

(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México.

Publicado en el suplemento "Estrategia", una publicación especializada en economía y negocios, del Diario La Nación, de Paraguay,

Austria, turismo, riqueza y oportunidades


Por Héctor Farina Ojeda (*)

Pequeño, mediterráneo y notablemente rico. Austria es un país curioso que ha formado parte de grandes imperios y que también ha sido víctima de ocupaciones externas. Pese a poseer un territorio no muy extenso frente a países grandes como Alemania e Italia, Austria es una de las naciones más ricas del mundo, con un ingreso per cápita superior a los 45 mil dólares, con una economía social de mercado que ha equilibrado la relación entre la riqueza y los beneficios sociales, y con uno de los índices de desarrollo humano más elevados a nivel mundial.

La economía austriaca ha sido marcada por una fuerte dependencia del mercado alemán, pero en los últimos años ha venido diversificando sus mercados de exportaciones y ampliando sus relaciones comerciales, fundamentalmente gracias a su incorporación a la Unión Europea. Con un sector de servicios muy desarrollado, una fuerte industrialización y un posicionamiento comercial estratégico, los austriacos han generado fuentes de ingresos estables que han permeado hacia los diferentes estratos sociales, al igual que el trabajo es accesible a la gente, por lo que generalmente las tasas de desempleo son más bajas que en muchos países europeos. Además, algo importante es que a diferencia de naciones poderosas que generan mucha riqueza pero mantienen a los trabajadores en condiciones precarias, en Austria los trabajadores cuentan con beneficios sociales, prestaciones, buenos salarios y condiciones de trabajo que favorecen el buen desempeño, como el establecimiento de las 40 horas semanales.

Hay varios factores que contribuyen a que la riqueza sea distribuida en forma más equitativa que en muchas naciones. Uno de ellos es el nivel educativo de la gente, que hace que haya un equilibrio a la hora de tener oportunidades de empleo y de crecimiento. De acuerdo a los datos del Ministerio Federal para la Educación, las Artes y la Cultura de Austria, el 78% de la población rebasa el promedio de escolarización obligatoria que establece la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). De esta manera, aseguran que la mayoría de su población estudiará por lo menos durante 11 años y que un porcentaje elevado llegará a las universidades y egresará con un título profesional que le abra las puertas al mercado laboral. Invierten mucho en la educación, se preocupan por la investigación y la innovación, y están pendientes de mejorar su competitividad.

Otro factor importante es el turismo, que representa más del 10% del Producto Interno Bruto (PIB) del país. Lo curioso aquí son las formas del turismo que han sabido promover: desde el turismo de invierno, hasta el de eventos y el rural. Un invierno a gusto, una convención o congreso, o la comodidad de un hotel en el campo: estos son los atractivos que hacen que millones de turistas lleguen a este país dispuestos de repartir su riqueza y beneficiar a diferentes sectores de la sociedad.

Al igual que países como Suiza, Austria demuestra que poseer un territorio pequeño y ser mediterráneo no son impedimentos para lograr progreso, desarrollo y prosperidad para la gente. Y nos da pistas para pensar en nuestra realidad paraguaya con miras a planificar lo que podemos hacer para minimizar los escandalosos niveles de pobreza y exclusión que tenemos. Se debe hacer una oportunidad de lo que poseemos: aprovechar la situación geográfica para posicionarnos con más fuerza en el flujo comercial, promover el turismo a partir de las bondades de la naturaleza y de los eventos que pueden concentrar la atención de los países de la región. No sería mala idea promover el turismo rural en la región chaqueña, a donde los europeos vendrían gustosos a disfrutar de un ambiente natural que desconocen.

Un país pequeño como Paraguay necesita ser muy original, creativo y competitivo si quiere sobrevivir dignamente en medio de economías más grandes que oprimen y limitan. Y no basta con generar fuentes de crecimiento económico, porque el resultado ya lo conocemos: enriquecimiento de pocos y marginación para muchos. Hay que trabajar las bases para que además de hacer riqueza, la distribuyamos mejor. Y eso sólo se logra mejorando el alcance y la calidad de la educación de la gente. Empecemos por ahí.

(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México

Publicado en el suplemento "Estrategia", una publicación especializada en economía y negocios, del Diario La Nación, de Paraguay.

Brasil, menos pobres y más ciencia



Por Héctor Farina Ojeda (*)

Uno de los países emergentes que apuntan a convertirse en grandes protagonistas de la generación de riqueza es Brasil. Marcado por tener una población cercana a los 200 millones de habitantes, un territorio muy extenso y una gran cantidad de recursos naturales explotables, forma parte del grupo denominado BRIC (Brasil, Rusia, India y China), que -según la tesis de Goldman Sachs- concentrará a las cuatro economías más dominantes en el año 2050. Es decir, las características del vecino país, sumadas a su crecimiento económico, lo convierten en un referente estratégico en el tablero de la economía global.

Actualmente es la economía más grande de América Latina y acaba de convertirse en la sexta a nivel mundial, tras superar a Gran Bretaña. Pero además de ostentar el primer lugar en producción de café a nivel mundial, y de sus buenos números en producción de carne y alimentos, el caso brasileño llama la atención desde hace algunos años por sus sostenidos logros sociales en materia de reducción de la pobreza y la marginalidad.

De acuerdo a los datos del Instituto de Investigación en Economía Aplicada (IPEA, por sus siglas en portugués), entre 2004 y 2009 hubo una mejoría económica que se tradujo en que 26 millones de brasileños salieran de la pobreza. Y esto se enmarca en una política de facilitar la generación de empleos y dinamizar el mercado laboral, extender el alcance de la educación y buscar que los beneficios sociales lleguen a los sectores más necesitados.

Algunos síntomas de la disminución de la pobreza y la desigualdad son notables, como la recuperación de la clase media brasileña, que en la medida en que ha ido mejorando sus ingresos ha beneficiado a sectores que se encontraban en crisis, como la industria editorial. Mientras la tirada de los periódicos está cayendo en casi todo el mundo, en Brasil hay una tendencia contraria: un crecimiento del 10% anual en la tirada de diarios y revistas, con una verdadera proliferación de nuevas publicaciones. El secreto está en la clase media que se había empobrecido y que ahora empieza a recuperar su capacidad de compra, con lo que incrementa rápidamente el consumo.

Sin embargo, considero que la verdadera apuesta brasileña es la que está haciendo en el campo de la ciencia y la tecnología: en forma paulatina ha ido incrementando su inversión estratégica en este sector, tal como hacen las naciones que han conseguido resultados económicos auspiciosos en poco tiempo. Y aunque apenas supera el 1% del PIB en inversión, esto lo pone a la vanguardia en América Latina, pero todavía lejos de países como Finlandia o Corea del Sur. Brasil hoy gradúa al 80% de los doctores en Latinoamérica, está aumentando la productividad científica y sus universidades se posicionan entre las que más publicaciones hacen. El país de los bandeirantes y del imperio hoy quiere ser un centro de investigación en tecnología, y empresas como Google lo usan para realizar estudios.

Si bien Brasil posee una economía cerrada y proteccionista, que busca crecer al tiempo de trabar el comercio y el crecimiento de sus vecinos, hoy está haciendo bien la tarea en cuanto a la educación, la ciencia y la tecnología. Y ha dado en una de las claves del futuro económico de una nación: invertir en los sectores necesitados para mejorar las posibilidades de empleo y generación de riqueza.

Lo interesante del modelo brasileño no son su visión expansionista ni sus estrategias de dominio del mercado, sino su mirada al interior, hacia la gente, hacia sectores empobrecidos que requieren apoyo. Como actor grande que es, sabemos que seguramente seguirán los conflictos por la energía eléctrica, las trabas a los productos, el proteccionismo y las medidas contra el comercio de países pequeños como el Paraguay. Pero detrás de estos roces ya casi naturales se oculta un desafío mayor: mejorar la capacidad de la gente, invertir en el desarrollo tecnológico y hacer que nuestra economía frágil y primaria se vuelva competitiva, tecnológica y posicionada en la economía del conocimiento.

El Paraguay no debe quedar rezagado en el campo del conocimiento, porque el costo que pagará será el de más pobreza, más desigualdad y más indefensión.

(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México.

Publicado en el suplemento "Estrategia", una publicación especializada en economía y negocios del Diario La Nación, de Paraguay.

La economía británica, entre crisis y oportunidades



Por Héctor Farina Ojeda (*)

Es una de las economías más grandes del mundo. El Reino Unido de Gran Bretaña, comprendido por Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte, es uno de los estados más desarrollados del mundo, con una larga tradición en cuanto a la innovación, el comercio y la generación de oportunidades de negocios. Es una de las principales economías europeas, pero no obstante se ha posicionado fuera de la zona euro, confiando en su propia moneda, su posicionamiento en los mercados internacionales y su solvencia interna.

El sistema financiero británico es muy sólido. Genera mucha confianza a los inversionistas para cualquier tipo de transacción. En este contexto, la Bolsa de Londres es la segunda más importante del mundo y una de las más representativas por historia y tradición. Este centro de operaciones de valores es una referencia obligada cuando se habla de inversiones y transacciones, no sólo para los británicos sino para las empresas internacionales que buscan posicionarse en un mundo competitivo. Todo esto enmarcado en la confianza, la seguridad y la credibilidad en las instituciones británicas.

La conformación de la riqueza británica es un ejemplo de la tendencia mundial en materia de producción de riqueza: la mayoría de la actividad se concentra en el sector de servicios -que depende de alta calidad de formación de los recursos humanos-, le sigue el sector manufacturero y en último lugar aparece la producción primaria, con apenas el 1% del Producto Interno Bruto (PIB). De esta manera, son los servicios, el comercio, la invención y todo lo que se produzca sobre la base del conocimiento los que indican el rumbo de la generación de ingresos, empleos y oportunidades. La bolsa de valores, las casas de cambio, las compañías de seguro y las promotoras de inversiones son fundamentales para el movimiento de capitales y para posicionar a Londres como un destino atractivo para todo aquel que quiera invertir en el mercado de valores.

Algo llamativo es que el Reino Unido, que produce petróleo, gas y energía nuclear, es considerado como uno de los estados más contaminantes por el uso de combustibles fósiles, pero ha iniciado un proceso rápido de disminución de la dependencia de combustibles contaminantes y está apostando a las energías renovables. Reino Unido es hoy uno de los líderes en el impulso de la "revolución de la energía verde". De acuerdo a los datos presentados por el primer ministro, David Cameron, entre abril de 2011 y febrero de 2012 se habían invertido 4.700 millones de libras, en tanto se generaron 15.000 puestos de trabajo en el sector de las energías renovables. Hay una fuerte promoción a la inversión en diversas formas de producción de energía no contaminante, con lo que están atrayendo el interés de empresas internacionales.

Sin embargo, los británicos no escapan al malestar generalizado y contagioso de una Europa con problemas de deudas y crecimiento. Por segundo trimestre consecutivo, la economía británica se contrajo, de manera que ahora ya se encuentra en recesión. Hace 40 años que esto no le sucedía al Reino Unido, por lo que ahora deben tomar medidas anticrisis para minimizar los efectos negativos del malestar europeo e intentar recuperar rápidamente la senda del crecimiento.

Sin dudas, los modelos europeos tradicionales tienen mucho que enseñar. Hay factores que siempre prevalecen y son fundamentales en cada transición económica, como la confianza, la capacitación, la seguridad y la solvencia de las instituciones. Esto implica que siempre hay cambios pero sobre la base de estructuras sólidas de pensamiento y orden social.

La planificación de las economías es algo que todavía no hemos terminado de asimilar los latinoamericanos, que vemos giros radicales cada vez que hay un cambio de administración en el poder. Nuestras economías latinoamericanas son muy dependientes de factores externos, de coyunturas políticas y de ciclos climáticos, pero en el fondo no tienen estabilidad ni dinamismo propio suficientes para generar el desarrollo que tanto necesitamos. Nos falta consolidar estrategias con visión de futuro, con una planificación económica minuciosa y contar con los elementos que nos permitirán llegar a buen puerto: confianza, orden, seguridad, capacitación y trabajo.

(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México

Publicado en el suplemento Estrategia, una publicación especializada en economía y negocios, del Diario La Nación, de Paraguay,

Alemania, el motor europeo


Por Héctor Farina Ojeda (*)

Es la cuarta economía más grande del mundo, es el segundo exportador mundial y es uno de los grandes referentes cuando se habla de modelos de desarrollo. Alemania, ese país lleno de historias, cuna de pensadores y epicentro político del Siglo XX, ha logrado construir un modelo de economía social de mercado en donde se combinan la competitividad, la conquista de los espacios internacionales, el incentivo a las empresas y los factores que configuran el equilibrio social.

De acuerdo a los estudios del Foro Económico Mundial, Alemania ocupa el quinto lugar en el ranking de competitividad a nivel global. Esto se sustenta en diversos factores que se combinan: posee la mejor infraestructura del mundo -lo dicen los mismos empresarios-, hay un buen nivel educativo, mucho incentivo a la investigación y el desarrollo (2,6% del PIB) y una capacidad inventiva notable que los llevó a registrar el 11% de las patentes a nivel mundial en 2009. Además, las empresas apuestan por la tecnología y ello se traduce en innovación y prestigio.

Un punto particular que merece atención es la confianza: pese a la crisis que amenaza a Europa y los pronósticos de recesión, los empresarios alemanes no han perdido la confianza en su economía. Al contrario, los sondeos indican que los empresarios están dispuestos a invertir, a emprender y generar empleos. Esto representa un fuerte incentivo para el consumo, pues hay optimismo en cuanto a la recuperación de la economía y la proyección en el mediano y largo plazo. Algo que siempre cuidan es el poder adquisitivo, ya que el consumo interno es importante para el dinamismo propio, por lo que buscan la manera de generar condiciones que favorezcan dicho consumo.

Actualmente, con la crisis en la zona euro y con un efecto contagio que amenaza con dejar en recesión a los países europeos, Alemania es el país que mejor ha resistido. Bien posicionado en los mercados internacionales, sobre todo en Estados Unidos y China, proyecta un importante crecimiento de las exportaciones. El año pasado, en medio de la incertidumbre europea, sus exportaciones se incrementaron en 11%. Sus productos mantienen una elevada competitividad, hay una mejora constante en cuanto a la innovación tecnológica y mucha capacidad para ajustarse a los cambios en los mercados. Ante este panorama, hay generación de empleos, de riqueza y se espera un crecimiento económico para los siguientes años.

La tecnología es quizá uno de los factores más determinantes para confiar en la economía alemana: gracias a sus investigaciones, los alemanes están a la vanguardia en nanotecnología, biotecnología, tecnologías de la información, producción de energía ecológica y otros rubros.

Sin dudas, tenemos mucho que aprender de los alemanes. La planificación de los países requiere pensar en la competitividad, en el desarrollo de infraestructuras, en el posicionamiento en los mercados internacionales, la inversión en ciencia y tecnología, así en la capacitación de la gente con miras a ubicarse en el sector en donde se concentra la riqueza: los servicios.

Los países latinoamericanos tienen mucho oportunidades de crecimiento y desarrollo, pero son anclados por la falta de infraestructura, por la escasa inversión en el pensamiento científico y por la desidia con la que se educa a la gente. Contrariamente a lo que hacemos en países necesitados como Paraguay, los que quieren progresar invierten en ciencia y tecnología a pesar de la crisis, porque saben que esa es la manera de construir futuro. Es curioso que las economías poco competitivas sean las que se ponen la soga al cuello cada vez que tienen una crisis: en lugar de invertir, prefieren recortar los recursos destinados a la educación y la investigación, con lo que merman sus posibilidades de emerger en un mundo competitivo y globalizado.

Deberíamos iniciar una transmutación de nuestros valores, para dejar de lado la corrupción, la negligencia y el facilismo, en tanto apostamos por la confianza, la educación, la investigación científica y la tecnología. Quizás de esta manera logremos que la riqueza natural que tenemos se transforme en equidad, en empleo, oportunidades y progreso. Hay que crear un régimen de confianza y a partir de ahí comenzar a construir.

(*)Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México

Publicado en el Suplemento "Estrategia", una publicación especializada en economía y negocios, del Diario La Nación, de Paraguay.