lunes, 28 de enero de 2008

Soy leyenda: otro apocalipsis llevado a la pantalla grande


El apocalipsis que nos presenta el cine en Soy Leyenda tiene su origen en una novela del mismo nombre, escrita por Richard Matheson (publicada en 1954). Se trata de la ciencia ficción que deriva en una tragedia, en este caso cuando una pandemia termina con la mayor parte de la humanidad.

En la versión cinematográfica más reciente (es un juego común vender las mismas historias retocadas o representadas de manera diversa), el científico Robert Neville es protagonizado por Will Smith, quien se convierte en el último habitante de Nueva York, luego de que en un intento de crear una vacuna efectiva contra el cáncer se haya producido una epidemia que arrasó con casi toda la humanidad, mientras que los pocos sobrevivientes restantes ya no eran humanos, sino especies de monstruos de la oscuridad que se alimentan de sangre…

La pregunta central que podemos hacernos parece ya un clásico de la ciencia ficción: ¿cuál es el precio que debemos pagar por los avances de la ciencia? ¿Hasta qué punto estamos construyendo un mundo mejor y no lo estamos destruyendo creyendo que mejoramos?

Un valor importante rescatado más allá del marketing de Hollywood es el del afán de sobrevivencia que muestra Neville, ese espíritu combativo innato, propio de los que nunca se rinden…ni aunque consideren que han muerto los motivos por los cuales luchan.

Si algo debemos aprender es que el mundo siempre se derrumba… lo grave es que nos derrumbemos junto con él, porque entonces ya no tendremos quién nos levante. ¿Cuántos apocalipsis más nos venderá la industria del cine antes de que podamos aprender?

domingo, 27 de enero de 2008

El fantasma de la recesión internacional

Por Héctor Farina (*)

La amenaza de una recesión en la economía de Estados Unidos, bajo la sombra de la crisis financiera e inmobiliaria, puso en alerta a todos los escenarios de la economía internacional, que empezaron a prepararse para los efectos negativos de una desaceleración en el principal motor económico mundial. Una primera advertencia fue para el sector de la construcción -tanto en EE UU como en Europa- que podría disminuir su actividad y ello repercutiría en menos puestos de empleo para los migrantes latinos y, por ende, habría un menor envío de remesas a los países de origen, con los resultados negativos para las economías respectivas.

Los analistas económicos y las autoridades de diversos gobiernos han salido al paso de las amenazas económicas tratando de aclarar el impacto que podría tener una recesión en cada caso y asumiendo “que hay una mejor preparación” de los países latinoamericanos para enfrentar los coletazos de una eventual recesión norteamericana. Tanto en Brasil como en Argentina se habla de que existen condiciones para enfrentar la recesión, amparados en su buena producción y en los precios elevados de los productos agrícolas, mientras que en México alegan que existen importantes amortiguadores, como un superávit fiscal y un bajo endeudamiento, aunque las autoridades reconocen que la economía podría crecer menos de lo previsto.

En el Paraguay, en tanto, el foco de alarma apunta principalmente a dos factores: las remesas del exterior y los ingresos por la venta de productos agrícolas, cuyos precios podrían reducirse en el mercado internacional. Como bien habíamos señalado, las remesas son como una especie de “bomba de oxígeno” que nos permite respirar por cierto tiempo, pero por sí solas no solucionan los problemas económicos. Y ahora, ante una amenaza de recesión y una posible disminución de las contrataciones en la industria de la construcción, ese oxígeno ya no es tan seguro en vista de que los paraguayos en el exterior se emplean en gran medida en este sector, así como en otros sectores vinculados que también podrían ser afectados.

La pregunta en este caso es ¿cómo se prepara el país para hacer frente a las siempre peligrosas amenazas de la economía internacional? Si bien el Gobierno dice que los efectos de una recesión internacional serían “moderados” en el país, esa moderación es relativa. En el caso de las remesas, al disminuir afectarían a mucha gente, porque se trata de ingresos distribuidos en pequeñas cantidades entre muchas familias. Mientras que al disminuir los ingresos por la venta de productos agrícolas, el impacto no tendría la misma distribución, aunque también golpearía a empleados y pequeños productores luego de afectar –principalmente- a los empresarios de mayor porte que controlan rubros como la soja.

Ante una economía globalizada y compleja se debe tener un norte claro y tomar el timón con firmeza para cuidarnos de las aguas turbulentas. Creo que el país debe apostar por tener una economía competitiva, por crear condiciones para que los productos paraguayos puedan enfrentar coyunturas como una baja cotización del dólar o una recesión en los mercados externos. Y si las remesas son tan importantes, se deberían adoptar medidas que faciliten los envíos desde el exterior, pues hoy en día representan un costo demasiado elevado que enriquece mayormente a los intermediarios, así como se debe cuidar el destino que le damos a dichos envíos.

El desafío es hacer crecer la economía, generando empleos e inversiones que apunten al desarrollo interno y que garanticen el progreso sin la necesidad de vivir dependiendo sólo de factores externos. Hay que apuntar a crear más empleos en el país, como por ejemplo en el sector de la construcción, para que tengamos opciones propias de crecimiento y dinamismo económico, y no tengamos que sentirnos tan amenazados cuando otros países son afectados por la recesión.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

martes, 22 de enero de 2008

La amante de Bolzano: un duelo psicológico de pasiones, dolores y cinismo

El mítico Giacomo Casanova fue el personaje elegido por el húngaro Sándor Márai (1900-1989) para protagonizar su novela La amante de Bolzano (1940), en la que se mezclan las pasiones, los intereses mezquinos, el amor y el cinismo. Casanova, más que una persona real, es la representación del hombre cínico y aventurero, el conquistador que no tiene escrúpulos en destruir la felicidad ajena para satisfacer sus caprichos egoístas.

Prófugo de la justicia, las ironías del destino o del inconsciente llevan a Casanova a esconderse en Bolzano, en donde se encuentra la única mujer a la que realmente ha amado. Ni el paso de los años, ni la soberbia hipocresía que caracteriza a su personalidad pudieron sacar a Francesca de su mente, quien, ahora casada con un anciano, también mantiene la vigencia de su amor. El drama se agudiza cuando el anciano ofrece dinero y protección al necesitado Casanova, a cambio de matar la ilusión en el corazón de Francesca, una mujer a la que ama pero a la que no supo amar.

¿Cómo podemos construir nuestra felicidad sin destruir la de los demás? ¿Cómo pueden ser felices los demás sin destruirnos? La experiencia de Casanova nos enseña que la línea entre construir y destruir la felicidad es muy fina, así como que la pasión no siempre corresponde al amor. En un mundo imperfecto de personas imperfectas, se construye con un intercambio permanente de virtudes y defectos, y en muchas ocasiones se debe renunciar a lo que más se quiere para tener una esperanza. Lo malo es que muchas veces, como le pasó a Casanova, terminamos construyendo los elementos que finalmente destruirán la felicidad que creemos alcanzar.

Héctor Farina

domingo, 20 de enero de 2008

La ceguera y el caos

Por Héctor Farina (*)

¿Qué pasaría si todos nos quedásemos ciegos? ¿Cómo podríamos sobrevivir? José Saramago, el escritor portugués -premio Nobel de Literatura 1998-, en su novela Ensayo sobre la ceguera (1995), nos presenta una historia marcada de crudeza y desesperación, en la que una epidemia de ceguera blanca se expande con rapidez meteórica y deja a todo un país amputado de la visión. Aterrorizados por un mal inexplicable, los primeros ciegos son recluidos, internados en un manicomio para mantenerlos alejados, ya que desde el momento en que perdieron la vista se convirtieron en una amenaza de contagio para los demás, en los apestados a los que había que excluir y eliminar si era necesario.

Sumidos en el caos por la falta de visión, los ciegos sacan a relucir todas las bajezas del ser humano, desde el robo de alimentos, las mentiras, el chantaje y la opresión de los más débiles. Ya no importaba que el Gobierno destinase alimentos a todos los recluidos: en medio de la desgracia aparecieron los ladrones y miserables que a la fuerza se adueñaban de los alimentos para tener el poder y chantajear a los otros. No les importaba que los demás se mueran de hambre mientras los alimentos se echaban a perder, para los malos la ceguera era una nueva oportunidad de bajeza, de chantajear, oprimir y humillar a los demás, robándoles hasta la poca dignidad que podrían haber guardado en aquella podredumbre.

Y fuera de aquel manicomio, la locura era aun mayor. Las calles llenas de inmundicia, de ladrones invidentes, de seres humanos en ruinas que lo único que buscaban era sobrevivir a costa de quien sea, mostraban un aspecto desolador y patético, donde era mejor no poder ver hasta dónde habían caído las personas, hasta qué punto habían perdido su humanidad y se habían convertido en animales insensibles, devoradores y carroñeros. Más allá del egoísmo de las personas y de la sociedad, la miseria humana llega a sus extremos más increíbles en los momentos de desgracia.

Esta historia de Saramago nos muestra qué frágiles son las sociedades en su organización y en sus valores, qué superficiales somos los seres humanos en nuestros principios, en nuestras convicciones y en nuestro desarrollo como personas. Pero en la vida real la ceguera que afecta a las sociedades va más allá de un mal físico, sino que se manifiesta por medio de realidades que no aprendemos a ver, de hechos que fingimos no observar, de situaciones que aunque sean captadas por los ojos no pasan al entendimiento.

¿No será que de antemano somos ciegos al no ver nuestros errores, al no ver la maldad y la corrupción, al creer que vemos cuando en realidad nos ciega la ignorancia? ¿No somos acaso más ciegos que los invidentes al no querer ver que la ignorancia nos ciega, que la educación es necesaria, que los corruptos están desgraciando a la sociedad y que no saldremos adelante fingiendo que no vemos los males que nos rodean?

Es necesario que aprendamos a organizarnos y ser precavidos sin la necesidad de esperar que ocurra una desgracia, a tener una visión clara sobre la sociedad que queremos y a corregir nuestros errores en vez de fingir que no vemos o no comprendemos. Si algo debemos aprender es que no mejoraremos como personas ni como sociedad mientras sigamos ciegos de entendimiento y no veamos los males que debemos corregir.

(*) Periodista

domingo, 13 de enero de 2008

Las remesas de los de afuera

Por Héctor Farina (*)

En algún lugar de Don Quijote de la Mancha, cuya precisión mi memoria se niega a darme, el siempre cuerdo Don Quijote (cuya locura sólo se manifestaba cuando se trataba de caballería) hace alusión a las riquezas que llegan, que fácil vienen y fácil se van. Con estas reflexiones se ponía de manifiesto una situación que tarde o temprano afectaría a España, que en aquella época (principios del siglo XVII) recibía gran cantidad de riqueza, como el oro y la plata que se llevaban de América, el nuevo continente que habían descubierto y conquistado. Pero estas grandes riquezas sólo significaron un periodo de bondad, pues apenas se terminó la explotación y mermaron los envíos, la algarabía ya no fue tal, sino más bien empezó una depresión. El motivo era simple: no se había aprovechado la riqueza para una producción propia y para garantizar el desarrollo, sino que así como vino se fue.

Este pequeño ejemplo presenta una enseñaza válida para cualquier economía, y más tratándose de países como los latinoamericanos que tienen dependencia del dinero fresco que llega en forma de remesas de los que emigran y trabajan en los países desarrollados. Lo podemos aplicar perfectamente al caso de la economía paraguaya, en donde las remesas de los emigrados, como los que están en España, se convirtieron en un factor importante para dinamizar una economía que viene de una prolongada recesión.

Los datos oficiales indican que en el año 2007 se produjo un crecimiento económico importante, mayor que el previsto, pero esto no puede adjudicarse a una mejoría en las políticas del país, sino que los factores externos, como el dinero que envían los compatriotas que tuvieron que emigrar por la falta de oportunidades, jugaron un papel fundamental en la reactivación de la economía. Se trata de dinero fresco que ingresó a partir del trabajo de los paraguayos en el exterior y que -a diferencia de los ingresos por las exportaciones de ciertos rubros-, tuvo una distribución amplia, pues cada paraguayo envía dinero a sus familiares en pequeñas proporciones.

No obstante, debe quedar claro que las remesas no constituyen una panacea para la economía del país, sino más bien son como una bomba de oxígeno que nos permite respirar por cierto tiempo. La economía no mejorará sólo porque vivamos dependiendo del dinero que llega del exterior, sino que es preciso establecer políticas claras que nos permitan aprovechar este oxígeno conseguido con el sacrificio de personas que tuvieron que irse y ahora trabajan soportando los males del exilio. Se requiere de un crecimiento económico firme y sustentable, que sea producto de una mayor competitividad de la producción nacional, de las industrias y las empresas prestadoras de servicios, que haya inversiones y que se generen empleos. En síntesis, que se construya el desarrollo desde dentro, con políticas que dinamicen la economía y que generen oportunidades para todos.

En la medida de lo posible, se debe buscar que esas remesas tan sacrificadas sean destinadas a fines productivos, como invertir en educación y fomentar la capacitación de los paraguayos. Si bien en muchos casos los envíos sólo alcanzan para sobrevivir, sería bueno que se busque la manera de que los recursos puedan ayudar a la educación, a comprar un libro o unos cuadernos para que los niños estudien, para que construyan su futuro. Pero debe quedar más claro que nada que las remesas no son sustitutas de las obligaciones del Gobierno: debemos exigir con más fuerza que se generen condiciones para la educación y que se adopten medidas que favorezcan el crecimiento propio de la economía, para que se generen empleos y oportunidades, y no se tenga que migrar ni depender del dinero del exterior.

Si no se invierte como corresponde lo poco que pueden enviar los compatriotas -por el lado de las familias-, y si no se toman medidas que garanticen un crecimiento económico propio y sustentable -por el lado del Gobierno-, el oxígeno que nos regalan los de afuera no bastará para curar nuestra enfermedad económica. Si no aprovechamos la coyuntura, el oxígeno externo podría fallar y entonces no tendríamos capacidad para respirar por nosotros mismos.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

domingo, 6 de enero de 2008

Una muestra de desfachatez

Por Héctor Farina (*)

Las declaraciones del presidente de la República, en las que ofrece jugosos cargos públicos en entidades binacionales a cambio de que se reconozca la “victoria” de “su candidata”, tienen suficiente mérito para ingresar a la galería de la desfachatez, la grosería y la desvergüenza total en materia de política. No sólo son una confirmación insultante de la corrupción rampante y campante, sino una muestra de hasta dónde hemos caído en nuestra dignidad, nuestra capacidad de asombro y nuestro deber de reaccionar.

Ante un auditorio permisivo como el de la Junta de Gobierno y en presencia de periodistas, Duarte Frutos paseó su retórica como si estuviera en una competencia de cuentos de mal gusto, ofreciendo desde puestos en las entidades binacionales (que no le pertenecen) hasta ufanarse de citar frases de libros para justificar algo injustificable y encima enrostrar a los periodistas su falta de lectura. No le bastó con citar a Weber y a Lenin, sino que hasta los acomodó en su discurso para hacer creer a los incautos que estos dos personajes justifican el hecho de que él ofrezca puestos como soborno a sus coyunturales adversarios, de manera tal que estos le paguen “el favor” reconociendo la victoria de Blanca Ovelar en las internas partidarias, sin importar lo que digan las urnas, la justicia o los ciudadanos que votaron.

Invocar en este contexto a Weber (supongo que se refería al alemán Max Weber, 1846-1920) y ¡todavía sumarle a Lenin!, es como tirar una pelota tata (de fuego) sin forma ni gracia, pero que no obstante cumplirá con asustar a los demás: “La lucha por el poder, decía Weber, es una circunferencia ciencia y política (¿?). La lucha política y la lucha por el poder es la lucha por los espacios en la administración pública, que es el lugar, el locus decía él, desde donde se pueden materializar las ideas, las doctrinas o los principios. Fuera del Estado decía Lenin, todo es ilusión para la política”. Esto dijo Duarte Frutos orondamente sin esperar réplicas, aunque teniendo a Alderete a su diestra y custodiado por su séquito de ilustrados, también pudo haber presumido su lectura del último libro filosófico que escribió Tarzán mientras tomaba café con Da Vinci en la vieja biblioteca de Alejandría…

Además de la incoherencia de la cita, de su desubicación y de su triste sintaxis, basta decir que comparar la lucha por los espacios en la administración pública -en un afán lícito de llegar al poder o ejercerlo- con la corrupción de ofrecer cargos en entes que no son suyos para que sus adversarios “legitimen” una situación que no está en sus manos legitimar, es una muestra de desfachatez en el ejercicio del poder y de falta de respeto hacia el ciudadano honesto. Duarte Frutos demostró que no le interesa qué puestos tenga que regalar, qué recursos ajenos tenga que subastar o entregar como “premio” a sus correligionarios con tal de que él siga atado a las esferas del poder. No importan la honradez ni la decencia, ni el ciudadano ni el país, para él todo pasa por una transa que asegure su situación a costa de los demás.

Sin embargo, en una cosa estoy de acuerdo con Duarte Frutos: los periodistas tienen que leer más. Y esto es para que tengan conocimientos sólidos y no se dejen apantallar por la verborragia de un funcionario al que le basta recitar algunos versos para salir airoso de los intentos de cuestionamiento de la prensa. Si no se tiene la capacidad de diferenciar a un político de un disparatero, a una propuesta seria de un intento de soborno, o a un ejercicio lícito del poder de una corrupción grosera, definitivamente no se tendrán los elementos necesarios para construir una ciudadanía digna. Entonces, será normal que la desfachatez siga tan oronda, sin que la prensa o la ciudadanía se escandalicen ni intenten sancionar la desvergüenza.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/