domingo, 19 de agosto de 2007

El transporte público, una cuestión de cultura

Por Héctor Farina (*)

El sistema del transporte público de pasajeros en Paraguay es reconocidamente deficiente, con múltiples problemas que hacen que el servicio que reciben los usuarios sea malo, como las unidades en mal estado, la falta de respeto a las señalizaciones del tránsito, las calles llenas de baches, la imprudencia de los conductores y la falta de un efectivo control oficial, que permite a los transportistas seguir lucrando a costa de los usuarios y los trabajadores sin la necesidad de invertir en la modernización de las unidades de transporte.

Pero además de las cuestiones estructurales, existen condiciones culturales que facilitan y permiten que el sistema siga operando con la misma ineficiencia. Me refiero a la actitud que asume el paraguayo frente a las situaciones que se dan en el caso del transporte, en una especie de complicidad con el sistema al admitir los errores como normales y ya no escandalizarse ni reclamar, porque “así nomás luego es”.

Por ejemplo, son los mismos usuarios los que se suben a las unidades en medio de una avenida o se bajan en el medio del tráfico, los que le piden al chofer que le baje “ahí mismo” y todavía se bajan por la puerta delantera… Los pasajeros están acostumbrados a viajar en la estribera o colgados del pasamanos, y aun viendo que los ómnibus están saturados prefieren viajar en condiciones de alto riesgo antes que esperar un poco para tener un viaje más seguro. Ya no se asombran cuando los choferes hacen maniobras indebidas, frenan bruscamente, juegan carreras o se saltan los semáforos en rojo. Ya están acostumbrados a subir y bajar con el camión en movimiento, cuando eso no debería ser así. Y no sólo no se protesta, sino que se tiene una actitud predispuesta contra aquel que lo hace. “Terehona táxipe” es común que le espeten a aquellos que se atreven a protestar ante alguna falta en el manejo.

Tomando el caso del transporte público de Guadalajara, México, se observa que si bien tiene muchos problemas y deficiencias, hay ciertas condiciones que favorecen un mejor servicio. En esta ciudad los colectivos no circulan con las puertas abiertas, no llevan pasajeros en las estriberas, no paran en cualquier lugar porque para ello tienen sitios oficiales, no ponen música a todo volumen y no dejan las puertas abiertas para que suban y bajen cuando quieran los vendedores ambulantes o los que se hacen pasar por ellos para asaltar a la gente. Igualmente, el Gobierno obliga a las empresas a tener unidades en buen estado, y saca de circulación a aquellas que no reúnen las condiciones o que ya han cumplido su periodo de vida útil. El tema es cumplir y punto.

Y en cuanto a Paraguay, y sobre todo en el área metropolitana de la capital, evidentemente hay muchas cosas que cambiar en el sistema de transporte, pero se debería empezar por la actitud que tenemos los paraguayos frente a las irregularidades que encontramos. Deberíamos empezar por no ser cómplices de un sistema obsoleto y deficiente que nos perjudica a todos, por no solapar los malos manejos y por exigir respeto a nuestra condición de usuarios que pagan un alto precio por un servicio. El primer paso que tenemos que dar es el cambio de actitud frente a lo irregular, peligroso y corrupto, de manera que quede claro, tanto para los empresarios como para el Gobierno, que realmente queremos que el sistema cambie en beneficio de todos y que ya no se puede tolerar que la gente siga sufriendo por los malos servicios, mientras unos pocos se enriquecen a costa de las necesidades ajenas.

(*) Periodista

http://www.vivaparaguay.com/

1 comentario:

José Alfredo Cáceres dijo...

Más certero imposible, hay que cambiar de mentalidad primero porque no hay leyes que valgan si nuestro paradigma es transnochado.
Si quieres que te respeten primero respétate a tí mismo