martes, 2 de septiembre de 2008

Lastres y postergaciones

Por Héctor Farina (*)

Las postergaciones que ha sufrido la educación en el Paraguay son ya demasiado repetitivas en una historia plagada de lastres que nos impiden despegar. Los 35 años de la dictadura de Stroessner dejaron un país sumido en el oscurantismo, con una educación a la que se destinaba menos del 1% del Producto Interno Bruto (PIB), lo que demuestra el olvido al que fue condenado el sistema educativo. Han pasado 19 años de la caída de la dictadura, pero todavía seguimos arrastrando una buena cantidad de lastres que nos ligan al atraso y nos impiden dar el salto hacia una sociedad más desarrollada.

La falta de un apoyo decisivo a la educación se nota en la tibieza con que hasta ahora son atendidos los reclamos de los estudiantes y los docentes. Uno de los ejemplos claros es el del Boleto Universitario, un justo pedido que desde hace años se viene discutiendo sin que hasta ahora se haya asumido la postura clara de implementarlo. Se suceden las discusiones, las manifestaciones y las protestas, las promesas y los discursos, pero se sigue postergando una medida que favorecería a los estudiantes y que reduciría el costo de la educación superior en el país. Si bien parece que hemos avanzado en reconocer que necesitamos mejorar el nivel educativo del país, la tibieza de nuestras autoridades y los escasos resultados prácticos ponen de manifiesto que las buenas intenciones se tambalean a la hora de concretarlas.

Un país pobre y con una enorme necesidad de progresar no puede seguir soportando el elevado costo del acceso a la educación. Debido a que las autoridades no han tenido la voluntad de establecer un boleto universitario, hoy el castigo pesa justamente sobre aquellos que buscan convertirse en profesionales, los mismos profesionales que el país necesita para salir del atraso. Al ya elevado costo impuesto por la burocracia y por las innumerables exigencias económicas para estudiar en una facultad, todavía se debe cargar con un costo que no corresponde en un país que quiere tener gente más preparada. Esto nos lleva incluso al absurdo de que la educación se ve afectada por factores externos, pues en la medida en que se incrementa el precio del combustible en el mercado internacional, se “importa” un aumento que termina por traducirse en un pasaje más caro y, ergo, en un costo más elevado para acceder a la educación. Y en la medida en que la educación se vuelve más cara, los índices de deserción aumentan.

El tema del boleto universitario ya no puede ser postergado si es que realmente se quiere tener un país con mayor educación y que pueda ponerse a la altura de las necesidades de un mundo globalizado. En México- por ejemplo- los universitarios cuentan no solo con un boleto estudiantil –que rige para estudiantes de cualquier nivel y para docentes- sino que también cuentan con becas que les permiten ser estudiantes de tiempo completo. De esta manera, se apoya a los estudiantes con los gastos de colegiatura, con la reducción del 50% en el costo del transporte y con otros beneficios como los descuentos especiales en la compra de materiales educativos.

El Paraguay ya no puede darse el lujo de seguir postergando las medidas que favorezcan a la educación, pues nos encontramos en un mundo en donde la necesidad de conocimiento y competitividad es vital para el desarrollo. Hay que dejar atrás los lastres que heredamos de un pasado oscurantista, como el escaso presupuesto dedicado a la educación, la falta de apoyo a los estudiantes, la mediocridad de los docentes y la falta de renovación de los programas educativos. Los ciudadanos debemos exigir claramente al Gobierno un apoyo decisivo a los estudiantes, con medidas que reduzcan el costo de acceder a la capacitación, al mismo tiempo que se trabaja fuerte para mejorar la calidad del aprendizaje que se imparte en las casas de estudio. Postergar la educación, a estas alturas, es imperdonable.

(*) Periodista
www.vivaparaguay.com

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