viernes, 19 de enero de 2007

El acceso a la cultura

Por Héctor C. Farina
Periodista

El problema de la falta de educación sigue siendo una constante en el Paraguay, pese a las numerosas promesas, los programas lanzados y las muchas iniciativas mediáticas enaborladas por los gobiernos de turno como si fueran las tablas salvadoras de una sociedad en decadencia. Más allá de venir soportando desde hace décadas una estructura de poder que no tiene interés por el desarrollo íntegro de la educación, existen otros factores que convierten a la cultura en un campo casi vedado para gran parte de la población.

En ese sentido, abordemos el caso desde la perspectiva del problema del acceso a la cultura. Por ejemplo, ¿cómo puede una población pobre acceder a los libros de texto, si estos tienen precios muy superiores a los que el común de la gente podría pagar? ¿Cómo conseguir libros, si las escasas bibliotecas que funcionan son obsoletas, tienen casi nula renovación y por lo general ofrecen más trabas que ayuda para prestar los pocos libros que tienen?

Sólo por mencionar un ejemplo, acabo de ver en un supermercado de México un libro de Noam Chomsky y el precio de venta es el equivalente a menos de 20.000 guaraníes. El mismo libro en cualquier librería de Asunción cuesta nada menos que 60.000 guaraníes, es decir tres veces más. Se podrá argumentar que no siendo Paraguay un productor de libros ni de papel, debe pagar los costos propios de la importación de otros países... Pero, ¿se justifica que el pobre lector paraguayo tenga que asumir el costo de la intermediación y termine pagando tres veces más de lo que debería?

Deberíamos ir pensando en cuál es el objetivo que perseguimos como país con los libros: si enriquecer nuestros conocimientos con la lectura o enriquecer a los libreros e intermediarios. Pero dentro de esta perspectiva, hay dos posiciones encontradas (sin tomar en cuenta la indiferencia del Gobierno): para los vendedores de libros, como existe poca venta o poca circulación, ello se compensa con porcentajes más altos de ganancia sobre lo poco que se vende. Es decir, a mayor venta, menor porcentaje de ganancia por producto, y a menor cantidad de venta, mayor porcentaje, como para compensar la cosa.

Pero por el otro lado, tenemos una población empobrecida que busca oportunidades en cualquier parte para tratar de superar sus carencias y cubrir sus necesidades básicas. Desde luego, se trata de gente que no puede darse el lujo de comprar libros caros, por lo que con los precios actuales es evidente que la lectura no será una de las prioridades.

La cuestión es clara: los libros no están al alcance del paraguayo promedio, del ciudadano común, no hay incentivos para que los compre, no hay facilidades. Claro que hay ofertas cada tanto, pero son tímidas, condicionadas, y apenas sirven para darse el gusto alguna que otra vez al año.

Hace poco más de un mes estuve en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, México, que es considerada como la más grande de Iberoamérica. No pude más que sentir pena al ver la gran cantidad de ofertas, los interminables stands de las editoriales y librerías y sobre todo las muchas facilidades disponibles para los estudiantes. Digo pena, porque me vino a la memoria la Feria del Libro de Asunción, donde casi no se presentan novedades, donde los precios de los libros se mantienen muy elevados y las ofertas son sólo para los saldos, o sea aquello de lo que los libreros no se han podido desprender. Una feria donde se desmotiva a los lectores...

Ahora bien, es importante comprender algo a partir de esta comparación: los mexicanos tienen un nivel similar al de los paraguayos, pues no tienen una tradición arraigada de lectura. Pero tienen la enorme ventaja del acceso, pueden adquirir libros con muchas más facilidades, tienen más ofertas, más diversidad y por ende, más tentaciones para darse el gusto de la lectura.

Los paraguayos, en cambio, tienen un espectro más reducido de posibilidades, menos incentivos, menos disponibilidad y menos tentación.

Creo que deberíamos iniciar una campaña para tratar de poner la cultura de los libros al alcance de la gente, con precios más accesibles, con incentivos y apoyo del Gobierno, con programas que no sólo "fomenten" la lectura, sino que hagan que efectivamente los ciudadanos puedan adquirir lo que necesitan para mejorar su educación.

De nada sirve seguir haciendo apología de la lectura y de sus beneficios, si luego los materiales de estudio son prácticamente escondidos, vedados, convertidos en deseos inalcanzables y en fuentes de frustración y marginación.

Hay que exigir que el Gobierno genere condiciones reales para que los textos lleguen a un mayor porcentaje de la población, que se den facilidades para la producción y venta, y que los empresarios del sector asuman su cuota de responsabilidad social, poniendo costos más acordes a la realidad del país. Hay que superar la tiranía económica de la intermediación y dar más libertad al conocimiento.

Desde luego que también habrá que trabajar -y mucho- para superar el problema de las bibliotecas obsoletas y represoras del conocimiento, la falta de acceso a Internet, el elevado costo de la educación académica, las escasas plazas para estudiantes universitarios, la falta de preparación de los docentes y en general, la falta de apoyo.

La sociedad del conocimiento nos exige que avancemos, paso a paso, con esfuerzos individuales y colectivos, con la convicción de que sólo en la medida en que nosotros mismos empecemos a concretar en hechos nuestras iniciativas podremos salir del ostracismo cultural y romper las barreras del conformismo.

Hay que exigir más y mejor, y hay que promover y promovernos más. Si no lo hacemos ahora, y si no lo hacemos nosotros... ¿Podremos soportar siempre lo mismo?

Publicado en Paraguay News
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