domingo, 10 de junio de 2007

Los de afuera

Por Héctor Farina (*)

El crecimiento de las comunidades paraguayas en el exterior, sobre todo en Argentina, España y Estados Unidos, parece una cruel ironía para un país como el Paraguay, que requiere de mucho trabajo y sacrificio para salir adelante, pero se desangra por la fuga de sus ciudadanos. Se requiere de mucha educación, de talento y honestidad para reconstruir el país, pero los paraguayos que no encuentran oportunidades terminan exiliados y aportando sus capacidades para el enriquecimiento de otros países.

El contraste de las oportunidades es muy duro para los paraguayos: hay una enorme necesidad de tener ciudadanos más preparados, pero las oportunidades de una educación de calidad son escasas; se requieren profesionales de primer nivel, pero no se los recompensa con empleos y remuneraciones acordes, ni con oportunidades de crecimiento; hay millones de necesidades internas que urgen soluciones en el país, pero en cambio los ciudadanos tienen que emigrar para cubrir sus necesidades básicas particulares.

¿Por qué no podemos exigir y lograr mejores condiciones para que nuestros compatriotas no tengan que salir del país en busca de empleo y educación? ¿Por qué no se plantean acciones concretas para repatriar a los ciudadanos preparados y trabajadores que tanto necesitamos como sociedad?

Queda claro que como nación no hemos aprendido a valorar la educación en su justa medida. Y eso afecta a la creación de oportunidades de empleos dignos, a nuestra superación como personas y como sociedad, a nuestro futuro como país. Eso incrementa la sangría, pues no sólo se fugan los que no tienen muchas opciones por su escasa preparación, sino aquellos que tienen elevados niveles de formación.

Mientras los países desarrollados conocen el valor fundamental de la educación, saben que es la base de su riqueza, invierten mucho en ella, la reconocen, la fomentan, la cuidan y la premian, en un país tan necesitado como el nuestro se sigue permitiendo que se imponga la corrupción y se menosprecie la educación, con lo que se incrementa la pobreza.

El Paraguay no puede darse el lujo de permitir que los países ricos se enriquezcan más aprovechando el conocimiento, el talento y el trabajo de los paraguayos, mientras está lleno de necesidades y sufre por la falta de creación de conocimiento y de desarrollo. No podemos seguir permitiendo que los paraguayos se fuguen al exterior a entregar su capacidad laboral e intelectual, mientras en el interior tenemos que cubrir esas carencias pagando costosos profesionales extranjeros para que hagan lo que nosotros mismos podemos hacer.

Hay que desarrollar en forma urgente un modelo de desarrollo que permita una formación especializada -por el lado de la educación- y que fomente la creación de oportunidades laborales para los paraguayos que se especializan. Urge comprender que necesitamos fomentar y valorar a nuestros talentos. Tomemos como ejemplo a Taiwán, que inició un proceso de repatriación de sus cerebros y como resultado terminó convirtiéndose en una potencia tecnológica mundial.

Si no tomamos la actitud como país de desarrollar lo nuestro y mejorar las posibilidades de educación y empleo, seguiremos formando profesionales para que terminen yéndose del país, o para que no quieran volver aquellos que tienen la posibilidad de educarse en el exterior. Si no hacemos los deberes en forma, cada día serán más los de afuera y cada día habrá menos oportunidades para los de adentro.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

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