lunes, 31 de diciembre de 2007

El poder individual y el letargo colectivo

Por Héctor Farina (*)

El mito del hueso oculto o perdido, el que le falta a la anatomía del paraguayo para levantar la mirada y hablar con fuerza -según lo que decía el Dr. Francia-, parece tener todavía una carga psicológica emotiva y fuerte sobre un país que no termina de salir del letargo del atraso. Como eternos peregrinos, caminantes del mismo camino que siempre nos hace retornar, paseamos nuestra vida por la misma penitencia que debimos haber dejado atrás hace generaciones, por los mismos problemas y las peticiones pusilánimes que no tienen poder para cambiar la realidad.

“Levántese señora, que no puedo permitir que ningún paraguayo, hombre o mujer, se arrodille ante nadie, ni siquiera ante mí”. Estas palabras, atribuidas al dictador Francia por Roa Bastos en Yo, el Supremo (1974), constituyen una lección que no debemos olvidar: no se debe agachar la cabeza ni postrarse ante nadie, ni siquiera ante el poder que nos oprime. No se puede vivir supeditado a las migajas que llueven desde la corrupción, a las limosnas del “ogro filantrópico”- el Estado-, ni a las promesas vacías propias de políticos inescrupulosos y de personas sin dignidad.

El letargo colectivo, la falta de reacción, el sopor de creer que “así nomás luego es”, la autoestima baja y la mirada gacha y resignada, hacen mucho más daño que los malos gobiernos, que la pobreza y las carencias que tenemos. Es más nocivo no querer aprender y superarse que no tener los medios para lograrlo, más pernicioso el resignado que el rebelde, y más triste una sociedad que comprende y repite la necesidad de cambiar pero no toma la actitud de hacerlo, que una sociedad que se equivoca en el intento.

Es muy fácil reclamar con voz tibia que el Gobierno facilite la educación mientras no se toma la iniciativa de leer un libro. Y es más fácil echarle la culpa a los otros, a los gobernantes y corruptos, mientras uno mismo no asume su cuota de responsabilidad. Y dentro de este juego perverso de culpas y responsabilidades, el peor de los males es tener la mirada puesta en el suelo, esperar en forma resignada que nos lluevan las soluciones desde el cielo, desde el Gobierno o desde las promesas del exterior. Esto es como esperar la carta de pensión que el viejo coronel jamás recibió en la novela de García Márquez.

La sociedad paraguaya está muy aletargada, cansada y saturada de los malos gobernantes, de la pobreza y el eterno retorno de las promesas que nunca se cumplen. Ya no hay asombro, las reacciones son tibias o inexistentes, y las propuestas –si las hay- son pusilánimes o sin poder de cambio. Pero todo esto no es excusa para no construir, para no aprender por uno mismo y convertirse en excepción, para no romper con la apatía y la resignación, y trabajar con voluntad de poder.

“¡Levántense, trabajen y estudien, aprendan a construir sin depender de las dádivas ajenas!”. Esa debería ser una máxima de los paraguayos, una lección que nos lleve a mirar al frente y superar el mito del hueso faltante, a tener mayor presencia y poder de cambio, a construir por nosotros mismos la sociedad que queremos. Si el letargo es colectivo y el sistema es decadente, la opción es romper con la pereza y la decadencia por medio de esfuerzos individuales, y convertirnos así en las excepciones que terminen por sobrepasar al sistema. Si la conciencia colectiva está dormida y perdida en medio de delirios, es hora de sacudirla y despertarla con un espíritu renovado y fuerte, con una verdadera voluntad de trabajo y superación personal.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

jueves, 27 de diciembre de 2007

La psicología anticipadora en Rojo y Negro

“Stendhal representa para mí una de las más hermosas casualidades que llegaron a mi vida. Porque todo lo bueno que llegó a mí fue por casualidad”. Estas palabras de Nietzsche grafican su admiración por uno de los escritores más originales y de mayor profundidad psicológica: Henri Beyle (1783-1842), más conocido por el seudónimo de Stendhal.

Este escritor francés fue un verdadero precursor del psicoanálisis. En su novela Rojo y Negro (1830) nos presenta una descripción profunda del pensamiento humano encarnado en un personaje como Julián Sorel, un joven que odia la pobreza y trata de salir de ella usando toda su hipocresía para llegar a ser rico, pasando por encima de cualquier tipo de sentimiento o pudor.

Sorel odiaba a los pobres y quería dejar la pobreza, pero también odiaba a los ricos, aunque aspiraba a ser uno de ellos. Su ambición, su egoísmo, su análisis psicológico y manipulador, y su falta de remordimiento lo llevaron a enredarse en amores y odios que le hicieron perder la cabeza.

Rojo y Negro es una novela con tinte romántico y realista que presenta los abismos del pensamiento y de las pasiones humanas, con un estilo directo, espontáneo y a veces irónico. Además de esta novela, Stendhal nos regaló grandes obras como La cartuja de Parma (1839) y Lucien Leuwen (incompleta y póstuma). Quien intente comprender la psicología de una época, no puede dejar de leer a Stendhal.

Héctor Farina

miércoles, 26 de diciembre de 2007

El amor en los tiempos del cólera, una película que enfrenta a la literatura

El amor en los tiempos del cólera, la película adaptada de la novela del mismo nombre escrita por el premio Nobel colombiano Gabo García Márquez, presenta la historia de un amor más allá del tiempo, un amor que lleva a Florentino Ariza a esperar por más de 50 años a Fermina Daza, con quien no pudo casarse en su juventud.

Se trata de un amor sincero, un amor que mata más que el cólera pero que no termina de sacar a Florentino de la agonía de no estar con su amada. El verdadero mal no es el cólera que mata a la gente, sino el amor que no termina de matar y que no puede curarse.

Acabo de ver la película en México y creo que más allá de las críticas que pueden hacerse a la cinta como producto –como el aspecto desagradable de que los protagonistas hablen en inglés y se subtitule mientras de fondo se escuchan las conversaciones en español de los colombianos, pues la acción es en Colombia- hay un aspecto altamente positivo que ya hemos visto con otras películas: la posibilidad de vincular al cine con la literatura.

La película es una invitación a leer la novela de García Márquez, a descubrir todo el realismo mágico que el cine no puede darnos, con todos los detalles y las fantasías que se pintan con palabras y se desdibujan en la pantalla. Por encima de la cinta, por encima incluso de la propia novela, nos queda la pregunta: ¿cuánto tiempo podrías esperar por amor?

Héctor Farina

sábado, 22 de diciembre de 2007

El turismo ausente y la riqueza que falta

Por Héctor Farina (*)

Los beneficios del turismo para la economía son bastante conocidos, pero, por encima de todas las bondades conocidas y reconocidas, resulta curioso que todavía no hayamos podido ponernos de acuerdo en desarrollar una política de incentivo del turismo en el Paraguay. Hay campañas esporádicas, iniciativas privadas y públicas, reuniones, eventos, giras y hasta “mesas” de negociaciones, pero el turismo sigue sin funcionar y las iniciativas buenas terminan por perderse por falta de una política que articule y oriente los esfuerzos en busca de objetivos concretos.

Se habla mucho de promover el turismo, se conocen las potencialidades del país y se sabe cuáles son los aspectos que hay que mejorar, pero todo queda en proyectos, en diagnósticos y consultorías que nos dicen lo que ya sabemos, en planes que lo único que logran es gastar dinero. Recién ahora se aprobó la compra de un radar que implicará un paso importante en la modernización del aeropuerto Silvio Pettirossi, aunque ello debe venir acompañado de una renovación íntegra que permita a la terminal aérea convertirse en una puerta de entrada segura, cómoda y económica al país.

Cuando se habló de convertir a este aeropuerto en el centro de tráfico de Sudamérica, la idea era buena, sobre todo por la ubicación estratégica del Paraguay, por el creciente tránsito aéreo y por muchas otras razones. Pero el caos propio de la falta de una política clara hizo que, en vez de aumentar, los vuelos disminuyan, que las tasas sean más caras, que menos aerolíneas aterricen en nuestro aeropuerto y que cada vez sea más complicado que los turistas vengan al país. No se ha mejorado el aeropuerto, no se bajaron los costos de operación de las aerolíneas y por ende de los pasajes, no mejoró la promoción paraguaya en el exterior y se mantienen las mismas asignaturas pendientes.

El turismo es una fuente de ingresos tan importante que no puede seguir supeditada a acciones aisladas propias de los “compartimientos estancos” ni a promesas que no se cumplen. Miren el caso de México, en donde el turismo es una de las principales fuentes de ingreso de riqueza, junto con la venta de petróleo, las remesas de los emigrados y la maquila. En ciudades como Guadalajara se tiene toda una infraestructura dispuesta para la atención de los turistas, se los trata bien y se les da facilidades porque saben que un turista es una fuente de ingresos para todos. Y saben que un turista bien atendido es la mejor promoción, porque de nada sirve hacer campañas publicitarias si al final al visitante lo llenan de problemas y no de facilidades.

Es indudable que en el país se requiere un esfuerzo articulado para promover el turismo, una iniciativa que haga que sea más fácil llegar al Paraguay, con vuelos económicos y directos, sin escalas interminables. Hace falta que se pavimenten las rutas y que se pueda recorrer el país por carreteras seguras y bien señalizadas. Esto es lo mínimo que debe hacerse de manera urgente, porque cuanto más complicado sea llegar y recorrer el territorio paraguayo, menos probabilidades tendremos de atraer a los turistas.

Un país lleno de bondades naturales y con miles de carencias económicas no puede seguir gastando dinero a la deriva sin una planificación clara y articulada que promueva el turismo. Si logramos convertir al país en un atractivo para los turistas no sólo lograremos importantes ingresos para nuestra economía, sino que tendremos la ventaja de beneficiar a mucha gente, pues a diferencia de otros rubros, el turismo tiene una enorme capacidad distributiva que no beneficia sólo a algunos sectores, sino que las ganancias alcanzan a comerciantes minoristas y pequeños productores. Es decir, con esto podríamos apuntar a dinamizar la pequeña economía, más allá de los grandes números que no alcanzan a todos.

(*) Periodista
www.vivaparaguay.com

viernes, 21 de diciembre de 2007

Josefina Pla, una paraguaya universal


No importó que los azares del destino la hubieran hecho nacer en las Islas Canarias (España). Josefina Pla (1909-1999) es una paraguaya de pura cepa, uno de los espíritus universales de la cultura del Paraguay. Llegó al país en 1927 y desde entonces dedicó toda su vida a la construcción de un mundo artístico tan rico como inmenso.

Poeta, dramaturga, narradora, ensayista, ceramista, crítica de arte y periodista, Doña Josefina paseó su talento por numerosas manifestaciones artísticas, sobresaliendo en cada una de ellas. A ella le tocó construir el arte en el país mientras figuras notables como Roa Bastos, Casaccia y Elvio Romero construían desde el exilio. Quizá por quedarse en una tierra oprimida por la dictadura su obra no trascendió todo lo que merecía.

Es hora de redescubrir a una escritora universal que con inteligencia y sabiduría supo pintar el universo paraguayo en obras como La mano en la tierra (1963), El espejo y el canasto (1981) y La muralla robada (1989), Voces femeninas en la poesía paraguaya (1982), La cultura paraguaya y el libro (1983), En la piel de la mujer (1987) y Españoles en la cultura del Paraguay (1985), entre otras

jueves, 20 de diciembre de 2007

La llaga: un paradigma de la narrativa paraguaya

La novela La llaga (1963) constituye uno de los mejores acercamientos narrativos a la realidad paraguaya y a la realidad humana. Escrita por Gabriel Casaccia (Asunción 1907-Buenos Aires 1980), presenta una visión profunda de la psicología de los personajes y del ambiente de la ciudad de Areguá, con sus miserias, sus chismes y sus rutinas improductivas.

El personaje enfermizo de Atilio, un joven inseguro y con complejo de Edipo, es como la representación de todos nuestros temores y frustraciones, del miedo a superarnos. En tanto el pintor Gilberto Torres es la pintura del típico arribista, el que no trabaja ni se esfuerza pero espera mejorar a costa de algún golpe de suerte….

Sin lugar a dudas, La llaga es una novela imperdible para todos aquellos que buscan comprender los complejos de la gente y el ambiente vacío en el que muchas veces se desenvuelven las personas y las sociedades.

Gabriel Casaccia fue cuentista, novelista, dramaturgo y periodista. Es considerado como el fundador de la narrativa paraguaya contemporánea. Exiliado del Paraguay, vivió la mayor parte de su vida en Argentina, en donde escribió casi todas sus obras, entre las que se destacan La babosa (1952), La llaga (1963), Los exiliados (1966), Los herederos (1975), Los Huertas (1981), entre otros.
Héctor Farina

martes, 18 de diciembre de 2007

El reto de pensar al Paraguay desde lejos

El reto de pensar al Paraguay desde la lejanía, con el techaga'u (nostalgia) presente, es hoy una necesidad para miles de paraguayos. Son muchos los que tuvieron que dejar el terruño, la familia y el ambiente cálido de nuestro país en busca de un "futuro", que no siempre es mejor en otros países.

La hermosa y nostálgica ciudad de Asunción, bordeada por el Río Paraguay, parece una postal eterna que vive en los recuerdos de los paraguayos que tuvieron que irse.

Pensar en el Paraguay desde lejos, tratar de mejorarlo y generar condiciones para volver, son desafíos válidos que deben sumarse a los esfuerzos de los que pelean desde adentro. El tema de los "exiliados" lo he tratado en varios artículos este año, como en Un país en fuga, Los de afuera, El desempleo voraz y El problema del reconocimiento (ver archivo), entre otros.

Vale la pena leer las obras de Augusto Roa Bastos y de Gabriel Casaccia, dos escritores que supieron pintar la realidad paraguaya desde la crueldad del exilio. Además de las tres novelas sobre el monoteísmo del poder de Roa, Hijo de hombre (1959), Yo, el Supremo (1974) y El fiscal (1993), recomiendo La Babosa (1952) , La llaga (1963) y Los exiliados (1966), de Casaccia.

Los paraguayos tenemos mucho que hacer por nuestra patria chica -el Paraguay- desde cualquier lugar de la patria grande en el que nos encontremos. Vale la pena luchar y superarse. La pregunta es: ¿Qué estamos haciendo para mejorar?

Héctor Farina