sábado, 7 de julio de 2012

Alemania, el motor europeo


Por Héctor Farina Ojeda (*)

Es la cuarta economía más grande del mundo, es el segundo exportador mundial y es uno de los grandes referentes cuando se habla de modelos de desarrollo. Alemania, ese país lleno de historias, cuna de pensadores y epicentro político del Siglo XX, ha logrado construir un modelo de economía social de mercado en donde se combinan la competitividad, la conquista de los espacios internacionales, el incentivo a las empresas y los factores que configuran el equilibrio social.

De acuerdo a los estudios del Foro Económico Mundial, Alemania ocupa el quinto lugar en el ranking de competitividad a nivel global. Esto se sustenta en diversos factores que se combinan: posee la mejor infraestructura del mundo -lo dicen los mismos empresarios-, hay un buen nivel educativo, mucho incentivo a la investigación y el desarrollo (2,6% del PIB) y una capacidad inventiva notable que los llevó a registrar el 11% de las patentes a nivel mundial en 2009. Además, las empresas apuestan por la tecnología y ello se traduce en innovación y prestigio.

Un punto particular que merece atención es la confianza: pese a la crisis que amenaza a Europa y los pronósticos de recesión, los empresarios alemanes no han perdido la confianza en su economía. Al contrario, los sondeos indican que los empresarios están dispuestos a invertir, a emprender y generar empleos. Esto representa un fuerte incentivo para el consumo, pues hay optimismo en cuanto a la recuperación de la economía y la proyección en el mediano y largo plazo. Algo que siempre cuidan es el poder adquisitivo, ya que el consumo interno es importante para el dinamismo propio, por lo que buscan la manera de generar condiciones que favorezcan dicho consumo.

Actualmente, con la crisis en la zona euro y con un efecto contagio que amenaza con dejar en recesión a los países europeos, Alemania es el país que mejor ha resistido. Bien posicionado en los mercados internacionales, sobre todo en Estados Unidos y China, proyecta un importante crecimiento de las exportaciones. El año pasado, en medio de la incertidumbre europea, sus exportaciones se incrementaron en 11%. Sus productos mantienen una elevada competitividad, hay una mejora constante en cuanto a la innovación tecnológica y mucha capacidad para ajustarse a los cambios en los mercados. Ante este panorama, hay generación de empleos, de riqueza y se espera un crecimiento económico para los siguientes años.

La tecnología es quizá uno de los factores más determinantes para confiar en la economía alemana: gracias a sus investigaciones, los alemanes están a la vanguardia en nanotecnología, biotecnología, tecnologías de la información, producción de energía ecológica y otros rubros.

Sin dudas, tenemos mucho que aprender de los alemanes. La planificación de los países requiere pensar en la competitividad, en el desarrollo de infraestructuras, en el posicionamiento en los mercados internacionales, la inversión en ciencia y tecnología, así en la capacitación de la gente con miras a ubicarse en el sector en donde se concentra la riqueza: los servicios.

Los países latinoamericanos tienen mucho oportunidades de crecimiento y desarrollo, pero son anclados por la falta de infraestructura, por la escasa inversión en el pensamiento científico y por la desidia con la que se educa a la gente. Contrariamente a lo que hacemos en países necesitados como Paraguay, los que quieren progresar invierten en ciencia y tecnología a pesar de la crisis, porque saben que esa es la manera de construir futuro. Es curioso que las economías poco competitivas sean las que se ponen la soga al cuello cada vez que tienen una crisis: en lugar de invertir, prefieren recortar los recursos destinados a la educación y la investigación, con lo que merman sus posibilidades de emerger en un mundo competitivo y globalizado.

Deberíamos iniciar una transmutación de nuestros valores, para dejar de lado la corrupción, la negligencia y el facilismo, en tanto apostamos por la confianza, la educación, la investigación científica y la tecnología. Quizás de esta manera logremos que la riqueza natural que tenemos se transforme en equidad, en empleo, oportunidades y progreso. Hay que crear un régimen de confianza y a partir de ahí comenzar a construir.

(*)Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México

Publicado en el Suplemento "Estrategia", una publicación especializada en economía y negocios, del Diario La Nación, de Paraguay.

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