lunes, 9 de julio de 2012

Malasia y el desarrollo de la economía verde



Por Héctor Farina Ojeda (*)

Tras el salto tecnológico que permitió a Malasia pasar de un estado de crisis, pobreza y analfabetismo a uno de crecimiento económico sostenido, de desarrollo y generación de oportunidades para mejorar la calidad de vida, este país es un ejemplo de que una buena visión de futuro, una buena estrategia y acciones correctas son una combinación que puede cambiar el estado de una sociedad. Mediante una apuesta fuerte al desarrollo de la tecnología, la industrialización de sus principales rubros de producción, y un proceso de ampliación y mejoramiento de la calidad educativa –sobre la base de una inversión importante de su riqueza a este sector- ha cosechado resultados que son envidiables para los países latinoamericanos.

Aunque su repunte no fue tan espectacular como el de Singapur –que formó parte de Malasia hasta 1965-, su proceso de transición resulta muy interesante a la luz de sus logros en lo económico y lo social. Gracias a la tecnología, se convirtió en el primer productor mundial de aceite de palma, así como en un gran productor de caucho y cacao. Además, su fuerte inversión en la tecnología lo ha posicionado como uno de los principales productores de componentes electrónicos junto con Japón y Estados Unidos. Y algo por demás llamativo es que esto último lo ha llevado al desarrollo del “turismo tecnológico”, ya que hacer un recorrido por las tiendas en busca de artículos de última generación resulta muy atractivo para los turistas de todo el mundo.

Lo curioso detrás de estos avances es que –tras superar la crisis asiática de la década del 90' que afectó fuertemente a esta nación- los malayos buscan alternativas para seguir en el proceso de transformación de su economía y obtener así logros que permitan mejorar los niveles de vida de la gente. Una de sus metas actuales es lograr un desarrollo mediante el uso de “tecnologías verdes”, con lo que esperan lograr una alta eficiencia en el uso de los recursos naturales, bajas emisiones de carbono, menos contaminación y una población instruida. La educación de la gente se convierte así en un factor fundamental para fortalecer la economía, mejorar los niveles de competitividad y posicionarse como una sociedad de vanguardia que innova y aprovecha la riqueza natural.

Mediante un proyecto de desarrollo de tecnologías verdes, liderado por un grupo de científicos y empresarios de diversas partes del mundo, Malasia espera duplicar sus ingresos per cápita en diez años, de manera que de 7 mil dólares anuales pasen a percibir 15 mil dólares por persona en 2020. Para esto, los malayos crearon un consejo del que forman parte dos ganadores del Premio Nóbel de Medicina, y empresarios relacionados al desarrollo de la ciencia y la tecnología. Además de incentivar el desarrollo de la industria de aceite de palma, planean la creación de “ciudades inteligentes” y “población inteligentes”. Todo esto sobre la base de invertir en la educación, la ciencia y la tecnología.

Mientras se mantiene la expectativa por ver los resultados de este ambicioso proyecto, la lección que podemos aprender es que este mundo competitivo es de los visionarios, de los que apuestan por el conocimiento y de los que saben cómo planificar una nación. En tanto nuestras economías latinoamericanas se debaten entre la falta de planificación, la inestabilidad política y los constantes cambios de gobierno que empiezan por deshacer y reiniciarlo todo, los países que progresan tienen claro el rumbo, el destino y los mecanismos para avanzar. Así lo demuestran también los noruegos, los singapurenses, los finlandeses, los taiwaneses o los surcoreanos.

Si trasladamos estas ideas al contexto paraguayo, seguramente comprenderemos por qué seguimos sin explotar como corresponde la riqueza energética, las bondades de la naturaleza o la capacidad de la gente. Y seguramente podremos establecer que los resultados de no planificar, de no tener ideas y acciones visionarias y de no invertir en los recursos humanos se notan en indicadores de pobreza escandalosos, en marginalidad, inseguridad y atraso.

Deberíamos imitar a los malayos en el sentido de crear consejos con personas idóneas y preparadas para realizar proyectos que nos permitan poner a la economía del país a la vanguardia en sectores estratégicos: educación, ciencia, tecnología y aprovechamiento de recursos como la energía eléctrica.

(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México

Publicado en el suplemento "Estrategia", una publicación especializada en economía y negocios, del Diario La Nación, de Paraguay.

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