domingo, 29 de julio de 2012

Paraguay, muchas oportunidades y poco provecho


Por Héctor Farina Ojeda (*)

Tras una revisión de las estrategias de las naciones desarrolladas y emergentes, una gran pregunta que queda siempre es cuál es la estrategia que tiene Paraguay en cuanto a modelos de desarrollo y mejoramiento de la economía. Es difícil clasificar a Paraguay y es más complicado aun definir cuál es su apuesta para la construcción de un futuro a mediano y largo plazo, teniendo en cuenta la inestabilidad política y la falta de una hoja ruta clara sobre la que se cimente el desarrollo. Es un país de contradicciones y absurdos, en donde la abundancia de recursos naturales y riqueza energética contrasta con los elevados índices de pobreza y las injusticias en la distribución de la tierra y las oportunidades.

Durante muchos años se apostó por el modelo agroexportador, en la creencia de que la riqueza de la tierra convertida en producto cotizado en el mercado internacional terminaría por beneficiar a los campesinos y a la gente en general. Pero mucho de eso quedó en la venta de materia prima –sin todo el valor agregado que podríamos darle- y en la sobreexplotación mediante monocultivos intensivos que terminaron concentrando la riqueza en pocas manos. Así, los niveles de crecimiento económico dependieron de las exportaciones de rubros como la soja pero no se tradujeron en equidad distributiva, pues los grandes exportadores incrementaron sus ingresos mientras que los niveles de pobreza y marginalidad seguían intactos o empeoraban.

Como en el ciclo del eterno retorno, hubo periodos de crecimiento notable que siempre se acabaron, y terminamos por volver a reflejarnos en las mismas precariedades que buscamos eludir. Con la construcción de Itaipú el país logró un crecimiento sin precedentes y se respiraba la bonanza, pero la burbuja explotó y hoy tenemos el mayor per cápita de energía eléctrica del mundo, aunque el 95% de dicha energía se la queda el Brasil mientras el Paraguay sigue pobre y sin encontrar el mecanismo de hacer que este potencial se convierta en un soporte para el progreso. Nos jactamos de la electricidad pero seguimos dependiendo del petróleo que importamos y careciendo de sistemas de trenes eléctricos que faciliten la movilidad de un país mediterráneo al que le urge facilitar las comunicaciones.

Y mientras los países con visión de futuro han emprendido la carrera hacia la economía del conocimiento, mediante la optimización de la calidad educativa y la inversión en ciencia y tecnología, Paraguay todavía está a merced del clima, de los factores externos como los precios internacionales y de la buena voluntad de los vecinos, que deciden si traban o dejan pasar las exportaciones. Bastan una caída del precio de la soja o un brote de aftosa que ahuyente a los compradores, para que la economía se resienta y golpee a todos. Con una industria poco competitiva, que encima ha sido perjudicada por las trabas del Mercosur, los logros han sido esporádicos y sectorizados. Mientras lo que se requiere es ser competitivo y expandir la economía hacia los mercados globalizados, todavía se sufre en el mercado interno cuando el contrabando desplaza a la producción local.

El problema de fondo no radica en la pobreza de recursos naturales ni en la falta de oportunidades de desarrollo, sino en la pobreza educativa. Curiosamente, Paraguay cuenta con el bono demográfico, con más del 60% de su población con menos de 30 años, pero no ha trabajado correctamente los cimientos de cualquier sociedad: su gente. Singapur, Finlandia, Noruega y otros países prácticamente han derrotado a la pobreza gracias a la apuesta por la educación de su gente, y hoy gozan de niveles de calidad de vida muy lejanos a los que conocemos en Paraguay.

No hay modelo económico exitoso sin gente educada, sin mano de obra calificada, sin profesionales que dirijan la economía y que sepan cómo lograr competitividad en cada uno de los sectores. Mientras no asumamos esto y no obremos en consecuencia, seguramente seguiremos experimentando con modelos económicos y dependiendo de ciclos de bonanza que se irán tal como vinieron. Sin revertir nuestros índices de analfabetismo, analfabetismo funcional y la poca preparación profesional, no lograremos revertir ni la pobreza ni la marginalidad ni las injusticias sociales.

(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México

Publicado en el suplemento "Estrategia", una publicación especializada en economía y negocios, del Diario La Nación, de Paraguay.


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