sábado, 10 de febrero de 2007

Memoria y poder

Por Héctor Farina (*)

Uno de los requisitos básicos para el desarrollo del ser humano y de las sociedades es la memoria, la capacidad de recordar lo aprendido para ir evolucionando, construyendo ladrillo sobre ladrillo y cimentando un presente sólido con miras al futuro. Si bien la mayor parte de nuestra vida queda en el olvido, es lo poco que recordamos lo que nos hace diferentes y nos permite avanzar, tomar decisiones y elegir los caminos. Tenemos en la memoria una fuente inagotable de poder, un conjunto de herramientas para enfrentar cada día mejor las situaciones que se nos presentan.

El escritor checo Milan Kundera, en “El libro de la risa y el olvido” (1978), nos regaló una frase que define con notable precisión la situación que pretendemos describir: “La lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido”. Se trata de ejercitar nuestra capacidad de recordar, de rememorar nuestras experiencias y las ajenas para no caer siempre en los mismos errores, para no vivir condenados a tropezar con las mismas piedras.

En ese sentido, resulta curioso que los paraguayos recordemos siempre que tenemos mala memoria, y que olvidemos cosas que se supone deberíamos recordar por siempre… ¿Por qué seguimos permitiendo que nos gobiernen mentirosos, corruptos y traidores? ¿Por qué se sigue votando por ladrones, por personajes impresentables, por determinados colores o por los promeseros de siempre? ¿Por qué se cae siempre en los engaños de las mismas promesas? ¿Será que no tenemos memoria o no tenemos coraje para asumir el poder de cambiar?

Resulta triste que la administración de los recursos siga en manos de los mentirosos de siempre y que los corruptos puedan robar y pasearse de cargo en cargo, hacer nuevas promesas y aparecer en las páginas de los periódicos como si fueran los salvadores de la patria… No podemos permitir que las mentiras y los mentirosos sigan desfilando por los pasillos del poder, no debemos regalarle la impunidad del olvido.

Si no reaccionamos, seguirán llegando al poder con embustes como “trabajo en primer lugar”, “cincuenta años de progreso en cinco años”, “el más capaz”, “paz y progreso”, “educación gratuita para todos”, “analfabetismo cero”, “riqueza en el campo”… A estas alturas ya deberíamos tener bien identificados a los embusteros y castigarlos con denuncias, con reclamos, negándoles nuestro voto y nuestro apoyo, y exigiendo que respondan por sus mentiras.

Queda claro que en la medida en que sigamos olvidando cosas, o haciendo como que las olvidamos, seguiremos regalándole poder a los corruptos, a los estafadores, a los timadores que sólo buscan engañarnos una y mil veces, todo con tal de hacerse del poder y esquilmar a los que confían en ellos. Un país empobrecido como el Paraguay no puede darse el lujo de seguir permitiendo que le vendan sólo promesas de un futuro mejor, cuando la gente se muere de dengue, por falta de atención médica, o tiene que huir al exterior para conseguir que sus hijos sigan comiendo.

Quizás tropecemos mil veces más y tengamos que seguir gritando lo mismo hasta que consigamos recordar, hasta que tengamos la memoria necesaria para no caer en los mismos males. Pero como dijera Octavio Paz, ¿cómo no gritar en países de energúmenos y aletargados?

Ya es hora de romper el letargo y el olvido y empezar a utilizar el poder de la memoria, como individuos y como sociedad. No más de lo mismo.

(*) Periodista
www.vivaparaguay.com

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