domingo, 30 de septiembre de 2007

La competitividad y el olvido

Por Héctor Farina (*)

La falta de competitividad de las empresas nacionales es un problema reconocido y que sigue afectando a una buena parte del sector empresarial paraguayo. Ya no se trata sólo de producir y vender, sino de ganar en calidad, precio, distribución y lograr una mejor rentabilidad como resultado del proceso de producción. La competitividad se ha convertido en una necesidad imperiosa en un mundo globalizado, donde ya se han eliminado las fronteras espaciales y se debe competir contra productos de todo el mundo.

En el Paraguay hay ejemplos importantes de competitividad empresarial, pero no constituyen la regla, sino más bien la excepción. Y generalmente esas excepciones son el resultado del esfuerzo propio, de la capacitación y la innovación propias, y no de políticas establecidas para el desarrollo competitivo. Pese a que hubo y hay muchas iniciativas del Gobierno, no se percibe que haya mejorías como resultado de los múltiples “planes” y “proyectos”.

Uno de los ejemplos claros es el de la iniciativa de los “Foros de competitividad”, impulsada desde hace años por el Ministerio de Industria y Comercio (MIC). Se hicieron estudios, diagnósticos y muchas reuniones para ver cómo mejorar la competitividad de cadenas productivas, como las del sector algodonero y confeccionista, la de los metalúrgicos y la de los productores e industriales lácteos.

Y después de tanto ruido y tantas reuniones, de tanto brindis y “agasajo” con dinero público, ¿qué pasó con los resultados? ¿Dónde está la tan mencionada competitividad? ¿Dónde están los 320 mil empleos que prometieron crear en la cadena algodón-textil-confecciones? Porque si bien la promesa era llegar a esa cantidad en el 2010, ya muy cerca del 2008 se deberían haber creado por lo menos 200 mil empleos… ¿Y qué pasó con las siderales cifras de ingresos en exportación que se prometían?

Desde que asumió el Gobierno de Duarte Frutos en el 2003 se han venido manejando planes, proyectos y promesas, pero sin más resultados que excusas y nuevas promesas. No se ve la competitividad y las empresas paraguayas siguen funcionando desfasadas, acordes al modelo agro-pastoril que se mantiene desde hace años. Y siguen surgiendo proyectos para justificar millonarias consultorías, pero de nada sirve que ahora se llamen “mesas sectoriales” o le pongan cualquier nombre pomposo, ya que los resultados concretos y beneficiosos siguen sin aparecer.

La realidad que viven las empresas y el país es más que elocuente: mientras la industria de la confección sigue sobreviviendo a duras penas frente al contrabando que es dueño del mercado; mientras el sector lácteo se defiende como puede de la informalidad y mientras los metalúrgicos siguen hundidos en la crisis, todo el país sufre por la falta de empleos, por la falta de oportunidades, por la pobreza creciente y la poca esperanza de cambio.

Los mismos empresarios y toda la ciudadanía no pueden seguir tolerando que se gasten millones en planes que no se concretan: hay que exigir resultados concretos de las iniciativas y que los recursos del Estado sean correctamente invertidos y no despilfarrados una y otra vez en proyectos que sólo enriquecen a algunos avivados, mientras el país se sigue hundiendo. Si queremos ser competitivos, empecemos por derrotar al olvido y trabajar con memoria.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

domingo, 23 de septiembre de 2007

La maquila y el desarrollo

Por Héctor Farina (*)

El crecimiento de las exportaciones realizadas bajo el régimen de maquila mantiene una tendencia constante desde hace por lo menos tres años, por lo que se ha convertido en uno de los pocos signos alentadores enarbolados por el Gobierno para tratar de defender su gestión desde el punto de vista de la economía. El régimen de maquila empezó a operar a fines del año 2001 y fue recorriendo un camino lleno de obstáculos y sinsabores, hasta que finalmente empezó a consolidarse en el 2004 y tuvo su despegue en el 2005.

Los datos oficiales indican que de enero a agosto de este año, el monto de las exportaciones fue de 47 millones de dólares, con lo que se tiene un incremento del 31% frente al mismo periodo del año 2006. Con estos números se nota que el crecimiento sigue su tendencia y que las cantidades ya comienzan a ser importantes, sobre todo para una economía pequeña con grandes carencias como la del Paraguay.

Pero si bien se tienen cifras alentadoras en este caso concreto, se trata sólo de uno de los tantos elementos que debemos tomar en cuenta si queremos apuntar seriamente al desarrollo. En primer lugar recordemos que la maquila fue proyectada en el país para que se convierta en una poderosa herramienta de creación de empleos, de manera que aunque los datos de las exportaciones de las empresas sean halagadores, la generación de empleos no ha seguido hasta ahora la misma tendencia. Es decir, estamos aumentando el volumen y el monto de las exportaciones, pero ello no se refleja en la misma medida en la creación de empleos.

Desde luego que el proceso de crear empleos es lento y depende de los resultados de los negocios de las empresas, pero ello no significa que debamos quedarnos conformes cuando el Gobierno anuncia con bombos y platillos el monto de las exportaciones, pero omite pintar la otra realidad: la escasa creación de fuentes de trabajo para los paraguayos. Si la maquila fue creada para facilitar el funcionamiento de las empresas y crear puestos de trabajo, lo justo es que se logren resultados en ambos casos y no sólo se presenten a la gente los números que favorecen a las autoridades.

Además, se debe tener en cuenta algo fundamental: la maquila no es la salvación para el país ni la panacea para el problema del desempleo. Es sólo una herramienta que puede ayudar bastante pero que debe ser acompañada por otras políticas y medidas económicas que sirvan para generar un desarrollo verdadero en el país y no sólo una esperanza de mejoría en medio de una economía destrozada. Si el hecho de bajar los impuestos, agilizar los trámites burocráticos y favorecer la exportación de las empresas está funcionando, habría que buscar los mecanismos para que los beneficios sean extensivos a otros sectores empresariales e industriales.

Resulta inaudito y ofensivo que el Gobierno ahora se jacte de los resultados de la maquila, cuando este régimen siempre fue minimizado y poco apoyado, con presupuestos irrisorios y con escasa consideración. Pero ahora que el régimen está obteniendo resultados, las autoridades se suben “al carro de los ganadores” y se olvidan de que despilfarran cantidades muy superiores en proyectos que no funcionan, pagando millonarios salarios a gente inútil y vendiendo falsas ilusiones a un país que se está desangrando. Se olvidan de que en Rediex (Red de Inversiones y Exportaciones) se gastan dos millones de dólares al año, se presupuestan 50 mil dólares para los “bocaditos”, se pagan costosos viajes y estadías de lujo en el exterior, sin que ello se note en resultados concretos.

Mientras se obtengan sólo beneficios parciales por parte de un régimen y se siga despilfarrando dinero en proyectos que no funcionan, se mantendrán las elevadas tasas de desempleo, la falta de oportunidades y la pobreza. Si en verdad el Gobierno busca mejorías, debe invertir mejor los recursos, hacer políticas serias y no sólo vender logros parciales que favorecen a muy pocos.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

domingo, 16 de septiembre de 2007

La decadencia de un país

Por Héctor Farina (*)

El Paraguay vive actualmente un momento difícil de pauperización, de degradación económica y ética, y de agudización de los vicios que corrompen a la sociedad, en un momento cumbre del proceso de decadencia en el que se encuentra desde hace muchos años. Ya no sólo se sobrevive soportando la pobreza, la corrupción y la podredumbre, sino que el coraje y la esperanza se han aletargado, en una especie de resignación que resulta peor que los males que enfrentamos.

La crisis económica, política y social está aniquilando las esperanzas de todo un pueblo, que en medio de la desesperación reacciona buscando una tabla de salvación en el exterior, haciendo changas baratas en países hostiles, creyendo –en el plano local- en los farsantes que se dicen salvadores, en las promesas vacías, en los discursos estériles y el insulto sin sentido. Se cree que con sacar un poco de dinero, alguna prebenda, posicionarse como testaferro de algún político o vender la conciencia, se está teniendo una mejoría personal, cuando en realidad se está ahondando la desgracia de todo un país.

La decadencia del país se nota en su gente, que tiene que salir de su tierra para procurarse ingresos con los cuales sobrevivir, pero en el exterior mantiene los mismos vicios y no contribuye en nada a mejorar la condición de los que se quedan. Se cree que con ganar en euros o en dólares se está progresando, pero en la realidad nadie se preocupa por mejorar la educación, ni la propia ni la de los hijos, y con esto lo que se logra es un poco más de dinero para vivir en la misma mediocridad.

La decadencia del país se expresa por medio de la ignorancia de la gente, que festeja la salida de prisión de un populista envuelto en numerosos delitos, enriquecido de manera injustificable y que, no obstante, todavía aparece como un “Mesías” a los ojos de los fanáticos. Los efluvios de la decadencia hoy llenan todos los espacios mediáticos, con frases groseras y discursos insultantes, con absurdos como los “halagos” que se hacen Duarte Frutos y Oviedo, que son verdaderos atentados contra el lenguaje, la dignidad y la inteligencia.

Esa misma decadencia se nota en la inutilidad de las autoridades y la falta de reclamo firme de la sociedad, que aunque ve que literalmente el país se incendia, todavía le presta oído a funcionarios que se echan la culpa pero no apagan el incendio. La decadencia es ya pestilente, con nuevos “millonarios” que aparecen todos los días, con ladrones que ostentan impunemente la riqueza que le roban al Estado. Y lo peor de todo es que los paraguayos ya no se asombran, ya no se escandalizan ni reaccionan, y toman estas aberraciones como si fueran normales.

El filósofo alemán Nietzsche (1844-1900) proponía una transmutación de los valores y una actitud individual y poderosa frente a la decadencia. Los paraguayos deberíamos cambiar muchos de nuestros valores tradicionales y asumir una actitud más firme ante la decadencia: no apoyar a corruptos, no creer en falsas promesas, exigir el cumplimiento de la ley y no dejarnos seducir por las prebendas. Exijamos programas serios de gobierno, que sean manejados por gente honesta y creíble, que se invierta por lo menos el 6% del presupuesto total del país en educación, que se investigue a los candidatos y a los funcionarios sospechosos de corrupción, y, sobre todo, que ya no se caiga en el pozo de creer que “así nomás luego tiene ser” nuestro país. Depende de cada uno y de todos.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

domingo, 9 de septiembre de 2007

El desempleo voraz

Por Héctor Farina (*)

Uno de cada tres paraguayos tiene problemas de empleo, es decir que no tiene trabajo o está subempleado, de manera que la tercera parte de la población no tiene ahora forma de ganarse la vida directamente en el mercado laboral o apenas consigue trabajos precarios, mal pagados, con los que difícilmente se puede sobrevivir de manera digna. Estos datos del propio Gobierno muestran con aguda crudeza la situación de falta de oportunidades que aflige al país: no se crean las suficientes fuentes de empleo y como resultado se tiene una fuga masiva de mano de obra, de cerebros, y de esperanzas -por un lado-, y una sociedad más empobrecida, por el otro.

El tema del empleo es uno de los eternos ejes proselitistas de los candidatos y partidos políticos, que prometen siempre darle oportunidades a una ciudadanía cada día más desesperanzada, pero al final toman al Estado como un botín que sirve para pagar los favores de los que aportaron a las campañas políticas y no se preocupan por crear una verdadera política de empleos y crecimiento económico que beneficie a todos.

Recuerdo la promesa de Ernst Bergen cuando en agosto de 2003 asumió el cargo de ministro de Industria y Comercio en el inicio del gobierno de Duarte Frutos. “Empleos”, esa era la palabra mágica en la que se centraba el plan de trabajo de Bergen al frente de la estratégica cartera de Estado. Pero a lo largo de su administración y de las que siguieron luego, lo que fue creciendo es el número de programas, planes, proyectos, comisiones, mesas sectoriales y nuevas dependencias con jugosos salarios, pero con escasos resultados. Se gastó dinero en hacer planes para todo: exportaciones, inversiones, ruedas de negocios, giras, simplificación de trámites, presentaciones de proyectos en el exterior…Pero ni los costosos viajes ni los millonarios salarios a funcionarios y consultores se transformaron en resultados válidos para la creación de empleos.

Mientras las autoridades sigan gastando el dinero en proyectos que apenas sirven para intentar maquillar la realidad, y mientras no se cree un plan serio de empleos y se ataque los problemas estructurales del país, está claro que seguirán cultivando los mismos esfuerzos estériles, y los resultados no serán los necesitados. No habrá más oportunidades de trabajo sólo porque se crean mesas sectoriales y redes de exportación que funcionan de fachada pero que no logran generar oportunidades más que para unos pocos avivados.

Luego de tantos proyectos y promesas, ¿dónde están las oportunidades? ¿Dónde están los empleos? Las respuestas son contundentes: los paraguayos tienen que irse del país en busca de las oportunidades que no encuentran en su tierra, tienen que probar suerte haciendo changas en condiciones hostiles y situaciones precarias, soportando los males de la distancia, la desintegración de familias y todos los pesares que deben sobrellevar para obtener recursos y procurarse una vida digna.

Todos los paraguayos deben poner punto final a las promesas estériles y exigir hechos concretos: que dejen de destinar los fondos de Itaipú y Yacyretá para campañas políticas y que los inviertan en la construcción de caminos, en la pavimentación de rutas. Que dejen de permitir que Brasil robe la energía eléctrica que le corresponde al Paraguay, que dejen de armar circos con el tema del contrabando y empiecen a fomentar la competitividad de las industrias paraguayas, que dejen de jugar con el dinero y la dignidad de la gente y empiecen a usar los recursos correctamente, promoviendo empleos, mejorando la educación y creando oportunidades para que los paraguayos no tengan que abandonar un país amenazado por el desempleo voraz. Vale la pena seguir peleando.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

domingo, 2 de septiembre de 2007

Educación competitiva

Por Héctor Farina (*)

El desarrollo de una educación competitiva en el Paraguay es uno de los mayores desafíos que se tienen en busca de una sociedad mejor, pero hasta ahora no se lo ha asumido plenamente como tal y se sigue avanzando con un sistema parchado, lleno de precariedades y limitaciones. Se habla mucho de mejorar la educación, pero como país no se dan los pasos correspondientes, de manera que todo queda supeditado a esfuerzos aislados inmersos en un sistema decadente.

En forma sistemática, desde la misma educación primaria estamos acostumbrados a que haya cosas que no podemos hacer porque no se tienen los recursos, porque no hay apoyo verdadero y porque existen otras prioridades que se deben atender y que también son relegadas. Es muy difícil lograr una educación competitiva en las escuelas del interior, en las que los alumnos llegan con el estómago vacío, sin cuadernos y sin muchas opciones para aprender por la carencia de las mismas escuelas.

Es muy complicado que en la secundaria y en las universidades se logre una educación de calidad cuando no se tienen suficientes bibliotecas, cuando los libros están desfasados y los maestros son apenas rumiantes académicos, hijos del mismo sistema decadente que ahora sostienen. Si las posibilidades de acceder al conocimiento están limitadas de antemano, si educarse en el Paraguay tiene un costo demasiado elevado para una población empobrecida, si el acceso a Internet es casi un lujo para unos pocos y si el costo de los libros margina a la mayoría de la población, queda claro que al final serán muy pocos los que logren una formación de calidad con los niveles de competitividad necesarios para enfrentarse a un mundo globalizado.

Mientras los países desarrollados se siguen alejando en base a educación e invierten constantemente en la mejoría de la calidad educativa, en el Paraguay no hemos salido todavía de las discusiones estériles, de las promesas vacías y de las actitudes conformistas. Está claro que hay que darle a la educación la importancia que se merece y exigir mejores condiciones para todos, de manera que no tengamos que seguir teniendo profesores tipo “taxi” que en vez de sumar conocimientos deben sumar horas de clase para poder sobrevivir, en tanto se forman alumnos que sólo buscan títulos y que pueden conseguirlos sin la necesidad de leer un libro completo.

Pero lo más triste y lo más admirable de todo, es que los paraguayos no somos menos que los estudiantes de otros países. Es triste porque hay muchos que buscan superarse en un país que limita las posibilidades, y es admirable porque siempre surgen talentos que logran superar la barrera de las precariedades y ponerse a la altura de los mejores estudiantes y profesionales de los países más desarrollados.

Aquí en México hay muchos paraguayos haciendo estudios de grado y posgrado. Y compiten al mismo nivel que cualquiera, pese a provenir de un sistema educativo lleno de precariedades. Aquí demuestran todos los días que en materia de capacidad humana no tenemos nada que envidiarle a nadie, e inclusive se tiene la ventaja de estar acostumbrados a lograr resultados con escasos recursos, a fabricar lo que no existe y a no depender siempre de las facilidades que concede el sistema.

El reto de tener una educación competitiva debe empezar entonces por una apuesta seria del Gobierno, por invertir más de un mísero 3% en educación, por crear bibliotecas y actualizar las ya existentes, por facilitar el acceso a computadoras e Internet, por renovar los planes de estudio y fomentar la capacitación de los docentes. En síntesis, por crear condiciones mejores para que los paraguayos no sigamos rezagados en un mundo competitivo.

Si a pesar de todos los obstáculos y limitaciones, siempre surgen genios, talentos y héroes cotidianos, imagínense lo mucho que podríamos mejorar como país si empezamos a crear las condiciones para tener una sociedad más y mejor educada.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

domingo, 26 de agosto de 2007

El ciclo del absurdo

Por Héctor Farina (*)

La realidad paraguaya está llena de absurdos, de hechos y actitudes que forman parte ya de una cultura en la que vemos con normalidad lo que en otros lugares sería motivo de extrañamiento y sorpresa. Pareciera que a los ojos de los paraguayos, desarrollados para ver cosas raras como normales, y acostumbrados ya a lo increíble y lo chusco, no llegan imágenes que puedan impresionar y sacudir. Esa misma visión cotidiana se traduce en un razonamiento nublado y en un comportamiento cíclico que hace que vivamos cosas absurdas una y otra vez, creyendo que “así nomás luego tiene que ser”.

En un país de corte kafkiano, ya no sorprende vivir en medio de la confusión y el caos, ya no llama la atención que estén revueltos los buenos y los malos, piratas, corsarios, libertadores o autoritarios, trabajadores y ladrones. Se sigue andando a los tumbos, piedra tras piedra, esperando que el camino mejore cuando lo normal sería que nosotros mismos preparemos el terreno y dejemos de lado los obstáculos.

En algunos casos los paraguayos están más perdidos que Joseph K. en El Proceso, un personaje que es acusado y juzgado por crímenes que nunca conoce, que nadie sabe, con pruebas que se desconocen, sin jueces claros y sin nada concreto, de manera que aunque nada tenga sentido, el proceso continúa igual su curso en medio del absurdo. Así se podría interpretar el absurdo de un país rico que vive en la pobreza y que se mantiene cometiendo los mismos errores creyendo que la situación mejorará.

Es absurdo que en el país de la energía eléctrica se tenga que depender casi totalmente de cocinas a gas y no haya cocinas eléctricas. Es decir, mientras que al Paraguay le corresponde la mitad de la producción de electricidad de la represa más grande del mundo, se permite que dicha energía sea robada por otro país, en tanto se tiene una dependencia total de un producto como el gas, que curiosamente no se produce en el país y se tiene que importar a precios elevados. No se aprovecha lo que sobra y es nuestro, pero se sufre por la escasez de lo que no tenemos.

En el país de lo absurdo, se cree todavía que se mejorará si se sigue votando a los corruptos de siempre, si se sigue escuchando y dando crédito a las mismas promesas incumplidas de siempre, hechas por los mentirosos de turno o de tiempo completo. Unos a otros buscan convencerse de que tendremos un cambio con fulano o mengano como presidente, pero no comprenden que no habrá cambios si siempre son los mismos políticos, cortados por la misma tijera de la corrupción, los que se presentan como salvadores, en tanto la gente no reacciona y espera que llegue “Godot”.

Es absurdo que los paraguayos tengan que abandonar el país yendo a España para ganar dinero, pero sigan haciendo lo mismo, de manera que se sueña con mejorar el Paraguay con gente que emigra y sigue gastando su dinero en fiestas y en cerveza, manteniendo su misma ignorancia. Es triste que se crea que porque se gana más dinero afuera las cosas mejorarán adentro, cuando no se invierte ni se promueve dicha mejoría.

Debemos comprender que es absurdo pensar que mejoraremos si vivimos escuchando promesas de optimizar la educación, pero nadie asume el desafío de hacerlo... si se habla bien de la lectura pero se prefiere comprar cerveza antes que una novela... Definitivamente nada cambiará si primero no cambiamos nosotros, si no asumimos que no podemos seguir el ciclo de lo absurdo y que debemos reconstruir el país empezando por nuestra actitud, nuestra educación y nuestro pensamiento.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

viernes, 24 de agosto de 2007

PARAGUAYAS EN MÉXICO: EN MEDIO DEL HURACÁN DEAN

Última Hora impreso publica la historia de estudiantes paraguayas que vivieron una experiencia desconocida: refugiadas, sin luz, resistieron el paso del huracán Dean.
QUINTANA ROO, México, miércoles/24AGOSTO/2007

Por Héctor Farina (Especial para Última Hora)

En la pequeña y tranquila ciudad de Chetumal, capital del estado de Quintana Roo, en el caribe mexicano, dos estudiantes paraguayas, María Belén Florentín y Andrea María González, tomaban todas las precauciones necesarias ante la inminencia del impacto del huracán Dean, el más intenso que afectó a México en las últimas dos décadas.

En medio de la alerta roja generalizada, del nerviosismo y de las evacuaciones, las paraguayas tuvieron que dejar su casa, ubicada en la costa, y refugiarse en otra más segura, a varios kilómetros tierra adentro. De los seis paraguayos que estudian en Chetumal, cuatro de ellos vivieron la experiencia de soportar la furia del huracán.

Belén, originaria de Asunción y estudiante de Maestría en Planeación en la Universidad de Quintana Roo, cuenta que se alarmó bastante cuando unos días antes se enteró de que se había formado un huracán y que se dirigía a la península de Yucatán. Y más cuando averiguó que el huracán podría ser de categoría cinco (el de mayor intensidad).

ANSIEDAD. "Pasaban los días, y mi ansiedad crecía. El sábado 18 los medios publicaron lo que más temíamos: el huracán había cambiado su trayectoria, la posible área de impacto de ser el norte de Cancún pasó a ser entre la ciudad de Felipe Carrillo Puerto y el poblado de Mahahual, este último ubicado a 80 km (en línea recta) de Chetumal", menciona.

Por su parte, Andrea González, del barrio San Vicente de Asunción, y también estudiante de Maestría en Planeación en la Universidad de Quintana Roo, estaba de vacaciones en Irapuato (Guanajuato, en el centro de México), y llegó el día domingo a Chetumal, confiada porque las noticias indicaban que el huracán Dean tenía otra dirección, pero poco antes de llegar las cosas cambiaron y se dio la alerta naranja: el huracán se dirigía hacia Carillo Puerto. "Dios mío, dije. ¡Eso está solo como a dos horas de acá!"

Ante la inminencia del impacto del huracán, el fin de semana la gente comenzó a comprar provisiones y cargar combustible, en lo que se conoce como "compras de pánico". Las dos paraguayas prepararon sus cosas y abandonaron su casa, cercana a la costa, para refugiarse en otra más segura, perteneciente a la familia mexicana Ceballos Buenfil, que estaba preparada contra huracanes.

Las paraguayas ayudaron a sellar las ventanas, ponerle cinta adhesiva a los vidrios, tela metálica, cartones, madera y todo lo que sirviera para resguardar la casa.

SIN LUZ. Los vientos huracanados se comenzaron a sentir con mayor intensidad a las tres de la mañana, entonces las autoridades decidieron cortar la luz. El ambiente de la casa era sofocado por el intenso calor, se oía el impresionante silbido del viento y la gente se mantenía alerta oyendo la radio. Las ráfagas se intensificaron más a las cinco de la mañana, con vientos de alrededor de 250 km por hora, que derriban árboles, letreros, antenas... "Escuchábamos el silbido del viento que no paraba, y cosas que chocaban con el suelo. Nos asomamos a la ventana de la casa y vimos que un árbol se había caído en la piscina y después otro frente a la ventana...", dice Andrea.

La madrugada de aquel martes 21 fue interminable, en tanto los vientos se fueron tranquilizando lentamente hasta que llegó la calma alrededor del mediodía.

DESTRUCCIÓN. Cuando salieron de sus casas, las compatriotas encontraron que todo estaba irreconocible en las calles, con árboles caídos por todas partes, letreros destrozados, algunas calles y casas inundadas, y no había servicio de luz y agua. Regresaron a su casa y encontraron daños menores, pero al menos en esa región mexicana no hubo muertos. Las paraguayas estuvieron muy cerca del ojo del temible Huracán Dean.

Si bien en el caribe mexicano el meteoro dejó sólo daños materiales, al día siguiente volvió a impactar en las costas mexicanas de Veracruz, ya convertido en tormenta tropical, y afectó a siete estados dejando unos 40.000 damnificados y unos 10 muertos.

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María Belén Florentín: "Toda mi familia estaba aterrada"
Los familiares de María Belén Florentín, en Asunción, vivieron desde la distancia el miedo y la incertidumbre que generaba la amenaza del huracán Dean en México, en medio del nerviosismo y de las constantes llamadas telefónicas.

"Mi familia se había adelantado a lo que decía el informe, y media hora antes me había dicho que en CNN decían que (el huracán) impactaría en Chetumal con categoría 5. Ellos estaban completamente aterrados: a partir de ese momento y hasta las 6.30 de la mañana me llamaron cada 20 minutos. Me llamaban mi mamá, mis hermanos, mi novio, mi tía...", recuerda Belén. Menciona que como ya no había canales de televisión que transmitan las últimas noticias del huracán, y posteriormente se cortó la luz, todos estaban pendientes de la radio, y ella de lo que le contaba su familia desde Paraguay, que seguía todas las noticias por televisión. Recién a la mañana siguiente volvió la calma en Chetumal y en Asunción. Belén dice que la comunicación telefónica por medio de celulares le permitió estar cerca de sus seres queridos en uno de los momentos más difíciles de su vida.

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Andrea María González: "Fue la madrugada más larga de mi vida"

En medio del azote del viento, de la falta de luz y de la incertidumbre y el miedo, Andrea María González vivió una noche que parecía que nunca iba a terminar. "Fue la madrugada más larga de mi vida. Como a las tres de la mañana se suspendió la luz, los vientos comenzaron a soplar con mayor intensidad, sólo una estación de radio de Chetumal tenía señal", explica.

Andrea recuerda que se mantenía informada en un principio por la televisión y los boletines especiales que daba a conocer el Gobierno de Quintana Roo. Pero el terror comenzó más tarde cuando en Paraguay se recibían noticias de que el huracán golpearía directamente en Chetumal, por lo que los familiares empezaron a llamar de manera constante para informar e informarse sobre el peligro latente. "Nunca olvidaré esa madrugada, así como a la familia Ceballos Buenfil que nos recibió tan generosamente en su casa, a mi familia que estuvo pendiente de todo, mi novio y todos mis amigos que se preocuparon por mí", concluye

Publicado en el Diario Última Hora de Paraguay. 24-08-07. Ver original aquí