domingo, 26 de agosto de 2007

El ciclo del absurdo

Por Héctor Farina (*)

La realidad paraguaya está llena de absurdos, de hechos y actitudes que forman parte ya de una cultura en la que vemos con normalidad lo que en otros lugares sería motivo de extrañamiento y sorpresa. Pareciera que a los ojos de los paraguayos, desarrollados para ver cosas raras como normales, y acostumbrados ya a lo increíble y lo chusco, no llegan imágenes que puedan impresionar y sacudir. Esa misma visión cotidiana se traduce en un razonamiento nublado y en un comportamiento cíclico que hace que vivamos cosas absurdas una y otra vez, creyendo que “así nomás luego tiene que ser”.

En un país de corte kafkiano, ya no sorprende vivir en medio de la confusión y el caos, ya no llama la atención que estén revueltos los buenos y los malos, piratas, corsarios, libertadores o autoritarios, trabajadores y ladrones. Se sigue andando a los tumbos, piedra tras piedra, esperando que el camino mejore cuando lo normal sería que nosotros mismos preparemos el terreno y dejemos de lado los obstáculos.

En algunos casos los paraguayos están más perdidos que Joseph K. en El Proceso, un personaje que es acusado y juzgado por crímenes que nunca conoce, que nadie sabe, con pruebas que se desconocen, sin jueces claros y sin nada concreto, de manera que aunque nada tenga sentido, el proceso continúa igual su curso en medio del absurdo. Así se podría interpretar el absurdo de un país rico que vive en la pobreza y que se mantiene cometiendo los mismos errores creyendo que la situación mejorará.

Es absurdo que en el país de la energía eléctrica se tenga que depender casi totalmente de cocinas a gas y no haya cocinas eléctricas. Es decir, mientras que al Paraguay le corresponde la mitad de la producción de electricidad de la represa más grande del mundo, se permite que dicha energía sea robada por otro país, en tanto se tiene una dependencia total de un producto como el gas, que curiosamente no se produce en el país y se tiene que importar a precios elevados. No se aprovecha lo que sobra y es nuestro, pero se sufre por la escasez de lo que no tenemos.

En el país de lo absurdo, se cree todavía que se mejorará si se sigue votando a los corruptos de siempre, si se sigue escuchando y dando crédito a las mismas promesas incumplidas de siempre, hechas por los mentirosos de turno o de tiempo completo. Unos a otros buscan convencerse de que tendremos un cambio con fulano o mengano como presidente, pero no comprenden que no habrá cambios si siempre son los mismos políticos, cortados por la misma tijera de la corrupción, los que se presentan como salvadores, en tanto la gente no reacciona y espera que llegue “Godot”.

Es absurdo que los paraguayos tengan que abandonar el país yendo a España para ganar dinero, pero sigan haciendo lo mismo, de manera que se sueña con mejorar el Paraguay con gente que emigra y sigue gastando su dinero en fiestas y en cerveza, manteniendo su misma ignorancia. Es triste que se crea que porque se gana más dinero afuera las cosas mejorarán adentro, cuando no se invierte ni se promueve dicha mejoría.

Debemos comprender que es absurdo pensar que mejoraremos si vivimos escuchando promesas de optimizar la educación, pero nadie asume el desafío de hacerlo... si se habla bien de la lectura pero se prefiere comprar cerveza antes que una novela... Definitivamente nada cambiará si primero no cambiamos nosotros, si no asumimos que no podemos seguir el ciclo de lo absurdo y que debemos reconstruir el país empezando por nuestra actitud, nuestra educación y nuestro pensamiento.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

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