domingo, 2 de septiembre de 2007

Educación competitiva

Por Héctor Farina (*)

El desarrollo de una educación competitiva en el Paraguay es uno de los mayores desafíos que se tienen en busca de una sociedad mejor, pero hasta ahora no se lo ha asumido plenamente como tal y se sigue avanzando con un sistema parchado, lleno de precariedades y limitaciones. Se habla mucho de mejorar la educación, pero como país no se dan los pasos correspondientes, de manera que todo queda supeditado a esfuerzos aislados inmersos en un sistema decadente.

En forma sistemática, desde la misma educación primaria estamos acostumbrados a que haya cosas que no podemos hacer porque no se tienen los recursos, porque no hay apoyo verdadero y porque existen otras prioridades que se deben atender y que también son relegadas. Es muy difícil lograr una educación competitiva en las escuelas del interior, en las que los alumnos llegan con el estómago vacío, sin cuadernos y sin muchas opciones para aprender por la carencia de las mismas escuelas.

Es muy complicado que en la secundaria y en las universidades se logre una educación de calidad cuando no se tienen suficientes bibliotecas, cuando los libros están desfasados y los maestros son apenas rumiantes académicos, hijos del mismo sistema decadente que ahora sostienen. Si las posibilidades de acceder al conocimiento están limitadas de antemano, si educarse en el Paraguay tiene un costo demasiado elevado para una población empobrecida, si el acceso a Internet es casi un lujo para unos pocos y si el costo de los libros margina a la mayoría de la población, queda claro que al final serán muy pocos los que logren una formación de calidad con los niveles de competitividad necesarios para enfrentarse a un mundo globalizado.

Mientras los países desarrollados se siguen alejando en base a educación e invierten constantemente en la mejoría de la calidad educativa, en el Paraguay no hemos salido todavía de las discusiones estériles, de las promesas vacías y de las actitudes conformistas. Está claro que hay que darle a la educación la importancia que se merece y exigir mejores condiciones para todos, de manera que no tengamos que seguir teniendo profesores tipo “taxi” que en vez de sumar conocimientos deben sumar horas de clase para poder sobrevivir, en tanto se forman alumnos que sólo buscan títulos y que pueden conseguirlos sin la necesidad de leer un libro completo.

Pero lo más triste y lo más admirable de todo, es que los paraguayos no somos menos que los estudiantes de otros países. Es triste porque hay muchos que buscan superarse en un país que limita las posibilidades, y es admirable porque siempre surgen talentos que logran superar la barrera de las precariedades y ponerse a la altura de los mejores estudiantes y profesionales de los países más desarrollados.

Aquí en México hay muchos paraguayos haciendo estudios de grado y posgrado. Y compiten al mismo nivel que cualquiera, pese a provenir de un sistema educativo lleno de precariedades. Aquí demuestran todos los días que en materia de capacidad humana no tenemos nada que envidiarle a nadie, e inclusive se tiene la ventaja de estar acostumbrados a lograr resultados con escasos recursos, a fabricar lo que no existe y a no depender siempre de las facilidades que concede el sistema.

El reto de tener una educación competitiva debe empezar entonces por una apuesta seria del Gobierno, por invertir más de un mísero 3% en educación, por crear bibliotecas y actualizar las ya existentes, por facilitar el acceso a computadoras e Internet, por renovar los planes de estudio y fomentar la capacitación de los docentes. En síntesis, por crear condiciones mejores para que los paraguayos no sigamos rezagados en un mundo competitivo.

Si a pesar de todos los obstáculos y limitaciones, siempre surgen genios, talentos y héroes cotidianos, imagínense lo mucho que podríamos mejorar como país si empezamos a crear las condiciones para tener una sociedad más y mejor educada.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

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