sábado, 24 de marzo de 2012

Australia, en el camino de los empleos y la formación



Por Héctor Farina Ojeda (*)

Una economía sólida, creciente y competitiva. Así podríamos resumir lo que representa la economía de Australia, el país exótico ubicado en Oceanía. Se trata de una nación de la que hablamos muy poco en América Latina, y que relacionamos con alguna película, con los canguros o con el famoso teatro de Sidney. Pero Australia tiene datos económicos interesantes para su estudio por parte de los países emergentes, que podrían encontrar muchas respuestas a viejos males que no se ha sabido curar.

Algo interesante de los australianos es su seriedad en el manejo de la cosa pública, lo que se nota en políticas eficientes con miras a atender necesidades específicas en el campo de la educación, de la economía, de la formación profesional con miras al mercado laboral, del comercio exterior y del aprovechamiento de las riquezas naturales que poseen. Y dentro de las políticas públicas, una necesidad imperiosa es establecer reformas constantes, en la convicción de que hay que renovarse siempre para poder competir en el mercado global.

Australia posee mucha capacidad de exportación de productos primarios, pero en los últimos años ha volcado sus expectativas económicas hacia el sector de servicios. Ha desarrollado muy fuertemente su sistema de telecomunicaciones y ha apostado por el turismo, que hoy en día es una de sus principales fuentes de ingreso y empleo. Pero para lograr un estándar de calidad en estos servicios, se basa en una fuerza laboral altamente calificada que, a su vez, es el resultado de una educación competitiva planificada con miras a que los estudiantes tengan oportunidades reales en el mercado de trabajo.

Los indicadores de la economía australiana son estables: la inflación se mantiene baja, lo que garantiza que el poder adquisitivo de los ciudadanos sea bueno, pues los empleos son bien pagados y no resulta complicado conseguir un buen puesto laboral. La economía crece en forma sostenida y la tendencia es que lo siga haciendo, a partir de el desarrollo de productos cada vez más competitivos, realizados por mano de obra calificada.

Un sector importante para el bienestar es el de las microempresas, que son grandes generadoras de empleo. Por cada microempresa creada, prácticamente se generan 3 empleos, ya que hay 1.2 millones de microempresas que generan 3.3 millones de puestos laborales.

Pero no se trata de un esfuerzo aislado del sector privado, sino que el Estado favorece la generación de empleos y la inserción de los jóvenes en el mercado laboral. Encontrar trabajo no es una tarea complicada en Australia, pues el mismo gobierno promociona los empleos y se encarga de darle capacitación a los jóvenes que deben iniciar el desafío de cumplir las exigencias del mercado laboral.

Al igual que los países que han erradicado la pobreza, Australia está apuntando a la formación de sus recursos humanos, pero lo hace con una peculiaridad: la educación técnica vocacional que no sólo ha servido para estrechar el vínculo entre la formación y el mercado laboral, sino para extender el periodo en el que los estudiantes se mantienen en las aulas. Y son los jóvenes los más favorecidos, pues la tasa de desempleo juvenil es muy baja y las oportunidades de acceder a un buen puesto son muchas.

Hay varias cosas que podríamos aprender de los australianos: desde saber diseñar e implementar políticas públicas, hasta trabajar en la formación vocacional de los jóvenes e irlos preparando para un mercado laboral competitivo. Los países latinoamericanos tenemos la gran oportunidad del bono demográfico, pero no lo estamos aprovechando como se debe.

Mientras un país rico como México tiene más de 7 millones de "ninis" -jóvenes que ni estudian ni trabajan- y soporta que haya 33 millones de personas con rezago educativo, en tanto el 66% de los ciudadanos con más estudios se encuentra en la informalidad, Australia tiene a sus jóvenes bien empleados.

Debería darnos vergüenza que un país como Paraguay, que tiene al 62% de su población por debajo de los 30 años de edad, deba soportar elevados niveles de pobreza, desempleo alto y una deficiencia educativa que condenará a los jóvenes de hoy a un futuro de pobreza y limitadas oportunidades de empleo.

Al igual que Australia, deberíamos apuntar hacia la generación de riqueza en el sector de servicios, a la formación profesional de nuestros jóvenes y a una política que favorezca la creación de empleos y de riqueza.

(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México.

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