lunes, 19 de marzo de 2012

Japón, economía del sol naciente


Por Héctor Farina Ojeda (*)

Uno de los ejemplos más emblemáticos del crecimiento económico rápido y sostenido en el Siglo XX lo encontramos en el país del sol naciente. Lo bautizaron como "el milagro japonés", pues tras las ruinas dejadas por la Segunda Guerra Mundial emergió un país competitivo que logró un crecimiento económico promedio de 10% anual en la década del 60'. El impulso fue tan fuerte que el país siguió su mejoría en los 70' y los 80', hasta ubicarse como una de las economías más poderosas del planeta.

Japón es hoy la tercera mayor economía a nivel mundial, solamente superada por Estados Unidos y China. Hay varios factores que se combinaron para lograr uno de los giros más espectaculares de la historia económica: la cultura del trabajo, que hace de los japoneses obreros incansables, el fuerte incentivo al desarrollo tecnológico y la convicción de que la formación profesional es fundamental para competir.

Quizás fue la visión anticipadora en medio de la crisis la que convirtió a un país fracturado por el horror de la guerra en uno avanzado, moderno y vanguardista. Aprendieron a vislumbrar en lo tecnológico no sólo el elemento diferencial para la recuperación económica, sino la ventaja comparativa que sería esencial para cualquier nación en las siguientes décadas. Tanto en la manufactura, como en los diferentes sectores de la economía, la aplicación de la tecnología ayudó a incrementar la productividad y mejorar enormemente la competitividad. En el ensamblaje de vehículos, en productos electrónicos o en la explotación del acero, los nipones aprendieron a generar ventajas comparativas frente a cualquier producción rival.

Paradójicamente, la escasez de recursos naturales y las dificultades para la agricultura se convirtieron en incentivos para producir con mayor calidad. Aplicando conocimientos al desarrollo de tecnología, lograron sacarle provecho a las pocas tierras cultivables para que hoy sean de las más productivas por área sembrada. Igualmente, los japoneses ocupan el primer lugar en producción pesquera.

Pero este país no solo es un ejemplo en cuanto a la investigación y el desarrollo de la tecnología, sino que ha sabido explotar su capacidad de entablar relaciones comerciales y hacer de las exportaciones una fuente inagotable de ingresos. Con la conciencia de que el mercado interno no era suficiente, la expansión fue planificada hacia los grandes mercados: se controlaron las importaciones, se dirigieron los recursos hacia inversiones en sectores estratégicos y se potenció la capacidad de innovar.

En pocos años, se pasó de una economía primaria a una industrializada y luego a una de servicios: hoy el 75% de la riqueza nipona proviene de los servicios, que a su vez dependen del trabajo constante en materia de capacitación profesional e investigación científica y tecnológica. El resultado se nota en un país desarrollado, con elevados estándares de calidad de vida y con un empuje constante hacia la innovación, la creatividad y la solvencia económica.

Una de las grandes preguntas que nos deja el modelo japonés cuando pensamos en otras economías es qué factores debe reunir un país para iniciar un proceso de cambio drástico que erradique la pobreza e incentive el progreso. ¿Qué condiciones deben darse para que los países pobres y convulsionados por la crisis puedan emerger en forma tan espectacular como lo hizo Japón tras la guerra?

En este mundo globalizado, competitivo y poco amistoso con los rezagados, un elemento diferencial de los japoneses es su esmero en el trabajo, es esa devoción incondicional al esfuerzo y al resultado. Contrariamente, en América Latina somos expertos en soluciones, en identificar las causas y las formas de la pobreza, en medir nuestras desgracias, pero no hemos sido capaces de superar los diagnósticos y hacer que el trabajo inteligente, visionario y sacrificado sea el que nos lleve a alejarnos de la pobreza y abrir las perspectivas de la riqueza.

Los japoneses aprovecharon una oportunidad en medio de una gran crisis. Los latinoamericanos vivimos sumergidos en crisis, pero no hemos sabido vislumbrar la oportunidad. ¿Lograremos hacerlo?

(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México.

Publicado en el suplemento "Estrategia", una publicación especializada en economía y negocios, del Diario La Nación, de Paraguay.

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