domingo, 18 de marzo de 2012
Nueva Zelanda, economía abierta y limpia
Por Héctor Farina Ojeda (*)
Una economía pequeña, moderna, bien organizada, de libre mercado y que apunta a la producción limpia y sustentable es la que caracteriza a Nueva Zelanda, el país oceánico que está formado por un conjunto de islas y que es notable por su aislamiento geográfico. Su socio y mercado más cercano es Australia, país del que depende económicamente por ser el principal receptor de sus productos de exportación.
Nueva Zelanda es una de las economías más abiertas del mundo. Ha evolucionado desde el modelo proteccionista de antaño hacia un modelo abierto, de libre mercado, que basa su poderío en la competitividad de su producción y en la capacidad de establecer vínculos comerciales con las economías a nivel global. Paradójicamente al aislamiento geográfico, la tendencia a incrementar el relacionamiento con el exterior se nota no sólo en el incremento de las exportaciones y los mercados de destino, sino en el ingenio que aplican para atraer a los turistas. Como una de las fuentes distributivas de la riqueza, el turismo generó ingresos por 15 mil millones de dólares el año pasado.
La economía de este país insular tiene a la industria láctea y la de la carne como sus principales estrellas. La industria láctea neozelandesa es una de las más importantes del mundo, en tanto la producción de carne hace que este país sea un gran exportador, con una alta reputación de calidad en los mercados internacionales. Históricamente los neozelandeses han gozado de las bondades de la naturaleza para impulsar su economía, pero más allá de la explotación primaria buscan alternativas para elevar la competitividad. Por eso trabajan con tecnologías de producción limpia y han migrado desde los sectores primarios hasta el sector de servicios, que hoy representa el 73% de la generación de empleos y que goza de un franco crecimiento.
Una de las curiosidades que representan un atractivo para invertir en Nueva Zelanda es su tranquilidad: es uno de los países más pacíficos del mundo y tiene una muy baja propensión a la guerra y la criminalidad, de acuerdo a los datos del Indice de Paz Global 2010. Igualmente, hay un fuerte trabajo en la promoción de la imagen de país limpio y verde. No solamente se busca sustentabilidad y cuidado del medio ambiente en la producción, sino que la misma tecnología para la producción limpia se vuelve un atractivo
El desarrollo de combustibles alternativos, menos contaminantes y más limpios, es uno de los pilares de la innovación neozelandesa. Este país es pionero en el desarrollo de la energía geotérmica y ya tiene una trayectoria importante en el uso de energía hidroeléctrica y de fuentes energéticas no tradicionales para el transporte. Actualmente el 75% de la energía que utiliza el país proviene de fuentes renovables, en tanto para 2025 se espera que la cifra llegue al 90%. La agricultura, la ganadería, la industria, el transporte y el medio ambiente en general son beneficiarios del uso de las energías renovables.
Para construir un país sustentable no bastan los recursos naturales, sino que se necesita de los recursos humanos con una alta capacitación. Con trece años de escuela obligatoria, con una tasa de alfabetización elevada que implica que casi no hay analfabetos, la mano de obra es calificada e innovadora.
Más allá de los problemas que tienen todos los países, Nueva Zelanda es un conjunto de enseñanzas que los latinoamericanos podríamos aprovechar. Empecemos por la ruptura del aislamiento: la soledad geográfica ya no puede ser una excusa para no entrar a una economía globalizada en la que el poder comercial depende de la capacidad de relacionarse y de la apertura de mercados. Mientras países como Paraguay se quejan de la mediterraneidad y buscan achacarle a ella muchos de sus males, ejemplos como Suiza demuestran que el único aislamiento es el del conocimiento, es decir de aquellos que no saben cómo relacionarse con el mundo.
El Paraguay debería mirar a Nueva Zelanda para buscar algún modelo que le permita convertirse en un innovador en materia de energías renovables, así como en un desarrollador de la tecnología que fomente una mejor explotación de los grandes recursos naturales que tenemos. Somos un país movido a agua y con el mayor per cápita de electricidad del mundo, pero nuestras industrias, nuestro transporte y nuestro consumo siguen dependiendo de otras fuentes energéticas, como el petróleo y el gas de los que carecemos.
Hay países pequeños con gente visionaria. Y deberíamos aprender de ellos y ser uno de ellos. Podemos hacerlo siempre que empecemos con una transformación fundamental: la de nuestra conciencia de saber y hacer.
(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México.
Publicado en el suplemento "Estrategia", una publicación especializada en economía y negocios, del Diario La Nación, de Paraguay.
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