lunes, 11 de agosto de 2008

Rebelión y revolución

Por Héctor Farina (*)

La actitud rebelde es siempre un principio para el cambio, pero esto no implica que la acción sea revolucionaria. De rebeldes a revolucionarios hay una distancia considerable, aunque unos y otros estén emparentados por los lazos del principio de oposición a una situación, modelo o sistema. Sobre estas diferencias y analogías, el escritor mexicano Octavio Paz -curiosamente nacido en medio de la revolución mexicana, en 1914- nos regala una serie de apreciaciones que nos ayudan a ubicar los conceptos en sus respectivos lugares.

Dice Paz que “rebelión” es un término vinculado al campo militar y tiene un carácter individual. El que no acata las órdenes, el que se enfrenta a un sistema o desconoce un orden de cosas, es un rebelde. Otra palabra cercana es “revuelta”, con la que se refiere a algún movimiento colectivo en contra de algo o alguien, usando la violencia como mecanismo de reacción frente a una figura de poder. En cambio, la “revolución” es el cambio radical de un estado de cosas y puede ser el resultado de la rebeldía y las revueltas convertidas en un sistema nuevo, que reemplace al anterior. La revolución es una transformación que va más allá de la rebeldía y que puede darse en numerosos ámbitos, como en lo político, lo económico, lo social o lo cultural, entre otros.

Estas reflexiones podemos ubicarlas en el contexto en el que se encuentra el Paraguay, que el próximo 15 de agosto iniciará una etapa novedosa marcada por la caída del monopartidismo en el poder y por la asunción de un gobierno de coalición encabezado por un ex obispo. La decisión de los paraguayos de votar por el cambio representa lo que podríamos denominar como una rebelión en las urnas. Se canalizaron el descontento, la frustración, el hartazgo y la esperanza por medio de aquellos votos que tenían un mensaje claro: no queremos más de lo mismo, queremos el cambio. Tras aquel histórico paso y en vísperas de iniciar el nuevo camino, la pregunta que salta es si se concretará una revolución que marque una diferencia clara con el país pobre, atrasado, sin empleo y con una educación paupérrima que se decidió cambiar con aquellos votos rebeldes.

Tenemos un nuevo gobierno del que se espera mucho. La gente espera que se erradique la corrupción empotrada en la estructura del Estado, que se generen puestos de empleo, que haya justicia, seguridad y que se tengan mejores oportunidades de educación y desarrollo. En ese sentido, una revolución consistiría en que el gobierno de Lugo recupere la credibilidad de las instituciones, que se diferencie de las administraciones anteriores por su honestidad, por el manejo responsable de la cosa pública y por los resultados concretos en su gestión. El gobierno sería revolucionario si el país se vuelve competitivo y logra un crecimiento económico sostenido, si se decide duplicar la inversión en educación y optimizar la calidad educativa, convirtiendo a la sociedad paraguaya en una sociedad preparada, con valores y capacidad para crecer.

Pero lo fundamental para una transformación pasa por el cambio de actitud que nos lleve a ser más que rebeldes o disidentes, más que optimistas sin sustento o fatalistas sin reacción, más que los que esperan que las soluciones caigan del cielo. Una revolución pasa por la participación activa de las personas, por la superación constante, por educarse y promover la educación, por ser contralores y cuestionadores de las autoridades. Un ejemplo revolucionario es el que nos dio Don Feliciano Martínez, el intendente que le enseñó a la gente el valor del trabajo y, sin la necesidad de recurrir al populismo o cualquier artimaña, demostró que el esfuerzo colectivo sirve para mejorar nuestras condiciones de vida. Siendo el primero en empuñar la escoba para barrer su casa, este hombre logró que el ejemplo cundiera y con ello, más que lograr que Atyrá sea una de las ciudades más limpias del mundo, logró demostrar que el cambio definitivamente depende de cada uno y de todos.

Son los pasos que vienen los que decidirán si logramos concretar una revolución o nos quedamos en el intento, con el simple cambio de uno por otro. Nuestra actitud como país y nuestra responsabilidad como ciudadanos serán las que determinen finalmente el puerto al que queremos llegar en este viaje.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

1 comentario:

Anónimo dijo...

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