lunes, 4 de agosto de 2008

El drama de la INC

Por Héctor Farina (*)

Los episodios repetidos en el ya extenso drama de la Industria Nacional del Cemento (INC) reflejan el modelo de gobiernos que hemos tenido en las últimas décadas. Este modelo se ha basado en el clientelismo, el compadrazgo, los cotos de poder y, por sobre todo, la corrupción. La INC se ha nutrido de los mismos ingredientes perversos que condenamos en los gobiernos colorados y como resultado de ello se tiene una empresa en una situación caótica, con problemas de producción, asediada por politiqueros inescrupulosos y por las quejas de los empresarios. La cementera hoy paga el precio de la ineficiencia, de la corrupción y de las malas administraciones que la convirtieron en un coto de políticos.

La INC tiene problemas porque siempre funcionó como si fuera una seccional en donde se debía quedar bien con los amigos y no como una empresa que debe producir cemento de calidad y apuntar al crecimiento. La corrupción generalizada nunca permitió que la empresa funcionase como tal, sino que la cementera se mantuvo a los tumbos, soportando el sabotaje constante de los aprovechados que solo buscaban sacar su tajada. En 2004, luego de un cambio de administración, se descubrió que los funcionarios de la cementera tenían privilegios extraordinarios, como poder retirar una enorme cantidad de bolsas de cemento, a menores precios y a crédito, de manera que tranquilamente podían dedicarse a vender el producto a un costo menor al del mercado y hacer una competencia desleal a la misma empresa para la que supuestamente trabajaban. Igualmente, siempre hubo denuncias de privilegios a políticos y compadres que, aprovechando las bondades de la cementera, hacían negocio con la distribución o venta del producto.

Los malos manejos, los pedidos de coima, la discriminación en la entrega, la mala administración y los gastos inútiles son constantes en la historia de la cementera. Como cuando pagaron más de dos millones de dólares por la construcción de una planta secadora de puzolana, que luego de tanto escándalo jamás funcionó. O cuando desde hace años se gasta en poner parches a la obsoleta maquinaria en el horno de Vallemí, cuando lo que se requiere es una inversión de tecnología nueva que permita producir más y mejor sin quedar siempre a merced de las fallas de siempre. Todo esto es el resultado de que la cementera haya sido manejada con una ambición partidaria y no con una visión empresarial.

La duda que surge ahora es cómo corregirá el nuevo gobierno el rumbo de la empresa estatal. La INC tiene reservas naturales de materia prima que le permiten producir durante muchos años, cuenta con un mercado con un enorme potencial de crecimiento, tiene una elevada demanda insatisfecha y puede apuntalar el desarrollo. Si pensamos en países como México, cuyas calles son construidas con cemento, podemos ver que con una planificación adecuada se pueden construir obras de infraestructura, pavimentar caminos, facilitar las comunicaciones y disminuir el costo país, al mismo tiempo que se incentiva la producción nacional. Pero, en las condiciones actuales, la cementera no tiene la productividad ni la competitividad necesarias para crecer como se necesita.

El primer paso que urge dar es el de poner orden en la cementera y recuperar su función natural: producir cemento de calidad. Si no se despolitiza la entidad y se la convierte en una empresa seria, las medidas que se adopten terminarán chocando contra el mismo obstáculo que impide el desarrollo. Se requiere de la modernización de la infraestructura, lo que implica necesariamente inversión en tecnología y la capacitación de los recursos humanos. Lo que se debe lograr es tener una empresa competitiva, que produzca con calidad, que oferte buenos precios y que sea rentable. Si la empresa funciona bien, no hay necesidad de temer a la competencia del sector privado.

La planificación del gobierno de Lugo será fundamental para el futuro de la cementera. De ello dependerá establecer si se recupera una empresa para el desarrollo del país, si se mantienen la corrupción y la ineficiencia, o si se termina admitiendo la inutilidad para cambiar el estado de cosas y se decide pasar la posta.

(*) Periodista
www.vivaparaguay.com

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