domingo, 9 de octubre de 2011

La reorientación de gastos hacia inversiones

Por Héctor Farina Ojeda (*)

Una paradoja cíclica en los países subdesarrollados es que carecen de recursos para financiar los proyectos que los saquen del subdesarrollo, al mismo tiempo que despilfarran gran cantidad de recursos debido a la mala administración, lo que los ancla en una situación de improductividad, carencia y sobrecostos. Se gasta mucho en la forma, pero no se invierte en el fondo. Se corrigen problemas superficiales, pero no se solucionan los estructurales. Y se vive arrastrando costos innecesarios y gastos no productivos, mientras se postergan las inversiones realmente urgentes para superar el atraso.

Una radiografía de nuestros gastos e inversiones en América Latina posiblemente nos escandalizaría al mostrarnos las enormes incoherencias que tenemos a la hora de administrar nuestros recursos. En un país como Bolivia, que debería apuntar al primer mundo por su enorme riqueza energética, se pierden millones de dólares al año porque venden el gas sin procesar, debido a la falta de capacidad de refinación. En lugar de la pérdida por no tener refinerías y gente capacitada para ello, debería invertirse en estos dos aspectos para ahorrar y evitar un costo mayor. Lo mismo le pasa a México, que pierde millones por no poder refinar el petróleo para convertirlo en gasolina, por lo que el 40% de su producción petrolera termina siendo industrializada en Estados Unidos, en donde se queda la ganancia por la conversión de materia prima en producto terminado.

En este contexto, el Paraguay es un ejemplo de mala administración de recursos, de gastos improductivos y de postergaciones de las inversiones urgentes. Los gastos en cuestiones proselitistas son elevados, al igual que en el mantenimiento de sistemas obsoletos que no ocasionan más que pérdidas. Se gastan millones para sostener una estructura manejada por funcionarios no aptos, pero no se invierte en la formación profesional que permita hacer eficientes los procesos y ahorrar costos.

Con una enorme riqueza cementera y con un país por construir, vivimos a merced de las pérdidas que se tienen todos los años por los costos de mantener la obsoleta fábrica de la Industria Nacional del Cemento en Vallemí, mientras bastaría con una inversión estratégica para hacer una fábrica eficiente y competitiva, que no detenga su producción cada vez que falla alguna maquinaria carcomida por los años. Y en lugar de mantener a funcionarios políticos, debería priorizarse la inversión en la formación de técnicos que puedan mejorar la competitividad y hacer que se saque provecho de la enorme riqueza que hoy se desperdicia.

En el país de la energía eléctrica, resulta un absurdo grosero que las discusiones giren en torno a la contratación de 2 mil funcionarios sin capacidad para manejar un ente, mientras que lo que debería plantearse es la formación de cuadros dirigenciales de élite que conviertan al país en un modelo de aprovechamiento de la riqueza energética. Se despilfarran millones en cargos y en cuoteos políticos, pero no se apunta a una inversión que nos ahorre pérdidas. Formar a técnicos especializados en el exterior representa un costo ínfimo frente a todo lo que perdemos por la negligencia.

Que solamente en Asunción se reparen 40 mil caños rotos por año es una barbaridad, pues sabemos que todos los años volveremos a cargar con los mismos costos y seguiremos con una infraestructura obsoleta. Mantener costos millonarios en parches nos lleva a la misma situación del negocio del bacheo: tapar agujeros todo el tiempo, para que con la primera lluvia aparezcan los cráteres que destruyen nuestras calles y que nos obligarán a seguir perdiendo recursos sin lograr ningún avance.

Se engordan los presupuestos con el pago de personal no apto, se generan sobrecostos, se vive a costa de parches y encima se carga con la pérdida de las empresas que no son rentables porque no funcionan correctamente y que deben salvarse…con el dinero de la gente.

El reto para construir un país en serio pasa por dejar de lado gastos innecesarios y reorientarlos hacia formaciones estratégicas: formar cuadros dirigenciales de élite, planificar construcciones a largo plazo, aprovechar mejor los recursos para formar especialistas y hacer un rediseño de nuestros gastos e inversiones. Reemplazar los gastos corruptos por una inversión planificada e inteligente bastaría para hacer del Paraguay un país de mayores oportunidades y menos atraso.

(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México

Publicado en el suplemento especializado en economía y negocios “Estrategia”, del Diario La Nación, de Paraguay.

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