domingo, 23 de octubre de 2011

El ambiente de negocios y la competitividad


Gráfico: Ranking de países con mejor ambiente de negocios. Tomado de Dinero.com. Ver original aquí

Por Héctor Farina Ojeda (*)

El ranking sobre las facilidades que conceden los países para hacer negocios, elaborado anualmente por el Banco Mundial (BM), nos presenta un panorama digno de un análisis para comprender algunos aspectos fundamentales de la economía: mientras Singapur, Hong Kong y Nueva Zelanda ocupan los primeros lugares como países en los que se puede hacer negocios –debido a las facilidades normativas que tienen-, los latinoamericanos nos encontramos lejos. Como ya es casi una costumbre, el mejor posicionado es Chile en el lugar 39, seguido de Perú (41), Colombia (42) y México (53). En tanto, Paraguay se encuentra en el lejano puesto 102, de un total de 183 economías estudiadas.

En un mundo de una configuración cambiante, en donde los capitales son volátiles y la inestabilidad y el corto plazo forman parte de la coyuntura económica, lograr un clima apropiado para la generación de negocios y la atracción de inversiones es un desafío constante y una necesidad imperiosa. Cuando somos poco atractivos, cuando complicamos los negocios al imponer interminables trámites o cuando la informalidad y la corrupción terminan por generar la percepción de que un país es poco confiable, no sólo perdemos aquello que puede venir de fuera sino que “invitamos” a que las inversiones locales miren hacia otros rumbos en los que haya más facilidades y más certezas.

No es coincidencia que los países mejor posicionados sean los mismos que han comprendido que la competitividad es un factor clave para el progreso, y que para hacer un país competitivo se necesita invertir en la gente y lograr generaciones de profesionales que comprendan los requerimientos de mercados exigentes, de alta competencia y de una innovación permanente. En América Latina aún no hemos podido corregir nuestra informalidad, por lo que no es raro que nuestras regulaciones hayan sido rebasadas y hoy aparezcan como obsoletas frente a un mercado que requiere agilidad, facilidades, y las menores complicaciones posibles a la hora de proyectar un negocio.

Al mirar los resultados extraordinarios que ha logrado Singapur –que hace poco más de 40 años era más pobre que Haití y hoy ha derrotado a la pobreza y es un país rico- no podemos dejar de valorar el cimiento sobre el que se construyó la nueva nación: la educación de su gente. Y con la visión de personas preparadas, se logró una arquitectura de sociedad en donde se produce con más calidad, se respetan las normas y se busca facilitar cualquier actividad productiva que sea beneficiosa para todos. Basta con preguntarse cómo una isla tan pequeña (692 Km2) puede tener un puerto en el que se mueven aproximadamente 180 mil contenedores por semana. El secreto: corrupción cero, seguridad en el manejo de las mercaderías y cumplimiento efectivo en horarios y entregas. Esto es saber cómo organizar un buen ambiente de negocios.

En cambio, las antípodas de un buen ambiente de negocios se encuentran en países informales, poco serios y en donde todo se relativiza. Sin comprender la importancia de una buena regulación, las normas se convierten en instrumentos manipulables que buscan beneficiar a unos pocos a costa de todos. Esto ocurre cuando se invoca un reglamento para entorpecer, amedrentar y, finalmente, lograr una coima, un “arreglo” o algún sistema ilegal de obtención de dinero a costa del que quiere invertir.

Cuando un país tiene un sistema educativo deficiente y no puede planificar un proyecto económico conjunto, el resultado es un cambalache en el que la informalidad, la corrupción y la falta de visión terminan por generar un ambiente de negocios poco confiable. Y en este contexto, es muy difícil lograr una construcción sólida, pues los elementos del conjunto son endebles, individualistas y hasta contrarios. Por ello, no es raro que se invierta mucho en la promoción de las ventajas de un país, en campañas de incentivos fiscales, de ventajas comparativas y que se trabaje mucho en atraer inversiones, para que finalmente la radicación de una empresa se trunque cuando un funcionario pide una coima para proveer energía eléctrica o cuando alguien cambia las reglas de juego en forma inoportuna.

Algo que debemos hacernos reflexionar es cómo podemos construir un país con mejores oportunidades de negocios, con facilidades para las inversiones y, sobre todo, con una economía competitiva. Y no lo lograremos si mantenemos esquemas de regulación obsoletos administrados por funcionarios sin preparación y propensos a hacer dinero fácil a costa de torcer las reglas.

Empecemos por seleccionar mejor a nuestra gente, por formarla, para luego planificar la construcción de una economía que genere facilidades para el desarrollo de emprendimientos, para las inversiones, la generación de empleos y de riqueza. Un buen ambiente de negocios no sale de la norma, sino de la gente que saber cómo utilizar la norma.

(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México

Publicado en el suplemento especializado en economía y negocios "Estrategia", del Diario La Nación, de Paraguay.

1 comentario:

francisco javier padilla gonzález dijo...

Hace no mucho alguien enfatizaba en la posibilidad de convertir a México en un paraíso fiscal y con ello (según él) atraer la inversión extranjera, lo que generaría los empleos que tanta falta le hacen a los mexicanos. imaginen qué pensaría el rubro informal sobre la disminución de los impuestos cuando la recaudación en nuestro país es ineficiente y corrupta, de qué manera se les convencería a la empresas extranjeras apostar su capital en el suelo mexicano cuando se tiene el antecedente de las corruptelas que aquí se practican, según mi parecer y de acuerdo con este artículo, lo mejor sería invertir en la preparación de ciudadanos capaces de trabajar para hacer y generar negocios razonables y eficientes, por su puesto dentro de un marco jurídico que lejos de entorpecer la creación o permanencia de nuevas fuentes de empleo, trabaje al amparo de los empresarios (macro o micro)y no acosta de su beneficio personal.