lunes, 29 de agosto de 2011

Contra la corriente de la desaceleración económica

Por Héctor Farina Ojeda (*)

La incipiente desaceleración económica que padece Estados Unidos plantea un escenario poco favorable para las economías latinoamericanas. Con el freno en el crecimiento del principal motor, los efectos que se avizoran para el resto de los países apuntan hacia un contagio en el crecimiento, lo que tendría una incidencia directa en la todavía endeble recuperación que se tiene tras la última crisis de alcance global. Crecer poco o no lograr crecimiento alguno, en estos momentos representaría una verdadera calamidad para países que mantienen elevados porcentajes de su gente en condiciones de pobreza y que requieren de empleo y oportunidades para combatir las carencias.

Más allá del problema de la deuda, el toque de alerta de la economía norteamericana es claro: se esperaba que en 2011 este país tenga un crecimiento de 2,4%, pero debido a las circunstancias adversas, este pronóstico se ha limitado a 1,7% en las expectativas de crecimiento. La economía se está desacelerando ante el temor de que los mismos efectos se repliquen, en forma más cruda, en las economías que no tienen la capacidad de generar un dinamismo propio para hacerle frente a cualquier tendencia recesiva.

México es uno de los más preocupados. Con una dependencia muy fuerte del mercado norteamericano, a donde se dirige más del 80% de las exportaciones y de donde provienen las remesas y los millonarios ingresos por turismo, este país ya empieza a sentir los efectos negativos: se ha recortado la expectativa de crecimiento, que era de 4,5% y que ahora oscila entre el 3% y 3,5% para 2011, de acuerdo a diversos pronósticos de expertos y organismos internacionales.

Ciertamente, uno de los temas pendientes en América Latina siempre ha sido la dependencia de factores externos y la incapacidad de encontrar un dinamismo autónomo lo suficientemente fuerte como para no dejarse arrastrar por oleadas nocivas. Nos va bien cuando la coyuntura es favorable y hace que la riqueza llegue a nuestros bolsillos, pero nos va muy mal cuando nos toca defendernos solos y convertirnos en generadores de riqueza a contracorriente de los males que afectan a los mercados grandes. Y en el caso de la falta de ese poder dinámico e independiente, Paraguay es un vivo ejemplo de oportunidades y riquezas desaprovechadas.

Hay una clara dependencia del Mercosur, poca diversificación de la oferta exportadora –sumada a la mediterraneidad que todo lo encarece-, y sobre todo una tendencia a depender siempre de lo foráneo, de lo que no tenemos y no podemos controlar, como el caso del petróleo, del gas, y de los productos tecnológicos que no somos capaces de producir porque sencillamente no queremos invertir en la capacitación de nuestra gente. Como furgón de cola de los grandes vecinos, no se puede esperar más que crecimientos coyunturales totalmente dependientes de economías ajenas, así como golpes duros por algún traspié que no es el nuestro.

Ante una desaceleración incipiente que puede golpear con fuerza a una economía pequeña y precaria como la paraguaya, hay que ser muy cautos para aplicar en forma estratégica medidas anticíclicas, que refuercen la capacidad propia de generar empleos, producir riqueza y favorecer a los bolsillos de la gente. Una medida inicial podría ser decretar un estado facilitador de las inversiones: reducir las exigencias burocráticas, conceder beneficios fiscales y asegurar que se respeten las inversiones que generen empleo y detonen el funcionamiento de la economía.

Hasta parece una ironía de mal gusto que justo en momentos en los que necesitamos aprovechar nuestros recursos y crear empleos, el país con la mayor cuenca cementera de la región no tenga cemento para abastecer a la industria de la construcción. Con un poco de visión futurista, podríamos iniciar un plan de pavimentación de las calles con cemento, con lo que habría trabajo, desarrollo de la industria y un enorme beneficio en materia de comunicaciones. En este campo podemos crear los empleos que queramos sin depender de nadie más que de nosotros mismos, al igual que en muchos sectores que todavía viven en una economía del hoy sin mañana.

Energía eléctrica, cemento, tierra fértil, titanio, mármol, ganadería…la riqueza explotable abunda en el Paraguay, por lo que deberíamos emprender el camino de recuperación de la independencia económica que nos lleve a tener herramientas para minimizar la pobreza, mejorar la calidad de vida y proyectarnos hacia el progreso.

(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México.

Publicado en el suplemento especializado en economía y negocios "Estrategia", del Diario La Nación, de Paraguay

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