domingo, 26 de junio de 2011

El enigma del bajo crecimiento económico mexicano

Por Héctor Farina Ojeda (*)
 
Una de las preguntas recurrentes en cuanto a la economía mexicana era por qué no lograba un crecimiento económico importante pese a hacer bien los deberes. ¿Por qué la segunda economía más importante de América Latina apenas lograba un crecimiento mediocre, pese a tener un gran mercado y contar con muy buenos indicadores? Cuenta Andrés Oppenheimer en su libro “Basta de historias” que un grupo de expertos vino a México hace algunos años para intentar develar el misterio. Y, para sorpresa de muchos, el problema del pobre crecimiento no estaba en los indicadores macroeconómicos sino en algo que muchos habían omitido: la calidad educativa.
 
Los resultados en cuanto a la educación en México no eran buenos como para ajustarse a los requerimientos de un mundo globalizado que exige niveles elevados de competitividad. Por eso, pese a que se tomaban buenas medidas económicas no se lograba un crecimiento importante, pues la falta de competitividad en la educación derivaba en incapacidad de innovar, de producir con calidad y de aprovechar las ventajas coyunturales que se presentaran en los mercados.
 
Pero miremos con detenimiento algunos números de México para dimensionar su situación: actualmente cuenta con 112 millones de habitantes y es la segunda economía latinoamericana, sólo detrás de Brasil. Es un país con mucha desigualdad económica: mientras, por un lado, la mitad de su población vive en condiciones de pobreza, por el otro lado hay 39 familias acaudaladas que acaparan el 13,5% del Producto Interno Bruto (PIB) del país. Lo mismo pasa con la educación: cuenta con la universidad más grande de América Latina –la única ubicada entre las 200 mejores del mundo- pero 6 de cada 10 jóvenes no estudian ni la preparatoria (bachillerato) ni están en la universidad. Hay más de 7 millones de “ninis” (que ni estudian ni trabajan) y sólo 1 de cada 100 habitantes obtiene un posgrado.
 
Actualmente la tasa de desempleo ronda el 5,2%, lo que implica que 2,5 millones de mexicanos no tienen trabajo. Precisamente, el gran problema económico es el empleo: se requiere la generación de 1,2 millones de empleos al año, pero en 2011 el pronóstico es que apenas se crearían 600 mil puestos.
 
La proyección de México apunta a mantener un crecimiento económico, aunque en proporciones insuficientes. Tras la caída de 6,5% en 2009, el año pasado creció 5,5% y se espera que para 2011 el repunte sea de entre 4 y 5%. Aunque, existe el temor de que un freno en la economía de Estados Unidos pueda golpear a México, pues más del 80% de sus exportaciones van al mercado estadounidense, así como hay una dependencia muy fuerte en otras fuentes de ingreso primordiales como las remesas y el turismo.
 
Ante estos números, no cabe duda de que estamos ante una economía con un potencial enorme, pero con serias limitaciones de fondo. Y al ver el problema de la baja calidad educativa como fundamento del freno al crecimiento, ¿acaso no estamos frente a un problema común de toda América Latina? Quizás sólo dos países escapen a este problema: Chile y Costa Rica, que vienen invirtiendo mucho en la calidad educativa a sabiendas de que si no lo hacen, estarán condenados a seguir con tasas mediocres de crecimiento, con niveles elevados de desigualdad y con una gran dependencia a factores externos. También Brasil ha iniciado una fuerte inversión en ciencia y tecnología, aunque apenas supera el 1% del PIB, muy lejos de los países desarrollados que no dedican menos del 4% de su riqueza a estos rubros.
 
Para ajustarnos a las necesidades de un mundo competitivo no basta con cuidar los indicadores económicos, sino que se requiere la capacidad para innovar, reinventar nuestros sistemas de producción y saber aprovechar las coyunturas de un mundo que cambia demasiado rápido. Si las economías se cierran a producciones tradicionales y a la dependencia de los mismos socios, no se tendrá la capacidad de maniobra para evitar las crisis cíclicas ni para lograr resultados suficientes contra la pobreza y la desigualdad.
 
El caso de México debería hacernos reflexionar sobre todo el potencial de generación de riqueza que tenemos y sobre qué es aquello que está frenando el avance hacia una economía más sólida, más dinámica y menos injusta para la sociedad.
 
(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México.

Publicado en el suplemento especializado en economía y negocios "Estrategia", del diario La Nación, de Paraguay.

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