domingo, 20 de enero de 2008

La ceguera y el caos

Por Héctor Farina (*)

¿Qué pasaría si todos nos quedásemos ciegos? ¿Cómo podríamos sobrevivir? José Saramago, el escritor portugués -premio Nobel de Literatura 1998-, en su novela Ensayo sobre la ceguera (1995), nos presenta una historia marcada de crudeza y desesperación, en la que una epidemia de ceguera blanca se expande con rapidez meteórica y deja a todo un país amputado de la visión. Aterrorizados por un mal inexplicable, los primeros ciegos son recluidos, internados en un manicomio para mantenerlos alejados, ya que desde el momento en que perdieron la vista se convirtieron en una amenaza de contagio para los demás, en los apestados a los que había que excluir y eliminar si era necesario.

Sumidos en el caos por la falta de visión, los ciegos sacan a relucir todas las bajezas del ser humano, desde el robo de alimentos, las mentiras, el chantaje y la opresión de los más débiles. Ya no importaba que el Gobierno destinase alimentos a todos los recluidos: en medio de la desgracia aparecieron los ladrones y miserables que a la fuerza se adueñaban de los alimentos para tener el poder y chantajear a los otros. No les importaba que los demás se mueran de hambre mientras los alimentos se echaban a perder, para los malos la ceguera era una nueva oportunidad de bajeza, de chantajear, oprimir y humillar a los demás, robándoles hasta la poca dignidad que podrían haber guardado en aquella podredumbre.

Y fuera de aquel manicomio, la locura era aun mayor. Las calles llenas de inmundicia, de ladrones invidentes, de seres humanos en ruinas que lo único que buscaban era sobrevivir a costa de quien sea, mostraban un aspecto desolador y patético, donde era mejor no poder ver hasta dónde habían caído las personas, hasta qué punto habían perdido su humanidad y se habían convertido en animales insensibles, devoradores y carroñeros. Más allá del egoísmo de las personas y de la sociedad, la miseria humana llega a sus extremos más increíbles en los momentos de desgracia.

Esta historia de Saramago nos muestra qué frágiles son las sociedades en su organización y en sus valores, qué superficiales somos los seres humanos en nuestros principios, en nuestras convicciones y en nuestro desarrollo como personas. Pero en la vida real la ceguera que afecta a las sociedades va más allá de un mal físico, sino que se manifiesta por medio de realidades que no aprendemos a ver, de hechos que fingimos no observar, de situaciones que aunque sean captadas por los ojos no pasan al entendimiento.

¿No será que de antemano somos ciegos al no ver nuestros errores, al no ver la maldad y la corrupción, al creer que vemos cuando en realidad nos ciega la ignorancia? ¿No somos acaso más ciegos que los invidentes al no querer ver que la ignorancia nos ciega, que la educación es necesaria, que los corruptos están desgraciando a la sociedad y que no saldremos adelante fingiendo que no vemos los males que nos rodean?

Es necesario que aprendamos a organizarnos y ser precavidos sin la necesidad de esperar que ocurra una desgracia, a tener una visión clara sobre la sociedad que queremos y a corregir nuestros errores en vez de fingir que no vemos o no comprendemos. Si algo debemos aprender es que no mejoraremos como personas ni como sociedad mientras sigamos ciegos de entendimiento y no veamos los males que debemos corregir.

(*) Periodista

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