domingo, 12 de agosto de 2007

Romper un mundo

Por Héctor Farina (*)
puntodefusion@yahoo.com

“El que quiere nacer, tiene que romper un mundo”. El límite del mundo que conocemos y en el que vivimos está marcado en gran medida por nuestra propia visión, por nuestros prejuicios y por las limitaciones que nos impusieron en el proceso de nuestra educación. Se trata de ver un mundo único, donde todo obedece a una lógica orquestada y donde lo distinto se mira con horror, porque simplemente rompe la frontera impuesta y pasa a otra dimensión –la contraria o la mala-. Pero en tanto se trata de imponer un mundo único, se advierte contra los males de otros mundos, que también existen, en una división maniqueísta que rige la vida y que condiciona nuestro desarrollo.

En la novela Demian (1919), del escritor alemán Hermann Hesse, se presenta una curiosa reflexión en torno a la vida desde el punto de vista del mundo ideal y del mundo de lo malo. “El ave lucha para salir del huevo, y nada más. El huevo es el mundo. Quien quiera nacer, deberá primero destruir un mundo…” Así se expresa Max Demian, un personaje filosófico que ayuda a Emil Sinclair -el protagonista- a ampliar su visión del mundo y a entender que existen muchas cosas más allá de los límites impuestos en el mundo ideal trazado en su infancia.

La lección que podemos extraer es clara: tenemos que romper los límites impuestos por nuestro mundo, porque el mundo es algo que debemos descubrir y construir, y no algo que otros nos imponen como un límite a lo que podemos hacer y lo que podemos ser.

Deberíamos pensar en las palabras de Demian desde el punto de vista del mundo en el que vivimos los paraguayos, de las limitaciones culturales que tenemos, del atraso, de la corrupción, de la pobreza y de nuestra peculiar forma de vida. En un mundo en el que estamos condicionados por el “así nomás”, por el “así luego tiene que ser”, por la ley del menor esfuerzo, por el amiguismo, el compadrazgo y el nepotismo, por el camino fácil y por la mala memoria, resulta difícil que podamos llegar lejos porque las ataduras nos lo impiden.

De nada servirá que cambiemos de gobierno, que pasemos de una dictadura a una democracia o a cualquier otro sistema, si al final seguimos condicionando nuestro mundo con nuestra actitud, si al final todo cambia para que sigamos haciendo lo mismo de siempre. Romper un mundo no quiere decir cambiar de lugar y seguir arrastrando los mismos vicios, sino romper con las ataduras que nos limitan, para tener la libertad de elegir a dónde ir y cómo construir el mundo en el que queremos vivir.

Si queremos cambiar nuestro país, tenemos que empezar por cambiar nuestra actitud de una vez por todas y dejar de lado los males que nos oprimen. Hay que romper ese mundo de miseria que hasta hoy soportamos y empezar a construir uno mejor, con nuevos valores, con mucha educación y con sacrificio.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

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