domingo, 1 de julio de 2007

Cumbres subterráneas

Por Héctor Farina (*)

La última Cumbre del Mercosur dejó exactamente lo que desde siempre se esperaba que deje: promesas de buena voluntad y postergaciones de los temas importantes para el Paraguay. Mientras los mandatarios en su acostumbrado gesto de diplomacia (hipocresía en términos comunes) emiten un “comunicado conjunto”, para llenar los espacios de la prensa, y posan como “hermanos” para las fotos, la realidad nos indica - más allá de estas representaciones mediáticas- que la situación de injusticia seguirá como si nada hubiera ocurrido, como si las cumbres no fueran otra cosa que un circo montado para distraernos de los verdaderos problemas.

Desde hace años que las cumbres del Mercosur no son más que ritos simbólicos que ya no representan la voluntad verdadera de hermanar a los países, ni de superar las injusticias ni las asimetrías. Son ritos que sabemos que van a quedarse en ritos, en actos simbólicos que ya nadie cree, en declaraciones retóricas hipócritas que no sirven ni como manto de piedad para cubrir la falsedad de los acuerdos que no se cumplen.

Un país empobrecido y sometido a groseras injusticias, que sufre la imposición de trabas a su desarrollo, que vive peleando por sobrevivir mientras sus “socios” tratan de asfixiarlo, ya no puede tolerar este tipo de teatros de la falsedad. El Paraguay ya no puede tener fe en promesas de cambio y en las “buenas intenciones” plasmadas en documentos. Ya no puede creer en socios del Mercosur como Brasil y Argentina, porque la realidad injusta que soportamos los paraguayos nos golpea en la cara todos los días, desde hace años.

Los paraguayos ya no podemos vivir de promesas, pues mientras se espera el cumplimiento seguimos soportando el robo de la energía eléctrica de Itaipú y el cobro de intereses delincuenciales por parte del Brasil; seguimos soportando las trabas que impone este país a las exportaciones paraguayas, al tiempo que invade el mercado paraguayo con sus productos de contrabando; se sigue esperando un comercio justo pero en contrapartida se tiene un intento de matar al comercio paraguayo, como en el caso de Ciudad del Este.

¿Cómo podemos creer en promesas oficiales, cuando la realidad nos indica que Argentina prefiere dejar que la producción paraguaya se pudra en la frontera antes que cumplir con los acuerdos de libre tránsito? Cómo se puede creer en este "socio", si con la represa de Yacyretá opera igual que el Brasil con Itaipú, es decir saca provecho a costa de empobrecer injustamente a un país ya de por sí empobrecido, como el Paraguay.

Sólo en un mundo kafkiano podría darse el absurdo de que ahora en más estos países decidan cumplir los acuerdos y portarse como los “hermanos” que dicen ser, en un gesto de fraternidad. Está claro que no habrá ningún cambio favorable para el Paraguay hasta que este decida tomar una actitud radical y firme con respecto a las injusticias: no debemos volver a negociar en tanto no cumplan lo que prometieron. De nada sirve que los acuerdos y comunicados conjuntos pinten un cuadro, cuando este es desmentido por las injusticias de todos los días.

El Paraguay debe dejar en claro que su soberanía y su dignidad no están en venta: si Brasil y Argentina no dejan de lado los abusos, no se debe tolerar que traten de comprarnos con promesas, que encima no se cumplen. El Paraguay debe hacer causa común con el Uruguay, otro país pequeño perjudicado en el Mercosur, y no apoyar más iniciativas en el bloque hasta tanto los países más grandes respeten los acuerdos y permitan un comercio libre de productos, hasta que dejen de imponer medidas que asfixian a las economías menores, y hasta que dejen de robar la energía y los recursos de los países por medio de la usura y los contratos leoninos. Si no tomamos esta actitud como país, los grandes seguirán en la cumbre y nosotros en el nivel subterráneo.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

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