domingo, 8 de julio de 2007

Bibliotecas medievales

Por Héctor Farina (*)

El desafío de impulsar una educación de primer nivel para formar una sociedad más preparada tropieza con numerosas limitaciones de diferente naturaleza, como la escasa inversión del Gobierno, la falta de una planificación educativa seria, las bibliotecas obsoletas, los docentes poco preparados, el escaso acceso a computadoras e Internet, el elevado costo de los libros, la falta de apoyo a la investigación científica, entre otros puntos resaltantes. Todo esto en el contexto de la pobreza y las precariedades que afectan al Paraguay.

De todas estas limitaciones, tomemos el caso de las bibliotecas para tratar de graficar cómo afectan directamente a la educación. Cómo primer paso conviene preguntarnos, ¿cuántas bibliotecas de acceso público hay en el país?, ¿qué tan fácil es acceder a ellas? y ¿qué tan actualizadas están?

Es evidente que en el Paraguay no existen muchas bibliotecas disponibles para la gente que quiere instruirse; al contrario, son más bien pocas, con ofertas limitadas, con enredados sistemas burocráticos que limitan el acceso a los libros, y sobre todo con escasa renovación y actualización de los textos. Las bibliotecas públicas, como las de la Universidad Nacional de Asunción (UNA), la Biblioteca Nacional , y otras similares, se parecen más a cementerios de conocimientos fósiles, en donde si bien hay mucho que aprender, todo corresponde a la prehistoria y no a las necesidades de una sociedad en constante cambio. Son como las bibliotecas medievales, donde se escondía o “guardaba” el conocimiento para que sólo unos pocos tengan acceso. Allí están los tesoros de la antigüedad, los archivos milenarios, pero recluidos en espera de que alguien los rescate.

Queda claro que en el país existen muy pocas bibliotecas buenas al alcance de la gente y que para acceder a los libros se deben superar numerosos obstáculos. Por ejemplo, en las bibliotecas de las universidades o entidades privadas se tienen requisitos como la pertenencia a tal o cual grupo, el pago de aranceles y otras exigencias, de manera que, generalmente, estas opciones quedan limitadas para pequeños grupos que pueden cumplir con las condiciones establecidas.

Es evidente que el país necesita con urgencia una política educativa agresiva, que sirva para construir una sociedad más preparada. Y se debe empezar por poner la educación al alcance de la gente, por facilitarle el acceso a la cultura, a los libros.

Como ciudadanos debemos exigir que el Gobierno implemente una política de bibliotecas públicas, que estas se extiendan al interior del país y que se realice una actualización permanente de los libros. El Gobierno tiene recursos suficientes para destinar una parte de su presupuesto a la actualización de las bibliotecas obsoletas y a la compra de libros, así como puede tomar medidas que fomenten la impresión de textos educativos a bajo costo.

Y además de exigir al Gobierno que cumpla con su obligación de promover la educación, como ciudadanos podemos asumir una postura más crítica a favor de la cultura: por ejemplo podríamos exigir a las universidades y colegios que no cobren aranceles por el derecho de uso de las bibliotecas, si al final estas no son actualizadas, ya que no vale la pena pagar por algo que nos limita antes de ayudarnos.

Si sabemos que existen los recursos necesarios, ya sea que vengan del sector público o del privado, la consigna debe ser construir una política educativa que realmente ponga la educación al alcance de la gente. Ya basta de esconder los libros.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

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