sábado, 3 de marzo de 2007

Falsa imagen

Por Héctor Farina (*)

El juego de la buena imagen, de la figura pública o del “rostro oficial”, constituye uno de los mecanismos perversos de manipulación de las masas y de la opinión pública, con el que se busca obtener beneficios personales, sobre todo desde el punto de vista del poder que proporcionan los cargos públicos.

Se presentan rostros sonrientes, manos amigas, candidatos abrazando ancianas y besando criaturas, presidentes visitando la miseria de los barrios pobres... Todo vale con tal de aparecer ante la opinión pública con una “buena imagen” y ganar el aprecio y la confianza para posicionarse dentro de las esferas del poder.

Entendemos que la imagen (del latin imago) es una representación visual del objeto. Es decir, pese a que parece entenderse con facilidad, la imagen no es el objeto, no es la cosa en sí, sino una representación suya, una especie de teatro de la cosa o de la persona.

Ahora viene la pregunta: ¿Podemos realmente diferenciar una representación política de una realidad política? ¿Podemos diferenciar la realidad social que vive el Paraguay y la realidad representada por el Gobierno? Y si sabemos hacerlo, ¿cómo sancionamos el engaño y la mentira?

Lastimosamente parece algo habitual para los paraguayos vivir en la dislexia, como si fuera normal que los gobernantes hablen de sus logros como gobierno, mientras el país se cae a pedazos y la gente se fuga en busca de cualquier alternativa válida. Sabemos que mienten, que juegan con la gente, que se llenan los bolsillos con el dinero del pueblo, el mismo dinero que falta para que haya medicamentos en un hospital público y para que los niños por lo menos puedan comer e ir a la escuela. Pero si sabemos que mienten y que la realidad es otra, ¿qué hacemos?, ¿por qué se toleran estas situaciones aberrantes?

Dejemos en claro algo: la imagen no sólo es una representación, sino que es más que eso. La imagen es un conjunto global de percepciones significativas y su proceso de construcción no es individual, sino que consta de varios elementos que la componen.

Por un lado tenemos las señales que envían los medios de comunicación, que proporcionan una percepción importante. Pero también está el interrelacionamiento de los grupos sociales, donde también se perciben señales y hechos que permiten medir la veracidad de las percepciones recibidas desde los medios, así como también está la experiencia personal de los sujetos, lo que las personas viven y sienten con relación a la percepción proyectada.

Pero además, tenemos otros vectores que nos permiten construir la imagen, como la identidad (lo que el objeto o persona es en sí), la cultura (su forma de comportarse), el producto (qué es lo que aporta) y recién en último lugar está la comunicación (cómo transmite lo que es, hace y cómo se comporta).

Lo claro aquí es que no se debe soportar que nos vendan una percepción como si fuera la realidad, porque todos los otros elementos desmienten la supuesta realidad. Si ante los micrófonos y las cámaras los gobernantes nos dicen que hay logros, esas palabras debemos medirlas con el termómetro de nuestra experiencia y determinar si los productos se corresponden con los discursos. Ya basta de falsas imágenes, hay que exigir productos concretos.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

No hay comentarios: