sábado, 10 de marzo de 2007

La creación del conocimiento

Por Héctor Farina (*)

La construcción de una sociedad instruida es una de las necesidades imperiosas del Paraguay, pero aparece como una de esas ideas propias de la dislexia de los discursos populistas, como una de esas prioridades que sabemos que deben ser atendidas, que siempre están en la agenda, pero que siempre pueden ser postergadas en tanto se hace lo contrario a lo que se dice requerir. Parece como si se confundiera la necesidad de concretar un proyecto, con la necesidad de convertirlo en mero tema de agenda, de promesa o “desafío futuro”.

En el Paraguay sigue prevaleciendo la falta de educación académica, no sólo en el aspecto cuantitativo sino el en cualitativo, no sólo falta enseñar más sino mejor. Además de los elevados niveles de analfabetismo funcional en todo el país, en las universidades se mantienen programas desfasados, bibliotecas obsoletas y muchos docentes que no pasan de ser rumiantes académicos.

Mientras que otros países hacen enormes esfuerzos por incentivar la investigación y avanzar en la creación del conocimiento, el Paraguay todavía sigue proyectando su futuro en base a promesas. No sólo nos vemos superados por problemas como la pobreza y la corrupción, sino que el letargo hace que cada día el país quede más rezagado en el camino hacia una sociedad mejor.

El conocimiento no es sólo aquello que se relaciona con el “saber” como recurso erudito o discurso teórico, sino que es el más valioso capital del ser humano, con el que puede modificar su presente y superar las dificultades propias de las sociedades. El conocimiento es un capital cultural y económico, un poderoso recurso que hoy marca la diferencia entre los países desarrollados y los subdesarrollados, entre los que progresan y los que viven en el retraso.

Hoy en día el conocimiento está en el centro de la producción de riqueza, pero no por su cantidad, sino por su productividad, tal como lo explicara Peter Drucker, en su libro La sociedad post-capitalista (1974). Pero no basta con comprender estos conceptos, es necesario un desarrollo agresivo de políticas públicas y fundamentalmente de esfuerzos individuales y colectivos de la gente.

Desde nuestras casas, desde las escuelas, nuestro trabajo, desde donde estemos, debemos tomar la iniciativa de procurarnos recursos y construir conocimientos válidos. Tenemos que aprender a premiar el esfuerzo intelectual, reconociendo y promoviendo investigaciones, creando oportunidades de acceso a los libros, a Internet y al mundo académico. Hay que exigir a las universidades, tanto públicas como privadas, que impulsen investigaciones científicas y que dejen de ser escuelas nocturnas donde se hace dinero para unos pocos a costa del sacrificio de la gente que lucha por aprender.

Es hora de construir el presente para tener un desafío futuro. Exijamos más y mejor educación, más bibliotecas, y sobre todo asumamos el reto de construir nosotros mismos una sociedad más instruida. Desarrollemos la voluntad de poder y empecemos el cambio.

(*) Periodista

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