sábado, 17 de marzo de 2007

El desarrollo de las industrias culturales

Por Héctor Farina(*)

Las industrias culturales se han convertido desde el siglo pasado en una gigantesca usina generadora de ingresos económicos y hoy en día representan un enorme poder no sólo para la comunicación cultural-ideológica, sino en el aspecto económico a nivel mundial. Como ejemplo tenemos la industria cinematográfica, que tiene presencia en todo el planeta y que mueve cifras millonarias por medio de la producción, distribución y venta de películas.

Ahora bien, el problema radica en que existe una posición totalmente dominante en el mercado por parte de las grandes corporaciones norteamericanas, las “majors”, que son las que controlan toda la distribución de películas a nivel mundial, y que poseen además toda la infraestructura de producción y de incentivos para mantener el dominio. Pero no se trata de una posición dominante en base a las reglas de libre mercado, es decir no se impusieron porque sus producciones fueron las de mejor calidad y las preferidas por el consumidor, sino por cuestiones más complejas.

En el libro Situación actual y perspectivas de la industria cinematográfica en México y en el Extranjero (2006), Enrique Sánchez Ruiz, uno de los autores, explica que queda demostrado que el predominio que la industria audiovisual estadounidense ejerce sobre prácticamente todo el mundo no obedeció históricamente al simple y libre rejuego de las fuerzas del mercado, sino a una serie de razones histórico-estructurales, entre las cuales sobresalen diferentes formas de apoyo gubernamental y factores políticos, tales como las dos guerras mundiales que, en su momento, destruyeron las principales cinematografías competidoras y reforzaron el soporte estatal a las máquinas de propaganda.

Queda claro que no se puede hablar de libre mercado, cuando en la práctica el consumidor no tiene la libertad de elección sino dentro de las ofertas que le presenta una industria monopólica. La pregunta que salta es cómo podemos hacer para tener la oportunidad de producir y consumir productos nacionales y no seguir dependiendo de lo que los norteamericanos quieren vendernos.

Es evidente que para desarrollar las industrias culturales, y más aun en el caso del cine, se requiere del apoyo del Gobierno, por medio de incentivos, de apoyo a la infraestructura, a la capacitación de profesionales y a la promoción en general de la producción cultural. Hay que adoptar políticas que fomenten el desarrollo y consumo de la cultura propia, porque no hay otra manera de romper las trabas que imponen las grandes corporaciones a sus competidores.

En el caso de Paraguay el apoyo del Gobierno debe ser muy fuerte, porque el cine paraguayo vive una triste realidad: está lleno de talento para la producción, pero no tiene apoyo para producir. Si pese a todos los obstáculos se logró que “Hamaca paraguaya” ocupe un pedestal encumbrado en el cine internacional, es lógico pensar que con un poco de apoyo se podría llegar mucho más lejos.

(*) Periodista
http://www.vivaparaguay.com/

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