Por Héctor Farina Ojeda
El aumento de las ventas de los comercios, tanto a nivel minorista como mayorista, es un buen indicio en torno a uno de los problemas de vital importancia para el crecimiento de la economía mexicana: el consumo interno. De acuerdo a los datos del INEGI, en el mes de mayo las ventas al menudeo subieron 5%, en tanto que las ventas mayoristas se incrementaron en 6.9%, en comparación con el mismo mes del año pasado.
Este repunte superó las expectativas de los analistas, que esperaban cerca de 4% de aumento, y se debe a varios factores que pueden ser coyunturales, como las campañas comerciales que se dieron antes del Mundial de futbol.
En este sentido, las ventas del sector minorista se concentraron en productos textiles, vehículos, tiendas de autoservicio y departamentales, así como alimentos, bebidas y tabaco, de acuerdo al informe del INEGI.
A esta buena señal en el comercio, tenemos que sumarle un elemento también favorable: la industria de la construcción dejó de caer, después de 21 meses, por lo que se espera que a partir de ahora se empiece a recuperar, con lo que se podrían generar una buena cantidad de empleos en un tiempo breve.
¿Qué nos dicen estos hechos?
En primer término que podríamos estar viendo un paso importante para la recuperación de la microeconomía, es decir que el crecimiento económico que se viene reflejando en grandes números, ahora parece empezar a aterrizar al bolsillo de la gente, a la economía familiar. Cuando aumentan las ventas minoristas, representan un claro síntoma de que la gente está mejorando su capacidad de consumo, aunque, como México viene saliendo lentamente de una crisis muy fuerte, tenemos que tomar los números como una mejoría moderada.
Si pensamos que la economía mexicana cayó 6.5% el año pasado, y que sectores vitales como el turismo y el comercio fueron fuertemente afectados, la recuperación que se vio en el mes de mayo es un buen indicio, pero todavía falta ver si se convierte en tendencia y sigue en aumento el consumo interno, y, sobre todo, falta ver si la recuperación económica por fin se consolidará en los números pequeños, es decir si vamos a empezar a recuperar la capacidad de consumo de los ciudadanos.
Es un buen momento para incentivar el consumo interno, para tratar de invertir mejor nuestro dinero, para emprender proyectos que muevan la pequeña economía y para buscar estrategias de que nuestros recursos sean mejor aprovechados con miras a generar más empleos y más oportunidades.
Hasta ahora hemos visto que la economía se está recuperando, pero sobre la base de las exportaciones petroleras, manufactureras y de los grandes números. Ahora hay que recuperar dos cosas fundamentales: el empleo y el consumo interno. Esto se puede lograr con políticas públicas orientadas a fomentar el empleo y con una mayor conciencia de parte de empresarios y ciudadanos sobre el destino que se le dan a los recursos que se van generando.
Comentario económico realizado en el Noticiero de Red Radio Universidad de Guadalajara en Ocotlán, México.
domingo, 1 de agosto de 2010
El perfil laboral del migrante
Por Héctor Farina Ojeda
Ciertamente, una idea lógica en economía es que el trabajador se mueve hacia donde hay oferta de trabajo, de la misma manera que quien tiene una industria, una empresa o un negocio y requiere mano de obra, busca los perfiles adecuados para contratar a sus trabajadores. Entonces, el escenario ideal parece ser aquel en el que trabajador emigra hacia donde hay ofertas de empleo, de manera que se pueda satisfacer la demanda de mano de obra que hay.
Pero ante esto surge el afán proteccionista: si los empleos son creados en un determinado país, entonces las autoridades buscan proteger esos empleos de los migrantes, de manera que sean los habitantes de ese lugar los que tengan preferencia. Esto ha llevado a endurecer las medidas migratorias, a tal punto que las personas de fuera, que intentan ingresar al mercado donde están los empleos, tienen muchas trabas legales, y cuando no se pueden cumplir con todos los requisitos, lo que ocurre es que de todas maneras se emigra al lugar donde hay empleos, pero sin tener los papeles requeridos. Así, el trabajador que busca llegar hasta donde requieren sus servicios y pueden pagarle un buen salario, al cruzar una frontera se convierte en “ilegal”.
Se trata de una situación muy conocida en México y en toda América Latina, en donde ante la incapacidad de crear suficientes empleos en nuestros países, se termina emigrando en busca de las oportunidades, de mejores salarios, de ingresos que permitan mejorar las condiciones de vida. Pero, en países desarrollados no es fácil conseguir buenos empleos: a las medidas de restricción de la migración, se suma la protección de los mejores empleos para los nacionales, y los puestos que se ofertan, por lo general, no son los que tienen los salarios más altos. Y en este contexto, algo fundamental es el perfil laboral de los migrantes: ¿qué tipo de preparación tienen y qué capacidad profesional de producir tienen?
Este es un aspecto fundamental que debemos analizar si pensamos en la migración. Y en este caso, retomamos algunos datos del libro “Cuéntame una de braceros”, del Dr. Cándido González, quien dice:
“El promedio de los mexicanos trabaja en actividades que requieren de trabajo no calificado y además cuentan con el nivel más bajo de escolaridad, ya que del total de personas mayores de 25 años y que tienen menos de 10 años de escolaridad, este grupo representa 7.80%, mientras que el porcentaje de los mexicanos en particular es de 49.50% y representa el nivel más bajo de escolaridad, comparado con todos los grupos que habitan el vecino país –Estados Unidos- y provienen de los cinco continentes”.
Estos datos deben hacernos reflexionar sobre varios aspectos vinculados con nuestra economía: México depende en exceso de las remesas, que son la segunda fuente de ingresos del país, pero, paradójicamente, esos ingresos provienen de los que no consiguieron trabajo y tuvieron que irse, y de los que no tienen la preparación más adecuada para conseguir los mejores empleos.
Ante esta situación, algo que debemos hacer es mejorar nuestros sistemas de formación de profesionales, nuestros niveles de educación y con ello incentivar la creación de nuestras propias oportunidades. No se puede seguir con niveles tan bajos de capacitación, porque eso solo hace que nuestra mano de obra sea no apta, mal pagada, sin muchas oportunidades, y sobre todo a merced de las condiciones de los mercados ajenos.
El mundo de hoy requiere de mano de obra calificada, de personas que sepan construir sus propias oportunidades, ya que dos terceras partes de la riqueza actual están en el sector de servicios, es decir, en la producción de conocimiento.
En vistas del fracaso de nuestros países de crear los suficientes empleos para todos, lo que debemos hacer es tomar la iniciativa propia de mejorar nuestra capacidad laboral, construir perfiles profesionales de más calidad, y tener una preparación que nos permita acceder a mejores oportunidades y no depender de los pocos ingresos que se pueden conseguir en trabajos poco calificados, lejos de nuestra tierra y en medio de enormes complicaciones para sobrevivir.
Comentario económico realizado en el Noticiero de Red Radio Universidad de Guadalajara en Ocotlán, México.
Ciertamente, una idea lógica en economía es que el trabajador se mueve hacia donde hay oferta de trabajo, de la misma manera que quien tiene una industria, una empresa o un negocio y requiere mano de obra, busca los perfiles adecuados para contratar a sus trabajadores. Entonces, el escenario ideal parece ser aquel en el que trabajador emigra hacia donde hay ofertas de empleo, de manera que se pueda satisfacer la demanda de mano de obra que hay.
Pero ante esto surge el afán proteccionista: si los empleos son creados en un determinado país, entonces las autoridades buscan proteger esos empleos de los migrantes, de manera que sean los habitantes de ese lugar los que tengan preferencia. Esto ha llevado a endurecer las medidas migratorias, a tal punto que las personas de fuera, que intentan ingresar al mercado donde están los empleos, tienen muchas trabas legales, y cuando no se pueden cumplir con todos los requisitos, lo que ocurre es que de todas maneras se emigra al lugar donde hay empleos, pero sin tener los papeles requeridos. Así, el trabajador que busca llegar hasta donde requieren sus servicios y pueden pagarle un buen salario, al cruzar una frontera se convierte en “ilegal”.
Se trata de una situación muy conocida en México y en toda América Latina, en donde ante la incapacidad de crear suficientes empleos en nuestros países, se termina emigrando en busca de las oportunidades, de mejores salarios, de ingresos que permitan mejorar las condiciones de vida. Pero, en países desarrollados no es fácil conseguir buenos empleos: a las medidas de restricción de la migración, se suma la protección de los mejores empleos para los nacionales, y los puestos que se ofertan, por lo general, no son los que tienen los salarios más altos. Y en este contexto, algo fundamental es el perfil laboral de los migrantes: ¿qué tipo de preparación tienen y qué capacidad profesional de producir tienen?
Este es un aspecto fundamental que debemos analizar si pensamos en la migración. Y en este caso, retomamos algunos datos del libro “Cuéntame una de braceros”, del Dr. Cándido González, quien dice:
“El promedio de los mexicanos trabaja en actividades que requieren de trabajo no calificado y además cuentan con el nivel más bajo de escolaridad, ya que del total de personas mayores de 25 años y que tienen menos de 10 años de escolaridad, este grupo representa 7.80%, mientras que el porcentaje de los mexicanos en particular es de 49.50% y representa el nivel más bajo de escolaridad, comparado con todos los grupos que habitan el vecino país –Estados Unidos- y provienen de los cinco continentes”.
Estos datos deben hacernos reflexionar sobre varios aspectos vinculados con nuestra economía: México depende en exceso de las remesas, que son la segunda fuente de ingresos del país, pero, paradójicamente, esos ingresos provienen de los que no consiguieron trabajo y tuvieron que irse, y de los que no tienen la preparación más adecuada para conseguir los mejores empleos.
Ante esta situación, algo que debemos hacer es mejorar nuestros sistemas de formación de profesionales, nuestros niveles de educación y con ello incentivar la creación de nuestras propias oportunidades. No se puede seguir con niveles tan bajos de capacitación, porque eso solo hace que nuestra mano de obra sea no apta, mal pagada, sin muchas oportunidades, y sobre todo a merced de las condiciones de los mercados ajenos.
El mundo de hoy requiere de mano de obra calificada, de personas que sepan construir sus propias oportunidades, ya que dos terceras partes de la riqueza actual están en el sector de servicios, es decir, en la producción de conocimiento.
En vistas del fracaso de nuestros países de crear los suficientes empleos para todos, lo que debemos hacer es tomar la iniciativa propia de mejorar nuestra capacidad laboral, construir perfiles profesionales de más calidad, y tener una preparación que nos permita acceder a mejores oportunidades y no depender de los pocos ingresos que se pueden conseguir en trabajos poco calificados, lejos de nuestra tierra y en medio de enormes complicaciones para sobrevivir.
Comentario económico realizado en el Noticiero de Red Radio Universidad de Guadalajara en Ocotlán, México.
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Economía,
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Enfoque latinoamericano
Nichos de mercado y oportunidades de negocio
Por Héctor Farina Ojeda
Un nicho de mercado es un mercado pequeño cuyas necesidades no están siendo bien atendidas.
Los nichos un grupo más reducido que un segmento de mercado (de personas, empresas u organizaciones), con necesidades y/o deseos específicos, voluntad para satisfacerlos y capacidad económica para realizar la compra o adquisición.
Un ejemplo es en el caso de la ropa: la oferta tradicional puede incluir prendas de vestir de todo tipo, como la de uso habitual, pero un nicho de mercado pueden ser las prendas de elaboración artesanal: camisas con tejido de punto, vestidos con bordados hechos a mano, etc.
Cuando pensamos en un nicho de mercado tenemos que pensar en una fracción o una parte de un segmento de mercado, en un grupo pequeño de consumidores o compradores, en necesidades específicas que no están siendo atendidas por el mercado, en la capacidad económica de los consumidores a los que se apunta. También debemos pensar en la especialización, en la competencia -que haya pocas empresas que apunten a este nicho- y sobre todo en el tamaño y la capacidad del nicho para asegurar la rentabilidad.
Pensar en nichos de mercados es la gran alternativa para competir contra economías más grandes y para aprovechar las necesidades no satisfechas por los grandes productores de bienes y servicios. Un ejemplo lo tenemos en el caso de las prendas de vestir: en América Latina y en México no tenemos capacidad de competir contra los productos chinos, porque tienen precios muy bajos debido a que son producidos en grandes cantidades y con una mano de obra extremadamente barata, por lo que se debe buscar alguna manera de competir, pese a que no podemos hacerlo en cuanto a cantidad y precios. La alternativa en este caso es producir ropa de mayor calidad, ofreciendo características distintas, como un mejor diseño, una mayor resistencia o una terminación artesanal que apunte a la comodidad, la identidad u otro factor diferencial.
Debemos aprender de los países que en poco tiempo lograron emerger de la pobreza para convertirse hoy en potencias económicas, gracias, en buena medida, a la explotación de los nichos de mercado. Hoy Singapur, que hace 40 años era más pobre que Haití, está desarrollando un nicho de mercado que para muchos sería impensable: este país apunta a tener los mejores médicos expertos en enfermedades complejas del mundo, para lo cual enviaron a sus mejores profesionales a capacitarse en las universidades más competitivas a nivel mundial.
Los singapurenses planifican que en poco tiempo, las personas que requieran tratamiento médico especializado para alguna enfermedad compleja tendrán como primer destino Singapur. Y para facilitar que las personas puedan llegar a este país asiático, han establecido rutas aéreas desde los cinco continentes, con aerolíneas propias y precios más accesibles que los habituales.Así se crea un nicho de mercado.
La lección que hay que aprender es buscar alternativas en nuestra economía regional y familiar. Si Jalisco es un destino turístico por excelencia, desde la región Ciénega y desde cada ciudad tenemos que pensar qué podemos ofrecer a los turistas para atraerlos a partir de tratar de cubrir necesidades desatendidas por la industria turística en general. Por ejemplo, organizar eventos especiales –similares a la expo mueblera que ya es representativa de Ocotlán-, trazar una oferta restaurantera distinta y buscar promocionar más y explotar mejor los atractivos de cada región.
Pensar en nichos de mercado es una alternativa y una necesidad ante una economía cada día más competitiva. Tenemos que aprender a hacerlo desde nuestra capacitación, de nuestro perfil profesional, desde el comercio, la industria y desde la perspectiva de ofrecer servicios que puedan satisfacer necesidades específicas que siempre existen en cualquier mercado.
Ese es el desafío de hoy.
Comentario económico realizado en el Noticiero de Red Radio Universidad de Guadalajara en Ocotlán, México.
Un nicho de mercado es un mercado pequeño cuyas necesidades no están siendo bien atendidas.
Los nichos un grupo más reducido que un segmento de mercado (de personas, empresas u organizaciones), con necesidades y/o deseos específicos, voluntad para satisfacerlos y capacidad económica para realizar la compra o adquisición.
Un ejemplo es en el caso de la ropa: la oferta tradicional puede incluir prendas de vestir de todo tipo, como la de uso habitual, pero un nicho de mercado pueden ser las prendas de elaboración artesanal: camisas con tejido de punto, vestidos con bordados hechos a mano, etc.
Cuando pensamos en un nicho de mercado tenemos que pensar en una fracción o una parte de un segmento de mercado, en un grupo pequeño de consumidores o compradores, en necesidades específicas que no están siendo atendidas por el mercado, en la capacidad económica de los consumidores a los que se apunta. También debemos pensar en la especialización, en la competencia -que haya pocas empresas que apunten a este nicho- y sobre todo en el tamaño y la capacidad del nicho para asegurar la rentabilidad.
Pensar en nichos de mercados es la gran alternativa para competir contra economías más grandes y para aprovechar las necesidades no satisfechas por los grandes productores de bienes y servicios. Un ejemplo lo tenemos en el caso de las prendas de vestir: en América Latina y en México no tenemos capacidad de competir contra los productos chinos, porque tienen precios muy bajos debido a que son producidos en grandes cantidades y con una mano de obra extremadamente barata, por lo que se debe buscar alguna manera de competir, pese a que no podemos hacerlo en cuanto a cantidad y precios. La alternativa en este caso es producir ropa de mayor calidad, ofreciendo características distintas, como un mejor diseño, una mayor resistencia o una terminación artesanal que apunte a la comodidad, la identidad u otro factor diferencial.
Debemos aprender de los países que en poco tiempo lograron emerger de la pobreza para convertirse hoy en potencias económicas, gracias, en buena medida, a la explotación de los nichos de mercado. Hoy Singapur, que hace 40 años era más pobre que Haití, está desarrollando un nicho de mercado que para muchos sería impensable: este país apunta a tener los mejores médicos expertos en enfermedades complejas del mundo, para lo cual enviaron a sus mejores profesionales a capacitarse en las universidades más competitivas a nivel mundial.
Los singapurenses planifican que en poco tiempo, las personas que requieran tratamiento médico especializado para alguna enfermedad compleja tendrán como primer destino Singapur. Y para facilitar que las personas puedan llegar a este país asiático, han establecido rutas aéreas desde los cinco continentes, con aerolíneas propias y precios más accesibles que los habituales.Así se crea un nicho de mercado.
La lección que hay que aprender es buscar alternativas en nuestra economía regional y familiar. Si Jalisco es un destino turístico por excelencia, desde la región Ciénega y desde cada ciudad tenemos que pensar qué podemos ofrecer a los turistas para atraerlos a partir de tratar de cubrir necesidades desatendidas por la industria turística en general. Por ejemplo, organizar eventos especiales –similares a la expo mueblera que ya es representativa de Ocotlán-, trazar una oferta restaurantera distinta y buscar promocionar más y explotar mejor los atractivos de cada región.
Pensar en nichos de mercado es una alternativa y una necesidad ante una economía cada día más competitiva. Tenemos que aprender a hacerlo desde nuestra capacitación, de nuestro perfil profesional, desde el comercio, la industria y desde la perspectiva de ofrecer servicios que puedan satisfacer necesidades específicas que siempre existen en cualquier mercado.
Ese es el desafío de hoy.
Comentario económico realizado en el Noticiero de Red Radio Universidad de Guadalajara en Ocotlán, México.
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miércoles, 31 de marzo de 2010
Construir caminos de éxito
Por Héctor Farina Ojeda (*)
Era tiempo de exilio. Augusto Roa Bastos, un joven escritor desterrado tras la guerra civil del 47 en Paraguay, sobrevivía en Argentina haciendo pequeños trabajos. Uno de ellos era la venta de joyas de fantasía, de chucherías. Cuenta don Augusto que dormía en las estaciones del tren, pues no tenía dinero para hoteles. Usaba su maleta como almohada, y en cierta ocasión despertó y no la encontró: se la habían robado, junto con toda su mercadería. Con mucha honradez, le hizo frente a la situación y tuvo que trabajar durante todo un año para pagarle a su patrón por la pérdida de las chucherías. Años más tarde, aquel joven luchador se convertiría en el mejor escritor paraguayo y en uno de los más reconocidos a nivel latinoamericano y mundial por obras como Hijo de hombre (1959) y Yo, el Supremo (1974).
Hay muchos casos envueltos en situaciones adversas y aparentemente poco motivadoras. Imagino el pesar de Ernesto Sabato cuando las editoriales rechazaron la publicación de su novela El túnel, por considerar que un físico como él no sería bueno en la literatura. O pensemos en Milan Kundera, expulsado de su país, perseguido, desempleado y con sus obras borradas y prohibidas por contener pensamientos diferentes al régimen comunista imperante. Ambos hoy son conocidos por sus éxitos. Y cómo no recordar a aquel niño pobre, hijo de madre analfabeta y padre alcohólico, que pese a las limitaciones que soportó en su Argelia natal, llegó a ganar el Premio Nobel de Literatura en 1957: era Albert Camus.
La historia está llena de estos guerreros, de gente que supo construir caminos de éxito en donde aparentemente no había más que frustración y desencanto. El mismo Cervantes, quien nos regalara al Quijote, supo enseñarnos cómo un camino tormentoso e intrincado no es un obstáculo invencible, sino una prueba que debe superarse para engrandecer la victoria. Cuando tenía 24 años perdió la mano (que le quedó estropeada) en la épica batalla naval de Lepanto, luego estuvo cautivo en Argel durante 5 años, y regresó a España, en donde enfrentó una vida conflictiva y llena de sinsabores. Pero todavía hoy podemos verlo reflejado en el idealista que busca cambiar al mundo, aunque para ello deba enfrentar a molinos de viento.
Si pensamos en estos ejemplos podemos percibir la capacidad extraordinaria para tender puentes en medio de los abismos, para hacer que cada esfuerzo se refleje en un resultado que vaya más allá de las limitaciones, del pesimismo, de nuestros miedos y nuestros complejos como personas y como sociedad. No existen caminos exitosos prefabricados, que puedan recorrerse sin esfuerzo, sin talento ni dedicación. El éxito se construye todos los días, con cada paso, con cada nuevo ladrillo, con cada decisión que se toma, con cada actitud que asumimos frente a los desafíos. Y el reto ante un mundo cambiante, complejo, competitivo e inestable es lograr desarrollar una mentalidad triunfadora que nos lleve a ganar batallas con la convicción del que sabe que puede, con la decisión del que sabe que su aporte es valioso para sí mismo y para los demás.
Aprender a construir caminos de éxito es una de las grandes deudas que tenemos los latinoamericanos, que durante mucho tiempo nos hemos dejado abatir por el pesimismo, por el pensamiento retrógrado que busca excusas en la genética, la herencia, la conquista, el clima o la situación geográfica para no desarrollar nuestra plena capacidad de hacer. Hemos sido coartados por las dictaduras, la censura, la corrupción, la pobreza y la pérdida del entusiasmo y la confianza. Pero pese a ello siempre surgen casos de éxito que indican que todo es posible en la medida en que estemos dispuestos a trabajar para mejorar.
Construir caminos, tender puentes, juntar a la gente buena, otorgar un justo reconocimiento a quienes lo merecen, incentivar la generación de proyectos y cultivar nuestra capacidad, son algunas de las cosas que debemos realizar en forma constante para construir un imaginario colectivo del éxito y para encaminarnos a un destino más reconfortante que el actual. Tenemos que aprender a abatir a los fantasmas del pesimismo y el desgano, para construir con entusiasmo y dedicación el éxito que nos merecemos.
(*) Periodista y profesor universitario.
Desde Guadalajara, Jalisco, México.
Publicado en la Revista Ecos, de Paraguay
Era tiempo de exilio. Augusto Roa Bastos, un joven escritor desterrado tras la guerra civil del 47 en Paraguay, sobrevivía en Argentina haciendo pequeños trabajos. Uno de ellos era la venta de joyas de fantasía, de chucherías. Cuenta don Augusto que dormía en las estaciones del tren, pues no tenía dinero para hoteles. Usaba su maleta como almohada, y en cierta ocasión despertó y no la encontró: se la habían robado, junto con toda su mercadería. Con mucha honradez, le hizo frente a la situación y tuvo que trabajar durante todo un año para pagarle a su patrón por la pérdida de las chucherías. Años más tarde, aquel joven luchador se convertiría en el mejor escritor paraguayo y en uno de los más reconocidos a nivel latinoamericano y mundial por obras como Hijo de hombre (1959) y Yo, el Supremo (1974).
Hay muchos casos envueltos en situaciones adversas y aparentemente poco motivadoras. Imagino el pesar de Ernesto Sabato cuando las editoriales rechazaron la publicación de su novela El túnel, por considerar que un físico como él no sería bueno en la literatura. O pensemos en Milan Kundera, expulsado de su país, perseguido, desempleado y con sus obras borradas y prohibidas por contener pensamientos diferentes al régimen comunista imperante. Ambos hoy son conocidos por sus éxitos. Y cómo no recordar a aquel niño pobre, hijo de madre analfabeta y padre alcohólico, que pese a las limitaciones que soportó en su Argelia natal, llegó a ganar el Premio Nobel de Literatura en 1957: era Albert Camus.
La historia está llena de estos guerreros, de gente que supo construir caminos de éxito en donde aparentemente no había más que frustración y desencanto. El mismo Cervantes, quien nos regalara al Quijote, supo enseñarnos cómo un camino tormentoso e intrincado no es un obstáculo invencible, sino una prueba que debe superarse para engrandecer la victoria. Cuando tenía 24 años perdió la mano (que le quedó estropeada) en la épica batalla naval de Lepanto, luego estuvo cautivo en Argel durante 5 años, y regresó a España, en donde enfrentó una vida conflictiva y llena de sinsabores. Pero todavía hoy podemos verlo reflejado en el idealista que busca cambiar al mundo, aunque para ello deba enfrentar a molinos de viento.
Si pensamos en estos ejemplos podemos percibir la capacidad extraordinaria para tender puentes en medio de los abismos, para hacer que cada esfuerzo se refleje en un resultado que vaya más allá de las limitaciones, del pesimismo, de nuestros miedos y nuestros complejos como personas y como sociedad. No existen caminos exitosos prefabricados, que puedan recorrerse sin esfuerzo, sin talento ni dedicación. El éxito se construye todos los días, con cada paso, con cada nuevo ladrillo, con cada decisión que se toma, con cada actitud que asumimos frente a los desafíos. Y el reto ante un mundo cambiante, complejo, competitivo e inestable es lograr desarrollar una mentalidad triunfadora que nos lleve a ganar batallas con la convicción del que sabe que puede, con la decisión del que sabe que su aporte es valioso para sí mismo y para los demás.
Aprender a construir caminos de éxito es una de las grandes deudas que tenemos los latinoamericanos, que durante mucho tiempo nos hemos dejado abatir por el pesimismo, por el pensamiento retrógrado que busca excusas en la genética, la herencia, la conquista, el clima o la situación geográfica para no desarrollar nuestra plena capacidad de hacer. Hemos sido coartados por las dictaduras, la censura, la corrupción, la pobreza y la pérdida del entusiasmo y la confianza. Pero pese a ello siempre surgen casos de éxito que indican que todo es posible en la medida en que estemos dispuestos a trabajar para mejorar.
Construir caminos, tender puentes, juntar a la gente buena, otorgar un justo reconocimiento a quienes lo merecen, incentivar la generación de proyectos y cultivar nuestra capacidad, son algunas de las cosas que debemos realizar en forma constante para construir un imaginario colectivo del éxito y para encaminarnos a un destino más reconfortante que el actual. Tenemos que aprender a abatir a los fantasmas del pesimismo y el desgano, para construir con entusiasmo y dedicación el éxito que nos merecemos.
(*) Periodista y profesor universitario.
Desde Guadalajara, Jalisco, México.
Publicado en la Revista Ecos, de Paraguay
lunes, 22 de marzo de 2010
Situación económica y generación de oportunidades
Por Héctor Farina Ojeda
Periodista y profesor universitario. Doctorante en Ciencias Sociales.
La fuerte caída de la economía mexicana el año pasado afectó notablemente a la ciudadanía al reducir en forma drástica las oportunidades de empleo y desarrollo. La reducción del 6.5% del Producto Interno Bruto (PIB), es decir de la riqueza que produce el país, hizo que no solo se perdieran miles de empleos en sectores estratégicos, como el turismo y la industria, sino que generó una situación de incertidumbre sobre la capacidad de recuperación que se podría tener para este año.
En este contexto, tras haber tocado fondo en 2009, la economía mexicana hoy tiene perspectivas interesantes de recuperación: se pronostica un crecimiento del 4%, debido sobre todo al mejoramiento de la situación de Estados Unidos, con lo que se espera que se generen unos 275 mil puestos de empleo. Sin embargo, esta última cifra es muy inferior a la que se requiere para atender las necesidades de la ciudadanía, ya que se necesitan más de un millón de empleos al año para generar oportunidades para los desempleados y para los jóvenes que se van incorporando al mercado laboral. Esto nos coloca ante varios problemas: ¿cómo aprovechar el repunte económico para crear más oportunidades? ¿Cómo crear nuestras propias oportunidades en un contexto limitado por una recuperación leve y hasta incierta?
En primer lugar debemos pensar que con las proyecciones de crecimiento se logra recuperar la confianza que se tiene en el país. Esto implica que las inversiones pueden volver a fluir, que los consumidores se sentirán más confiados para comprar y con ello se dinamizará el comercio, con los consecuentes beneficios de la distribución de la riqueza en diversos sectores. No obstante, este movimiento será todavía moderado porque tras la crisis todo se mueve con cautela.
Ahora bien, para aprovechar la coyuntura y generar más oportunidades se debe pensar en facilitar las inversiones que promocionen el empleo, reducir los trámites burocráticos para la inversión y establecer mecanismos de incentivo para la creación de microempresas. En el caso de Jalisco, se puede aprovechar el enorme potencial turístico para crear redes que involucren a las pequeñas ciudades y a los pequeños sectores comerciales y de servicio, de manera que la gente se integre al circuito por donde corre la riqueza. Igualmente, algo que debe cuidarse es el ingreso: lo que se gane debe ser invertido con conciencia en la educación, en la promoción de empresas familiares y en actividades que puedan garantizar una pronta recuperación de lo que se invierte, para que cada uno pueda generar sus propias oportunidades.
Periodista y profesor universitario. Doctorante en Ciencias Sociales.
La fuerte caída de la economía mexicana el año pasado afectó notablemente a la ciudadanía al reducir en forma drástica las oportunidades de empleo y desarrollo. La reducción del 6.5% del Producto Interno Bruto (PIB), es decir de la riqueza que produce el país, hizo que no solo se perdieran miles de empleos en sectores estratégicos, como el turismo y la industria, sino que generó una situación de incertidumbre sobre la capacidad de recuperación que se podría tener para este año.
En este contexto, tras haber tocado fondo en 2009, la economía mexicana hoy tiene perspectivas interesantes de recuperación: se pronostica un crecimiento del 4%, debido sobre todo al mejoramiento de la situación de Estados Unidos, con lo que se espera que se generen unos 275 mil puestos de empleo. Sin embargo, esta última cifra es muy inferior a la que se requiere para atender las necesidades de la ciudadanía, ya que se necesitan más de un millón de empleos al año para generar oportunidades para los desempleados y para los jóvenes que se van incorporando al mercado laboral. Esto nos coloca ante varios problemas: ¿cómo aprovechar el repunte económico para crear más oportunidades? ¿Cómo crear nuestras propias oportunidades en un contexto limitado por una recuperación leve y hasta incierta?
En primer lugar debemos pensar que con las proyecciones de crecimiento se logra recuperar la confianza que se tiene en el país. Esto implica que las inversiones pueden volver a fluir, que los consumidores se sentirán más confiados para comprar y con ello se dinamizará el comercio, con los consecuentes beneficios de la distribución de la riqueza en diversos sectores. No obstante, este movimiento será todavía moderado porque tras la crisis todo se mueve con cautela.
Ahora bien, para aprovechar la coyuntura y generar más oportunidades se debe pensar en facilitar las inversiones que promocionen el empleo, reducir los trámites burocráticos para la inversión y establecer mecanismos de incentivo para la creación de microempresas. En el caso de Jalisco, se puede aprovechar el enorme potencial turístico para crear redes que involucren a las pequeñas ciudades y a los pequeños sectores comerciales y de servicio, de manera que la gente se integre al circuito por donde corre la riqueza. Igualmente, algo que debe cuidarse es el ingreso: lo que se gane debe ser invertido con conciencia en la educación, en la promoción de empresas familiares y en actividades que puedan garantizar una pronta recuperación de lo que se invierte, para que cada uno pueda generar sus propias oportunidades.
viernes, 19 de febrero de 2010
En Internet el lector “es fiel a sí mismo”, explica periodista paraguayo

Héctor Farina, periodista paraguayo

ESTUDIA EN GUADALAJARA, MÉXICO
El periodista Héctor Farina, de nacionalidad paraguaya, reside desde hace tres años y medio en la ciudad de Guadalajara, México. El mismo está realizando su doctorado en la Universidad de la misma ciudad gracias a una beca obtenida mediante un convenio entre Paraguay el país mexicano con fondos de la Organización de Estados Americanos.
por Ruth Di Giovanni
Héctor enfocó su especialización de periodismo en internet detectando la fidelidad del lector hacia sí mismo. Esto significa que el usuario de un diario digital es “fiel a la noticia buscada para su beneficio” convirtiéndose él mismo en un gestor de noticias.
El periodista explicó que sus comienzos de especialización fueron en el Departamento de Estudios en Comunicación Social de la Universidad de Guadalajara, México.
“En ese departamento hay muchísimos académicos pero la mayoría de ellos son sociólogos, politólogos o comunicadores que no ejercieron la comunicación como tal. Entonces yo era el único periodista que había trabajado como comunicador, se les hizo muy interesante que yo llegue planteando proyectos de periodismo desde adentro y no solo podía contar la historia desde adentro sino que le podía contar la historia de un país distinto que está a diez mil kilómetros de México”, indicó el periodista sobre su vivencia en la universidad al norte de México.
Desde entonces analizó los procesos de cambios en los diarios digitales. Por ejemplo señaló que “el año pasado nadie hablaba de twitter, ahora es como lo máximo. Hace dos años lo que estaba de moda eran los blogs, hoy en día muy poca gente se acuerda de los blogs. Los blogs están quedando casi relegados y entonces es una dinámica tan intensa que a mí me pareció muy interesante estudiar cómo estaba cambiando el periodismo en línea”, explicó el periodista.
Sin embargo focalizó su maestría en el comportamiento de los lectores de periódicos on line donde encontró puntos llamativos “que muchos diarios de América Latina no alcanzan a comprender”, indicó Héctor.
Los medios de prensa escrita poseen un lector fiel, sin embargo los usuarios de diarios digitales no lo tienen. Ante eso el periodista compatriota explicó que el lector busca la noticia y no un medio de comunicación especifico.
“No es como antes que compraba el diario impreso y leía todo el contenido. Ahora simplemente busco la noticia mediante un buscador de internet”, explicó Héctor sobre la función del usuario de un portal de noticias en la red.
En relación a los diarios digitales de nuestro país destacó que los medios on line están empezando a explotar los elementos multimedia, como los videos, audios e imágenes.
“Ahora ya no tenemos que contar una historia lineal porque nuestro lector es mas fugaz, es migrante, es selectivo”, añadió Héctor sobre el estilo de escribir en los periódicos en internet.
En estos tiempos el lector desea diversas opciones para obtener una información, como enlaces, mapas, videos, audios y textos con el fin de crear un conjunto de historias por medio de dichos recursos proveídos por internet.
“Yo quiero trabajar en la universidad y en el periodismo”
Al ser consultado sobre su vuelta al Paraguay, manifestó su sentimiento de añoranza hacia nuestro país, y citando al laureado escritor Augusto Roa Bastos dijo: “el peor castigo para un paraguayo es el exilio, el techaga´u”. Pero las oportunidades de estudiar y especializarse le fueron otorgadas en el extranjero y como el mismo decía “estoy estudiando y es una oportunidad que tengo”.
Sin embargo no descarta su regreso a Asunción para enseñar y trabajar, como lo hace en ese país.
19 de Febrero de 2010 16:38
Fuente: Diario ABC Color, edición Digital. Ver nota original aquí
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miércoles, 17 de febrero de 2010
Recuperar el timón de nuestra vida
Por Héctor Farina Ojeda
Desde Asunción, Paraguay
Luego de más de tres años de vivir en México, la llegada al Paraguay me enfrentó nuevamente con nuestro ambiente cansino, nuestras costumbres y muchos de los vicios que siguen vivos en el quehacer cotidiano de los paraguayos. Veo las calles llenas de baches, las unidades del transporte público envejecidas y en pésimo estado, además de que circulan con las puertas abiertas invitando a los accidentes, la basura en los arroyos, en las veredas… y sobre todo veo el andar conformista de una sociedad que no termina de sacudirse de su modorra para avanzar hacia un destino menos oprobioso y más próspero.
Y al ver a nuestra gente, humilde, sufrida y sobre todo extraordinariamente humana; al ver un país cubierto de vegetación y salpicado por las bondades de la naturaleza, no puedo dejar de preguntarme qué es lo que no estamos haciendo bien los paraguayos, para que sigamos viviendo pobres en medio de una riqueza incuestionable ¿Cuál es el paso que no sabemos o no nos atrevemos a dar para hacer del país un lugar de progreso y dejar el camino del estancamiento y el retroceso? ¿Qué es lo que cada uno de nosotros puede hacer para mejorar su condición, su entorno y la sociedad? Evidentemente, antes de intentar responder estas preguntas tenemos que cuestionarnos sobre nosotros mismos, sobre lo que somos y lo que queremos como ciudadanos y como sociedad.
Los paraguayos tenemos un país rico, pero hemos dejado que sea empobrecido por la ineptitud de nuestros gobernantes y por esa actitud resignada del que piensa que todo debe ser “así nomás luego” y por eso no se involucra, no cuestiona y no propone. El conformismo como una filosofía de vida impregnada en nuestra cultura es quizá el peor cáncer que puede tener una sociedad, ya que carcome todos los días nuestra capacidad de hacer, de construir y de proyectar una vida diferente a la que nos acostumbramos. Y cuando no creamos, no construimos y no proyectamos, quedamos a merced de las decisiones ajenas, del mundo y de los límites que construyen los demás. En un mar globalizado, turbulento y cambiante, quedar a la deriva es condenarse a la incertidumbre, a lo efímero y lo inestable.
Para recuperar el timón de nuestra vida debemos hacer un gran esfuerzo por educar y educarnos, para comprender el mundo cambiante en el que vivimos y a partir de ello proponer la forma en que debemos construir nuestra sociedad. El gran paso que debemos dar los paraguayos es volvernos una sociedad de gente preparada, crítica, y con el conocimiento necesario para saber qué es lo que debemos hacer para mejorar nuestro entorno. Y todo esto pasa por una profunda revisión de nuestra forma de construir ciudadanía, de educar a los hijos y de desarrollar nuestra capacidad personal para resolver cada uno de los problemas que se presentan en nuestra vida.
Tomar el timón de nuestra vida implica pensar más, proyectar más y edificar más con cada uno de nuestros actos, en forma constante. El proceso pasa por construir referentes, por recuperar valores y por establecer metas que debemos cumplir como individuos y como sociedad. Pero lo fundamental consiste en recuperar nuestra convicción sobre lo que somos y sobre lo que podemos construir con nuestro trabajo. Cuando cambiemos la cultura del conformismo por una actitud más proactiva, voluntariosa y de superación permanente, habremos dado el paso más importante en la búsqueda de una sociedad menos injusta y más próspera. Tenemos que hacer que nuestra capacidad se refleje en nuestros actos cotidianos, así como debemos trabajar para desarrollar dicha capacidad. Si nosotros mismos no construimos aquello que queremos, seguiremos a expensas de voluntades ajenas y de los cambios que terminan por encasillar nuestra vida sin que alcancemos a comprender el porqué.
Publicado en la revista Ecos
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