miércoles, 17 de febrero de 2010

Recuperar el timón de nuestra vida


Por Héctor Farina Ojeda
Desde Asunción, Paraguay

Luego de más de tres años de vivir en México, la llegada al Paraguay me enfrentó nuevamente con nuestro ambiente cansino, nuestras costumbres y muchos de los vicios que siguen vivos en el quehacer cotidiano de los paraguayos. Veo las calles llenas de baches, las unidades del transporte público envejecidas y en pésimo estado, además de que circulan con las puertas abiertas invitando a los accidentes, la basura en los arroyos, en las veredas… y sobre todo veo el andar conformista de una sociedad que no termina de sacudirse de su modorra para avanzar hacia un destino menos oprobioso y más próspero.

Y al ver a nuestra gente, humilde, sufrida y sobre todo extraordinariamente humana; al ver un país cubierto de vegetación y salpicado por las bondades de la naturaleza, no puedo dejar de preguntarme qué es lo que no estamos haciendo bien los paraguayos, para que sigamos viviendo pobres en medio de una riqueza incuestionable ¿Cuál es el paso que no sabemos o no nos atrevemos a dar para hacer del país un lugar de progreso y dejar el camino del estancamiento y el retroceso? ¿Qué es lo que cada uno de nosotros puede hacer para mejorar su condición, su entorno y la sociedad? Evidentemente, antes de intentar responder estas preguntas tenemos que cuestionarnos sobre nosotros mismos, sobre lo que somos y lo que queremos como ciudadanos y como sociedad.

Los paraguayos tenemos un país rico, pero hemos dejado que sea empobrecido por la ineptitud de nuestros gobernantes y por esa actitud resignada del que piensa que todo debe ser “así nomás luego” y por eso no se involucra, no cuestiona y no propone. El conformismo como una filosofía de vida impregnada en nuestra cultura es quizá el peor cáncer que puede tener una sociedad, ya que carcome todos los días nuestra capacidad de hacer, de construir y de proyectar una vida diferente a la que nos acostumbramos. Y cuando no creamos, no construimos y no proyectamos, quedamos a merced de las decisiones ajenas, del mundo y de los límites que construyen los demás. En un mar globalizado, turbulento y cambiante, quedar a la deriva es condenarse a la incertidumbre, a lo efímero y lo inestable.

Para recuperar el timón de nuestra vida debemos hacer un gran esfuerzo por educar y educarnos, para comprender el mundo cambiante en el que vivimos y a partir de ello proponer la forma en que debemos construir nuestra sociedad. El gran paso que debemos dar los paraguayos es volvernos una sociedad de gente preparada, crítica, y con el conocimiento necesario para saber qué es lo que debemos hacer para mejorar nuestro entorno. Y todo esto pasa por una profunda revisión de nuestra forma de construir ciudadanía, de educar a los hijos y de desarrollar nuestra capacidad personal para resolver cada uno de los problemas que se presentan en nuestra vida.

Tomar el timón de nuestra vida implica pensar más, proyectar más y edificar más con cada uno de nuestros actos, en forma constante. El proceso pasa por construir referentes, por recuperar valores y por establecer metas que debemos cumplir como individuos y como sociedad. Pero lo fundamental consiste en recuperar nuestra convicción sobre lo que somos y sobre lo que podemos construir con nuestro trabajo. Cuando cambiemos la cultura del conformismo por una actitud más proactiva, voluntariosa y de superación permanente, habremos dado el paso más importante en la búsqueda de una sociedad menos injusta y más próspera. Tenemos que hacer que nuestra capacidad se refleje en nuestros actos cotidianos, así como debemos trabajar para desarrollar dicha capacidad. Si nosotros mismos no construimos aquello que queremos, seguiremos a expensas de voluntades ajenas y de los cambios que terminan por encasillar nuestra vida sin que alcancemos a comprender el porqué.

Publicado en la revista Ecos

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