sábado, 4 de mayo de 2013

Ciudad del Este, contradicciones y potenciales


Por Héctor Farina Ojeda (*)

Escribo a partir de impresiones. Con apreciaciones personales y una visión particular de los hechos, encontré a Ciudad del Este como un gran detonador de interrogantes que escapan a mi lógica. Esta ciudad que fue en algún momento la tercera a nivel mundial en movimiento comercial, no ha podido sin embargo superar algunos rasgos de un contexto cultural folclórico: sin orden en las calles ni en el tránsito, sin siquiera semáforos en las esquinas que minimicen el creciente caos vehicular, el contraste entre la pujanza comercial y la desidia urbanística sorprende a los ojos de cualquier visitante.

Basura en las calles, afiches de todos los colores y partidos que ofrecen, además de contaminación visual de mal gusto, las promesas de cambio que ya nadie cree. Esto se ve al tiempo que se escuchan versiones de "cuotas" que los operadores políticos exigen a los comerciantes para financiar campañas de los mismos que los recuerdan sólo a la hora de pedir recursos.

En las calles se nota claramente que han pasado administradores de dinero pero no visionarios de una ciudad que tiene todo el potencial para convertirse en una metrópoli del primer mundo. Como sí solo importara ubicarse en donde está el flujo de dinero y no construir una ciudad ni aprovechar más las enormes ventajas competitivas que se tiene en materia comercial.

Parece una ironía que un ex intendente haya querido ser presidente de la República y que ni siquiera haya puesto semáforos o iluminado parques pese a tener al lado la represa hidroeléctrica más grande del mundo. Ciudad del Este vive sus contrastes todos los días: mientras el flujo comercial es millonario, no hay dinero para un semáforo o tan siquiera para ordenar el sistema de estacionamiento. Los policías deben hacer funciones de improvisados semáforos humanos para dirigir el tránsito en las principales avenidas, mientras que en el microcentro hay parquímetros humanos, gente que reparte boletos y cobra a los que estacionan sin preocuparse de nada más que el cobro. Así se ven las precariedades en una ciudad rica.

A pocos kilómetros, en uno de los lugares más hermosos del Paraguay, el Salto del Monday, de nuevo salta el contraste: no hay turistas ni infraestructura turística para aprovechar un recurso natural que debería ser fuente de ingresos para la zona. Al contrario, a pocos metros del ingreso al parque no hay calles pavimentadas ni siquiera alumbrado público, en tanto se ven algunas carpas en terrenos baldíos. En un lugar natural maravilloso no hay condiciones para recibir turistas: ni comedores ni hoteles ni información para llegar. Como si el dinero del turismo no fuera de importancia para la zona, como si no sirviera para beneficiar a familias, trabajadores, comerciantes, taxistas...Lo cierto es que más allá de los culpables o responsables, hay una riqueza no explotada y por ende ingresos y beneficios que se pierden.

Los gobiernos deberían prestarle más atención a la triple frontera para hacer que la riqueza se traduzca en ciudades más ordenadas, desarrolladas y en un nivel más elevado de calidad de vida. No es suficiente con tener ingresos, sobre todo en un contexto en el que el país vecino hace lo posible por boicotear el comercio, sino que se debe planificar y potenciar el desarrollo con miras al mediano y largo plazo. Paraguay debe sacarle más provecho a sus ventajas comparativas y lograr que el comercio y el turismo sean más que un recurso temporal, una plataforma de crecimiento constante.

(*) Periodista y profesor universitario
Desde Ciudad del Este, Paraguay.

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