domingo, 30 de septiembre de 2012

Uruguay, en el sendero de los buenos pasos



Por Héctor Farina Ojeda (*)

La economía uruguaya, pequeña como la dimensión territorial del país, ha presentado signos alentadores en los últimos años. Sin el gran ruido que hacen otras naciones en cuanto a reformas y promesas futuristas, este país está haciendo un giro tan discreto como llamativo hacia una economía con proyección en el tiempo. Tradicionalmente basado en la industria alimenticia y en la fabricación de productos de madera y papel, así como en la ganadería, en la región ha venido destacando por la industria del software, lo que implica un rubro vinculado al conocimiento y la preparación de la gente, y no sólo a la explotación de recursos naturales.

Con un sistema financiero sólido y estable -algo difícil de lograr en una región marcada por la inestabilidad y la informalidad-, Uruguay está ganando la confianza de los inversionistas y se está posicionando como uno de los destinos favoritos en la región para la radicación de inversiones. Detrás de estos movimientos de capital, hay datos interesantes que nos permiten inferir los motivos que vuelven atractiva la economía uruguaya.

Tras la crisis de 2002, la economía ha mantenido una tendencia de crecimiento. El año pasado el incremento del Producto Interno Bruto (PIB) fue de 4,5%, en tanto para este año se estima un repunte de alrededor del 4%, y para el 2013 también de 4%. A pesar de un contexto internacional marcado por la crisis de Europa y Estados Unidos, los números se mantienen favorables.

Pero los verdaderos logros no se ven en los grandes indicadores sino en el aspecto social: según el informe titulado "Panorama social de América latina 2011", realizado por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), Uruguay destaca entre los cincos países con mayor disminución de la pobreza entre 2009 y 2011, junto con Perú, Ecuador, Argentina y Colombia. Un dato revelador es que entre 2002 y 2010, la pobreza en el país de los charrúas se redujo de 15,4% a 8,6%.

Esto demuestra que los buenos números macroeconómicos están permeando hacia la sociedad, de tal manera que se logra disminuir la pobreza, minimizar la desigualdad y redistribuir los ingresos. La CEPAL menciona, en el informe citado, que Uruguay es uno de los países que presentan mejores niveles de seguridad social, de gastos en políticas sociales y que, mediante ello, está disminuyendo en forma constante la desigualdad.

Y en el contexto de las políticas sociales, la inversión educativa en busca de ampliar y mejorar la calidad de la enseñanza y el aprendizaje es quizá el aspecto más vital para la economía de este país. De acuerdo a los datos de la Unesco, mientras la mayoría de los países latinoamericanos invierten 200 dólares al año por habitante en materia educativa, Uruguay invierte 1000 dólares por habitante. Con esto se ha logrado prácticamente que el 100% de los niños tenga acceso a la educación primaria, aunque -evidentemente- todavía resta mucho por hacer para lograr los estándares de calidad de los país más desarrollados. Con proyectos como el Plan Ceibal -impulsado por el gobierno de Tabaré Vázquez- se ha facilitado la incorporación de las nuevas tecnologías a las escuelas.

Lo interesante del modelo uruguayo es que, a sabiendas de sus limitaciones, busca posicionarse en campos que hagan de contrapeso a las economías más grandes: estabilidad financiera, seguridad para las inversiones, calidad educativa y un intento por saltar a la economía del conocimiento. Los cambios se perciben desde el discurso presidencial de un ex guerrillero que habla de educación como el arma para el progreso de la gente.

Aunque ciertamente sabemos que las economías latinoamericanas se encuentran todavía muy rezagadas frente a las economías desarrolladas, hay iniciativas que debemos emprender para encaminarnos hacia estadios de mayor progreso: invertir más en políticas sociales -fundamentalmente educación-, incentivar el desarrollo de la ciencia y la tecnología, para posicionarnos en la economía del conocimiento, y sobre todo hacer de estas iniciativas una política de Estado, con planificación y visión de futuro. Hay buenos signos en la región. Ahora nos falta convertirlos en modelos de desarrollo.

(*) Periodista y profesor universitario
Desde Guadalajara, Jalisco, México

Publicado en el suplemento "Estrategia", una publicación especializada en economía y negocios, del Diario La Nación, de Paraguay.

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